Capítulo 73:

Emilia ya estaba sentada en la cafetería, esperando a Carolina. En cuando vio a su amiga, se levantó y se arregló el vestido.

“¡Carol!”, gritó contenta, y en cuanto ella se acercó, se abrazaron.

Había olvidado lo cariñosa que es, pensó Carolina.

“¡Ha pasado tiempo!”, contestó mientras se sentaban.

“¡Demasiado!”, dijo Emilia, mostrando su sonrisa habitual. “¡Te extrañé!”

“Te fuiste…”

“¡Ni me lo recuerdes! Mamá y papá me enviaron a Est$dos Unidos y acabé perdiendo el teléfono. Como tu número seguía guardado allí, no pude encontrarte en ninguna red social. Eloísa se negó a darme tu número. ¡Esa idiota!”

Emilia sabía que Eloísa siempre estaba dispuesta a hacer daño a Carolina y que, por culpa de ella y de su madre, Nadia, la gente la ignoraba o la maltrataba. De ahí que Emilia no pudiera contactar con ella en los últimos cinco años.

Las dos amigas hablaron del viaje de Emilia al extranjero. Además, Carolina le contó que no fue a la universidad, sino que se casó y tuvo un hijo.

“¿De verdad? ¿Cuándo podré ver a tu bebé?”, preguntó Emilia, colocando la mano sobre la de Carolina.

“Me siento terrible por haberte dejado sola. Espero que podamos ser amigas como antes”.

“Podemos organizar una reunión para que conozcas a mi marido y a mi hijo”.

“Él te trata bien, ¿Verdad? Tu marido, quiero decir”. Emilia dio un sorbo a su bebida y observó a Carolina.

“Sí, me trata bien. Tuvimos algunos problemas, pero los solucionamos y las cosas van de maravilla”.

“¡Eso es excelente! Yo no quiero casarme a menos que sea con alguien que ame” comentó, sonando un poco triste.

“¿Tu familia está intentando conseguirte marido?”

“¡Sí!”. Emilia ya un poco irritada conto.

“¿Lo puedes creer? ¡Apenas termine la universidad y ya quieren que me case!”

“¿Lo conoces?”

Emilia negó con la cabeza y dejo escapar un suspiro.

“Ni siquiera estoy segura de querer conocerlo. Lo único que me dijo mamá es que ya estuvo casado. Eso es todo”.

“Así que es un hombre mayor”, comentó Carolina, notando el horror en los ojos de ella.

“Pero podría ser solo un poco maduro. Hay gente que se casa muy joven”.

“Eso espero”, afirmó Emilia, cuando su teléfono empezó a sonar. “Aguarda… ahora vuelvo”.

Contestó y se alejó un poco.

Entonces volvió con un rostro impasible.

“¿Pasó algo?”, preguntó Carolina, preocupada.

“Tengo que irme, reunión familiar”, suspiró la muchacha. “Hablamos luego, ¿Sí?”

“Claro, no hay problema. Además, ¡No volveremos a perder el contacto!”

“¡Sí! ¡Menos mal que creaste una cuenta y te encontré! Asegúrate de publicar algo. Es como un perfil falso, ¡Cielos!”

Aunque Emilia hablaba en tono casual, Carolina pudo notar que se encontraba mal. No queriendo involucrarse, se limitó a despedirse de su amiga y la observó marcharse en silencio.

Bueno, ya que estoy aquí, podría pasear por el centro comercial, pensó mientras tomaba su bolso.

Dos guardias de seguridad le seguían desde lejos, lo que la molestó en cierta medida. A pesar de que no decían nada, se sentía como una prisionera.

Echó un vistazo a la ropa de bebé, por supuestos, aunque también entro en una tienda para hombres. Nunca le había comprado un regalo a Máximo así que deseaba empezar a hacerlo.

Pronto volverían a casarse, su corazón se llenó de alegría al pensar en ello. Tenía una familia perfecta.

Cuando se dirigía al baño, se detuvo cerca de la salida de emergencia para ajustarse el zapato que le molestaba un poco. Entonces, escuchó lo que parecía una discusión del otro lado.

Enderezándose, Carolina puso la mano en el picaporte y abrió un poco la puerta. Dos personas discutían, o mejor dicho, una mujer estaba siendo agredida por un hombre.

Con cuidado, se asomó al interior y reconoció al hombre: Marcelo Simones.

Este sostenía a Jade por la nuca y el cabello. Carolina notó que la comisura de los labios de la mujer estaba lastimada.

“¡Si me entero de que volviste a coquetear con ese idiota, te juro que la muerte será un alivio para ti, p$rra!”. Sujeto el cabello de Jade y la sacudió, provocando que ella soltará un grito.

“¿Entiendes? ¡Habla!”

“Lo-lo entiendo”, gimoteó la mujer, entonces él la soltó de repente. Jade perdió el equilibrio y cayó contra la pared, resbalando hasta el piso.

“Llama a un taxi para que te lleve a casa. Tengo cosas de las que ocuparme. Y si se lo cuentas a alguien, ¡Ya sabes lo que te pasará! ¿Te esforzaste tanto para que me casara contigo sólo para cambiar de opinión después? ¡Ilusa!”, amenazó.

Carolina cerró la puerta con cuidado y se distanció entrando en el cuarto de baño para que el hombre no la viera.

Una vez que este se marchó, ella se mordió el labio, insegura, pero decidida a hacer lo correcto.

Jade continuaba en el piso, llorando, cuando una mano la tomó del brazo con delicadeza.

“Deja que te ayude”, Jade levantó la vista hacia Carolina. Su expresión se endureció y la apartó con un gesto.

“¿Qué demonios estás haciendo?”

“Sólo quiero ayudar, Jade”.

Sin embargo, esta última se echó a reír y se secó las lágrimas con las yemas de los dedos. Carolina le tendió el bolso a Jade, que lo miró con desconfianza antes de tomarlo.

“¿Por qué?”

“¿Qué cosa?”

Jade soltó un profundo suspiro mirando a Carolina como si fuera estúpida.

“¿Por qué me ayudas?”

“Porque un hombre te maltrató y no tenía derecho a hacerlo. Estabas en el piso y no podía fingir que no pasó nada”.

Carolina habló como si fuera obvio, pero con amabilidad.

“Soy tu enemiga, intento quitarte a tu marido”.

“Jade. Máximo y yo nos amamos, él no volverá contigo, lo tengo claro. Aún así, aunque lo intentes, no puedo ignorar tu sufrimiento”.

“Eres una estúpida”

“Si ayudar a los necesitados es ser estúpida, ¡Entonces estoy orgullosa de serlo! Ahora, déjame ayudarte a limpiarte la cara”.

Los ojos de la chica brillaron de furia y vergüenza.

“No quiero deberte nada”.

“No espero nada a cambio, Jade. Pero deberías hacer algo por ti y no someterte a esto”.

“¡Claro! Para ti es fácil decirlo. ¿Alguna vez te encontraste sin un lugar a dónde ir?”

“Sí. Trabajé de niñera mantenerme y no me avergüenzo. Al contrario. Eres una mujer sana… a veces, Jade, seguir en una mala relación es peor que fregar el retrete de otro”.

Aunque Jade bajó la mirada, no respondió. Tras unos instantes de silencio, levantó la ceja y se fijó en Carolina.

“¿No ibas a ayudarme a limpiarme la cara?”

Carolina la miró sorprendida, a continuación, sonrió con amabilidad al ver que la expresión de Jade se había suavizado.

Tras ayudar a Jade, esta no pronunció palabra alguna, ni siquiera un gracias, sólo pidió un taxi y se fue.

Mientras, Osvaldo que estaba en la sala del consejo escuchando a los ancianos mientras ponía los ojos en blanco, pues hablaban tonterías.

“¡Tiene que casarse señor!, dijo uno de los ancianos, Aloísio Ruíz.

“Sí. Me ocuparé de eso en el momento oportuno. Y será con una mujer de mi agrado”.

“Tenemos algunas candidatas. Todo sea por acelerar las cosas para usted”, dijo otro hombre, sonriendo un poco. Carlos Fernández era un hombre astuto, y a Osvaldo no le agradaba en absoluto.

“Gracias. Echaré un vistazo”, afirmó. Negarse sólo generaría más habladurías y no deseaba alargar más la reunión.

En cuanto los hombres se fueron, Santiago se unión a él.

“No te dejan en paz”.

“¡Lo sé!” Osvaldo se pasó la mano por el cabello, exasperado. “¡Qué tortura!”

Santiago echó un vistazo a la lista y enarcó una ceja.

“Esta es una belleza”.

Osvaldo se fijó en el nombre y luego miró a su hermano.

“Entonces, no la quiero”.

“¡Hey!”, protestó este.

“¿Se supone que debo casarme con la mujer que le llama la atención a mi hermano?”

“No me interesa. Sólo dije que es linda, pero también difícil de conquistar. Buena familia, aunque la chica no es nada simple, dudo que incline la cabeza”.

Osvaldo leyó el nombre. Si bien había escuchado el nombre antes, no recordaba donde.

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