Capítulo 60:

«¡Entonces, Carolina es una total desvergonzada!», comentó Nadia soltando una fuerte carcajada. «¿Está comprometida con uno, pero casada con el otro?»

«¿Qué hacemos ahora? ¡Papá no nos quiere ayudar!», dijo Eloísa, estresada. «¡Yo quiero a Máximo, él debió ser mío desde el a principio!».

Nadia miró fijamente a la chica.

«¡Vamos a resolver todo esto, pero tienes le dejar de hacer berrinches!». Ella se acercó a su hija y la sacudió por los hombros, “Tendrías que haberte casado con antes de hablar y haberlo operado. ¡No tendríamos que pasar por este lío ahora!».

“¿Y casarme con un monstruo? ¡No! Solo imaginar a alguien deforme tocándome…» Eloisa frunció el ceño. «¡Eso sería algo absurdo! ¿Qué hay de vivir en una finca?”

«¡Ya te dije que pares con eso! Haremos que Máximo Castillo sea tuyo, ¡Pero tienes que mantener el control!». La expresión de Nadia era sombría cuando dijo: «¿Crees que llegué a donde estoy haciendo rabietas?».

«Tuviste suerte de que la madre de Carolina era una p$ta”, respondió Eloisa, sin ninguna clase de emoción.

«¡Cállate y acomoda todas tus cosas! ¡Tu cabello se ve horrible!».

La chica tragó saliva y se giró. Ella caminó con pasos largos y pesados hacia su habitación en el segundo piso. Una vez allí, se tiró rápidamente sobre la cama.

«¡Diablos!», g!mió Eloísa sobre la almohada que estaba agarrando con fuerza.

Abajo, Nadia paseaba por la casa. Recuerdos del pasado, de su época escolar, comenzaron a aparecer en su mente.

*ESCENA RETROSPECTIVA*

Cuando ella tenía ocho años, una niña con el cabello oscuro y ojos color avellana se le acercó en el patio de recreo que había en la plaza.

«¡Hola!». La niña le tendió la mano y una gran sonrisa adornaba su rostro.

«Soy Paloma, ¿Tú cómo te llamas?”.

Nadia parpadeó un par de veces confundida. ¿Por qué esa chica tan bien vestida le estaba hablando a ella?

“Em Nadia», respondió con voz temblorosa.

¡Un hombre con los mismos ojos que la niña apareció detrás de ella!

«¡Hola, hija! ¿Has hecho una nueva amiga?».

«¡Sí, papá!». Paloma miró al hombre que se había agachado para estar a la misma altura que la pequeña. «¡Se llama Nadia, y a partir de hoy, seremos mejores amigas!»

Ella quería reírse cuando la escuchó. ¿Ser amiga de esa niña vestida con ropa cara?

¿Ella, Nadia, una chica que tenía que pedir dinero en un semáforo y hasta estaba toda sucia, que solo se había parado allí para descansar un poco los pies descalzos?

«¡Oh, entonces estoy seguro de que debe ser muy amable!», habló el hombre y luego volteó su mirada hacia Nadia, «Cariño, ¿Quieres desayunar con nosotros?».

Ella tuvo que parpadear un par de veces para entender mejor, pero luego entrecerró los ojos.

«No los conozco. Ustedes son extraños», respondió la niña con desconfianza y el hombre solo se reía a carcajadas.

«Pues, tienes razón. Soy Almir, el padre de Paloma, esta niña de aquí. Y mi esposa, está allá». Él señaló a una mujer que los saludaba de lejos. Estaba sentada en un mantel y Nadia, a pesar de la distancia, notó que allí había comida.

«Mamá dijo..», empezó a decir Nadia . mirando hacia abajo, «que no puedo tener amigos».

«¡Pero yo soy tu amiga ahora!”, refutó la pequeña y le dio un beso en la mejilla, sorprendiendo a Nadia. «¡Y todo saldrá bien! ¡Te lo prometo!”.

La mirada de Almir cambió y ella pudo notar un destello de tristeza en ellos. Paloma hizo un puchero y caminó hacia la niña, poniendo sus brazos alrededor de su cuello.

*FIN DEL FLASHBACK”

«Por muestra amistad». La mujer estaba sosteniendo una copa de vino en las manos, mientras miraba al vacío, sentada sola en el sofá. Si Paloma estuviera viva, celebrarían treinta y cinco años desde aquel encuentro.

El día que cambió sus vidas para siempre.

La puerta de la casa se abrió y entró Gaspar muy borracho, con la corbata casi suelta del todo y el traje todo arrugado.

«¡Cariño, estoy en casa!», anunció, sonriendo como un tonto hacia ella. Él tiró su bolso de trabajo en el sofá y se acercó a Nadia. «¡Te extrañé!».

La mujer resopló y volvió a mirar su copa de vino.

«Ve a darte una ducha fría, Gaspar. Ven a hablarme de nuevo cuando estés sobrio».

El hombre se dejó caer en el sofá junto a ella y apoyó la cabeza en su regazo, acariciando lentamente su mejilla.

“Te amo mucho». Su voz era cariñosa y Nadia frunció levemente el ceño.

«Tal vez es que has bebido demasiado, todos modos», dijo ella en voz baja y con amargura. «Ve al baño, Gaspar, dúchate».

“Ven y nos bañamos juntos».

Al oír su pedido la mujer no pudo evitar poner los ojos en blanco. A él no le gustaba ella, le gustaba Paloma. Siempre fue así. Y tener que inclinarse ante él era humillante.

Elia se inclinó y puso su cara junto a la de él.

«Llámame por mi nombre».

El hombre parecía confundido.

«¿Qué?».

«Paloma, ¿Quién más?».

«Por mi nombre, Gaspar. Dime mi nombre».

La semana siguiente, todo parecía ir muy bien, hasta que llegó el fin de semana.

«Tal vez lo mejor sea que yo no vaya», dijo Carolina, pero Osvaldo negó con la cabeza.

«Están contando con tu presencia. Además, como no hemos anunciado nuestro compromiso en ningún evento, podemos aprovechar la oportunidad y hacerlo ahora», dijo mientras jugaba con el bolígrafo que tenía en la mano.

«Quiero decir, anunciar que no estamos comprometidos. Negarlo, ¿Entiendes?»

«Ah, sí. Pero, ya han salido varias historias de eso. Además, andaba suelto el rumor. Los niños creen que eso es todo lo que pasa y en la fiesta muchos hablaron de lo mismo. Yo los escuché».

«Diremos que todo fue un malentendido. Nada grave».

“Máximo estará ahí».

«Ya lo sé. Una razón más para que vayas y me ayudes a negar toda esta mi$rda.

“¿Quiénes saben de tu divorcio? No vi nada de eso en los medios, así que puedes fingir que nunca pasó».

«No sé. Pero ¿Cómo voy a explicar que yo, estando casada con Máximo Castillo, terminé aquí en tu casa?”.

«Encontraremos la manera de hacerlo.

Digamos que pelearon, no lo sé. Además, esa gente es muy chismosa. No necesitan saber sobre el divorcio», explicó Osvaldo.

Aunque a él le dolía tener que renunciar a Carolina, de quien se enamoró, lo haría. Ella , no era y nunca podría ser suya.

«Gracias por todo esto. Siempre has sido muy bueno conmigo”, dijo ella mirando hacia abajo.

“Es primer lugar, somos amigos, ¿Verdad?».

«Tienes razón». Carolina le sonrió, avergonzada.

Después de que la mujer se fuera, él llamó a Máximo.

«¿Herrera?». Máximo había contestado el teléfono respirando con dificultad. «¿Ha pasado algo?».

«No, solo quería preguntarte una cosa.

¿Estás bien? Parece que estás sin aliento».

«Oí que sonaba el teléfono y salí corriendo.

Estaba en el baño. Ahora, pregúntame lo que querías, porque dudo mucho que te interese saber cómo estoy». Máximo soltó una risita descarada y Osvaldo terminó sonriendo sin querer.

“Tu sentido del humor es hilarante», respondió él, pero lo que en realidad quería decir era que el hombre parecía un adolescente con sus bromas. «Quería preguntarte qué fue lo que los llevó a Carolina y a ti a separarse. Sé que eso no es de mi incumbencia, pero… puedo ver que claramente se gustan y solo sentí un poco de curiosidad. No lo entiendo».

Máximo respiró hondo y se pasó una mano mojada por el cabello. Luego se sentó en la cama con una toalla alrededor de su cintura.

“Está bien, te diré lo que pasó. Pero te lo advierto, yo era un completo idiota».

«Eso lo tengo bastante claro. Dudo que Carolina haya hecho alguna mi$rda».

«Guau, el doctor jura saberlo todo».

Osvaldo sonrió extrañamente ante eso.

«No tienes idea».

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