Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 72
Capítulo 72:
“¡No puedo creer que dejes a esa idiota ocupar tu lugar!”, exclamó Nadia con indignación.
“¿Y qué esperabas que hicieras mamá? No viste como me miraba Máximo”. Eloísa se estremeció al recordarlo.
“Es atractivo, pero parecía un demonio. Claro que no más que el Señor Herrera”.
“¿El Señor Herrera? ¿El médico?”
Eloísa afirmó con la cabeza.
“Me pareció agradable, ¡Pero Dios mío…! Dijo que, si nos acercábamos a alguien de la Familia Castillo, incluida Carolina, nos arrepentiríamos”.
Nadia soltó una carcajada desdeñosa.
“¿Qué podría hacer? Sí, tiene negocios, ¡Pero no es tan importante!”
“¿De quien están hablando?”, preguntó Gaspar al entrar en la sala.
“De ese doctor, Osvaldo Herrera”, respondió Eloísa, ante lo que la expresión de Gaspar cambió.
«Aléjate de él. Su padre y su hermano menor están metidos en negocios turbios. ¿Quién asegura que no forma parte de ellos?»
«¡Por el amor de Dios, Gaspar! ¡No es más que un médico!», se burló Nadia.
«No, mi querida esposa. No es solo eso. No confío en su amabilidad», replicó él.
«Nos amenazó», soltó Eloísa por lo que Nadia le dirigió una mirada de disgusto.
Gaspar suspiró con pesadez, tomando asiento en el sofá y apoyando los codos en las rodillas, con las manos por delante.
«¿Cómo nos amenazó?», preguntó con voz cansada, así que Eloísa le contó lo mismo que a Nadia. «Entonces, ¿Está protegiendo a los Castillo?».
“¡Sí, y no lo entiendo! Dicen que Carolina y Osvaldo tienen una aventura. Si fuera cierto, Máximo no le trataría como a un amigo», explicó Eloísa.
“¿Qué clase de rumor es ese?», preguntó Nadia. “Carolina está casada con Máximo».
“Bueno, esos es lo que escuché de alguien que estuvo cerca de ellos”, afirmó Eloísa, relatando lo que su amiga le contó respecto a la fiesta de Bianca.
“¡Qué raro…! Máximo Castillo, por lo que me han contado, es un hombre celoso. Debe de ser mentira», contestó Gaspar. «No lo toleraría”.
«Querido, recuerda quién es la madre de Carolina», declaró Nadia con calma, aunque u condescendencia era evidente. Los ojos de Gaspar se llenaron de emociones que ella no pudo discernir. Sabía que aún amaba profundamente a Paloma y, cada vez que se mencionaba la infidelidad, él se alteraba.
Pero esta era la carta de triunfo de Nadia.
“Basta. No quiero hablar de eso», dijo, levantándose de repente y marchándose.
Nadia no esperaba aquella reacción.
“¿Qué le pasa a papá?», preguntó Eloisa, extrañada, Debe de tener problemas de trabajo. Déjalo así. Tenemos que pensar como alejar a Máximo de esa p$ta”.
“Mamá…” Eloísa se sentó en el sofá, agarrándose los brazos.
“Creo que deberíamos no meternos. Máximo es atractivo y me encantaría estar con él, pero…. Tengo un mal presentimiento».
«¿Tienes miedo?».
“Mamá, no viste cómo me miró Máximo. Y Osvaldo…». Se estremeció. «Si las miradas mataran, hubiera sido torturada allí mismo y habría suplicado que acabaran con mi sufrimiento».
Nadia puso los ojos en blanco.
«¡Eres tan débil, Eloísa! ¡No lo comprendo!».
Quiso decir que se parecía a su padre, sin embargo, permaneció en silencio. El padre de su hija no era débil.
En la Mansión Castillo, Yolanda y César mimaban a Bernardo. Máximo estaba sentado con un plato de tarta de chocolate, alimentado a Carolina con pequeños bocados.
«Puedo comer sola, ¿Sabes?», dijo riendo, ego abrió la boca para aceptar lo que le ofrecía.
“Pero quiero alimentarte. Quiero cuidarte”.
La mirada de Máximo era como la de un cachorro, por lo que Carolina sacudió la cabeza.
“A veces, ni siquiera pareces a ti”.
«Eso es porque era un idiota. Pero ahora me parezco más a mí mismo”. Se inclinó para susurrar al oído de Carolina: «Quiero hacerte mía».
El rostro de Carolina se volvió de un rojo intenso al tiempo que tosía sin control.
«¡Dios mío, ¿Qué pasó?», preguntó Yolanda.
Máximo fingió inocencia, palmeando la espalda de la chica y entregándole un vaso de jugo. _
“Se atragantó», dijo fingiendo inocencia.
¡Qué tramposo!, pensó Carolina, sin poder evitar sonreír. Le encantaba lo travieso que era.
“Ten más cuidado, Máximo», lo regañó Yolanda, por lo que él asintió.
«Lo tendré, no te preocupes». Su mano, que había estado debajo de la mesa, apretó el muslo de Carolina, y en cuanto Yolanda se alejó, él la miró con una sonrisa de lado.
“Casi no puedes caminar bien”, lo regañó en un murmullo.
“Mi amor, nada te impide sentarte sobre mí y saltar hasta que grites. Me encanta ver tus sen%s rebotar mientras te mueves arriba y abajo sobre mi…”
Carolina le tapó la boca, deteniéndolo.
“¡Máximo, no estamos solos!”
“Pero a escondidas es más excitante”.
“¡Perv$rtido!”
“Y te encanta”. Le guiñó un ojo ofreciéndole otro bocado de tarta.
“Déjame alimentarte para que te mantengas sana y llena de energía”.
Aunque la muchacha negó con la cabeza, abrió la boca y aceptó el pastel de chocolate.
Los días posteriores fueron tranquiles, y tanto Máximo como Carolina se recuperaron. Si bien César estaba mucho mejor, aún era necesario que su hijo permaneciera en la capital.
“¿Vas a dar un paseo, cariño?”, preguntó Máximo con el ceño fruncido.
“¡Sí! Me encontré con una chica de la escuela, era una de las pocas con las hablaba”.
Máximo sabía que Carolina sufrió un aislamiento terrible debido al pasado de su madre en la otra ciudad.
“¿Puedes confiar en ella, mi amor?”, insistió preocupado.
“Sí, es una buena persona. No te preocupes, ¡Emilia es genial!”
“Tengo que quedarme aquí, pero quiero que vayas con el chofer, ¿De acuerdo?”
“¡Está bien!” Carolina besó a Máximo en los labios antes de irse. Bernardo no la acompañaría. No se sentía segura con él, ya que se mareaba en ocasiones. Máximo no lo sabía.
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