Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Por la mañana, los niños fueron a la escuela y Osvaldo tuvo que salir para ocuparse de unos asuntos, dejando a Carolina sola con Bernardo, quien se encontraba inquieto. Su teléfono empezó a sonar, pero ella ya sabía quién era, Mirando el identificador de llamadas, confirmó.
«Hola, Máximo”, dijo viendo con ternura al bebé. Por su parte, al escucharlas risitas del pequeño, el padre sonrió.
«¡Buenos días, cariño!», saludó, lo que provocó un suspiro por parte de Carolina.
«No me llames así. Estoy comprometida, Máximo”, lo regañó, y él dejó salir un resoplido.
“Está bien, aunque no me disculparé por ello. Te amo, y los dos sabemos que tu compromiso no tiene nada que ver con los sentimientos”.
“¡Máximo!».
«Quieres a los niños, no a ese tal Osvaldo. A quien amas de verdad es a mí, por mucho que lo niegues».
Ella emitió una risita llena de disgusto, «¡Qué engreído eres!».
Él se encogió de hombros.
«Es la verdad. ¿O vas a decirme que no me quieres?», Ella permaneció en silencio, y Máximo sonrió al otro lado de la línea.
“¿Me llamas para esto?», preguntó molesta, ante lo que Bernardo hizo una mueca. «No, mi vida… mamá no está enfadada contigo».
«Déjame hablar con él».
Aunque Carolina negó con la cabeza, Bernardo lloraba, lo que Máximo le pedía.
En cuanto el bebé calmarse, por lo que hizo escuchó su voz, empezó a calmarse.
¡Pequeño traidor!, pensó dirigiendo una mirada divertida hacia este.
Al oír que Máximo le hablaba con cariño, no pudo permanecer indiferente. En cuanto el bebé estuvo más tranquilo, apartó el teléfono, sin embargo, volvió a hacer muecas.
«Bien…, realmente es tu hijo, ¿No?», comentó Carolina, por lo que Máximo se echó a reír.
«Quiero verlos», respondió.
«Bueno…» Carolina miró al recién nacido, que estaba tratando de alcanzar el teléfono.
«Está bien. Los niños irán a clases de idiomas al salir de la escuela, y Osvaldo no almorzará en casa, Le avisaré y nos vemos. ¿Dónde?», Si bien a Máximo le desagradó que tuviera que preguntarle a Osvaldo, era consciente de que Carolina actuaba siempre con honestidad.
¡Fui un imbécil al dudar de ella! ¡Ahora estoy metido en este desastre!, reflexionó con amargura,
«¿Puedo pasar a buscarte?», preguntó.
Carolina no estaba segura de que fuera una buena idea, de todos modos, sabía que Máximo no la obligaría a nada, Aunque pudiera ser un imbécil en ocasiones, nunca sería el tipo de sinvergüenza capaz de forzar a una mujer, Además, llevaría al bebé con ella.
«De acuerdo, Nos vemos en una hora y media. Te mandaré un mensaje con la dirección», respondió.
Luego colgó, por lo que Máximo hizo un gesto de dolor mientras veía el teléfono.
¡Al menos debería mandarme un beso!, pensó, antes de sonreír satisfecho porque vería a su hijo y esposa. ¡Solo espera, Osvaldo! ¡Carolina será mía otra vez!
Carolina comenzó a prepararse, aunque no se puso demasiado elegante. No quería dar una impresión equivocada. Tenía que hablar con Osvaldo. Sabía que no era justo para él, sobre todo con Máximo cada día más cerca.
¿Y si no puedo resistirme?, se preguntó mientras se peinaba. Había muchas posibilidades de que eso ocurriera. ¿A quién estoy engañando?
Si Máximo se esfuerza un poco más, ¡Terminaré cediendo!, Bernardo llevaba un adorable traje de marinero y parecía saber con quién se encontrarían, ya que el niño estaba alegre.
Osvaldo no puso objeciones cuando Carolina le dijo que iba a salir con Máximo para que pudiera ver a su hijo. Después de todo, era padre también y comprendía la situación, aunque una voz en el fondo de su mente le decía que Máximo Castillo no se merecía tanta amabilidad.
Pero yo no puedo hacer nada. Carolina me preguntó y no quiero portarme como un tirano, pensó con tristeza.
Se escuchó un bocinazo, por lo que Carolina se levantó del sofá con el pequeño. Abigail se acercó a ella.
«Perdona que te pregunte, pero ¿Ese es el padre de Bernardo?».
«Sí, Abigail, Quiere pasar más tiempo con su hijo».
«¡Pero si ni siquiera te visitó una vez!”, exclamó, luego bajó la cabeza.
«Perdón por hablar fuera de lugar. Es que… le gustas mucho al jefe».
Carolina le sonrió para tranquilizarla, «Y él me gusta mucho, Abigail. No te preocupes, no quiero herir a Osvaldo de ninguna manera”, La mujer asintió a la vez que abría la puerta y acomodó el bolso del bebé en el hombro de Carolina.
Máximo se encontraba en un auto deportivo, usando unos lentes de sol y con el cabello un poco alborotado. Carolina respiró hondo y se mordió el labio mientras lo admiraba vestido con una camisa blanca, las mangas enrolladas hasta los codos, los botones de arriba desabrochados y una sonrisa en los labios.
¡Ese hombre es una tentación!, se dijo con pesar.
Ya se había bajado del automóvil y le abría la puerta.
«Déjame sostener a Be».
«Máximo… no podemos ir en este auto», declaró ella.
«¿Por qué?», cuestionó. Cuando miró hacia el vehículo, se dio cuenta de su error.
«¡Ah, mi$rda! La silla no entra», El automóvil que eligió era veloz, hermoso y con asientos de cuero. Sin embargo, la parte trasera era angosta por lo que no cabría la sillita.
«Podemos pedir un taxi», sugirió ella, viendo lo frustrado que se encontraba. Máximo se volvió hacia Carolina, quien vio brillar sus ojos verdes esmeralda.
«Perdóname, mi amor. Yo… no pensé en el tamaño del asiento del bebé. Es la primera vez que recojo a Bernardo, ¡Y ya lo arruiné!».
“Llamaré a un taxi».
«¡No!”, protestó él y le tomó la mano. «Déjame arreglar el problema».
Carolina vio cómo Máximo sacaba el móvil del bolsillo y tuvo que apartar la mirada, llena de vergüenza por haber estado espiando de algún modo. Incluso si el pantalón no le quedaba ajustado, continuaba adecuándose a su cuerpo perfectamente, el cual era grande en todos los sentidos. Aunque, comparándolo con sus recuerdos, parecía haber adelgazado un poco.
Quizá fue porque estuvo hospitalizado, dedujo.
“Alguien vendrá a recogernos”.
«¿Qué quieres decir?», “El conductor, cariño.
“Me traerá un auto más grande y llevará este a casa», Normalmente, el antiguo Máximo conducía una camioneta y vestía ropas más rurales, Carolina seguía encontrándolo atractivo en la actualidad, sin embargo, cuando se fijaba en este y en el tipo de vehículo que manejaba en la actualidad, notaba la diferencia entre uno y otro con facilidad.
“¿Está todo bien?», le preguntó, frunciendo el ceño.
“Todo está muy bien». Ella sonrió, pero Máximo no estaba convencido.
Decidió no hacer más preguntas para no molestarla, aunque no dejó de vigilarla.
Poco después llegó el chófer y les entregó una furgoneta en la que acomodaron al pequeño Bernardo en la parte de atrás.
«Vamos a comer a un restaurante italiano, ¿Qué te parece?», le preguntó, y entonces se dio cuenta de que no lo había comentado con ella antes, tenemos que conversar más seguido; no puedo decidirlo todo por ella.
“¡Me encanta!”, Carolina solo había probado la comida italiana unas pocas veces, cuando se hizo amiga de una mujer en una tienda donde solía trabajar antes de casarse.
Hasta que descubrieron quién era en realidad, gracias a su hermanastra, y la despidieron, La compañera de trabajo siempre traía algo italiano y lo compartía con ella.
“Cariño, ¿Estás bien?», preguntó Máximo. «Pareces incómoda, ¿Hice algo mal otra vez?».
«¡Ah, no!, no es nada de eso… Máximo, ¿Qué te dije de llamarme cariño y mi amor?»
«La fuerza de la costumbre», afirmó, “Además, eres mi amor».
«Ni siquiera te pareces a ti mismo…, actuando tan lindo y…”. Ella hizo una mueca divertida, por lo que Máximo se echó a reír.
«Soy muy lindo, ¿Sabes?», dijo, a lo que Carolina sonrió.
Tenía mucho mejor aspecto que antes y, a pesar de que no era exactamente el Mismo que conoció en la finca, se alegró de que ahora fuera menos como un hombre de las cavernas.
Una vez en el restaurante, ella se sintió aliviada al ver que no era un lugar lujoso. A pesar de que se había dado cuenta del nivel social de su exesposo, no lo consideró al elegir el sencillo vestido naranja que llevaba.
«Máximo, ¿Me veo bien para entrar aquí?», preguntó mientras sacaba al bebé del coche.
«Estás perfecta, Carolina». La miró de arriba abajo. «Como siempre».
La recepcionista los atendió con gran amabilidad y los condujo a una zona más privada, ya que el restaurante no disponía un espacio para invitados exclusivos.
«Gracias», comentó la muchacha, devolviéndole el menú al camarero al tiempo que dirigía una mirada a Máximo, Mientras hablaban, alguien los reconoció.
«¿No es Carolina? ¿Y ese hombre que está con ella? Vaya, ¡Qué atractivo! Pero claro, esa z%rra no se quedaría con su marido deforme, ¿Verdad? ¡Es una hipócrita!»
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