Capítulo 82:

“Gracias por acompañarme, Osvaldo. Sé que no estas obligado a hacerlo, pero…”

Llegó a pensar en Bástian, sin embargo, él estaba lidiando con problemas familiares y tenía escuela que atender.

«Cuando me necesiten, llámenme», respondió Osvaldo con amabilidad. Santiago se quedó viéndolo y sacudió la cabeza, negando.

¡Ay, este hermano mío…! Espero que se case pronto. Entonces veremos si su esposa está de acuerdo con él, pensó.

Normalmente, las mujeres de la mafia se callaban, aunque tuvieran un carácter fuerte.

No con sus maridos, nunca en la mafia. Sin embargo, como Santiago conocía a su hermano, sospechaba que la nueva Señora Herrera probablemente le pondría correa a Osvaldo si este se enamoraba de ella.

Por eso no me enamoro, reflexionó.

El viaje en avión privado fue casi instantáneo, por lo que no tardaron en llegar a la comisaria, donde Eloísa no estaba presente.

“Parece que se libró de que la abofetearan», comentó Santiago, haciendo que tanto Carolina como Osvaldo lo miraran. «¿Qué? ¿Lo dejaras pasar?»

«No soy de golpear a la gente. Además, no le pegaría aquí, en ningún caso. Sería una tontería».

«Con esperar a que salga sería suficiente. Te daré apoyo moral». Santiago se encogió de hombros, y Carolina sonrió a pesar de la situación.

El comisario no los hizo esperar demasiado y pareció compadecerse de Carolina. A sus ojos, ella no era más que la exesposa y actual prometida traicionada, que aun así intentaba salvar al hombre del que se enamoró.

«Señor, tengo pruebas contra Eloísa. Conozco a Máximo y estoy segura de que nunca haría nada parecido a lo que se le acusa».

«¿Pruebas?», preguntó el comisario, mirando la memoria USB. “¿Cómo lo consiguió?».

“Alguien estaba presente cuando Eloísa y su madre Nadia hablaban sobre sus planes».

El comisario chasqueó la lengua antes de tomar la memoria USB y conectarla a su computadora.

Al ver que era un archivo de audio, se puso los auriculares y lo reprodujo.

Tras escucharlo, pudo reconocer con claridad las voces de Eloísa y Nadia. Conocía bien como sonaban, luego de haberlas escuchado durante horas.

«Máximo vino únicamente a ocuparse de los negocios, pero ni siquiera pudo hacerlo debido a toda esta confusión».

«Le importa si me quedo con esta memoria USB?»,

«Tengo una copia; puede quedarse con esta. Pero quiero justicia, señor comisario», respondió con firmeza.

«Por supuesto, Señorita Navarro», la tranquilizo este.

En cuanto Carolina se marchó, Osvaldo y el comisario intercambiaron miradas.

Si bien este aún no lo conocía, al ver a Santiago a su lado tanto como el anillo en su dedo, supo de quién se trataba.

“Confío en que el señor hará lo correcto, Carolina. Quédate tranquila», dijo Osvaldo acercándose al hombre. «¿Es posible que vea al Señor Castillo?».

«Si, por supuesto», respondió este, aunque ya sabía que no era viable. Sin embargo, no quiso comprobar la reacción de los Herrera ante la palabra imposible, ya que no quería averiguar cómo manejaba las cosas el nuevo señor.

Carolina fue escoltada hasta donde Máximo se encontraba detenido. Como lo sorprendieron en el acto, lo arrestaron.

«¡Mi amor!», exclamó Carolina al verlo, y Máximo corrió hacia los barrotes al oír su voz.

«Carolina, cariño…, ¿Qué haces aquí?», preguntó este, quien no parecía contento con su presencia, por lo que ella dejó de sonreír.

«Vine a verte, a ayudarte».

«No te quiero acá». Exhaló con fuerza. «Este no es lugar para ti”.

“Estamos juntos en esto. Todo saldrá bien. Osvaldo vino conmigo, y también su hermano», insistió Carolina, aferrándose a los barrotes.

La chica no estaba al tanto de la participación de Osvaldo en crímenes, y Máximo se sorprendió al verlo allí. Aunque enseguida comprendió que un hombre de su nivel no tendría miedo de entrar en una comisaría. No se trataba de un delincuente cualquiera, sino que prácticamente era el dueño del lugar. Si bien existía más de una mafia, según lo que Bástian le contó, la de los Herrera era la más poderosa.

Carolina le contó sobre la ayuda recibida por parte de Jade.

«¿Jade? Pero…», empezó Máximo.

«Quizá no sea tan mala», afirmó Carolina.

«Espero que se deshaga de su engañoso marido».

«Marcelo no es un buen tipo. Aunque no hubiera ayudado, no esperaría que ninguna mujer se mantuviera en una relación así».

Máximo se rio. “¿Me estoy volviendo dependiente de Osvaldo por querer que se meta con el marido Jade?»

“Yo no me meto con hombres», respondió Osvaldo, acercándose a ellos con una sonrisa.

«Sabes a lo que me refiero», dijo Máximo, mientras Carolina miraba a uno y otro.

«Máximo, hablas de Osvaldo como de un matón. Ni que fuera a pegar al marido de Jade», comentó Carolina entre risas, pero Osvaldo enarcó las cejas. «¿Por qué me miras así?»

«Por nada», respondió este, «Solo estaba bromeando. Ah, y tú quedarás libre de acusaciones falsas», dijo mirando a Máximo.

Un oficial que se encontraba detrás de Osvaldo pasó junto a él para abrir la celda.

«Pero… ¿Cómo? No me quejo, estoy sorprendido nada más», declaró Máximo.

«El análisis toxicológico confirmó que estabas dr%gado. Las pruebas que trajo Carolina demostraren que todo fue premeditado, y el Señor Juarez decidió decir la verdad.»

Él podía imaginar como Rafael Juarez cambio de opinión.

«Gracias», dijo Máximo, entonces Carolina saltó a sus brazos.

«No tienes que agradecerme. Yo solo traje las buenas noticias. ¿Nos vamos?».

«Yo… todavía tengo que ocuparme de algunos asuntos de la empresa. Hoy no fui, por lo que tengo que ir mañana», respondió.

«Bueno… ¿Nos quedamos aquí, entonces?», preguntó Carolina.

«Tengo una casa aquí, pueden quedarse en ella”.

«¿De verdad?»

«Si. Recogeremos sus cosas del hotel y las llevaremos para allá. Yo volveré a la capital, tengo que ocuparme de unos asuntos; pero Santiago se quedara».

«Cariño, ¿Por qué no te adelantas? Quiero hablar con Osvaldo».

Después de aceptar con un movimiento de cabeza, la muchacha se retiró.

«Gracias por todo. ¿Tuviste algo que ver con las pruebas que trajo Carolina?»

“No, Jade Simones fue quien obtuvo el audio; solo traje a Carolina», Osvaldo habló con tranquilidad, «Y… esperaré a que se calmen los ánimos, pero… ¿Qué harás con los Navarro? No creo que el padre supiera nada, en cambio, esas dos mujeres…».

«Las demandaré, por supuesto. Quiero verlas encerradas». Máximo apretó el puño. «¡Lo juro, por primera vez en mi vida, de verdad quise pegarle a una mujer!».

«No puedo culparte».

Osvaldo los acompañó al hotel, donde Máximo recogió sus pertenencias, para luego dirigirse al aeropuerto.

«Vigila todo», le dijo Osvaldo a Santiago, quien asintió. «Y procura no meterte en problemas con las mujeres, ¿Entendiste?»

«¡No hay problema, hermano!», respondió este, feliz, al tiempo que tomaba a su hermano del brazo. «Te enviare algunas cosas que descubrí sobre los Navarro».

«Estaré esperando».

La casa de Osvaldo era hermosa, junto al mar, como si tuvieran una playa

Santiago informó que pasaría la noche fuera y que los encargados de la seguridad permanecerían en el lugar, para que Carolina y Máximo pudieran relajarse.

«Es muy raro que Osvaldo ahora viva rodeado de seguridad”.

«Se hizo cargo del negocio de la familia, cariño. Tienen mucho dinero por lo que ahora debe ser de esa forma».

«Tú también tienes dinero y no necesitas guardaespaldas».

«Osvaldo es mucho más adinerado, créeme», afirmó Máximo. «Ahora, ¿Qué te parece si nos damos una ducha? Me muero por chuparte los s$nos».

«¡Máximo! ¡Dios mío!». Ella miró a alrededor; la casa estaba llena de guardias de seguridad.

Levantándola, la llevó al cuarto de baño.

Después de la ducha, Máximo llamó a su abuela y se lo contó todo. Hicieron una videollamada con el pequeño Bernardo, quien dormía.

«Quería pasar la noche devorándote, pero tengo que llegar temprano a la empresa», dijo Máximo. «Y estoy agotado».

Carolina le pasó la mano por el abdomen, descendiendo.

«¿De verdad estas muy cansado?», le preguntó. «Parecías estar perfectamente hace un momento en la ducha».

«Bueno, creo que aún podemos divertirnos un poco».

Al conocer la noticia de que Máximo estaba en libertad y que tanto Eloísa como Nadia habían sido demandadas, Gaspar intento llamar a Carolina, quien no contestó.

«¡Esa mocosa! ¿Cómo se atreve a conspirar contra Nadia y Eloísa?», murmuró.

Buscó en las redes sociales y no encontró ninguna noticia negativa sobre Máximo. En cambio, la gente afirmaba que era una víctima de los planes de las Navarro. Sin duda, las acciones de la empresa descenderían.

A la mañana siguiente, cuando Gaspar intentó sacar el tema de la influencia de Máximo en los medios, insinuando que la había utilizado para eludir el castigo y que difamaba a la Familia Navarro, surgió la nueva noticia: Eloísa no era hija legitima de Gaspar.

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