Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 50
Capítulo 50:
Luego de haber tenido una conversación con Osvaldo, Yolanda fue a visitar a Máximo, quien se estaba recuperando bastante bien. Esta sería la última cirugía. Después de eso, tan solo le momento, esperaban un seguimiento médico y mucha fisioterapia.
«¡Abuela! ¿Cómo se encuentra papá? Y… ¿Has tenido alguna noticia de Carolina?», preguntó el joven de inmediato.
La anciana aún no le había contado acerca del nacimiento del niño, pero lo haría en ese momento.
“Tu padre está ahora en casa, lo mejor posible. En cuanto a Carolina…”
En ese instante, los ojos de Máximo se llenaron de miedo.
«¿Acaso sucedió algo? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo está mi esposa?
¿Y mi…”
«Él ya nació. El bebé ya nació», respondió la mujer.
Tras ello, hubo un largo silencio. El hombre no sabía si llorar o reír. Era su hijo. ¡Su hijo ya había nacido!
«¡Quiero verlo ahora! ¡De verdad tengo que hablar con Carolina! ¡Ella debe estar cansada, dicen que los bebés dan mucho trabajo!”.
«Su prometido la está ayudando en todo, estoy segura de eso», dijo Yolanda y Máximo hizo una mueca.
«En realidad, ni siquiera puedo desearle el mal parque Carolina debe estar necesitada de ayuda en un momento como este. ¡Pero podría ser Bastian quien esté con ella! O… ¡O tú!», exclamó él. Sin embargo, Bastian estaba enfermo y no fue a visitar a Carolina y al bebé tampoco, por supuesto.
«¡Ya basta, Máximo! Yo hablé con el Señor Herrera y vamos a hacer una cita para que pueda hablar con Carolina y ver al niño”.
«Pero yo también quiero verlos, abuela. Por favor”, pidió el joven, suplicando, con los ojos llorosos, y agregó: «¡Ya no aguanto estar más tiempo alejado de ella! Y de nuestro hijo… yo no lo conozco. Tan solo vi las fotos de los ecos que me mandó Bastian».
«Voy a hablar con ella, ¿Está bien? Y tú, todo lo que tienes que hacer es centrarte en recuperarte pronto. Todavía faltan algunos meses antes de que puedas salir a la calle», argumentó la anciana.
«Sí, Lo sé, abuela. Y de verdad confío en que todo saldrá bien. El hecho es que Carolina y yo nos amamos, yo sé que ella todavía me ama”.
…
Cuando el bebé cumplió un mes, Yolanda se encontraba esperando en un café no muy lejos de la mansión Herrera. Ella le había pedido a Osvaldo que hablara con Carolina y él lo hizo.
«Señora Castillo”, dijo Carolina, y la anciana se puso de pie de inmediato, dándose la vuelta y abrazando a la chica.
“¡Mi niña!», pronunció ella, apretando a Carolina, quien le correspondió con la misma intensidad.
«En serio te extrañé, Yolanda”, dijo la joven y se sentó. Ella quería saber cómo estaba Máximo, pero prefirió no preguntar directamente, así que tan solo dijo: «¿Cómo están todos?”.
No obstante, Yolanda entendía exactamente lo que quería saber la mujer.
«César se está recuperando bien del cáncer, él está haciendo la quimioterapia».
“¡Ay, no! Yo… realmente lo siento mucho. ¡Pero seguro que pronto estará bien!».
«SÍ, así será, querida», señaló Yolanda, sonriendo, al sentir la mano de Carolina sobre la suya, y luego continuó: «Escuché que ya nació el bebé».
Al instante, la chica sonrió con felicidad y sacó su celular de su bolso para mostrarle una foto a la mujer mayor.
«Sí, esta es una foto de él».
«Por Dios, él… ¡Es de verdad muy hermoso! Tiene la misma cara de Máximo cuando era un bebé, ¿Lo sabías?».
Al escuchar el nombre del hombre que le había roto el corazón en mil pedazos, Carolina tragó saliva pesadamente.
“Bueno, los niños cambian mucho con el tiempo», indicó la chica.
Yolanda notó de inmediato que a Carolina le había afectado su comentario, «Siento haber mencionado a mi nieto, pero Carolina… honestamente, él te ama mucho”.
Al escuchar eso, la chica de ojos color miel dejó escapar una risa de incredulidad.
«¡Pero él ni siquiera está aquí ahora!”.
«De hecho, él no puede. ¡En este momento, se está recuperando!”.
Ante eso, Carolina frunció el ceño.
«¿Se está recuperando de qué? ¿Acaso lo atacaron de nuevo? ¿Qué fue lo que pasó?».
Debido a su reacción, Yolanda sonrió para sus adentros. Por supuesto, era evidente que Carolina todavía se preocupaba mucho por Máximo.
«Él tuvo que someterse a algunos procedimientos, por su salud, pero ya se está recuperando muy bien», respondió la anciana.
«¿Todavía lo amas, Carolina? ¿O realmente quieres estar con el hombre que está ocupando el puesto de tu prometido ahora?”, indagá la mujer.
«No tengo que responder eso, ¿Cierto?», replicó Carolina con tristeza.
«Por supuesto que lo amo, él es el hombre de mi vida. Sin embargo… no voy a tirarlo todo por la borda, a menos que esté complemente segura de que no me ahuyentará de nuevo. Ya nada es lo mismo. Ahora mismo, solo estoy cuidando de mí”.
Por otro lado, la anciana lo sabía y entendió perfectamente, después de todo, ella también era madre, «¿Cuándo te vas a casar?».
«En un par de meses. Quiero que mi hijo ya sea lo suficientemente grande como para que pueda soportar estar entre la multitud».
Cuando Yolanda escuchó eso, suspiró aliviada, pues, eso le daba _tiempo a su nieto.
Las mujeres hablaron un poco más, hasta que llegó la hora de que la anciana se marchara.
Dos meses más tarde, Máximo estaba mucho mejor, en casa, a pesar ,de las sesiones de fisioterapia y las visitas al doctor. En ese momento, él no había regresado a la finca, pero, siempre recibiendo noticias de Fernando y Jacinto, sus hombres de confianza.
«No voy a regresar a la finca hasta que tenga a Carolina de vuelta», decidió el joven.
Entonces, se quedó trabajando en su portátil, observando las fotos que había recibido, tanto de su abuela como de Bastian.
«Voy a hablar con ese tal Osvaldo», le comentó Máximo a su padre durante un almuerzo.
«¿Estás completamente seguro?», cuestionó César.
“Así es, absolutamente. Yo necesito saber cómo es su relación”.
«¿Y eso va a cambiar algo? En caso de que ella esté teniendo una relación plena con el Señor Herrera».
Por otro lado, Máximo odiaba la idea de que Carolina pudiera estar durmiendo en los brazos de otro hombre, siendo tocada por alguien más. De hecho, ella era pura cuando se casaron, y cada experiencia se%ual que tuvo fue con él, pero, tal vez eso ya había cambiado.
«No, no cambiaría nada. A fin de cuentas, ella ahora es una mujer soltera por mi culpa. Si no fuera por mi estupidez, ella no habría conocido a otro hombre, así que tendré que aguantarme».
Tras ello, Máximo tomó un sorbo de su jugo, a pesar de lo mucho que deseaba un vino. Sin embargo, estaba evitando tomar alcohol. Ya era padre, así qué no podía dejarse ahogar por la bebida. Incluso si el niño, Bernardo, todavía no estaba cerca de él, lo estaría en poco tiempo.
«Bueno, tienes razón, hijo”.
Esa noche, antes de irse a dormir, Máximo se miró en el espejo. Sin duda alguna, estaba mucho más presentable, además podía caminar sin la máscara.
Durante el fin de semana, el hombre decidió llamar a su exesposa.
Obviamente, Yolanda tenía su número, por lo tanto, él le dijo a su abuela que le pidiera permiso a Carolina. Esta última, por otro lado, permitió que la anciana le pasara su número telefónico. En ese instante, el joven estaba nervioso, mirando el aparato en sus manos.
Respirando profundamente, el hombre marcó el número y esperó.
«¿Hola?”, contestó una voz masculina. Al escuchar eso, Máximo tragó saliva, sintiendo que, en lugar de saliva, eran un montón de clavos.
«Buen día, ¿Está Carolina, por favor?», preguntó el joven, intentando mantener la calma.
«No, De hecho, ella ahora está ocupada, Está en el baño. Tú…”.
«Muchas gracias. la llamaré luego», y con eso, terminó la llamada.
«Ella… ¡Carolina se está bañando y dejó que ese b$stardo contestara su celular! ¡Ella nunca me dejó hacer eso, yo nunca tuve ese privilegio!.
En ese punto, Máximo estaba enojado.
Mientras tanto, Carolina salió de la ducha y vio a Osvaldo con su celular.
“¿Qué sucede?»
“Alguien te llamó. Me habías dicho que, si te llamaban, se suponía que debía atender y avisarles que estaba en el baño. Sin embargo, no sé quién era. La persona colgó de inmediato”.
«¿Acaso esa Yolanda?”
«No, era un hombre”, replicó Osvaldo, y cuando vio palidecer a Carolina, lo supo.
Después de saber quién era la abuela del exesposo de Carolina, él comprendió todo. Se trataba de Máximo Castillo, el hombre que pasó de ser el más codiciado en la sociedad.
«Muchas gracias por atender», dijo Carolina.
«Carol… sé perfectamente que no te gusta hablar de eso, pero… es el padre biológico de Bernardo y por más que he pensado que este niño sería mío para siempre, no puedo pretender que su padre no quiera verlo».
«¿Acaso me estás animando a hablar con él?», preguntó la joven con curiosidad.
Entonces, Osvaldo suspiró profundamente.
«No quiero compartirte, pero, creo que debí haber sido honesto y tener la mente abierta. De verdad estoy enamorado de ti. Yo solo quiero tenerte para mí, sentir tu caricia y tu olor en mi piel. Sin embargo, por otra parte, no quiero que hagas algo de lo que puedas arrepentirte”.
«¿De qué hablas, Osvaldo?».
Al escucharla, el hombre se acercó a Carolina y la tomó por la cintura.
«De verdad necesitas resolver tu situación con Máximo Castillo. O de lo contrario, nunca vas a poder ser feliz. Y no lo digo solo por mí, sino en general, Eso incluye a Bernardo, ya que él tiene derecho a conocer al padre que quiere estar presente en su vida».
Tras ello, Osvaldo tomó el celular de la chica y se lo colocó en la mano, antes de inclinarse y darle un beso un poco más apasionado que los que le había robado.
«Ten, llámalo”, dijo él.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar