Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 56
Capítulo 56:
«Dios mío, niña, ¡¿Qué pasó?!», preguntó Nadia cuando Eloísa irrumpió en la casa.
«¡Esa maldita p$ta!”, Eloisa se sentó junto a su madre en el sofá con Una enorme sonrisa. «¡La p$rra de Carolina no soportaba estar sin un hombre!».
A pesar de la antipatía de Nadia hacia ella y de no haberla tratado bien, sabía que la chica era muchas cosas, pero no una cualquiera.
«¿De qué estás hablando, niña?».
“¡Hoy mismo la vi con un hombre! Estaba en un restaurante italiano”.
Nadia frunció el ceño y soltó una risita.
«¡Imposible! Se mudó a la finca con su marido, y estoy segura de que, si hubiera abandonado a ese deforme, ya nos habríamos enterado», afirmó despacio, como si Eloísa no fuera más que una estúpida. «El matrimonio de Carolina salvó la empresa».
«¡Yo sé lo que vi, mamá! Reconocería a Carolina en cualquier parte, sobre todo con esa carita que pone», exclamó Eloisa, “¡Estaba sonriendo como una idiota junto a ese hombre increíblemente atractivo! Nunca había visto a nadie como él…”.
Nadia reflexionó al oír aquella afirmación, “No puede ser. Pero lo investigaré, no te preocupes. Si esa maldita nos trae algún problema, ¡Yo me encargaré de ella!».
Eloísa sacó el teléfono del bolso y le enseñó la foto que acababa de hacer.
“Toma. ¡Fíjate si es ella! Y el hombre… ¡Vaya…, es un sueño!”, Nadia lo tomó incrédula, sin embargo, al ver la foto, no le quedó ninguna duda. A menos que Carolina tuviera una hermana gemela o una doble, Eloisa debía de tener razón.
Y el chico… ¡Era impresionante!
«Lo quiero para mí, mamá, Averigua quién es. Tiene que ser adinerado, se le nota en la ropa y en la postura», Eloísa estaba tan emocionada que ni siquiera se molestó en ver el automóvil del hombre ni nada. Y, afortunadamente, desde donde se encontraba no podía ver al bebé en el cochecito.
«Lo averiguaré todo por ti, mi amor. No te preocupes, Eres la mujer más hermosa de esta ciudad, y si hay un hombre rico y atractivo como él por aquí, ¡Te lo mereces más que nadie!»
Satisfecha con las palabras de su madre, Eloisa se marchó a su habitación, dejándola sola en el salón.
Carolina… ¡Al final, terminaste siendo una vagabunda!, pensó Nadia con amargura; sin embargo, luego sonrió, ¡Esto no hará más que demostrarle a Gaspar lo mucho que se parece a su madre, Nadia no tenía ni idea de cómo se veía Máximo Castillo ya que este procedía de una clase social mucho más alta que la suya, además Gaspar solo había estado en contacto con él debido a un negocio que le costó mucho trabajo conseguir!
Persiguió a César Castillo sin descanso hasta que obtuvo lo que deseaba, valiéndose de una relación de amistad que los padres de ambos compartieron.
Tomó su teléfono y decidió buscar por su nombre; allí estaba: Máximo Castillo. Era él. El apuesto hombre con el que Carolina cenaba felizmente era el que debió casarse con Eloisa.
Pero… ¡Estaba desfigurado!, pensó Nadia furiosa y decidió ir al despacho de Gaspar en la empresa. Desde que Carolina se casó un año antes, él estaba bastante ocupado e incluso no habían vuelto a tener contacto con la chica.
Gaspar se encontraba en un momento de mucho estrés. Aunque los Castillo habían proporcionado buenos negocios y dinero a la fábrica, la situación seguía siendo inestable. Nadia insistía en que participaran en grandes fiestas o incluso organizaran algunas ellos mismos para ayudar a Eloísa a encontrar una pareja adecuada con la que casarse.
¡Los gastos son excesivos!, reflexionó mientras suspiraba con fuerza.
En ese momento sonó el teléfono y, al pulsar el botón, resonó la voz de su secretaria, “Señor Navarro, su esposa está aquí. ¿Puedo dejarla pasar?». Nadia no tenía permiso para entrar cuando quisiera, salvo en casos de vida o muerte.
“Si, puede».
Esperó un momento y pronto se abrió la puerta, dejando ver a su hermosa esposa.
Gaspar la encontraba estupenda, sin duda, pero a pesar de haber sido su pareja durante muchos años, no la amaba. Su amor lo había reservado enteramente para la madre de Carolina, y sabía que Nadia era consciente de ello, aunque nunca lo hubiera mencionado. Por eso no la culpaba por castigar excesivamente a su hija a veces.
“¡Hola, mi amor!”, exclamó Nadia con una gran sonrisa, y a Gaspar le recorrió un escalofrío por la espalda. Cada vez que ella sonreía de ese modo significaba que tendría que pasar un mal rato, desembolsar mucho dinero o incluso ambas cosas.
“¡Hola! ¿A qué debo el honor de tu visita?», preguntó él, tratando de no parecer grosero, aunque lo cierto era que no estaba de humor para ella.
«Encontré la pareja perfecta para nuestra hija», respondió la mujer.
Gaspar enarcó una ceja.
«¿Así de fácil?»
“Debería haber sido para ella desde el principio. Es Máximo Castillo».
«¡¿Cómo?!”, cuestionó Gaspar, inclinándose hacia delante sobre la mesa como si eso fuera a cambiar lo que había oído. «Un momento, ¿Estás hablando del esposo de Carolina?».
“¡Exesposo!»
«Nadia, ¿De qué mi$rda hablas? Si se hubieran divorciado, lo sabría, ¿No crees?».
“¡Está bien, futuro exesposo! Ya está, ¿Contento?», replicó ella, disgustada por la falta de tacto de su marido. «Gaspar, lo vieron aquí en la ciudad, ¡Y ya no está desfigurado!».
«¿No lo está?”, su voz salió asombrada. «Aun así, ya está casado. ¿Por ¡Qué se divorciaría? De no ser feliz junto a ella, y considerando que tiene muchísimo dinero, ya la habría dejado».
«Se habrá acostumbrado. Además, tu hija no es ninguna santa. ¡Ella sabe bien cómo retener a un hombre!”, comentó Nadia. La expresión ,de su esposo cambió por completo.
«Gaspar, ¿No ves que es nuestra oportunidad? Eloísa necesita de un buen esposo, ¡Y Máximo Castillo es el mejor partido! Carolina hizo su parte por nuestra familia, pero recuerda que él ya estaba comprometido con nuestra hija. Eloisa es la verdadera Señora Castillo».
Gaspar hizo una mueca, Esto no le gustaba. Máximo Castillo, por lo que él sabía, era un hombre de negocios que no se conformaba con poco. Por supuesto, muchas cosas habían cambiado desde su accidente, pero continuaba siendo un empresario despiadado que ni siquiera necesitaba presentarse en sociedad.
¿Y ahora Nadia quería que Gaspar, quien no poseía ni la décima parte de ese prestigio, se las ingeniara para romper el matrimonio?
“Nadia, si utilizo esta información, ¿Qué crees que hará? ¿Piensas que tras un año de mentiras obtendremos un buen resultado? No sé cómo Carolina ha logrado tranquilizar a ese demonio, ¡Pero no quiero problemas! Si se enojan, pueden abandonar a Carolina, así como despreciar a Eloísa. Y nosotros, Nadia, ¡Sufriremos!».
Con el rostro encendido por la furia, ella salió del despacho de su marido.
«¡Ah, pero esto no se quedará así! ¡Si este inútil no hace algo, lo haré yo!.
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