Capítulo 91:

El momento de lanzar el Tamo era, como en todas las bodas, en el que se reunían todas las mujeres llenas de esperanza. Por otro lado, los hombres, especialmente los que estaban comenzando las relaciones, se ponían tensos con la posibilidad de que su novia tomara el ramo e iniciara la conversación acera del matrimonio, cuando no estaban interesados, por supuesto.

Emilia, por su parte, no estaba interesada en el matrimonio, pero Yolanda la animó, y ella no quería quedar de lado. Luego, miró a Osvaldo, y él la estaba observando fijamente, así que de inmediato, la chica apartó la mirada.

En ese instante, el ramo fue lanzado y las mujeres se abalanzaron sobre él, sin embargo, Emilia dio un paso atrás para escapar de la confusión.

Si ella no quería casarse, ¿Por qué diablos iba a pelear con esas mujeres cambio de atrapar un ramo?

Para su completa desgracia, dentro de todo el alboroto, el ramo se detuvo a sus pies. Entonces, todos se quedaron en silencio, ella se agachó y lo recogió, sonriendo torpemente a regañadientes.

Al instante, Carolina aplaudió y se acercó a la chica, pasando junto a las demás invitadas que la miraban con enfado.

«¡Hey, Em!», exclamó la recién casada, acercándose y mirando hacia la esquina, por donde entraba Santiago, «¿Acaso es una señal?», cuestionó ella.

Cuando Santiago se sentó al lado de Osvaldo, este miró a su hermano y pronto su sonrisa desapareció por completo. Así, Carolina vio a Osvaldo susurrando algo al chico y no entendió.

“¡Santiago!», llamó Carolina, tirando de Emilia con ella. Los padres de la chica se encontraban allí y la miraban con caras poco amistosas, especialmente su padre. «¿Cómo estás?», preguntó la joven.

«Ah… ya estoy bien», respondió el chico, Él ya sabía acerca del supuesto estómago» que tuvo, así que colocó su mano en el lugar, y «dolor de continuó: «Lo siento mucho, me fui sin decir nada».

“Está bien, no te preocupes, lo que importa es que estás mejor ahora. ¿No es así, Em?», cuestionó Carolina, y Máximo e acercó en ese momento, sosteniendo la mano de su esposa.

«¡Qué bueno que te encuentres mejor, Santiago! Chicas, vengan aquí ahora. Me parece que las otras mujeres están hablando acerca de cosas de… chicas».

Emilia entendió de inmediato y sonrió aliviada, agradecida. Por lo tanto, sostuvo la otra mano de Carolina y pronto los tres se alejaron.

«Voy un momento allí con mi madre, vuelvo enseguida», indicó la chica, y antes de que Carolina pudiera decir algo, Máximo la arrastró hacia un rincón.

“Oye, ¿Acaso no íbamos a…?». Ella no pudo decir nada más, dado que él comenzó a besarla apasionadamente, levantándola del piso y envolviendo sus piernas alrededor de su cintura.

«¡Por amor a Dios, Carolina, terminemos con esta fiesta de una vez por todas!»

«Sí», dijo ella, sonriendo tontamente, y agregó: «La verdad es que no puedo negarme cuando me lo pides de esa manera».

Entonces, Máximo le apretó los muslos con fuerza.

«Ya deja de hablar con estas personas y jugar a la casamentera. Lo único que quiero es tenerte brincando encima de mí, hermosa», pronunció el hombre, besando el cuello de su esposa, y luego le levantó la camisa.

«Está bien, vamos a nuestra suite, pero primero, amor… por favor, no me dejes con las ganas».

Al escuchar eso, el joven sonrió y miró a su alrededor. Al parecer, estaban solos en ese lugar.

«Vas a tener que estar en silencio», indicó él, y ella sonrió, asintiendo.

Veinte minutos más tarde, abandonaron el «escondite» y fueron a hablar con los invitados, despidiéndose de todos.

«De verdad te deseo mucha felicidad, Carolina. Y disfruta del viaje», dijo Emilia, muy feliz, mientras abrazaba a su amiga”.

“Ah, eso voy a hacer, ¡Este viaje va a ser realmente maravilloso!»

Ella, Máximo y Bernardo iban a pasar toda una semana en Cancún. Sí, era un lugar cerca, pero en realidad no querían que ni el pequeño ni el bebé que llevaba en la barriga de Carolina sufrieran durante horas dentro de un avión.

En ese momento, Osvaldo estaba hablando con Máximo y le estrechó la mano con fuerza.

«¿De verdad te vas a casar con Emilia?», preguntó Máximo, un poco preocupado.

«Sí, así es. En realidad, ella es la mejor opción» respondió Osvaldo con total seriedad, y agregó: «Tengan un buen viaje. Y no te preocupes por nada, tengo gente allí, así que los cuidarán».

“Te lo agradezco y… no le des importancia a lo que dijo Carolina acerca de Santiago y Emilia. Ella cree que vio algo allí y quiere que todos sean tan felices como lo somos nosotros».

Ante eso, Osvaldo sonrió débilmente.

«La verdad es que no me importa. La Señorita Sánchez conoce muy bien sus obligaciones. Disfruten el viaje».

Luego, Máximo asintió, y pronto él y Carolina se encontraban arriba en la suite presidencial.

“¡Vaya, mira qué lugar tan increíble!».

El piso entero era solo para la suite. El ambiente del lugar era como si estuvieran en el espacio. La constelación de Andrómeda se podía apreciar por completo, pero no con una pintura, sino con objetos colocados estratégicamente, con un título diferente. No todos lo entenderían, por supuesto, pero era algo verdaderamente hermoso.

La alfombra de la habitación era de un azul que se mezclaba-con rosa, pero de un tono muy claro. Por otro lado, la colcha era beige con bordados dorados, el cabecero tapizado con detalles como la alfombra.

«Dios mío, es como si estuviéramos en Grecia y en el espacio al mismo tiempo. Todo se ve hermoso. Muchas gracias, amor».

«Recuerdo que me dijiste que te encantaba mirar las estrellas, así que pensé que sería una excelente opción», dijo Máximo a su esposa mientras la abrazaba por la espalda, «Quiero regalarte el mundo, Carolina. Tú me diste todo lo que siempre soñó que tendría. Te amo con toda mi alma».

En seguida, la joven se giró hacia él y se puso de puntillas para besarlo, envolviendo sus brazos alrededor del cuello del hombre, mientras él se inclinaba hacia adelante.

«Te amo. Sin duda alguna, tú eres mi luz. Mi vida fue oscuridad durante muchísimo tiempo, pero ahora, no lo está. Tú me diste nuestro hijo, y vamos a tener otro. Ya me disté el mundo entero, Máximo Castillo».

«Mi Carolina Castillo».

Tras ello, fueron a ducharse y el hombre no hizo más que ayudar a su esposa a lavarse, pues, quería que hicieran el amor en la cama. Para él, fue más que suficiente no haberse contenido durante la fiesta y hacer que Carolina buscara placer con sus dedos, Una vez que secó a la mujer, la levantó en brazos, estilo nupcial, y la llevó al dormitorio, colocándola sobre la cama.

«Eres tan hermosa, mi amor».

Al escucharlo, ella sonrió y se puso de rodillas en la cama.

«No tanto como tú», después de hablar, su mano fue al pecho de Máximo y luego la bajó. En seguida, el joven se inclinó hacia delante y la besó cálidamente, pero no por mucho tiempo.

Segundos más tarde, la mano que sostenía el rostro de la chica se dirigió a su cabello y Carolina lo atrajo hacia ella al mismo tiempo, echándose hacia atrás, hasta quedar acostada y él encima.

Tal como la primera vez que se estuvieron juntos, Máximo besó a Carolina por todo el cuerpo. La diferencia era el amor que sentía actualmente por ella y, por supuesto, el hecho de que podían mirarse libremente. En ese instante, las manos de la mujer fueron al cabello de Máximo, quien sonrió cuando ella tiró con fuerza.

¡Hice bien en no cortarlo!, pensó él.

«Oh, amor, así…», pronunció ella, moviéndose. Entonces, el hombre miró a su esposa, al tiempo que le agarraba el cl!toris y lo chupaba. Sintiendo placer, Carolina maldijo. Cosa que sirvió como estímulo para Máximo.

Con dos dedos dentro de ella, el joven hizo que su esposa terminara, besando todo el camino hasta su boca.

«Yo… te quiero dentro de mí», agregó Carolina, observando los ojos verdes del hombre que amaba.

«¡Te concederé el deseo ahora mismo!», respondió él. Tras ello, la besó, al tiempo que se posicionaba en la entrada de su esposa. Inmediatamente, el hombre la p$netró. «Maldición, siempre tan estrecha».

Al día siguiente, Yolanda y César los buscaron en el hotel, con Bernardo y sus maletas.

“Papá, ¿Te encuentras lo suficientemente bien como para manejar el trabajo de esta semana?”, preguntó Máximo. Por otro lado, al escucharlo, la anciana miró a su nieto.

“¿Acaso soy una inútil? Voy a ayudar a tu padre en lo que necesite», dijo la mujer mayor, observando a César, para luego decirle: «¡Y ni se te ocurra mandarle trabajo a mi nieto!».

«No importa, Yolanda. Si es necesario…», empezó Carolina a hablar, pero Yolanda negó con la cabeza.

«No, de ninguna manera. Esta semana para ustedes, solo les avisaremos si es una cuestión de vida o muerte. ¡Ya está decidido!».

En ese momento, todos se rieron dentro del auto, incluido Bernardo.

Ya en el aeropuerto, Máximo vio a unos hombres y supuso que eran órdenes de Osvaldo. Sin lugar a dudas, se sentía agradecido de haber logrado hacer una amistad tan buena, y todo gracias a su esposa.

Como el viaje fue en jet, tomó menos de dos horas. Posteriormente, los recién casados se dirigieron al Hotel Spa Acqua Coral, pues, era un regalo de Osvaldo.

«¡Qué lugar tan increíble!», dijo Carolina tan pronto como el auto se detuvo frente a la entrada del hotel.

«¡Definitivamente, va a ser una semana increíble!», agregó Máximo.

Segundos más tarde, le envió un mensaje a Osvaldo agradeciéndole, instante, el hombre estaba bebiendo cuando recibió el mensaje Í que no pudo evitar sonreír. Después, miró a Santiago, quien estaba sentado frente a él.

«Quiero ver tu celular», pronunció.

«¿Para qué?», cuestionó Santiago. «¿Tienes algún problema?» agregó luego.

«Quiero saber qué mi$rda de mensajes has estado intercambiando con mi prometida».

“Ah…», dijo Santiago sonriendo. «¿Todavía no te has casado y ya estás lleno de celos, hermano?».

“Simplemente no voy a quedar en ridículo otra vez, Santiago.

¡Muéstrame tú celular ahora mismo!».

«No me parece. Honestamente, no estoy a favor de estas invasiones de la privacidad. ¡Sin embargo, te lo mostraré para que no pienses cosas que no son!».

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