Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 57
Capítulo 57:
Carolina miró su reloj de pulsera y dijo “Gracias por el almuerzo, Máximo, pero tengo que irme».
«Oh… me encantó poder estar cerca de ti y de muestro bebé. Mi abuela y mi padre quieren verlo».
Y Máximo no deseaba separarse de ella, sobre todo porque se dirigía a la casa de otro hombre. Los celos volvieron a invadirlo al pensar en que tal vez Carolina se hubiera ¡Acostado con Osvaldo! Sin embargo, sabía que no tenía derecho a entrometerse.
«¿Máximo?», lo llamó esta al percatarse de su mirada distraída y agitó la mano frente a él para captar su atención.
«¿Qué pasa? Ah… perdona, me he perdido un momento», contestó él, moviéndose incómodo en la silla.
«Pusiste una cara extraña. ¿Está todo bien?»
“Si. Pediré la cuenta y te llevaré a casa».
Sonrió con tristeza e inmediatamente apartó la mirada para buscar al camarero.
Pronto estuvieron en el vehículo, pero Maximo no encendió el motor. En lugar de eso, respiró profundo.
«Si quieres, puedo pedir un taxi, Máximo. No me parece que estés bien», señaló ella, mirándolo con preocupación mientras le ponía la mano en el hombro.
En ese momento, ambos se sintieron atraídos en una por el otro, y fue como si el tiempo se hubiera detenido allí mismo.
Máximo se inclinó para besarla y Carolina pareció hipnotizada, incapaz de retroceder.
Una voz dentro de su cabeza le dijo que debía alejarse, sin embargo, no pudo. ¡La mano de Máximo le acarició la mejilla y ella cerró los ojos, esperando el beso!
En cuanto sus labios se encontraron Carolina pensó que se desvanecería en el acto. Máximo correspondió sintiendo ganas de llorar de emoción por poder besar a la mujer que tanto amaba.
Profundizaron y Máximo comenzó a besar el cuello de Carolina, pero alguien golpeó la ventanilla del automóvil, haciéndolos retroceder.
Él se volvió con los ojos llenos de furia, bajó a ventanilla y se encontró con un hombre de mediana edad que tenía una mirada severa.
“¿Te vas o no, amigo? ¡Estoy esperando el aparcamiento!»
Por su parte, Carolina tosió desviando la mirada, incómoda.
Máximo tenía los dientes apretados y encendió el vehículo.
“Sí, ya nos vamos», respondió Máximo.
¡Qué imbécil! ¡Maldito aguafiestas!, pensó, irritado.
«¿Estás llorando?», preguntó ella, notando el cambio en sus ojos.
Rápidamente Máximo giró la cabeza para encarar a la muchacha y luego volvió la vista al frente.
«Sí, no pude evitarlo al besarte después de tantos meses», admitió sin ninguna vergüenza. «Me estoy volviendo un llorón, ¿Y sabes lo que eso significa? «.
Le sonrió a Carolina, quien puso los ojos en blanco, esperando alguna de sus habituales ocurrencias.
«No, ¿Qué significa?».
«Que necesito tus pechos para chuparlos», respondió él.
«¡Máximo!», exclamó ella, golpeándole el y brazo. Él no pudo evitar soltar una carcajada, y pronto ambos estaban riendo.
«Eres un imbécil, ¿Lo sabías?».
«Lo sé, pero sigues amándome», dijo él, ensanchando su sonrisa.
«Claro que sí», le contestó, después abrió los ojos, sorprendida. Máximo se alegró.
«Eso fue muy bajo de tu parte».
«¿Y qué? Saber que me sigues amando lo es todo para mí. Y yo te quiero con locura», afirmó. «No podemos seguir así, Carolina. Sé que hay niños de por medio, ¡Pero nos amamos! Además, ¡Tenemos un hijo juntos!”.
Ella suspiró, sabiendo que él no se equivocaba.
«Tengo miedo, Máximo. Aunque hable con Osvaldo y ponga fin al compromiso, eso no significa que vaya a estar contigo. Me asusta que hagas lo mismo a la primera sospecha».
Él se detuvo en una calle cercana a la casa de Osvaldo, se desabrochó el cinturón de seguridad y se volvió para enfrentarse a su exesposa.
«Te amo, Carolina. Creía saber cuánto, pero me equivocaba. Te amo mucho más que eso», confesó tomándole las manos y mirándola con intensidad a los ojos.
«Me equivoqué, no una ni dos, ¡Sino tres veces!, si contamos lo estúpido que fui al darte joyas como pago. Y me arrepiento muchísimo».
Necesitó tomar aire antes de continuar.
Carolina contuvo la respiración mientras su corazón le palpitaba deprisa.
«Bernardo y tú son mi razón de vivir. No me hice únicamente la cirugía plástica, conseguí ayuda psicológica, y aún la recibo para lidiar con todo lo que se alojó en mí durante tanto tiempo. Siento haberte hecho daño a lo largo del camino. No puedo prometerte que no volveré a lastimarte, pero sí que haré todo lo posible para que a partir de ahora tengas p solo sonrisas».
Se inclinó despacio para darle a Carolina la oportunidad de apartarlo, cosa que ella no hizo. En lugar de eso, le sujetó por el cuello con una mano y lo acercó para besarlo.
«Máximo». Se apartó sonriendo. Él tenía los ojos entrecerrados, embriagado por la sensación de los labios.
«Lo sé. Y todo lo que te dije es verdad».
«Tengo que irme» replicó.
«No tengo ninguna duda de que lo es. Pero si te doy otra oportunidad y vuelves a lastimarme, te juro que esta vez desapareceré sin dejar rastro», sentenció la muchacha con seriedad, haciéndole saber que era su última advertencia.
«Hablaré con Osvaldo. Hasta entonces, mantendremos cierta distancia”.
«Eso no me gusta».
«No tiene por qué gustarte», replicó Carolina, sonriendo.
“Eres atrevida, me encanta». Él esbozó su media sonrisa, la que ella adoraba. «Tendré que lavar esa boca tan bonita que tienes. Creo que sabes cómo».
«¡Máximo! Bernardo está en el auto».
Él dirigió la mirada hacia su hijo, que parecía prestar atención.
«No entiende lo que decimos. No te preocupes, lo único que hago es darle un buen ejemplo de cómo debe tratar a las a mujeres», añadió, poniendo en marcha otra vez el automóvil hasta detenerse frente a la casa de Osvaldo. Por supuesto, no intentó besar de nuevo a Carolina.
Sería demasiado atrevimiento, y aunque no le gustaba que aún tuviera un prometido, era consciente de que aquel hombre había ayudado mucho a su exesposa. No se merecía eso.
“En cuanto hable con él y todo se resuelva, te aviso», le aclaró.
“¿Y qué pasa con mi abuela y mi padre?”.
“Bueno…, programaremos una reunión para que vean a Bernardo”.
Carolina abrió la puerta trasera del coche; Máximo permaneció a su lado.
«¡Hasta pronto, hijo!». Besó la parte superior de la cabeza del niño. «¡Y hasta pronto, mujer de mi vida!».
Se retiró cuando Carolina entró en la casa, donde Osvaldo ya la esperaba.
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