Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 99
Capítulo 99:
En ese instante, Emilia se despertó y miró al techo. Entonces, los recuerdos de la noche anterior pasaron por su mente. Ella había tenido varias pesadillas, pero al final, Osvaldo estaba allí. Al pensar en eso, Una sonrisa apareció en su rostro.
Él le había pedido un beso, justo antes de que ella se bajara del auto.
A decir verdad, Osvaldo era un hombre seductor, así que la joven se quemaba por dentro cada vez que él estaba cerca y, sobre todo después de su último encuentro, ella sentía algo entre las piernas.
Al final, ella simplemente le dio un rápido beso en la mejilla y se bajó del vehículo, sin mirar atrás.
«¿Señorita?», llamó la Señora Isabel desde el otro lado de la puerta. «¿Ya despertó? Su padre quiere hablar con usted».
«Ya voy, la Señora Isabel. ¡Solo me daré un baño!».
«Está bien, señorita. Por cierto, hice ese pastel de naranja que tanto le gusta».
Al escucharla, la chica sonrió. La Señora Isabel había estado en la familia de Diana durante mucho tiempo, de hecho, cuando los padres de Diana fallecieron, Roberto permitió que la señora se quedara con ellos como ama de llaves. Por lo tanto, siempre trató a Emilia como a una nieta.
Una vez que se bañó, la joven fue a la oficina de su padre, que era donde la Señora Isabel le había dicho que la esperaba. Entonces, tocó la puerta y esperó permiso para entrar. De hecho, nadie entraba allí sin permiso explícito de él.
«Buenos días, padre», dijo Emilia con la cabeza gacha.
“Siéntate», dijo Roberto y le dio una calada a su cigarro. «Emilia, ya prácticamente eres casi Una mujer casada, ¿No es así?».
“Así es», respondió la chica, sin entender lo que quería el hombre. ¡Él mismo había arreglado ese matrimonio!
«Eres una Sánchez y siempre lo serás, aunque te cases con un Herrera».
«Lo sé, papá».
«¡Cállate! ¡Déjame terminar de hablar!», al tiempo que hablaba, el hombre golpeó la mesa con el puño, suspiró y se recostó en el sillón de cuero. «Tu lealtad es para con tu familia, tu verdadera familia. Y yo soy esa familia».
Al escucharlo, Emilia solo asintió levemente, pero sintió que su padre diría algo que a ella no le gustaría en absoluto.
«Osvaldo no es perfecto. De hecho, él estuvo alejado durante años, pasó toda su vida lejos de la mafia, y ahora que otros han trabajado duro para establecer el lugar de La Cicuta, él decide regresar y tomar su lugar».
Tras ello, el hombre le dio otra calada del cigarro y tomó un trago de whisky.
«Él no es digno, ya que no trabajó para llegar al lugar en el que está ahora. Si no fuera caballero, te habría entregado a su hermano. No es que me guste, pero lo prefiero a Osvaldo, Por lo menos, se tomaba su trabajo en serio».
«Papá, siento mucho interrumpir, pero… en realidad no entiendo muy bien tu punto”. Emilia sabía que a su padre le gustaba que lo halagaran y Lo trataran con mucho, mucho respeto.
De inmediato, el hombre resopló y miró a la chica.
«Parece que le gustas mucho a Osvaldo. Usa eso a nuestro favor».
En seguida, la chica frunció el ceño.
«Tú… estás sugiriendo que…”.
«No lo estoy sugiriendo. Te estoy ordenando que sigas mis órdenes», dijo él y sonrió de una manera que a la joven no le gustó. «Eres una mujer y seguro que sabrás cómo calentar a tu marido».
Al instante, el rostro de Emilia se puso rojo por lo que había dicho su padre.
«¡Papá!».
«¡No te hagas la tonta! ¿Acaso crees que no tengo a alguien siguiéndote todo el tiempo?», replicó él, con la cara también roja, pero de ira. «Sé perfectamente que te estás besando con tu prometido. Y ayer no fue diferente. Eres una pequeña p$rra, al igual que tu madre. Bueno, eso me será útil».
«¡No puedes hablar de mamá de esa forma, ella es una mujer honrada!»
«¿Acaso no lo eres tú también? A decir verdad, ella era más que tú, porque nunca disfrutó de los mismos placeres antes del matrimonio. Sin embargo, estoy casado con ella, así que sé lo p$rra que es. Y tú, no podías ser diferente», agregó él entrecerrando los ojos.
«Pensé en corregirte por eso, pero después de ayer, vi que tienes a Osvaldo comiendo de tu mano. Y tú, Emilia, harás valer todos los años que te mantuve y te aguanté».
«Yo soy tu hija», dijo ella con una voz tan baja que apenas fue audible.
«Sí, para mi completa desgracia, Tu inútil madre no fue capaz de darme un hijo varón. No uno que Sobreviviera, al menos. Entonces, Emilia, vas a tener que cumplir tu papel. ¡Y cuando llegue el momento, me ayudarás a ocupar el lugar que merece nuestra familia dentro de La Cicuta!».
No tenía sentido alguno discutir y la chica lo sabía muy bien. Por lo tanto, ella no negó nada, ni lo acepté, tan solo permaneció en silencio.
No obstante, eso no significaba que ella estaba de acuerdo con su padre. Era posible que Emilia no amara a la mafia, pero odiaba enormemente a las personas traicioneras y nunca sería capaz de hacerle algo así a Osvaldo.
Tras ello, la joven fue a la cocina, pero las ganas de comerse el pastel que preparó la Señora Isabel se habían desvanecido por completo.
Después de comer tan solo un pequeño trozo para no desmoronarse se fue a su habitación y tomó el celular para enviarle un mensaje a Osvaldo.
«¡Buen día! ¿Cómo estás hoy? Me gustaría saber si también puedo ir a visitar a mi madre hoy».
Unos minutos más tarde, el hombre contestó. Él ya se encontraba en el hospital porque ni siquiera había dormido. Fue a cuidar al hombre capturado, y luego pasó por la casa tan solo para darse una ducha. Su ropa estaba completamente empapada en sangre. Esa era, en realidad, una de las razones por las que vestía de negro más que de cualquier otro color.
«Buenos días, te voy a buscar».
Su respuesta fue cortante porque el dolor de cabeza lo estaba carcomiendo, y tenía la intención de hablar con ella tan pronto como la viera. En su mente, fue muy educado, pero por supuesto eso no se transmitió en el mensaje.
Luego de eso, Emilia se cambió de ropa, vistiendo jeans y una blusa negra básica y tenis negros. Por otro lado, su cabello estaba recogido en una cola de caballo con algunos mechones sueltos en la parte delantera. Tan pronto como Osvaldo le avisó que ya éstaba en la puerta, ella bajó.
«¿Adónde vas ahora?», preguntó Roberto.
«Osvaldo me va a llevar al hospital», respondió ella.
«¿Y qué diablos se supone que vas a hacer en el hospital? No le corresponde a él llevarte a hacer los exámenes prenupciales».
Ante esas palabras, Emilia dejó de caminar y miró a su padre con total incredulidad.
«¡En realidad, voy a visitar mi madre!».
Al escucharla, Roberto pareció recordar que Diana se encontraba en el hospital, pero pronto su expresión oscura regresó y le dio la espalda, alejándose.
«¡Imbécil!, pensó la chica, muy enojada, y salió de la casa. Así, Osvaldo la vio con el ceño fruncido mientras caminaba hacia él. Bajo la luz del sol, el cabello de la mujer se veía completamente rojo, como si tuviera llamas revoloteando sobre su cabeza.
A pesar del atuendo simple que estaba usando, la forma de su cuerpo era bastante obvia. Los pechos eran grandes, pero no desproporcionados, las caderas redondas, y las piernas bien formadas.
Ella era delgada, como solían ser las mujeres de la mafia, sobre todo antes de casarse. El hombre pensaba que eso era una tontería, y si Emilia se moría de hambre para poder mantener ese cuerpo, él le dejaría claro que podía comer como una persona normal.
«¡Buen día, mi bella flor!», pronunció él alegremente, pero la chica no sonrió ni un poco.
«Buen día”.
«Vaya… pero qué mal humor», dijo Osvaldo, y preguntó: «¿No me vas a dar un beso?».
Al instante, Emilia suspiró y entrecerró los ojos hacia él.
«Tú no vas a ser un b$stardo sin corazón al que no le importa si yo vivo o muero, ¿Verdad?», preguntó ella, y él levantó las cejas debido a la sorpresa.
«No, está bien… no, no Lo seré. Y si eso llega a pasar, pido disculpas de antemano. No es propio de mí el hecho de ser… un imbécil, como tú dices».
«Si lo Llegas a ser…».
«No es necesario que me amenaces en absoluto. Pensó que había pedido un beso, no una promesa de muerte…”
En ese momento, ella lo miró fijamente por un par de segundos, y después lo agarró del cuello.
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