Capítulo 81:

“Creo en ti, Máximo», Carolina suspiró profundamente. «Sentí una mezcla de odio y decepción al ver esas fotos, pero… sé que nunca diste ningún motivo para sospechar. Y si quisieras estar con otra mujer, nunca me habría propuesto casarnos de nuevo, no habrías insistido tanto para que te volviera a aceptar».

EI hombre sonrió mientras lloraba al mismo tiempo.

«Te amo, Carolina, y jamás sería capaz de traicionarte. Sé que antes no confiaba en ti, y ahora tú me das el voto de confianza que te negué más de una vez”, él se mordió el labio, “No te merezco en absoluto. Pero haré lo que sea necesario para merecerte”.

“Eso ya está en el pasado, ya eres suficiente para mí. Los dos nos amamos y sé que Eloísa es una serpiente. Nunca le voy a creer antes que a ti.

«Señor Castillo, está llamando el policía», habló el abogado y Máximo se despidió rápidamente de Carolina. Tenemos que hacer la prueba toxicológica”.

«Si, si, Lo más seguro es que se encontraba dr%gado”.

El hombre, al darse la vuelta, pudo notar que allí estaba Rafael Juarez. El miró a Máximo con ojos fríos, lo que encendió las alarmas en la cabeza del rubio.

“Señor Juarez”, dijo acercándose, pero el hombre simplemente se giró y miró al policía.

«Voy a hablar de algunas cosas con el Señor Juarez y pronto vendrá alguien a recoger el material para el examen, Señor Castillo”, hablo el abogado. «Venga por aquí, por favor».

El hombre entró a la habitación con una expresión amarga y Máximo no entendió por qué lo estaba juzgando con la mirada. ¡El vio que Máximo no se estaba sintiendo bien!

Después de que le sacaran la sangre a Máximo, vio que Rafael salía de la habitación y este último se le quedó mirando fijamente a Máximo.

«EI lo ha confirmado, ¿Verdad?», preguntó con simpleza y el jefe de policía no le respondió, solo suspiró y volvió a entrar en la habitación.

“¿Qué diablos está pasando aquí?».

“Si crees que vas a salirte fácilmente con la tuya, ¡Pues estas muy equivocado! ¡Solo porque tengas más dinero que mi familia, no significa que puedas burlarte de mi hija como te plazca!”

Gaspar había escupido esas palabras y Máximo puso los ojos en blanco al escucharlo.

“Al menos parece que se preocupa por esa hija.

Pero quiero que sepa, Señor Navarro, que no lo perdonaré. ¡Ese fue un golpe muy bajo de su parte y no lo olvidaré!».

“¡Yo soy el que tiene que perdonar algo aquí! ¡Tu… abusaste de mi hija!».

«¡Ay, perdóneme! ¡Conozco bastante bien su fama!

Y el agradecimiento que le tenía con anterioridad a ella por renunciar a casarse conmigo, uniéndome de esa manera a Carolina, no será suficiente para olvidar todo este asunto».

«¿Nos estás amenazando?», preguntó Nadia, y sus labios habían empezado a temblar.

«No, señora. Solo estoy dejando totalmente en claro que tomaré las acciones legales apropiadas”.

Máximo había hablado en un tono serio y pensó en llamar a Osvaldo, pero no quería seguir molestando al hombre.

En la capital, Carolina recibió otra llamada telefónica. Al parecer, muchas personas estaban averiguando su número, y eso la irritaba un poco.

Yolanda también tenía que lidiar con eso en ese momento mientras intentaba ocultárselo a César.

“Menos mal que no está usando el celular ni la televisión, solo está viendo una película”, dijo la anciana a Carolina. «¿Vas a contestar?”.

“No quiero”. Carolina se quedó mirando su celular y sintió algo en su interior. «Pero… creo que lo haré, si».

“¿Hola?», habló una voz femenina al otro lado de la línea. «Eh, soy yo, Jade. ¿Podemos vernos?».

«Ah, hola. ¿Tienes problemas con tu marido?».

“No, no. Quería hablar de ti, en realidad».

Jade parecía ansiosa, y Carolina se enderezó en el sofá.

“¿Qué quieres decir?”.

“¿Podemos vernos ahora? Tengo que darte algo en persona”,

Yolanda notó que la mujer se encontraba nerviosa y se sentó con ella,

“¡Voy ya mismo!»

“¿Qué ocurre? ¿Qué quería Jade?» Yolanda estaba pensando lo peor, creía que ella quería aprovecharse de la situación.

«No lo sé, pero creo que es muy importante y que ayudara”,

“¿Jade te está ayudando? ¿Por qué?», preguntó la anciana sospechando.

“No lo sé, pero si realmente puede ayudar de alguna manera, me reuniré con ella. ¿Puedes ayudarme con Be?»

“Por supuesto, nena. ¡Llama para lo que necesites!»

Carolina asintió y no tardó en llegar a la tienda que Jade había mencionado por teléfono. EI sitio estaba ubicado en un lugar no muy elegante. Era bastante discreto.

“¿Carolina?». Una mujer con lentes de sol y un pañuelo de seda se acercó, pero sin mirarla directamente. Ella estaba mirando una de las piezas de la tienda.

“¿Si?”

“Iré al vestidor y tú entrarás después de mí, ¿De acuerdo? Voy a dejar un pendrive allí”, Jade no esperó una respuesta y se fue con un vestido en la mano. Carolina se quedó cerca y en cuanto vio a la mujer salir, entró de inmediato

Dentro, encima del pequeño taburete de madera, se encontraba una pequeña memoria USB.

Cuando ella salió del lugar, Jade ya no estaba en ningún lado.

Al llegar a su casa, se dirigió con Yolanda a la oficina y encendió la computadora.

“Que habrá allá dentro?».

“No lo se. Pero vamos a averiguarlo pronto».

Osvaldo estaba hasta el cuello de trabajo, pero Cuando vio la noticia de que a Máximo Castillo lo estaban acusando de vi%lación y agresión física, apretó los labios. EI sabía muy bien que el hombre no era de esa clase de persona, y cuando vio quien era la supuesta víctima, lo entendió todo.

“¿Santiago? Quiero que esta noticia esté fuera de los medios’.

“¿Quieres que lo haga de inmediato?», Pregunto él, llevándose una uva a la boca.

«No, todavía no. Recaeré sobre Máximo si ella desaparece’.

«Tú. Espera». El hombre contesto el teléfono, era Carolina.

«Ya vi todo lo que… ¿Qué quieres decir? Está bien, iré contigo. ¿A dónde vamos?”.

«A Puerto Vallarta”.

Los ojos de Santiago brillaron al escucharlo.

«¿Me lo juras? ¿Nos vamos de vacaciones? Maldición, sabía que no eras un hombre tan tacaño…».

Osvaldo lo miré con dureza.

“¡No soy un tacaño! ¡Y no, no es un paseo! Voy a llevar a Carolina con Máximo».

“Parecen esas personas que están en medio de una infidelidad…”, comentó Santiago y el hombre hizo un ademán de que lo iba a golpea.

«¡Oye, oye! ¡Sólo estoy bromeando!

Ya quita esa cara de amargura, Osvaldo. ¿Habrá lindas chicas allí?»

«Mientras no nos causes ningún problema, coquetea con quién tú quieras», respondió él. «¿Te vas a quedar ahí o vas a empacar? Porque si no quieres ir…».

“¡No! ¡Ya voy a empacar!”.

Osvaldo también salió de la oficina y fue a hablar con los niños. Odiaba irse de viaje sin ellos.

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