Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 52
Capítulo 52:
¡Esa voz que le llenaba los pensamientos y sueños tanto de día como de noche!
“¿Eres tú?», preguntó la pelirroja, y Carolina alzó una ceja. ¿Se conocían?
«¡Señor Castillo!”, exclamó el gerente, haciendo una rápida reverencia.
“Ya me estoy encargando de la situación. Le pido disculpas. La señorita con los niños ya se iba».
Aunque Carolina aún no había mirado hacia Máximo, respiró hondo y se volvió hacia él. Su sorpresa fue abrumadora. No llevaba máscara.
Él era… era…
«¿Máximo?», preguntó llevándose la mano a la boca. «¿Eres…?».
«¿Qué estás haciendo?», interrumpió la pelirroja, agarrando a Carolina del brazo. «¡No te atrevas a usar su nombre para fingir que lo conoces!»
«¿Y quién dijo que no lo conozco?».
La mujer se burló mirando a Carolina a los ojos, «¡Ay, por favor, ya basta! Yo soy…”
«Mi exprometida», intervino Máximo, y a lo que ella asintió con la cabeza, “¡Tenemos una historia!»
«Carolina es mi exesposa, Jade. La madre de mi hijo».
«¡Oigan!». Tonny finalmente habló. Había estado tratando de no involucrarse en la conversación de los adultos, como le enseñaron; sin embargo, no comprendía lo que estaba sucediendo.
Máximo miró al niño y le dedicó una leve sonrisa, en seguida volvió a centrar su atención en las dos mujeres.
«¿Hi-hijo?», inquirió Jade, posando los ojos en el bebé dormido. Sí, el pequeño se parecía por completo a Máximo. «Amor, ¿Qué estás diciendo?».
Al oír esa palabra, Carolina quiso abofetearla y tomarla del cabello; Máximo se dio, cuenta ya que cuando se enfadó e intentó controlarse, sus labios se entrecerraron en una fina línea y apretó los puños a los lados, temblando de furia.
«No soy tu amor. Ahora…». Se volvió hacia el gerente, que parecía confuso. «No apruebo este tipo de trato hacia mis clientes, Señor Bravo».
«Lo siento, señor, pero…”.
«Ni siquiera intente justificarse. Permitió que se cometiera una injusticia porque piensa que el estatus de una persona es mejor que el de la otra. No lo toleraré, Preséntese en Recursos Humanos”.
“¡Señor!».
«No lo repetiré». Máximo mantuvo la calma y Carolina quedó impresionada.
Siempre la había encontrado atractivo y maravilloso, pero ahora, empezaba a sentirse inadecuada a su lado. Mirando de reojo a Jade, no podía comprender por qué Máximo se había fijado en una mujer como ella.
«¡Máximo, estás diferente! Me alegro muchísimo», exclamó Jade, acercándose a él, quien la apartó de un empujón.
«No me interesa tener ningún contacto contigo. Ahora, por favor, sal de mi restaurante».
Carolina se sorprendió una vez más. ¿Su restaurante? ¿Su exesposo era el dueño?
«¿Máximo?». Jade dirigió la mirada a Carolina al igual que a los niños.
«Mi amor…, ¿Cómo puedes hablarme así?».
Él se acercó a Carolina y le rodeó el hombro con el brazo, provocándole un estremecimiento que también sintió.
«¡Seguridad!», llamó mientras Jade se horrorizaba.
«¡No es necesario que hagas esto! Me voy; pero Máximo, tenemos que hablar».
Se dio la vuelta y se alejó pisando fuerte.
«¿Eres el papá de Be? Pero… ¡Es nuestro hermano!», gritó Tonny, por lo que Máximo e inclinó para ponerse a la altura del niño. Después de todo, era e y mirar a un hombre de casi dos metros de altura resultaba difícil.
«Soy su padre, sí. Sin embargo, eso no significa que no seas su hermano. La familia es algo más que simples vínculos de sangre. ¿No consideras a Carolina tu madre?».
El chico asintió con una sonrisa.
«¿Te llevas a mamá contigo?» sollozó Bia. Máximo no tenía experiencia con niños.
«No, no funciona así».
Se levantó mirando hacia el cochecito, donde Bernardo ya estaba despierto y observando.
Máximo esbozó una amplia sonrisa, al tiempo que las lágrimas empezaban a nublarle la visión. Aunque deseaba levantar al niño, miró primero a Carolina, quien accedió.
«No… no sé cómo sostener a un bebé», declaró en un murmullo.
«Déjame…». Carolina se acercó a él y tomó al pequeño, para colocarlo en los brazos de su exesposo. «Máximo, tengo que dar de comer a los niños”.
«Por supuesto, vamos», respondió él empezando a caminar, con mucho cuidado ya que llevaba a Bernardo, Mientras se dirigían a la sección privada, Máximo olfateó el olor del bebé. Besó la parte superior de su cabeza, sintiendo el calor y la suavidad de la piel.
Soy el padre del precioso pequeño. ¡Lo hice junto con Carolina! Y es el primero de muchos, pensó sintiéndose feliz y en paz, algo que no había experimentado desde hacía largo tiempo.
Una vez instalados en la sala exclusiva, el camarero Los atendió con amabilidad. Los pequeños quedaron fascinados por los numerosos cuadros de las paredes.
«No era así como planeé reencontrarme contigo después de tanto tiempo», dijo Máximo. «Todavía no estoy recuperado del todo, pero necesitaba de algo aquí. El destino nos ha reunido de nuevo”.
Mientras hablaba, contempló a Bernardo entre sus brazos.
«Te operaste la cara». Deseaba tocarle la piel, no obstante, sabía que podría ser un acto grosero. «¿Por qué?».
«Porque era poco atractivo», afirmó. Antes de que Carolina pudiera decir nada, él se sintió obligado a explicarse: «Necesitaba mirarme al espejo y verme como alguien digno de ti».
«¿De qué estás hablando? Yo… te dije que eso no me importaba».
Intentó mantener la voz baja para no alarmar a los niños.
«Lo sé, pero me afectaba. Me hacía sentir inseguro, por eso decidí cambiar».
Los niños volvieron corriendo en cuanto llegó la comida. Carolina les sirvió y luego tomó al bebé en su regazo, «Tengo que amamantarlo», explicó. La mirada de su exmarido se desvió hacia sus pechos, que eran más voluminosos que antes. «¿Máximo?».
«Lo siento…, es que…. quería ver cómo se encontraban”, y en cuanto ella empezó a desabrocharse la blusa, él se relamió. «Cariño, quiero hablar contigo más tarde».
Carolina le dirigió una rápida mirada al tiempo que asentía, luego volvió a centrar su atención en los niños y en el recién nacido que alimentaba.
Una vez que terminaron, Máximo los acompañó a la heladería.
«Tenemos que irnos ya. Gracias por todo», dijo Carolina, con el corazón encogido.
«Te llamaré más tarde, ¿De acuerdo?».
La besó en la mejilla y la muchacha tuvo que morderse el labio para que no se le escapara un g$mido. Máximo sonrió para sí mismo, al darse cuenta de lo mucho que seguía afectándola.
«Está bien…”
«Te amo, Los amo a ti y a nuestro hijo».
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