Capítulo 89:

Si bien Bastian volvió a mostrarse evasivo, prometió asistir a la boda.

“¡Te extraño tanto, amiga!», expresó, pero Carolina percibió la tristeza en su voz.

«Bastian, dime qué pasa».

“Son solo algunos asuntos familiares desagradables. Pero todo se resolverá, y cuando lo haga, te prometo que tendrás todos los detalles».

“Detalles, ¿Eh? Suena como un chisme interesante», respondió en tono juguetón, tratando de levantar el ánimo de su amigo. Funcionó. Él se echó a reír al otro lado de la línea.

«¡Eres toda una chismosa! Ahora tengo que irme; mañana hay clases y tengo que llegar temprano».

«Está bien, dulces sueños”, contestó Carolina, poniendo fin a la llamada.

La librería tenía ahora un nuevo empleado, lo que daba a Bastian más tiempo para dedicar a los niños por la mañana y trabajar en la construcción de otras sucursales por la tarde.

A medida que pasaba el tiempo, Carolina se sentía en las nubes. La boda se celebraría dentro de dos días, por lo que la cabeza le daba vueltas de la emoción.

«Respira hondo, todo saldrá bien», le dijo Emilia mientras tomaban el té en la suite de la novia. La boda se celebraría en el lujoso Hotel Andrómeda, donde Carolina disfrutaba de las maravillosas instalaciones del balneario. La noche de bodas la pasarían en otra habitación, la Alpheratz.

«Es que…». La muchacha suspiró, echando la cabeza hacia atrás para ver el techo. «Estoy asustada. Me parece surrealista que por fin pueda ser feliz con el hombre que amo».

Emilia le tomó la mano intentando calmarla.

«¡Caro], nada te impide tener la vida feliz que te mereces con el hombre que amas! Tu maldita madrastra ya no está, al igual que tu hermana. Jade no es un problema y Máximo confía en ti».

«Pero todavía hay una persona. No es que vaya a aparecer por aquí, o eso espero».

«¿Quién?» preguntó Emilia, frunciendo el ceño.

«Domenico. Fue el hombre que hizo que Máximo y yo nos separáramos dos veces. Quiero volver a la finca, pero… tengo miedo de que ese desgraciado pueda hacer algo».

«Máximo no va a caer en su trampa de nuevo», afirmó Emilia, quien de inmediato pensó que sería buena idea pedirle a Santiago que estuviera atento. Sabía que Osvaldo era amigo de Carolina, pero no podía hablarle en forma directa ya que no tenía su número ni tampoco intimidad con él.

Durante el último mes, tanto ella como Santiago se acercaron y mantuvieron algunas conversaciones. Hasta decidieron intercambiaron números de teléfono, pues él siempre se comportó de manera gentil.

Aunque no estaba enamorada, pensó que, si tenía que casarse, ¿Quién mejor que él? Tenía una buena posición en la mafia y, a pesar de ser mujeriego, era un buen hombre.

Dijo que el día que se casara nunca engañaría a su mujer, recordó Emilia.

Osvaldo era mucho más encantador en su opinión, no obstante, también era frío y distante.

«¡Tierra llamando, a Emilia!». Carolina chasqueó los dedos frente al rostro de su amiga, preocupada.

«¿Perdón?».

«¿Estás bien? Tú…». Carolina hizo un gesto circular con la mano. «No sé, parecías distraída, perdida».

«Estoy bien», sonrió ella.

«¿Ya sabes algo de la boda?».

«Me enteraré el miércoles».

«Amiga… ¿Él es agradable?».

«No tengo idea. Nunca hemos hablado. Es atractivo, bastante encantador, aunque…, no sé, es raro».

«¿Y Santiago? ¿Pasó algo?».

Emilia rio levemente, molesta.

«Santiago es dulce; pero no pasará nada».

«Lástima».

“La verdad es que no. No creo que mis padres aprobaran que mi pretendiente me eligiera. Eso solo me causaría más sufrimiento».

“Es verdad, no había pensado en eso».

Emilia sería la dama de honor en la boda, lo que la alegró sobremanera.

Sus padres, influenciados por Osvaldo, le permitieron quedarse toda la noche. Por supuesto, ella no estaba al tanto de esto.

El día de la boda, Máximo se encontraba nervioso.

«Por el amor de… ¿Dónde están los anillos?». Se pasó las manos por el cabello, que no se había cortado. A Carolina le gustaba cuando lo tenía largo, por eso lo dejó crecer.

«Están en camino, cálmate. Respira hondo», dijo Bastian.

«¡Ya deberían estar aquí!». Máximo contuvo la respiración.

«¿Estás llorando?», preguntó incrédulo Osvaldo.

«¡No! Son lágrimas de rabia, ¿Sí? No puedo creer que retrasaran la entrega de algo tan importante».

Máximo encargó los anillos en persona, luego de diseñar un modelo tanto para él como para Carolina. Una de las cosas que le gustaba hacer era dibujar, por lo que hizo los bocetos. Carolina le permitió hacerse cargo de todo, por lo que únicamente proporcionó las medidas de sus dedos.

«Máximo, respira, ¿De acuerdo? Santiago vendrá pronto con los anillos. Ya envió un mensaje diciendo que todo está bien. El tráfico es un problema», explicó Osvaldo, tratando de tranquilizarlo.

Como prometió, Bastian se presentó en la boda en compañía de un hombre atractivo, que era su novio. Carolina se puso eufórica al saber que por fin había salido del armario ante su familia, un problema con el que llevaba luchando mucho tiempo, y que ahora había resuelto.

“No puedo esperar a verlos a Raúl y a ti», bromeó Máximo. El novio de Bastian, aunque un poco incómodo, sonrió feliz.

“Está bien, está bien..», respondió Bastian, acariciando la mano de Raúl.

Unos minutos después, Osvaldo recibió un mensaje de Santiago diciendo que le dejaría los anillos en el vestíbulo del hotel, ya que no podría quedarse en la ceremonia debido a un pequeño problema con un cargamento de armas.

¡Esos japoneses!, pensó. Últimamente estaban teniendo problemas con la mafia japonesa, que buscaba más espacio en México. Robarse el cargamento de Osvaldo fue una terrible idea.

«Mejor voy yo», dijo Osvaldo, cosa con la que su hermano no estuvo de acuerdo.

«No. Quédate aquí. Los niños llevarán los anillos y prefiero que estés con ellos durante el acto».

Ya que Santiago tenía razón, Osvaldo aceptó. Guardó la caja de los anillos en el bolsillo de la chaqueta y regresó a su lugar.

Al ver solo a este último, Máximo levantó las manos en señal de pregunta. Osvaldo se limitó a negar con la cabeza, sin decir palabra y con expresión sombría, haciéndole entender que se relacionaba con su «trabajo», por lo que cuanto menos supiera, mejor.

Yolanda estaba sentada en primera fila con Bernardo en su regazo, mientras que Dolores ocupaba un asiento a su lado como invitada.

Bastian, Raúl y Osvaldo eran los padrinos, mientras que Emilia la única dama de honor. Carolina pensó en invitar a Jade, que se había convertido en una especie de amiga, sin embargo, su marido no le permitía asistir sin él, y tanto Carolina como Máximo no querían tener al hombre como padrino.

Emilia entró después de dejar a Carolina con César, quien la acompañaría al altar. Cuando ella entró, Osvaldo levantó la vista y se le secó la garganta.

Es tan hermosa, pensó, admirando su cabello castaño que se tornaba más rojo bajo las luces. Aunque llevaba un maquillaje sencillo, sus ojos felinos se acentuaban con algo que él no podía identificar, pero que le gustaba. Le brillaban los labios.

«¿Quieres un pañuelo?», preguntó Bastian. Osvaldo la miró, confundido.

«Prácticamente estás babeando por Emilia».

Bastian estaba más tranquilo con Osvaldo, a pesar de haber confirmado que era jefe de la mafia.

Osvaldo se aclaró la garganta.

«No digas tonterías», susurró, por lo que Bastian soltó una risita mirando a Raúl, que comprendió lo que pasaba y esbozó una sonrisa.

La marcha nupcial empezó a sonar, pero se detuvo de repente. Alguien se apresuró a susurrarle algo a Yolanda. Si bien la expresión de Máximo se ensombreció, su abuela le hizo señas para que no se moviera.

Bernardo fue dejado en el regazo de Dolores.

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