Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 90
Capítulo 90:
En ese momento, Yolanda se dirigió a la puerta, resoplando.
Allí, Carolina estaba discutiendo nada menos que con Gaspar.
«¡No quiero que entres conmigo!», exclamó la chica.
«¡Yo soy tu padre!», dijo Gaspar y trató de tomar la mano de la joven, pero ella no se lo permitió.
“Señor Navarro, le sugiero que salga de aquí en este instante. Su presencia no es deseada en esta casa», habló Yolanda, y los tres se giraron hacia ella de inmediato. «Máximo no va a ser tan educado como yo si lo llega a ver aquí», agregó la mujer.
“¡Ella es mi hija!»
«¡Es algo muy conveniente recordar eso ahora! Siempre me trataste como si me estuvieras haciendo un favor al criarme, o algo por el estilo, porque era una b$starda. ¡Tú me vendiste! ¿Y ahora te atreves a venir aquí y decir que eres mi padre? ¡Vete a buscar a Eloísa!», gritó la joven.
«¡Yo no te vendí! ¡Máximo Castillo era de verdad un excelente partido! ¡Y tan solo mira cuánto se aman ahora!».
«¡Ni lo intentes, por favor! Tuvimos suerte de que él y yo nos enamoráramos, pero cuando me arrojaste a su cama, pensaste que era un monstruo absolutamente repugnante».
«¡Largo de aquí!», espetó Yolanda, y añadió: ¡Le doy diez segundos para que se dé la vuelta y se vaya, o llamo a seguridad para que lo echen de una vez por todas!”
«Carolina, ¿De verdad vas a dejar que esa mujercita me hable de esa manera?».
«¿Mujercita?», preguntó la anciana, con el rostro totalmente rojo de rabia.
Tras ello, se acercaron dos hombres altos, aparentemente guardias de seguridad. Sin embargo, se veían bastante diferentes de los empleados de ese lugar. Por su parte, César, que no podía enojarse y estaba tratando de mantener la calma, se dio cuenta de ello.
“Esos deben ser los hombres de Osvaldo».
Y realmente lo eran. Le habían avisado a Osvaldo lo que pasaba y les dijo que mantuvieran vigilado a Gaspar, para bien o para mal.
Entonces, uno de los hombres se inclinó y le susurró algo al oído a Gaspar, quien abrió mucho los ojos, se aclaró la garganta y asintió.
“Antes de irme…», pronunció este último, metiendo la mano en su chaqueta, y de inmediato los dos hombres de traje negro se prepararon para disparar, pero sin desenfundar sus armas.
No obstante, el otro simplemente sacó una caja de su ropa, e indicó: «Este es el anillo que le di a tu madre cuando nos casamos. Te pertenece a ti, Carolina», La chica no pensaba tomarlo, pero era algo de su madre, así que lo aceptó, aunque no miró a Gaspar después de sostener la cajita.
«Sinceramente, lo siento mucho por todo, hija: Deseo, de todo corazón, que tu matrimonio te dé mucha felicidad, y que, un día, me puedas perdonar».
Luego de pronunciar esas palabras, el hombre bajó la cabeza y se fue. En Ese momento, Carolina quería llorar, pero se estaba controlando para no desplomarse.
Al instante, Yolanda la abrazó y le limpió los ojos con un pañuelo. Al segundo siguiente, se volteó hacia César, quien negó con la cabeza, dado que estaba exhausto.
“Será mejor que vayamos adentro», dijo él, y le sonrió a Carolina.
«Lamento mucho haberte hecho molestar así, César», se disculpó ella.
“Tranquila, esto no fue tu culpa. Deberíamos irnos pronto porque Máximo ya viene para acá, y ya lo conoces».
Al escuchar eso, la joven se rio. Sí, la verdad era que ella lo conocía muy bien.
Así, Yolanda volvió a entrar y en cuanto se sentó, la marcha nupcial Volvió a sonar.
Máximo, por su parte, contuvo la respiración y cuando se abrió la puerta principal, fue como si viera un ángel.
Carolina es ¡Ella es perfecta!, pensó el hombre, estupefacto.
¡Voy a hacer todo lo posible para merecer a esta mujer todos los días!, se dijo a sí mismo.
Carolina, por otro lado, no estaba pensando muy diferente a él. Máximo realmente parecía un príncipe, esperando a ella en el altar. Incluso si hubiese estado usando la máscara, con las cicatrices, aún sería perfecto para ella.
De esa manera, comenzó la ceremonia y Yolanda ya estaba llorando.
Dolores también lo hacía.
¡Mi niño! ¡Él de verdad merece ser feliz!, pensó la criada, sonriendo.
Jade y Marcelo también estaban invitados, por supuesto. La rubia observó la ceremonia con una sonrisa en sus labios Y, por primera vez, Marcelo fue un poco más amable con ella. El hecho fue que le agradó ver que ella no estaba triste, resentida o llena de odio por ver a Máximo Castillo casándose con otra mujer. No era que Marcelo la amara, pero se frustraba enormemente al imaginar que Jade no sentía nada por él.
Cuando Bia y Tonny entraron con los anillos, todos se derritieron de ternura. El niño caminaba con autosuficiencia, mientras que la niña se sentía como una princesa con el vestido que había sido diseñado especialmente para ella, basado en su princesa favorita, Aurora. El Vestido de la pequeña era una mezcla de azul y rosa.
“¡Oh por Dios! ¡Ella es tan adorable!», comentó Emilia, encantada. Al escucharla, Osvaldo simplemente sonrió.
En ese instante, la pareja lucía hermosa intercambiando Votos, rodeada de lirios blancos, Definitivamente, el amor era visible en sus ojos.
El «sí» de Carolina y Máximo fue aplaudido por todos los invitados.
La fiesta se iba a llevar a cabo en otro salón. Carolina ya se había dado cuenta de que Santiago no estaba y estaba preocupada.
“Cariño, ¿Sabes adónde fue Santiago?» preguntó la mujer.
“Tenía un pequeño problema, creo que era diarrea», contestó Máximo, De hecho, eso fue lo primero que le vino a la mente.
“¡Vaya, pobrecito! Deberíamos preguntarle a Osvaldo si ya se encuentra bien», dijo Carolina, mientras veía a Emilia ayudando a Bia a conseguir unos dulces. «Hablaré con Emilia».
«¿Y qué tiene que ver ella con eso?», preguntó Máximo.
«Bueno, ellos son amigos».
En seguida, el joven respiró profundo. Para él, su esposa era increíblemente inocente. Si Santiago era bueno, era porque Osvaldo sería el marido de Emilia, o por lo menos eso esperaba Máximo.
«¿Em?», pronunció Carolina y luego miró a la pequeña Bia. «Vaya, ¿Qué estoy viendo? ¿Quién es esta princesa?».
“¡Carol!», de inmediato, la niña levantó los brazos y Máximo la agarró, diciendo que Carolina no podía cargarla porque estaba esperando un bebé. «¿Otro?».
“Sí, mi amor. ¡Otro bebé!”, respondió Carolina.
«¿Qué sucede, Carol?», preguntó Emilia en voz baja.
«Por casualidad, ¿Sabes algo de Santiago? ¡Él simplemente desapareció!».
Por otro lado, Osvaldo vio la interacción entre Emilia y su hija y quedó satisfecho. Luego, cuando los recién casados se acercaron, él sintió que la novia quería hablar con su amiga, así que se acercó a buscar a la pequeña y escuchó la pregunta de Carolina.
«¿Y por qué la Señorita Sánchez sabría algo de mi hermano?», interrogó Osvaldo, mientras Emilia contenía la respiración.
«¡Oh, ellos son amigos!», contestó Carolina sonriendo ampliamente.
«¡Ellos tienen mucho en común!», agregó luego.
“¿En serio?», replicó Osvaldo y Máximo notó el ambiente tenso.
“¡Así es!», respondió Carolina. «Pero bueno, ya que estás aquí, ¿Me puedes decir cómo está Santiago?».
«¿Su dolor de estómago mejoró?», preguntó Máximo, y Osvaldo entendió de inmediato.
«Sí, mejoró. Pero necesita descansar un poco».
“¿Está muy enfermo?», interrogó Emilia de manera automática, pero inmediatamente se arrepintió por la mirada fría que le dirigió Osvaldo.
«¿Él no te dijo nada al respecto? Pensé que eran amigos»
«Nosotros… simplemente somos conocidos. No somos cercanos», dijo Emilia.
«Pero, si Carolina te preguntó algo, es porque tienes su celular, Y mi hermano no le da su número a cualquier persona».
«Ah, ¿Lo ves? Ya te lo había dicho, Em. Él te tiene un cariño especial», intervino Carolina. En seguida, Máximo quiso arrastrar a su esposa.
«Amor. ¿Vamos para allá? Quiero ver a Bernardo, además, no aguantas mucho con esos tacones».
“¡Ah, sí, por supuesto!» pronunció Carolina, y le dio un abrazo a Emilia, un beso en la mejilla a Osvaldo, y Máximo dejó a Bia en el piso. De inmediato, la niña fue tomada por Abigail.
Mientras tanto, Osvaldo se quedó allí mirando a Emilia.
“Así que te hiciste amiga de tu cuñado incluso antes de acercarte atu marido. Me parece muy interesante», dijo él, y se alejó.
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