Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 98
Capítulo 98:
En ese momento, Osvaldo fue al hospital donde Diana se encontraba sedada.
«¿Cómo está ella ahora?», preguntó el hombre, mientras el otro doctor atendía sus heridas.
«La Señora Sánchez se va a recuperar», respondió el médico y suspiró para agregar: «Osvaldo, ellos sabían acerca del compromiso, y por lo que dijiste, estaban vigilando para ver cuándo tú salías de la casa».
«Sí, lo sé. Voy a averiguar quién fue la persona que dio esa información», replicó el hombre, y miró a su alrededor.
«¿Qué estás buscando?».
«Creo que me he estado acostumbrando demasiado a tener bebida siempre”, indicó él.
Al escuchar eso, el doctor se quitó los guantes y sacudió la cabeza.
«Nosotros fuimos compañeros de clase, Osvaldo. Por favor, no te embriagues, ¿De acuerdo?», dijo él, y continuó: «Sé muy bien que la mafia no es una broma, pero necesitas mantenerte sobrio en este momento. No todos estaban contentos con tu regreso».
«Sí, eso lo sé muy bien, Samuel. Ellos esperaban que Santiago se quedara,-pero mi hermano no quería hacerlo. Yo habría estado por debajo de él, y no tenía ningún problema con eso, sin embargo, él se negó a tomar el cargo».
«Santiago es realmente un buen chico. La verdad es que siempre lo fue», pronunció Samuel y sonrió un poco para añadir: «Voy a ver si tu futura suegra podrá recibir visitas”.
«Está bien».
Tras ello, Osvaldo salió de la oficina hacia el pasillo, y allí se sentó en una de las bancas. Ese hospital estaba totalmente controlado por la mafia, ya que no podían permitirse ir a hospitales regulares, pues, la policía los atraparía fácilmente.
Él se había dado una ducha antes de que le comenzaran a hacer el vendaje. Por suerte, siempre tenía una muda de ropa en el auto, de no haber sido así, habría tenido que quedarse sucio hasta que pudiera irse a casa.
Emilia no tardó nada en contestar el teléfono, de hecho, ni siquiera dio tiempo a que sonara el segundo timbre.
«¡Osvaldo!», exclamó ella a toda prisa, y preguntó: «¿Cómo se Encuentra mamá? ¿Y tú cómo estás? ¿Puedo ir al hospital ahora?».
«¡Cálmate un poco, mujer!», replicó él, soltando una carcajada, y explicó: «Tu madre se encuentra sedada ahora, pero el médico a cargo dijo que está notablemente bien, y que se salvará».
«¿Y qué hay de ti?», cuestionó ella.
«Voy a estar bien. Ya me hicieron las curas».
«¿Y puedo ir?», preguntó ella, que ni siquiera esperó a que él terminara de hablar. A Osvaldo eso le pareció muy divertido.
«Voy a enviar a alguien para que te busque. ¿Ya te quitaste ese vestido?», preguntó él.
Ante eso, Emilia frunció el ceño.
«Sí, Lo hice. Fui directo a la ducha y me puse algo cómodo para estar lista cuando me llamaras para ir al hospital».
Al hombre le gustó esa respuesta, ya que le pareció que ella era precavida.
«Eso es excelente. En unos minutos alguien te va a buscar. ¿Y cómo estás tú?».
«Bien, yo no me lastimé».
«En realidad, no me refiero a eso, Emilia. Acabas de atravesar la primera situación de tiroteo en tu vida».
«Ah, creo que ya están aquí por mí. Voy a bajar, y hablaremos cuando llegue allí, ¿Está bien?».
«Sí, claro».
Al colgar, el hombre se echó hacia atrás y cerró los ojos. Ante el simple pensamiento de que todavía tenía que interrogar a uno de los hombres capturados hizo que su cabeza comenzara a palpitar.
Emilia llegó a los pocos minutos y cuando vio a Osvaldo, con unas terribles ojeras y el cabello un poco despeinado, ella abrió los ojos de par en par y corrió hacia donde estaba él.
«No puedes correr en el hospital, jovencita», bromeó el hombre, y ella lo abrazó. Así, de nuevo, Osvaldo fue tomado completamente por sorpresa. Entonces, aspiró el perfume de la chica.
«¿De verdad te encuentras bien?», preguntó ella, muy preocupada.
«¿Todo lo que necesito es que me disparen para que puedas ser un poco más cariñosa conmigo?», cuestionó él, con una sonrisa torcida en sus labios.
«¡Pero eres una persona realmente repugnante!», exclamó ella, y se alejó para después decir: «Lo cierto es que estaba preocupada como lo estaría con cualquiera».
«¿Ah, es eso cierto?».
«¡Sí, así es!», dijo ella, mirando a su alrededor, «¿Y te quedaste aquí solo?», preguntó.
Ante eso, Osvaldo entrecerró los ojos.
«Espero que no te estés refiriendo a mi hermano», señaló él.
«¿Qué?», replicó Emilia sin entender, y cuestionó: «¿De qué se supone que estás hablando?».
En ese momento, Osvaldo miró a los empleados y ellos desviaron la mirada de inmediato. Entonces, la chica quiso darse la vuelta para ver lo que miraba el hombre, pero él la atrajo hacia sí y la besó.
No fue un beso largo, pero sí bastante intenso, dejando a Emilia totalmente roja, incluidos los labios. –
«Me pregunto si tendrás ese mismo rojo en todo tu cuerpo».
«¡O… Osvaldo!», pronunció ella, suavemente.
«Nosotros estamos comprometidos, y la verdad es que creo que deberíamos casarnos en un Máximo de dos semanas. No hay razón alguna para que esperemos un mes entero».
«Dices eso porque piensas en… hacer esas cosas. Sin embargo, el matrimonio necesita preparación».
«¿Esas cosas dices? Emilia…», dijo él riendo suavemente. Luego, agregó: «Sí, la verdad que sí pienso en hacer cosas contigo. Muchas Cosas, y varias veces, Dejarte exhausta de tanto hacer esas contigo».
Mientras hablaba, Osvaldo se dio cuenta de que Emilia instintivamente apretaba una pierna sobre la otra y se sintió satisfecho. Resultó que la mujer estaba afectada por sus palabras.
«¡Pervertido!».
«Muy p$rvertido. Aprenderás que tanto, querida. ¿Y sabes qué más?».
En seguida, ella negó con la cabeza y él se acercó a su oído, sujetando Su rostro con una de sus manos. «Me vas a pedir más».
Tras ello, el hombre se puso de pie, sin importarle cómo se veían sus pantalones. Lo que no quería era sentir la incomodidad, pero ya era inevitable…
«Voy a beber agua. Después buscaré al médico que está atendiendo a tu madre”.
«¡Yo iré contigo!».
Por otro Lado, la joven se puso de pie rápidamente y lo siguió. En ese momento, él médico caminaba hacia ellos y le sonrió a Emilia.
«Supongo que usted es la Señorita Sánchez, ¿No es así?», preguntó él y ella asintió. «¡Es un placer conocerla! Bueno, honestamente, la situación no es la ideal, pero…».
«Si no lo fuera, ¿Por qué demonios conocerías a mi prometida?».
“¡Osvaldo!», dijo Emilia, dedicándole una mirada de disculpa al doctor.
«No estoy coqueteando con su mujer, señor. No se preocupe», dijo el hombre y Osvaldo se relajó más.
«¡Maldición! ¡No sé por qué me descontrolo tanto con esta chica!, pensó él.
«¿Podemos visitar a la Señora Sánchez?».
«¿El marido de la señora no vino?», preguntó el médico y miró a su alrededor.
«No, él también resultó herido, así que está descansando».
La verdad era que él ni siquiera había pedido verla. Una vez que Roberto Llegó a su casa, se encerró en su habitación y no dijo nada más. Sin embargo, antes de irse, Emilia le tocó la puerta y le dijo que iba al hospital. Su respuesta fue breve: «Está bien».
Por otro lado, Diana estaba pálida, aún dormida, pero fuera de peligro, según Samuel.
«Ella tendrá que quedarse aquí por un tiempo. Tiene una herida en el abdomen, pero, el problema como tal fue el golpe en la cabeza que sufrió al caer», explicó Samuel. «Ella tenía una leve fisura en el cráneo, aunque no es nada para preocuparse».
«¿Puedo quedarme aquí con ella?», interrogó Emilia. En ese momento, Osvaldo negó levemente y Samuel Lo notó.
«Es mejor que su madre se quede con nuestro equipo. Mantenga la calma, por favor. Cuidaremos bien de ella», Emilia no era doctora, así que miró a Osvaldo, quien asintió al igual que el médico. Entonces, se quedó más tranquila.
«¿Comiste algo?», preguntó Osvaldo y ella lo negó.
«En realidad no tengo hambre».
«¿Y dormiste?».
«Yo… tengo miedo de dormir», respondió la chica, pues, cada vez que cerraba los ojos por unos segundos más, veía imágenes de sangre.
Además, cualquier pequeño ruido la alarmaba.
«No van a entrar para acá».
Si Emilia no estuviera dentro de la mafia, él definitivamente se ofrecería a acostarse con ella, pero no de una manera se%ual, solo para tranquilizarla. No obstante, él no haría tal oferta.
«Te llevaré a casa, ¿Está bien?».
«De acuerdo».
En seguida, Emilia sonrió levemente y siguió a Osvaldo hasta su auto.
«Osvaldo… ¿Y si esto sucede el día de la boda?».
«Sería más difícil, porque la fiesta se llevará a cabo en un lugar público. Por lo tanto, la policía estará cerca».
«¿La policía? Pero…».
«Tenemos contactos dentro de la policía, cariño: Obviamente, es más difícil cuando se trata del FBI, pero no vamos a presumir de nuestra unidad. Es suficiente para que estemos seguros y no recibamos atención no deseada».
Luego, tan pronto como llegaron frente a la casa de la chica, ella se mordió el Labio.
“Gracias por todo».
“No entiendo».
«Me salvaste de recibir un disparo. Hoy te pusiste en peligro por todos los presentes».
«Es mi obligación, cariño. No tienes nada que agradecerme», respondió él. «A menos que quieras besarme. Después de todo, estoy un poco herido», agregó Osvaldo.
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