Capítulo 53:

Carolina se sintió extraña al volver a casa, pues sus pensamientos seguían consumidos por el apuesto hombre de cabellos dorados y ojos verdes como esmeraldas. Aunque continuaba siendo impresionante, algo en él le parecía diferente, como si fuera una persona totalmente nueva.

Qué raro, pensó, sonriendo para sus adentros. Hasta entonces se había acostumbrado a que llevara máscara y siempre le pareció atractivo.

Sin embargo, al verlo sin ella, comprendió por qué se sentía tan inseguro después del accidente. Máximo era perfecto, e incluso con algunas marcas en la cara, su aspecto era infinitamente diferente al de antes. Si yo cambiara tanto después de un accidente, me sentiría igual.

«¡Carol!”. Tonny le tiró de la manga, sacándola de su ensoñación.

Parpadeó un par de veces y echó un vistazo alrededor. «Ya llegamos… ¿Estás bien?».

El niño la miró con preocupación, por lo que ella arrugó la frente. Lo último que Carolina deseaba era preocupar a los pequeños.

«Estoy bien, cariño. Vamos dentro para que puedan darse un baño».

Oyó un g$mido por parte de estos, aunque pudo ver una leve sonrisa en sus labios.

Cuando llegaron, el conductor abrió la puerta y la ayudó a salir. Ella se había sentado en el asiento delantero y los tres niños, en el trasero, abrochados en sus sillitas. Tomó el portabebés de Bernardo, luego siguió a Bla y a Tonny al interior.

Osvaldo se encontraba en su despacho, como de costumbre, pero algo le preocupaba. Mientras estaba trabajando, recibió un correo anónimo que no se atrevió a abrir.

Después, su teléfono recibió un mensaje de texto de un remitente desconocido, aconsejándole que comprobara los archivos adjuntos del correo electrónico para ver quién era en realidad su prometida.

Aunque no quiso echar un vistazo, más mensajes inundaron su teléfono hasta que alguien le envió las fotos.

En ellas aparecía Carolina con un hombre alto de cabellos rubios, vestido con un traje claramente hecho a medida y de materiales caros.

La miraba con amor, sosteniendo en brazos al bebé y charlando con los propios hijos de Osvaldo. Se puso rojo de ira.

No… Carolina nunca pondría en peligro a mis niños, pensó, tratando de calmarse.

La conocía lo suficiente, No le fue difícil deducir que el hombre de las fotos era Máximo Castillo, su exesposo, Ahora no tenía las cicatrices de las que la gente hablaba. El hombre era de un atractivo impresionante, por lo que Osvaldo esbozó una sonrisa de tristeza al sentirse derrotado.

Durante el tiempo que pasó con la muchacha, empezó a florecer un sentimiento diferente al que pensaba tener. Ahora, al ver a su rival, se desanimó por completo. No era solo por la apariencia; Osvaldo era consciente de que Carolina amaba a aquel hombre.

De pronto alguien llamó a la puerta al mismo tiempo que se escuchaba la voz de Carolina, «Pasa», dijo él, observándola con atención.

Estaba tan preciosa como siempre, con el rostro ruborizado.

«¿Qué tal el paseo?», le preguntó, dando un sorbo a su bebida.

“Estuvo bien», respondió la chica, pasándose la lengua por los labios rojos, humedeciéndolos. Ese movimiento hizo que Osvaldo sintiera algo en el bajo vientre. Quería besarle los labios.

«Necesito hablar contigo”.

Trago saliva, preguntándose si estaba allí para decirle que lo dejaría para volver a estar con Máximo.

«¿Sobre qué?», inquirió, sintiendo que la voz le salía un poco rasposa, y le indicó con un gesto que se sentara frente a su escritorio.

“Es sobre el paseo», le contestó ella sentándose. «Me encontré con mi exesposo».

Osvaldo enarcó las cejas. ¿Debía decirle que ya lo sabía, revelar el mensaje anónimo o fingir que recién se estaba enterando? Como Carolina siguió hablando, con cara de intranquilidad, decidió guardar silencio.

«Quería ver a su hijo. Sabes que he estado haciendo videollamadas con él, ¿Verdad?». Sí, claro que lo sabía y además lo presenció varias veces.

Ella nunca aparecía en los vídeos, solo el niño. «Bueno, él y yo nos encontramos por casualidad y quiere ver a Bernardo más a menudo”.

Osvaldo podía fingir que era el padre del niño, aunque no lo era.

Bernardo tenía uno biológico, y no había nada que él pudiera hacer para cambiarlo.

«Tiene derecho, desde el punto de vista legal», afirmó Osvaldo, por lo que Carolina asintió con una leve inclinación de cabeza.

«¿No quieres eso?», Ella suspiró profundo antes de alzar la vista hacia su prometido.

“Me gustaría tener un poco más de espacio, pero sé que Máximo tiene ese derecho».

“Carolina…, ¿Puedo preguntarte algo? Por favor, sé sincera», pidió Osvaldo.

Si bien le pareció extraño su comportamiento, ella asintió de todos modos, «Por supuesto, pregunta”.

“¿Piensas reconciliarte con tu exmarido ahora que ha vuelto y parece dispuesto a recuperarte?»

“¿¡De qué hablas, Osvaldo!?», cuestionó Carolina, desconcertada.

“Máximo me lastimó demasiadas veces, y yo no dejaría todo por él. Me… me gustas, también amo a los niños”.

Osvaldo no pudo evitar notar la diferencia, Él le gustaba y en cambio amaba a los niños. Aquello respondió varias preguntas. Sin embargo, quería ser egoísta por una vez. Lo correcto sería que pusiera fin a su relación de pareja y la dejara ir tras lo que su corazón deseaba. Pero…

¿Y qué había de su propio corazón, que anhelaba algo diferente? Él estaba dispuesto a competir por ella, aunque pudiera ser difícil.

“¿Seguirás siendo mi prometida entonces?», le preguntó; Carolina vio la chispa de esperanza en sus ojos.

«Sí»

Él espiró hondo, sintiéndose como sí hubiera recibido una noticia maravillosa. Después se acordó de algo: Carolina se había acercado para hablar con él sin ocultarle nada. ¿Por qué iba a hacerlo por su parte? No… era mejor jugar siempre limpio.

«Quiero que veas una cosa. Ven aquí, por favor», dijo él extendiendo la mano. La muchacha comprendió que quería que se pusiera a su lado, lo cual hizo.

Osvaldo abrió los mensajes de su teléfono y se lo enseñó todo a Carolina, que se llevó las manos a la boca, «¿Me… me están siguiendo?”, preguntó horrorizada, a lo que Osvaldo asintió.

«Pero no por mí, te lo juro. Esto lo recibí mientras trabajaba. No sé quién Lo envió», Carolina retrocedió un poco, pensativa.

«Esto es peligroso. Andaba con los niños y no sabemos quién puede estar detrás de esto, Parece inocente, pero…”

“Pensé en una persona. Pero podría no ser ella», explicó Osvaldo, con el nombre de Elizabete en su mente, «No te quiero incomodar, pero prefiero que te acompañen dos guardias de seguridad, ¿Estás de acuerdo?”

Carolina asintió en seguida y salió del despacho para ocuparse de sus tareas cotidianas, Cuando llegó la hora de la cena, Bia se encontraba contenta, cosa que su padre notó.

«¿Todo esto es por el paseo de hoy?», preguntó emocionado, notando cómo Tonny arrugaba la nariz.

«¡No para de hablar de eso!», El niño puso los ojos en blanco y miró aburrido a su hermana.

«¿Se puede saber de qué se trata?», se interesó Osvaldo.

«¡Papi…, quiero un príncipe para mi cumpleaños!”, dijo ella, sonriendo.

La fiesta de la pequeña era dentro de una semana.

«¿Un príncipe?». Osvaldo sonrió a su hija. «Por supuesto, te buscaré uno”.

«¡Ya tengo un príncipe, papá!», exclamó ella, y sus mejillas enrojecieron.

Osvaldo pensó que podría ser alguien de la escuela, por lo que dirigió una mirada divertida a su hija.

«¡Qué alivio! ¿Y quién es?».

«¡El amigo de Carol!»

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