Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 62
Capítulo 62:
Carolina y Máximo se giraron hacia la voz de Gaspar cuando este se acercó a ellos con una enorme sonrisa.
«Señor Navarro», dijo Máximo cortésmente e inclinando ligeramente la cabeza.
Aunque Carolina rara vez hablaba de forma abierta sobre su relación con su padre, Máximo había buscado información al respecto y llegó a detestar al hombre que debería haberla protegido con su vida.
«¡Ay, por favor! Déjate de formalidades, Máximo», replicó el hombre, haciendo que su yerno apretara los labios en una fina línea.
Necesitó emplear toda su fuerza de voluntad para evitar ser grosero y provocar un escándalo. Aunque era capaz de hacerlo, dejaría en mal lugar a Carolina.
«Como prefieras, Gaspar», Máximo se obligó a responder, haciendo que su esposa, quien le sujetaba del brazo, notara la tensión.
«¿Y tú, Carolina?». Gaspar se volvió por fin hacia ella. «¿No hablas con tu padre?».
«Hola, papá», le contestó en tono cortante.
Carolina deseaba mandarlo al diablo, pero eso sería grosero y una absurda ingratitud a los ojos de quienes no sabían cómo su padre la trató desde siempre. Aunque algunos q conocían la verdad, ella no se molestó en dar explicaciones. Odiaba tener que hacerlo.
Ni siquiera se lo conté a Máximo, que es el hombre de mi vida…, pensó con amargura, controlando la mirada desdeñosa que quería dedicarle a su padre.
«¡Tu hermana y tu madrastra también están aquí!», comentó él, dándose la vuelta. Fue entonces cuando Carolina se fijó en ellas. Sus dos verdugos.
Máximo sintió que la chica se tensaba en sus brazos. No le agradó saber que se sentía tan mal cerca de ellos. Si bien las investigaciones realizadas pusieron en evidencia el trato que Gaspar le daba a su hija, no arrojaron mucha luz sobre la relación de esta tanto con su madrastra como con su hermanastra.
Eloísa se acercó acompañada de su madre, llena de ilusiones y sonrisas. Cuando vio a Máximo observándola de forma fría y severa, quiso bajar la cabeza, pero no lo hizo.
El hombre era atractivo, como un sueño, sin embargo, su mirada era un reflejo esmeralda de puro odio y desprecio.
«¡Máximo, querido!», exclamó Nadia, ensanchando todavía más su sonrisa.
Aunque este conocía a Gaspar antes del accidente, nunca tuvo contacto con su esposa ni con sus hijas.
De haber conocido a Carolina antes del accidente, las cosas hubieran sido mucho más fáciles, reflexionó, sin embargo, no era del todo cierto. Habría estado con Jade y lo más probable es que hubiera permanecido ciego. Ya lo era antes. Necesitó quemarse casi por completo para comprender que la mujer no se preocupaba en absoluto por él.
«Señora Navarro, buenas noches», habló con respeto. Nadia no pidió que la tuteara, pues las personas podrían malinterpretarla. Se limitó a sonreír, un poco incómoda.
“¡Es un placer conocerte por fin! Ella es Eloísa, la hermana de Carolina», explicó, señalando con la copa de champán que tenía en la mano a la chica rubia que se encontraba junto a ella.
Hasta ese momento, la mujer no había hablado con Carolina, y eso no pasó desapercibido para Máximo.
«Señorita Navarro». Podía ser en cierto modo menos formal con Gaspar porque tenían ciertas cooperaciones comerciales, pero ¿Nadia y Eloísa? No.
“Carolina, ¿Por qué no me dijiste que tu marido era tan atractivo?», preguntó Eloísa con descaro, dirigiendo la mirada directamente hacia esta, quien sintió como si tuviera un nudo en la garganta.
«Porque no hemos hablado desde que me casé, Eloísa».
«¡Claro que no, desagradecida!». Eloísa se expresó como si fueran íntimas, sin embargo Carolina no bajó la cabeza, no asintió y no se quedó callada como otras veces. La presencia de Máximo la llenó de una fuerza extraordinaria.
«Notengo ninguna razón para hablar contigo».
“¡Carolina! No le hables así a tu hermana», la regañó Nadia, aun sonriendo como si reprendiera en broma. «Ni siquiera parece que crecieran juntas».
«Ah, pero crecí, querida madrastra. Hasta el punto de que no permito que nadie por debajo de mí me pise la cabeza», replicó Carolina con la barbilla alta.
Máximo sonrió levemente al mirar a la hermosa morena, orgulloso. Luego, dirigió de nuevo su vista a los tres que tenía delante con gesto austero y un claro toque de desprecio.
Gaspar intentó disimular su malestar mientras decía: «Cariño, no nos hables así. Somos tu familia».
«Una familia es aquella que te cuida y te quiere. Si mi esposa no recibió nada de eso por parte de ustedes tres, entonces, no tiene sentido llamarlos familia», replicó Máximo mientras Gaspar tragaba saliva, nervioso.
«Ahora, si me disculpan, tengo otras personas con las que hablar. Espero que tengan la discreción de no dirigirse a mí hasta que mi mujer lo indique».
«Máximo…”.
«Señor Castillo, por favor. Aún tenemos negocios, y nada más. Somos íntimos, y…”
“Hemos me siento incómodo tratando con tanta familiaridad a quien no aprecio. Suena a adulación, a palabras vacías, y yo no soy esa clase de hombre».
Máximo hizo un leve gesto con la cabeza, indicando que los tres debían marcharse. Al fin y al cabo, él y Carolina estaban en su mesa.
Nadia quiso decir algo, pero el suave apretón de Gaspar en su brazo se lo impidió.
«Eloisa, mi amor. Ven. No queremos molestar a tu hermana y a su esposo», dijo este con dulzura. Máximo quiso reírse en la cara del hombre y decirle lo patético que arecía, pero se contuvo. Por el momento.
“En absoluto, papá», dijo Eloísa, sin apartar los ojos de Máximo. «¡Adiós, Señor Castillo! Fue un placer conocerlo en persona».
La sonrisa desvergonzada de Eloísa y la leve mordida en los labios hicieron que Carolina quisiera levantarse y darle una paliza a la chica por primera vez en su vida. No obstante, Máximo le apretó el muslo por debajo de la mesa y ella permaneció sentada.
Cuando los tres se alejaron, Carolina se volvió hacia su exesposo.
«Perdón por todo eso», murmuró.
«¿De qué hablas, cariño?», preguntó, desconcertado.
«Tener que lidiar con ellos. Vi que no te gustó», respondió bajando la cabeza. Era algo que Máximo nunca la vio hacer.
Carolina siempre se había mostrado fuerte con él y la admiraba por eso, aunque a veces le dieran ganas de sacudirla. Le puso los dedos bajo la barbilla y la obligó a levantar el rostro.
No me gustan, y se trata de ellos. Te amo y te quiero siempre cerca de mí. Nunca te disculpes por algo que no es tu responsabilidad. No bajes la cabeza, ni siquiera ante mí, nunca, mientras tengas razón».
Carolina pensó que no podía adorar más a aquel hombre, no obstante, siempre la sorprendía.
«Te extraño», confesó. Máximo comprendió lo que quería decir.
«Yo también te extraño», respondió » entrelazando sus dedos. «Te amo».
La fiesta se alargaba y Carolina había consumido una cantidad considerable de líquido.
«Necesito ir al baño, mi amor», avisó.
«Claro, está por allí», indicó él.
Como era un hotel de lujo, además de en la ciudad donde él solía vivir antes de mudarse a la finca, Carolina lo miró con los ojos entrecerrados. Máximo no alcanzó a entender.
«¿Has estado aquí antes?», preguntó, intentando controlar los celos que se habían apoderado de ella. Carolina no era de las que se dejaban llevar por esas emociones irracionales, pero quizás se debía a que su hermanastra coqueteó con él.
Máximo terminó comprendiendo todo el asunto, así , que ahogó una risita. «¿Qué te divierte tanto?».
«Tú, celosa, cariño», respondió divertido. «Sí, estuve aquí algunas veces. Antes del accidente, asistía a otros eventos en este hotel, incluido el aniversario de la empresa».
Los músculos faciales de Carolina se relajaron un poco más, luego esbozó una tímida sonrisa.
«No debería haber…».
«Me gusta que sientas celos por mí, aunque no estás tan loca como yo».
«No estás loco; solo estabas confundido», respondió ella, poniéndole la mano en el rostro.
«No importa; me comporté como un imbécil.
Tú jamás actuarías conmigo de esa manera».
«Simplemente lo sé», contestó. «Ahora, ¿No ibas al baño?».
Carolina asintió, se levantó con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla.
Osvaldo no se acercó a ellos, se limitó a observarlos desde la distancia. Al verlo, Máximo lo saludó con la mano, a lo que este negó con la cabeza dándole a entender que hablarían más tarde.
Máximo comprendió, y por lo que le dedicó una leve sonrisa, a la que Osvaldo respondió de la misma manera.
Eloísa no apartó los ojos en ningún momento tanto de Carolina como de Máximo y presenció con interés la pequeña interacción entre el hombre que quería para ella y el médico. Luego le susurró a su madre.
Carolina se lavó y se alegró de encontrar bidés en el baño para poder limpiarse sin problemas en lugar de hacerlo con pañuelos de papel. Pensó en la promesa de Máximo e imaginó su boca allí. Tenía que estar perfecta.
Perdida en sus pensamientos y sonriendo como una tonta, se sorprendió al salir del baño y encontrarse cara a cara con un par de furiosos ojos verdes.
«¡Hola, cariño!».
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