Capítulo 9:

En ese momento, Carolina se volteó hacia él, un poco sobresaltada.

«¿Qué?». –

«Por favor, no te hagas la tonta, Carolina. La verdad es que odio que lo hagas», dijo él, y acarició su rostro, acercándola para darle un beso, el cual ella aceptó sin dudarlo ni un segundo. Su beso fue bastante caliente y suave al mismo tiempo, lo que la hizo sentir intoxicada.

“Mmm… pero… yo realmente no sé de qué…».

Ella comenzó a hablar, pero fue interrumpida porque la mano del hombre comenzó a vagar entre sus piernas.

«Qué bien se siente…», susurró él, y continuó:

“Encontré el v!brador en tus cosas, Carolina».

“Pero eso es… ¡Ah! Máximo… eso es imposible… ¡Ah!», exclamó ella, tratando de explicar.

En ese instante, los dedos del hombre la p$netraron.

“Entonces, ¿Cómo fue que lo encontré allí?», indagó él.

“Tal vez… ¡Ah, sí, eso es!», gritó la mujer, para luego apoyar su mano en el hombro del otro, y comenzó a cabalgar en sus dedos, al tiempo que exclamaba: «¡¡Madrastra!!».

Al segundo siguiente, él sacó los dedos que tenía dentro de la mujer y se colocó sobre ella. Debido a ello, sin darse cuenta, la chica pasó las manos por los brazos del hombre, apretando con fuerza: Así, ella sintió algo más áspero en un lado, pero no le prestó importancia. Sin embargo, Máximo se puso un poco tenso.

«Suéltame el brazo», dijo el joven, no obstante, la mujer estaba tan concentrada en el hecho de que él estaba dentro de ella que no entendió lo que había dicho, por lo tanto, repitió: «¡Te dije que me soltaras el brazo!».

En esa oportunidad, él gritó, y luego la habitación quedó en completo silencio. Tras ello, la joven escuchó a Máximo jadeando mientras tomaba sus manos y las colocaba sobre su cabeza. Dado que él tenía manos grandes, tan solo necesitaba una para mantenerla cautiva.

De esa manera, sin piedad alguna, el hombre se abalanzó sobre Carolina, haciéndola gritar de placer.

Él cayó sobre la chica, besando su cuello y murmurando palabras que ella no fue capaz de entender.

«Máximo… pesas mucho», pronunció ella, a lo que él asintió levemente y se acostó a su lado.

«Lo siento… tuve que gritarte», declaró él.

«No te preocupes. En realidad, no me di cuenta de que estaba sosteniendo tu brazo. Yo tan solo estaba…», luego de decir eso, ella soltó una pequeña carcajada, y agregó: «Bueno, la verdad es que es tu culpa».

Aunque la habitación estaba completamente oscura, el hombre giró la cabeza hacia ella.

«¿Es mi culpa?», preguntó el hombre, riendo. «¿Y cómo es eso, puedo saberlo?», indagó después.

«¡Tú me alteraste un poco!».

“¿Yo? Pero eres tú quien me excita».

“¡Eres de verdad muy atrevido!», exclamó ella, riendo, y Máximo sonrió. De no haber sido por la oscuridad, él no habría recordado que las cosas no eran tan buenas como parecían.

«Vamos a dormir ahora, ¿De acuerdo? Voy al baño a lavarme, ponerme el pijama y una máscara».

“¡Ven, espera!», dijo la mujer, al tiempo que extendía la mano, para luego sentir que tocaba la piel devastada por el fuego. Debido a ello, apartó su mano al instante, y preguntó: «Ehm, ¿Pero no es incómodo?».

«No es algo por lo que vaya a morir», replicó el Joven, con amargura. Dado que se había salvado de una muerte segura en el incendio, la molestia de tener que dormir con una maldita máscara puesta no era absolutamente nada.

“Ehm… si quieres, me puedo ir a mi habitación. Así vas a poder estar más cómodo», indicó ella.

Al escucharla, él suspiró profundamente. A decir verdad, sí sería más conveniente para él, sin embargo…

«No, quédate. Yo voy a cuidar de ti y atenderé tus necesidades. No pasa nada si duermo con la máscara puesta».

Al finalizar, no esperó a que ella dijera nada más y simplemente se levantó.

«¡Máximo!», lo llamó la chica en el momento en que él estaba abriendo la puerta del baño.

«¿Qué sucede?».

«Yo también necesito darme una ducha. ¿Crees que podrías…? ¿Ayudarme…?».

«Tan pronto como termine de ducharme, lo haré, ¿Te parece bien?».

«Sí, está bien», respondió ella y, luego, él entró en el baño, y justo cuando cerró la puerta, encendió la luz.

Mientras tanto, Carolina se quedó en la cama, pensativa. La joven creía que el hombre parecía tener más de una personalidad. Todo lo que ella esperaba era que él no volviera a ser un imbécil por la mañana, porque si lo hacía, ¡Ella lo golpearía!

Bueno, la verdad era que ella nunca había golpeado a nadie, y no se atrevería, pero le había permitido tener intimidad con su cuerpo de una manera muy abierta. Literalmente hablando.

No podía dejar de pensar en su grito cuando ella lo agarró del brazo…

Menos mal que está todo muy oscuro. Cuando está enojado, de verdad da miedo, pensó la mujer.

Por otro lado, en el baño, Máximo dejó caer el agua sobre su cuerpo.

«Ella no parecía estar asqueada por mi piel…», se dijo él. «Sin embargo, eso tan solo se debió al hecho de que estaba locamente excitada. O quizás porque pensó que podría recibir un pago más alto por ello», agregó él.

Después de haber quedado en ese estado, incluso había sido rechazado por una mujer que contrató para que se acostara con él. Eso sucedió justo después de que Jade lo abandonara. Ella le había dicho que, debido a su condición, ni siquiera una p$ta lo aceptaría, ni por todo el oro del mundo.

Aquello lo había roto en mil pedazos.

Pero, aun así, Carolina lo aceptó tal como era. Ella lo aceptó incluso después de haber visto parte de sus cicatrices.

«Eso simplemente demuestra lo profesional que es, así que le pagaré lo que se merece. En realidad, ella no solo es valiente, sino también deliciosa», murmuró el hombre.

El simple recuerdo de su cuerpo lo hizo mirar hacia abajo y sonreír. Máximo siempre había tenido un apetito se%ual exacerbado y Jade realmente no lo satisfacía, pero no le importaba, ya que la amaba. Carolina, por otro lado, era capaz de aguantar mucho más de lo que la otra podía.

Con todo eso en mente, él volvió a tocarse y Carolina lo escuchó g$mir mucho más fuerte.

No lo puedo creer…, pensó ella y, en cierto modo, se sintió triste. Si todavía quería tener relaciones, ¿Por qué no la buscó?

¡Deja de actuar como una p$rra en celo, Carolina!, se reprendió la chica.

Tras ello, terminó por quedarse dormida y, cuando despertó, la ventana ya estaba entreabierta y Máximo no se encontraba en la cama. Entonces, ella se sentó y apartó las sábanas a un lado. Se imaginó que todo sería un completo desastre, pero no era así, ya que al parecer, él lo había limpiado.

En ese momento, la joven miró hacia el baño. Ella estaba un poco desesperada y tenía muchas ganas de ir allí. No habría tiempo para esperarlo, así que se levantó con mucho cuidado, se cubrió el cuerpo con el camisón y se fue cojeando al baño. Su pie todavía estaba un poco hinchado y doloroso.

Al salir del baño chocó contra algo fuerte y, al levantar la vista, se encontró con los ojos verdes de Máximo, quien la miraba fijamente.

«Te dije que no caminaras», pronunció él.

«Bueno, necesitaba usar el baño urgentemente», replicó ella.

“¿Ya estás lista para tomar esa ducha?», preguntó el hombre, todavía muy serio, y ella se mordió el labio.

«Eso depende», respondió ella.

Ante eso, él entrecerró los ojos hacia ella.

«¿Depende de qué, Carolina?», cuestionó el joven.

Ella sabía que él no se veía del mejor humor, pero no pudo resistirse.

«Depende del tipo de baño que pretendas darme».

Al instante, él la levantó, lanzándola sobre su hombro y ella chilló.

Por mucho que Máximo quisiera perderse por completo en Carolina, tenía algunos asuntos que atender y ella era una distracción.

Por lo tanto, el baño fue tranquilo, en la bañera, él ni siquiera le dio un beso en el cuello, así que ella estaba frustrada. El hombre notó que ella parecía estar irritada por algo, pero no entendía por qué.

“¿Qué fue lo que te pasó?», indagó él.

«Nada», respondió ella, bastante irritada. Él sabía muy bien que una mujer en ese estado de ánimo cuando decía que no le pasaba nada, no lo decía en serio. Sin embargo, la verdad era que estaba demasiado cansado como para cuestionar. Nunca fue de los que insisten en absoluto, por lo tanto, si ella decía que no era nada, él no preguntaría más.

Después de ducharla, la llevó a la cama y dijo que subirían con su desayuno. Tras ello, él salió de su habitación para buscar su ropa limpia y, tan pronto como ella se vistió, el joven se dio la vuelta para irse.

“¡Qué hombre tan extraño!», dijo ella, luego de un par de minutos.

Un poco después, ella recibió una bandeja con café y había dos cajas más. Ante eso, la chica tragó saliva pesadamente.

«No es posible que él…», pronunció ella.

Al abrir la primera caja, en efecto, vio que había un hermoso anillo de oro blanco con una delicada piedra. En la otra caja, una más larga, pudo ver un brazalete que parecía hecho de diamantes.

Carolina estaba a punto de explotar debido a la ira, pero luego recordó lo que había visto el día anterior y lo que había hablado con el dueño de la librería, así que ella sonrió.

Bastián le había mostrado fotos y todo el proyecto que estaba haciendo con los niños del pueblo, por lo tanto, ella realmente quería ayudar. La chica siempre quiso ser maestra y en la actualidad podría cumplir ese sueño. Por supuesto, eso no garantizaría su independencia económica, ya que era un proyecto sin fines de lucro, sin embargo, su pago sería saber que podía ayudar en algo.

«¡Al menos estas joyas pueden servir para eso!», se dijo a sí misma. Devolverlas o gritar, no serviría de nada, ya sabía a la perfección que Máximo era un tipo duro y testarudo, así que, si continuaba queriendo discutir con él acerca de ese tema, sería tan solo una pérdida de energía. Además, ella no iba a dejar de acostarse con él, puesto que le gustaba tener intimidad con ese hombre. El simple hecho de pensar en eso ya enrojecía su rostro.

De igual manera, todavía tenía la tranquilidad de saber que Bastián estaría cerca. Ella apenas acababa de conocerlo, pero sintió una extraña conexión con él. Durante todos esos años, ella no había hecho muchos amigos, ya que la gente la evitaba.

Si alguna chica se asociaba con ella, lo consideraban una mancha en su reputación, y si lo hacía un hombre, era malo para Carolina, dado que se acercaban con sucias intenciones.

«¡Pero con Bastián no existe ese problema!», dijo ella, consolándose a sí misma.

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