Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 48
Capítulo 48:
Carolina y Osvaldo decidieron esperar antes de anunciar en público su compromiso ya que él estaba de acuerdo en que el niño naciera primero.
Aunque la trataba con gran atención y cariño, Carolina dejó claro que no quería un romance, él comprendió y respetó su decisión, sobre todo porque no estaba seguro de que aquello que sentía fuera algo más que deseo y la consecuencia de años sin una. mujer. No obstante, le resultaba difícil no sentir nada, debido a que la chica era preciosa.
Los niños se mostraron contentos y orgullosos el día que Carolina los fue a buscar al colegio, sobre todo Tonny cuando la presentó como su madre. La muchacha sonreía de alegría. Adoraba a los pequeños.
«¿Cuándo nacerá nuestro hermanito?», le preguntó Bia con impaciencia. Como era la más pequeña, le hacía ilusión tener un hermano menor.
Tanto Carolina como Osvaldo les habían explicado que el bebé no era hijo del hombre, pues no querían engañar a los niños de ninguna manera, pero Bia y Tonny lo consideraban su hermano.
«Pronto, mi amor. Bernardo nacerá pronto», aseguró Carolina, acariciándose el vientre con suavidad, Hacía meses que no tenía noticias de Máximo, ni Bastian conocía su paradero.
El hombre había desaparecido de la finca, y como Carolina no tenía contacto con los empleados, ni siquiera con Dolores, no le era posible averiguar ninguna cosa, Bastian se ofreció a ir él mismo a buscar información, sin embargo, Carolina se Lo prohibió, Le dijo que no tenían nada que ver y que a ella no le importaba a dónde fuera. Después de buscarla durante un tiempo, desapareció de repente y ella supuso que se había dado por vencido.
«Carol, ¿Sabes cuándo nacerá el bebé? Quiero estar cerca «, comentó su mejor amigo mientras tomaban un helado. Ahora la visitaba con más frecuencia.
«Estoy entrando en el noveno mes, el médico dijo que podría ser en cualquier momento», respondió sonriendo al acariciarse el vientre, “Estay impaciente por tener en mis brazos a mi pequeño tesoro».
“Estás muy linda, ¿Sabes? El embarazo te sentó fenomenal. Y sé que este bebé también será bellísimo».
«¿Cómo lo sabes?».
“¡Ah, vamos! Eres una mujer preciosa, y no quiero ofenderte, pero el padre de tu hijo es todo un bombón. ¡Es imposible que su hijo no sea hermoso!».
Carolina esbozó una sonrisa. Sí, Máximo era atractivo, incluso con sus cicatrices, Ese imbécil… al menos me dio un hijo, un pedacito de él, pensó. Si bien le guardaba rencor a Máximo, seguía amándolo y a menudo se odiaba por ello. Ese amor le impedía ver a Osvaldo como una posible * pareja, por maravilloso que fuese.
«¿Qué pasa por esa cabecita?», preguntó Bastian, dándole a Carolina un golpecito en la frente con el dedo y devolviéndola a la realidad.
“Pues… estaba pensando…”. Ella bajó la mirada hacia sus manos, y no fue preciso que el muchacho le preguntara nada más. Carolina se perdía a menudo en sus pensamientos, todos ellos dirigidos hacia Máximo.
“Ay, mi amiga. Las cosas mejorarán, ya lo verás».
Carolina le dedicó una débil sonrisa.
“¡Mira quién está aquí!».
Cuando oyó aquella voz, la chica se volvió para ver a la persona que le hablaba, Al instante, se le borró por completo el gesto del rostro, Por tanto, se puso de pie.
«Vámonos, Bastian».
«¿Ya te vas, p$ta?», le preguntó Elizabete, fulminándola con la mirada y luego a su amigo, Osvaldo había expulsado a su cuñada, enviándola a un apartamento lejano para no fallarle a la memoria de su mujer, Leticia.
“¡Cuidado con cómo le hablas, lagarto!», le espetó el muchacho, pero Carolina se agarró a su brazo y negó con la cabeza.
“Vamos, Bastian».
«Sabía que no te alejarías de este hombre. Siempre te visitaba en la casa donde viven mi cuñado y los niños». Elizabete se quedó con los brazos cruzados, mirando a Carolina de arriba abajo con desdén. «¡No vales un mi$rda!».
«¡Métete en tus asuntos, bruja!».
Bastian depositó el dinero sobre la mesa y le hizo una señal al camarero para indicarle que él y su compañera se marchaban.
“¡Hasta la próxima, señor!», respondió este a la vez que se acercaba.
«Mientras este lugar esté lleno de mi$rda,..”, Bastian miró a Elizabete, que se quedó estupefacta por el insulto. «¡Nunca volveré aquí! Pero gracias por el maravilloso servicio. Discúlpenos».
Sujetó a Carolina del brazo y los dos se marcharon enseguida, sin dar a Elizabete la oportunidad de continuar. No obstante, la mujer los persiguió y se subió a su automóvil.
Pretendía hacer fotos íntimas de Carolina con Bastian, pero cuando aparcó no muy lejos de la mansión, los vio abrazarse y despedirse como amigos.
¡Maldita sea! Pero los vigilaré, pensó furiosa. Elizabete quería ver al niño cuando naciera. Sabía que Tonny y Bia se referían a él como su «hermano», y que incluso Osvaldo acudía a las citas médicas y afirmaba ser el padre. Tenía dudas de que en realidad fuera de este, y por eso acogió a Carolina en su casa.
¡Sí, solo debo deshacerme del maldito mocoso!
Además de preocuparse por la ausencia de Carolina y del pequeño, que ni siquiera sabía si ya había nacido, Máximo se enfrentaba a dos situaciones estresantes. Su padre tenía cáncer, aunque se estaba recuperando y recibía tratamiento. Además, el joven había pasado por numerosas operaciones. Sus heridas estaban cicatrizando bien, pero el dolor continuaba siendo intenso.
«Pronto se te pasará, cariño. Incluso con la hinchazón, pareces más tú mismo», dijo Yolanda mientras le quitaban las vendas en el hospital.
«Sé que no quedaré como nuevo, pero estoy mucho mejor. No necesito llevar la máscara”.
En comparación con su estado anterior, seguía sin ser perfecto. Su piel obviamente sufrió bastante daño.
A pesar de todo, Carolina me amaba, recordó. Lo importante era que cada vez se aceptaba más a sí mismo, por lo que se sentía menos inseguro. Volcaría menos de eso en la mujer que amaba, y podrían ser felices.
Si ella todavía me quiere….
“¿Te sientes mejor ahora?». Si bien Yolanda conocía los planes de Máximo y no estaba de acuerdo con la distancia que mantenía con Carolina, era capaz de entender sus razones.
Además, aunque la anciana no hablaba con la muchacha, se mantenía informada. Máximo ya estaba al tanto de dónde se encontraba, por lo que estaba mucho menos ansioso. Sabía el nombre del médico, también que era un buen hombre.
¡Pero igual odio al maldito! Pretende ser el padre de mi hijo e intenta ser el marido de mi mujer, se dijo. Máximo se enfurecía cada vez que pensaba en ello, tanto con el doctor como consigo mismo por haberle dado la oportunidad.
«SÍ, abuela. Me siento mejor y estoy deseando volver a ver a Carolina. Necesito estar con ella».
«No te preocupes, la verás”.
«¿Y si de verdad se casa con ese hombre?», preguntó. «Aunque me duela, él es una buena persona y está ahí para ella. No la echó como hice yo”.
«¡Cálmate, no llores! ¡Debes ser fuerte, Máximo! Tu hijo va a nacer pronto y tienes que recuperarte».
Máximo afirmó con la cabeza. Las operaciones no se limitaban al rostro, sino a todo el cuerpo. Durante los últimos meses estuvo postrado en cama, recibiendo fisioterapia y nada más. Había perdido gran parte de su masa muscular, algo que se esforzaría por recuperar lo antes posible.
Unos días después, volvió a encender su teléfono y vio mensajes del dueño de la librería.
«Me estoy recuperando, Bastian. Me cuesta comunicarme, pero dime cómo están Carolina y mi hijo. Te comparto el número de mi abuela para que te pongas en contacto con ella si no estoy disponible», respondió, Durante las siguientes dos semanas, Bastian envió actualizaciones.
Con cada día que Carolina pasaba sin casarse, la esperanza de Máximo crecía, Eran más de las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono de Yolanda, que se apresuró a contestar. Máximo estaba en el hospital después de otra operación, Era un mensaje de Bastian.
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