Capítulo 79:

«¿Cómo te fue con los niños?», preguntó Máximo sonriendo mientras miraba a Bernardo.

«¡Fue genial, cariño!», contestó Carolina, acercándose para besarlo. «¡Estaban tan contentos de vernos! Creo que se encariñaron con nosotros. Tonny me dijo que él y su hermana cambiaron de escuela».

«;Cambiaron de colegio? Qué raro. Bueno, hace mucho tiempo que me gradué, pero recuerdo que hay un periodo en el que ya no es posible hacer esos cambios», explicó.

“Sí. Me pareció extraño cómo Osvaldo logró hacer eso», dijo Carolina, sentándose al lado de Máximo en el sofá y quitándose los zapatos. «Estaba actuando raro».

«¿De qué manera?», preguntó el. La muchacha suspiró antes de poner las piernas sobre la sana de Máximo.

“Primero, estaba vestido todo de negro. Antes siempre llevaba ropa de colores. Y… no sé cómo explicarlo. Su mirada… no parecía tan sereno como antes».

«Ah, puede que tenga problemas con sus negocios, cariño», sugirió Máximo.

“No sé”, respondió ella, todavía llena tanto de dudas como de preocupación. “Y al final tuvo una interacción extraña con Emilia. Estaba nerviosa después de hablar con él, no sé exactamente por qué, pero quería irse. Inventó una excusa poco creíble”.

Máximo frunció el ceño.

«¿Conoces bien a tu amiga? ¿Quizá conoce a Osvaldo, o a su familia? Es una probabilidad».

«Si lo conociera, creo que hubiera dicho algo. Además, parecía asustada. Osvaldo no es alguien que intimide a la gente».

Máximo quiso decirle que sí. Un jefe de la mafia era, sin duda, una persona a la que se debía temer.

El anuncio de su renovación de votos se hizo, por lo que la pareja estuvo al pendiente que todo saliera bien. La vida transcurría sin sobresaltos, lo que terminó por dejar preocupada a Carolina.

“¿De qué tienes miedo?”, le preguntó Máximo, cuando ella se encontraba entre sus brazos.

“De que algo salga mal. Tengo una sensación rara, cariño”.

“Nada va a salir mal, Carolina. Nada”. Le besó la frente y sonrió. “La vida puede ser buena, ¿Sabes?”

“Eso espero. Siempre deseé que así fuera. Pero creo que…. Después de tantas cosas que han salido mal, me acostumbré a esperar lo peor”, admitió Carolina.

“¡Pues nada va a salir mal!”. Si bien Máximo hablaba con seguridad, también tenía una sensación de inquietud.

¡Nada de eso! Los pensamientos negativos atraes desgracias, se reprendió mentalmente.

Aunque máximo quería hacer una fiesta de compromiso, Carolina dijo que no tendría ningún sentido, ya que nadie sabía que se habían divorciado.

«¡Bueno, tú mandas!», afirmó él, y luego la besó con pasión. «¡Te amo tanto!».

«Yo también te amo».

Por desgracia, César recayó, así que se decidió aplazar la boda un poco más.

Yolanda estaba exhausta y, aunque no lo mencionó, tanto Máximo como Carolina sabían que necesitaba un descanso.

«¿Vas a salir con Emilia?», preguntó Máximo, que consultaba algunos documentos.

«No. Se fue de viaje», contestó Carolina acercándose a él. «Mañana te quitas el yeso, ¿No?».

«Eso espero, ¡No aguanto más!», exclamó con un profundo suspiro.

«Quieres descansar un poco?».

“Quiero, pero prefiero terminar con esto».

Hizo una mueca. “¡En serio es muy aburrido!”

“¿Necesitas ayuda con algo?».

Máximo levantó la cabeza hacia la chica, quien estaba de pie junto a su silla.

«¿Quieres ser mi asistente?», preguntó. «Te pagare».

«¿Pagar? Máximo, ¡Solo quiero ayudarte!», replicó exasperada.

«Si trabajas, tienes que recibir un sueldo. Es lo justo. No voy a esclavizar a mi mujer».

Carolina acarició el cabello de Máximo, que había crecido. Cerró los ojos y sonrió un poco.

«Mañana iré contigo. Dime qué tengo que hacer para ayudarte con el trabajo que tienes entre manos. Quiero que estés bien y relajado».

“Bien y relajado, ¿Eh?», murmuró en tono juguetón.

“¡Qué p$rvertido!». Le dio un pequeño golpe en el hombro, «¡A trabajar!».

“P$rvertido? ¡Si ni siquiera dije nada! Fuiste tú quien se ofreció…”

Tras darle un rápido beso en los labios, tomó una silla y se sentó. Carolina estaba encantada con su trabajo por lo que finalizaron pronto.

Después de ducharse, cenar y atender a Bernardo, se fueron a su habitación. Ya que César y Yolanda continuaban en el hospital, tenían previsto visitarlos al día siguiente.

Cuando el doctor dio la noticia de que la pierna de Máximo se había recuperado correctamente y podían quitarle la escayola, este casi salté de la emoci6n.

«¡Espere, Señor Castillo! Se puede volver a hacer daño”, advirtió el médico con amabilidad. «Empezaremos la fisioterapia el lunes, ¿De acuerdo?»

«¡Perfecto! ¡Por fin podré librarme de este maldito yeso y las muletas!»

En cuanto hubieron terminado, se dirigieron a la unidad de oncología, donde se encontraba César. Maximo inhaló con fuerza, ya que odiaba ver a su padre en ese estado.

«Se recuperará, mi amor. Ahora intenta mantener la calma. Se pondrá triste si nos ve preocupados», lo consolé Carolina.

«Lo sé», contestó intentando sonreír y soltando el aire. «¡Vamos!»

César estaba en la cama con Yolanda a su lado, intentando convencerlo de que comiera, pero este se rehusaba. Al ver entrar a Maximo sin el yeso, el señor esbozó una enorme sonrisa.

“¡Por fin, hijo!», dijo satisfecho.

«¡Si, papá! Pero estoy molesto», respondió Máximo, frunciendo el ceño.

«No te veo comer».

César puso los ojos en blanco.

«Ay, hijo mío… ¡Esta comida es horrible!»

Arrugó la nariz.

«¡Papá, por favor! Esto es para que te recuperes pronto», afirmó, sentándose en el borde de la cama y tomando la comida de las manos de su abuela, «Vamos, te ayudaré».

Esta vez el señor aceptó, aunque a regañadientes.

Yolanda sonrió complacida.

«César a veces se comporta como un niño cuando está enfermo», comentó. Carolina apoyó la mano en el hombro de la anciana.

«Creo que todos lo hacemos cuando estamos enfermos, ¿Verdad? Pronto se pondrá bien».

Al terminar de comer, César dirigió la vista a su hijo y luego a Carolina.

«Me disculpo por retrasar la boda», dijo.

«No hace falta que pidas perdón, papá. Carolina y yo entendemos bien la situación».

«Gracias, de todos modos».

Máximo pidió quedarse con su padre mientras Yolanda se iba a casa a tomar un baño y descansar.

Al día siguiente, al volver a casa, Máximo se enteró de que tenía que ir a una ciudad vecina para resolver un problema con una de las sucursales.

«¿Tienen una bola de cristal o algo así? Me acaban de quitar el yeso, ¡Y ahora tengo que

viajar!», refunfuñó.

«¿Pero es muy grave?», preguntó Carolina mientras ayudaba a doblar la ropa.

«Parece que se relaciona con las finanzas, debo estar allí personalmente para la auditoria».

Se despidió de ella y le dio un beso a Bernardo antes de partir. Llegaría en unas horas, pero tendría que pasar la noche en el lugar.

Voló hasta su destino para ahorrar tiempo en la carretera y se dirigió al hotel. La inspección estaba prevista para primera de la mañana siguiente.

El teléfono de Máximo sonó; era uno de los que le invitaba a una copa. Aunque era de los que salían a beber, aceptó cenar algo después de hacer una videollamada con Carolina.

«¡Máximo!», saludó un hombre mayor, con abdomen prominente y cabello canoso.

«¡Muchacho, cuánto tiempo sin verte! Y mírate, ¡De nuevo guapo!».

Máximo apretó los labios y esbozó una sonrisa incómoda.

«Bueno, supongo que sí».

«Supe que te casaste, ¡Y ni siquiera me invitaste!», replicó el hombre, llamando al camarero.

«No hicimos fiesta, pero la haremos, y puede estar seguro de que lo invitaremos, Señor Juárez».

«¡Excelente! Mañana irás a la sede local, ¿Verdad?».

«Si, señor».

Máximo y su compañero hablaron de negocios y, en cuanto terminó la cena, el se excusó.

“Me duele un poco la cabeza», dijo antes de marcharse.

Casi no pudo llegar a su habitación debido al dolor de cabeza y al mareo. Cuando se despertó, se sentía terriblemente mal. EI despertador sonaba como un martillo golpeándole la cabeza.

Uf, esto es el infierno, se quejó. Se sentía como si hubiera estado bebiendo y bastante.

Una voz se quejó en medio del silencio.

Máximo, que tenía los ojos cerrados, los abrió de inmediato. Sintió movimiento detrás de él.

¿Pero qué…?, pensó confundido.

Girándose poco a poco, con el corazón acelerado, vio que no se encontraba solo.

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