Capítulo 78:

“¿Qué piensas de casarnos en dos meses?”, preguntó Máximo, mientras observaba a Carolina y Bernardo en la piscina.

“¿En dos meses?”, repitió la mujer. “Hmmm… si hay tiempo para organizar todo, incluso me casaría contigo hoy”, respondió ella con una sonrisa.

“¿Lo harías?”, dijo sorprendido.

“¿Y todavía lo dudas? ¡Eso me ofende!”, comentó Carolina y él le dio una sonrisa.

“Pensé en dos meses porque eso me dará más tiempo, o eso espero, para pasar el rato contigo en lugar e andar con la maldita muleta. ¡No quiero ir con eso el día de nuestra boda!”

“No odies las muletas. Eso es lo que más te ha ayudado”, dijo y Bernardo sonrió inocentemente. Al pequeño le encantaba la piscina.

“Son horribles, ¿Verdad que sí, hijo? Papá se ve ridículo con estas y más aún con ese desafortunado yeso», habló Máximo y miró fijamente a Carolina.

«Y ni se te ocurra decir que no están tan mal. ¡De verdad! En serio, es una tortura, amor».

“Nunca me he fracturado de esa manera, así que solo creeré lo que estás diciendo. Te veo sufrir un poco…», dijo, mientras comenzaba a salir del agua con Bernardo.

«Pero eso no te impide cumplir con tus deberes matrimoniales».

Él rio.

«Vas a necesitar algo más fuerte que una fractura en la pierna para eso, cariño», habló el hombre y extendió los brazos con una toalla cuando vio a Carolina acercarse.

Ella la usó para secar a Bernardo y luego agarró otra.

«¿Crees que estarás bien en dos meses, amor? ¿Cuándo vas a quitarte ese yeso?».

«En un mes debería ir al médico a quitármelo”. Máximo hizo un puchero al pensar que tenía que esperar un poco más.

“Ya no soporto usar esto… así que tengo que hacer fisioterapia”.

“¿No prefieres estar completamente seguro antes de quitártelo? Quiero decir… podemos casarnos solo por lo civil, ¿Sabes? La gente ni si quiera sabe que estamos divorciados. ¿Cómo vamos a hacer para invitar a más personas a la fiesta?”

“Nosotros nos casamos civilmente, pero nunca en una iglesia”. Él se encogió de hombros y volvió a hablar: “Tendríamos que hacer una fiesta de todos modos. Anteriormente no quise hacer nada de eso, pero ahora quiero que tengamos todo”.

Carolina se inclinó y lo besó en los labios suavemente.

“Lo tendremos todo, amor. De verdad. Pero cuando sea el momento”, dijo ella, levantando a Bernardo con fuerza ya que pesaba un poco.

“¡Voy a llevar a este gordito al baño, tendrá una ducha con agua tibia!”

Carolina estaba muy triste cuando salió del hospital y se dio cuenta de que no podía producir leche como antes, evidentemente. Y luego, incluso cuando lo intentó varias veces, nada funcionó. En ese momento, Bernardo solo usaba el biberón.

Al pensar en eso, recordó que no había regresado al hospital para obtener el resultado del análisis de sangre.

Pero leí que la posibilidad de quedar embarazada durante la lactancia es muy baja. Y cuando tuve relaciones con Máximo fue antes del accidente, y yo estaba amamantando…, pensó.

Pero si no era así, ¿Podría estar ella embarazada?

No. No siento más que unos cuantos mareos, e incluso están disminuyendo. No hay náuseas. Es muy poco probable.

Su periodo había bajado raro, muy poco, pero todavía se estaba reajustando después de haber dado a luz. Carolina negó con la cabeza y no vio a Máximo entrar con ellos.

Ella acababa de poner a Bernardo en su cuna.

El hombre le tapó la boca a la mujer a tiempo para que no gritara cuando finalmente se dio cuenta de que Máximo estaba detrás de ella.

“¡Shh, lo puedes despertar!”, advirtió él y le dejo un suave beso en el cuello.

“¿Me puedo bañar, amor?”

Ella le hizo una seña para que salieran de allí mientras Máximo tenía una gran sonrisa en los labios.

“¡Eres un idiota! ¡Casi me da un infarto!”, peleó la mujer.

“¡Pero si tú fuiste la que no me escuchó! Te llamé, pero no podía simplemente gritar, ¿No es así?”

“Hmmm, ¿Lo hiciste?”, preguntó ella y él asintió.

“Bueno, no importa. ¿En qué estabas pensando?”, le dijo y colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja.

“Mañana recibiré los resultados”.

“¿Los resultados de qué?”, cuestionó él frunciendo el ceño.

“De la prueba de embarazo. Fui al médico para hacerlo, amor”.

“Ahhh, pensé que ya lo habías hecho. También creí que te había salido negativo porque no me comentaste nada. No te pregunté directamente porque has estado un poco estresada y no quería molestarte”.

“Tonto, eso no me molestaría”.

“No lo sé. Has estado cambiando mucho de humor últimamente”. Él se encogió de hombros con simpleza.

“¡Hey!”

“¡Pero es verdad, amor!” El hombre acarició el rostro de Carolina y habló: “Te amo. Incluso cuando estás irritada”.

“Ejem… ¡Yo no estoy irritable para nada!”

“Bueno, ¿Y qué tal ahora?”

“¡Máximo, eres tú el que me está haciendo enojar!”

“¿Yo?”, preguntó, aguantando una carcajada y tiró de ella para besarla. Carolina no pudo resistir y siguió el beso. “¿Y mi baño?”

“¡Vamos a la ducha!”

“Oh, luego quiero que vayamos a mi departamento”.

“¿Para qué?”

“Para que cambies toda la decoración. Vamos a vivir allí hasta que pueda volver a la granja”.

Carolina sonrió al escucharlo. Ella realmente quería volver allí.

“Está bien. Y tendrás que hablar con el arquitecto si quieres cambiar algo de la finca, además de la habitación de Bernardo, claro”.

Pronto la conversación dio paso a otro tipo de sonidos, los cuales incluían palabras bastante diferentes al del tema anterior.

Al día siguiente, Emilia fue con Carolina al médico. Después de eso, ella iría a visitar a Bia y a Tonny.

“¿Este mal humor que tienes es por el compromiso?”, preguntó Carolina mientras salían del auto de su amiga.

“Aún no hay ningún compromiso. Soy una de sus candidatas. Pero mis padres están seguros de que yo seré la elegida”.

“Wow…”, exclamó Carolina riendo. “Realmente debe ser un gran partido, ¿No?”

Emilia puso los ojos en blanco por su comentario.

“Ni siquiera lo he conocido. Gracias a Dios me pude deshacer de verlo porque me comencé a sentir enferma. En ambas ocasiones tenía que ir a verme con él”.

“¿Fue muy grave? ¿De verdad te enfermaste o solo lo fingiste?”

“De verdad”, respondió con una sonrisa. “Tal vez es una señal divina de que no seré la novia”

“Espero que no se resuelva, Em. Eres demasiado buena para casarte con un mal hombre”.

“Gracias. Siempre eres tan amable conmigo”.

Las dos comenzaron a hablar sobre la boda de Carolina y finalmente, el asistente les entrego el sobre.

“¿Qué pasa si hay un bebé ahí dentro?”, cuestionó Emilia.

“No lo sé. Quiero decir, no es como si pudiera cambiar eso. Pero no sabría como sentirme al respecto. Una vez más, estaría teniendo un bebé sin haberlo planeado con anterioridad. Me siento súper irresponsable”.

“No es tu culpa. Tuviste un maldito accidente, Carol”.

“Igualmente debimos haber usado un c%ndon”.

“Eres una mujer cada”, refutó Emilia y luego levantó la mano. “Es normal que estas cosas pasen. Así que intenta mantener la calma”.

“Voy a abrir esto en casa”, dijo mientras se mordía el labio. “¿Quieres ir a conocer al os hijos de Osvaldo?”

Ella había ido con Carolina a hacer algunos exámenes, luego ambas irían al centro comercial a elegir un vestido para la fiesta a la que Emilia tenía que ir la noche siguiente. Después de eso, la mujer dejaría a su amiga en casa de Osvaldo.

“¡Me encantaría!”

“Pero primero, tenemos que buscar tu vestido”, respondió Carolina y Emilia sonrió.

“¿Y quién dijo que iría con un vestido?”

Ella no tardó mucho en elegir qué ponerse y su amiga enarcó las cejas al verla.

“¿Estás segura de que tu mamá no se va a enojar?”

Emilia se encogió de hombros con simpleza.

“Ya soy mayor de edad. ¡Y ella ya está controlando muchas cosas de mi vida con este posible matrimonio! Además, odio estar toda apretada y espero poder comer mucho. ¿Ir a una fiesta llena de gente aburrida y no comer nada?”

“¿Y qué pasa si la comida es mala?”, Carolina bromeó y la sonrisa de la mujer se desvaneció.

“¡Por el amor de Dios, ni siquiera bromees con eso! ¡Sería demasiado castigo para mí!”

Las dos se dirigieron a la casa de Osvaldo y Emilia frunció el ceño al ver el barrio donde estaban.

“¿Está todo bien?”, preguntó Carolina, notando que su amiga parecía estar incómoda.

“Sí, sí…. Es que vivo por aquí”, respondió Emilia nerviosamente. “Gracioso, ¿No?”

“¡Es una hermosa coincidencia!”

Tan pronto como se detuvieron frente a la dirección que Osvaldo le había dado a Carolina, las dos se quedaron mirando la enorme casa, y algo que ella nunca había visto en el antiguo hogar, había una gran cantidad de guardias de seguridad allí de pie.

“Tu amigo debe ser alguien muy importante” dijo Emilia.

“Yo… él acaba de mudarse hace poco. No era así en la otra casa”.

“¿Entonces se ganó la lotería?”, bromeó la mujer.

“No sé…”, respondió Carolina, pero sintiendo que algo no estaba bien.

Luego de que los de seguridad les permitieran la entrada, Emilia estacionó el auto frente a la casa y las dos salieron. La casa era enorme, parecía ser más un palacio.

“Esa persona tiene buen gusto…”, comentó ella.

Abigail fue la persona que abrió la puerta y le dio un abrazo a Carolina, diciéndole cuanto la extrañaba.

“El jefe ya viene y los niños están allá atrás”.

“¡Gracias Abigail!”, dijo la mujer y apenas dieron unos pasos, apareció Osvaldo. Él estaba vestido todo de negro, una novedad para Carolina. El hombre solía vestir siempre de colores claros.

Emilia trago saliva mientras lo miraba.

“¡Qué hombre!», le susurró a Carolina entre dientes, tratando de disimular. Ella sonrió en respuesta.

Osvaldo inicialmente ni siquiera miró a Emilia, ya que toda su atención estaba en la otra mujer. Pero luego, cuando Carolina los presentó, él finalmente pudo verla mejor. El cabello de la chica estaba recogido en una coleta alta y le caía por la espalda. Era una cascada de cabello castaño. Sus ojos eran de un verde avellana. Él notó que sus ojos eran similares a los de un gato. Además, sus labios eran carnosos y bien dibujados.

«¡Emilia Sánchez!», se presentó ella y le tendió la mano. El hombre frunció el ceño.

“¿Sánchez?», le preguntó.

“Sí”. El apellido era bastante común, al igual que el nombre de Emilia, por lo que Osvaldo alejó rápidamente sus pensamientos.

“¡Bienvenida! ¡Soy Osvaldo Herrera!”

La sonrisa de la mujer tembló un poco y tragó saliva incómoda. Eso no pasó desapercibido para Carolina en absoluto.

“Oh… encantada de conocerlo, Señor Herrera”, habló y luego miró su mano, notando el anillo. “Carol, yo… creo que debo irme a casa. Parece que mi migraña está regresando”.

“¡Ay, Osvaldo es médico!”, comentó ella y miró al hombre con una gran sonrisa.

“Puedo examinarla, si quiere”, ofreció, pero Emilia negó rápidamente con la cabeza.

“No se preocupe. Vivo aquí cerca. Lo mejor es que vaya a casa antes de que empeore el dolor. Odio tomar los medicamentos”.

“Pero, ¿Qué sucede? ¿Le duele el estómago?”, preguntó él sin soltar su mano.

“¿Carol?”, Bia llamó y rápidamente la atención de Carolina se centró en los niños. Mientras tanto, Osvaldo seguía observando a Emilia. Se había dado cuenta de que ella miró su anillo.

Ella es la hija de Roberto. ¡Así que esta es Emilia Sánchez!, pensó, ya que no había visto nunca a la chica en los dos eventos en los que debía encontrarse con las pretendientes.

EL hombre se acercó un poco a la mujer, y le susurró al oído: “Hasta pronto, Emilia…”

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