Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 44
Capítulo 44:
Mientras contemplaba la expresión llena de esperanza en el rostro de Máximo, Bastian no pudo evitar compararlo con un cachorro abandonado, que suplicaba afecto.
«Puedo hablar con ella y hacerle saber que te arrepientes de tus actos, pero no te prometo nada, ¿Está bien?», respondió luego de meditarlo.
En efecto, se alegraba de que Carolina estuviera con un hombre como Osvaldo, no obstante, también sabía que, para ella, el amor de su vida era aquel bruto enmascarado.
«Gracias. ¡Muchas gracias! Te prometo que no los decepcionaré a ti ni a Carolina», habló Máximo, con la voz afectada, antes de abandonar el lugar casi corriendo.
Tras esto, Bastian cumplió con lo prometido y volvió a llamar a su amiga, quien contestó, aunque no dijo nada hasta que escuchó la voz de este.
«¿Por qué dejaste que Máximo me hablara por teléfono?”, le preguntó con voz triste. «Yo…”.
«¡Perdón, amiga! Entró aquí sin que me diera cuenta y al oír tu nombre, me arrebató el teléfono. Se volvió loco cuando se enteró de que te vas a casar”.
Carolina soltó una carcajada de disgusto.
«¡Como si eso fuera su problema! ¿Qué, acaso se enojó porque yo puedo ser feliz y él no lo aprueba?”.
Sin embargo, sabía que no era cierto. Él la llamó amor.
«Dijo que sabe que cometió un error y que lo siente. Te conté que te ha estado buscando. Creo que lo lamenta de verdad, porque ya no es el mismo de antes. Incluso está un poco desarreglado, Carol”.
«¡No me importa!», replicó ella con obstinación.
«Volvió a dudar de mí. No quiso escucharme. ¡Y abandonó a nuestro hijo! No, tengo estos dos niños maravillosos que me quieren como madre, y un hombre que, aunque no es el padre de mi hijo, me aprecia. ¿Por qué iba a desperdiciar la oportunidad de tener una familia solo porque Máximo dice que se arrepiente? ¡Podría rechazarme por tercera vez!»
«Pero nada garantiza que vaya a salir bien, ¿Verdad? Y tú no amas a Osvaldo».
«No en ese sentido. Ya te dije que nuestra relación es distinta; pero él no solo quiere cuidarme a mí, sino también darles una madre a sus hijos. Y yo lo deseo tanto. Esos niños merecen una madre amorosa, Bastian”.
«Carol, lo entiendo, pero…, cielos. Mira, no puedo meterme demasiado porque conoces tu corazón mejor que nadie. Es tu vida. Sin embargo, como tu amigo, te aconsejo que lo pienses con cuidado. Quizá Máximo haya aprendido de verdad la lección».
«Yo… necesito pensarlo. Ahora voy a colgar. Tengo que ir con los niños».
«De acuerdo, mi amor. Cuídate y piensa bien las cosas, tanto por ti como por tu hijo».
Cuando colgaron, Carolina dejó el teléfono en la cama y cerró los ojos. Amaba a Máximo, por supuesto que sí. Sin embargo, él no le proporcionaba ninguna seguridad; no en términos materiales, sino emocionales.
¿Cómo podría confiar en un hombre que, en un momento dado, le dijo que la quería y se mostró cariñoso, pero luego cambió por completo y la abandonó? Y si bien cuando se dio cuenta de su error, volvió a buscarla, continuaba existiendo la posibilidad de que la desechara otra vez.
Sobre todo, con Domenico cerca…, pensó.
Carolina estaba segura de que era ese hombre quien, una vez más, interfería entre ella y su marido. ¿Por qué me persigue tanta gente mala?, se preguntó con tristeza.
…
Llamaron a la puerta y ella se incorporó, sentándose en la cama.
«¡Adelante!”, respondió, por lo que Tonny asomó la cabeza al interior.
«¡Hola, mi amor!».
«¿Puedo entrar, Carol?». Como ella cabeceó confirmando, el pequeño ingresó, cerró la puerta y se sentó a su lado en la cama.
«¿Pasó algo?»
El pequeño bajó la mirada, jugueteando con la costura de su camisa.
«Es que… Carol, quiero que seas mi mamá», dijo tan ansioso que la muchacha no pudo evitar sentir que su corazón se estremecía.
“¿De verdad quieres eso?», preguntó dándose una palmada en el muslo para indicarle que se sentara allí, cosa que hizo. «Tonny, ¿Por qué quieres que sea tu madre?».
Él levantó la vista hacia el rostro de Carolina y le acarició la mejilla suavemente con su pequeña mano.
«Me gustas, Carol. Y a ti te gustamos Bia y yo. Nos cuidas, no peleas con nosotros, no nos gritas ni nos llamas mocosos.»
Bajó la cabeza y Carolina frunció el ceño.
«¿Quién los llamó mocosos?». Se preguntó si aquello habría ocurrido en el colegio.
«La Tía Bete», respondió. «No es simpática».
Carolina quiso levantarse e ir a por la cuñada de Osvaldo. ¡Maldita mujer!, pensó furiosa.
«Cariño, tú y tu hermana no son para nada unos mocosos”.
«¡En la escuela dicen que salimos de huevos!». Tonny estaba a punto de llorar, por lo que Carolina lo consoló apoyándole la cabeza en el hombro. –
«¡No llores, cielo! Esa gente no sabe nada. Tu mami los cuida a ti y a tu hermana desde el cielo. Es una estrella, ¿Lo sabías?”.
«¿Una estrella?», preguntó lloriqueando.
«Sí. Tú y Bia no salieron de ningún huevo”.
«Pero… pero yo quiero una mamá aquí. No una mamá estrella». Miró a Carolina.
«¡Quiero llevarte al colegio y decirle a todo el mundo que tengo una mamá genial y bonita! Y… les dije que tendría un hermanito, pero no me creyeron».
Esas palabras tocaron el corazón de Carolina, quien comenzó a llorar. ¿Cómo podía no querer quedarse ahí? Era tan difícil porque anhelaba reconciliarse con Máximo, sin embargo, tenía miedo de volver a ser rechazada.
Mientras tanto, aquel niño maravilloso la apreciaba y la quería a su lado. Volver con su exesposo, arriesgándose a recibir malos tratos y a que le faltara al respeto, significaba dejar atrás a este pequeño y a su hermana.
«Hagamos esto: vamos a ducharnos, ponernos ropa bonita e ir a cenar, ¿Sí? Y lo pensaré. Pero debes saber que los quiero tanto a ti como a Bia». .
Carolina le dio al niño un beso en la frente y él se levantó, tomándola de la mano para salir de la habitación.
Los ayudó tanto a él como a Bia a ducharse y vestirse. A través de la rendija de la puerta, Osvaldo pudo ver cómo peinaba a su hija y esbozó una sonrisa. Había acertado con su elección: Carolina sería una excelente madre para sus pequeños. Por eso debía casarse con ella.
En cuanto salió del dormitorio de los niños, se acercó para saludarla y esta le sonrió.
“Hola”, le dijo, llevándose un mechón de cabello detrás de la oreja.
«Yo… bueno…, quisiera saber si de verdad vas a casarte conmigo. Estoy pensando en anunciarlo en la cena de esta noche».
Cuando bajaron a comer, Carolina lucía impresionante con un precioso vestido, el cabello bien peinado y un maquillaje ligero. Elizabete se sorprendió, ya que la joven nunca se había arreglado de esa manera.
Sirvieron los platos; se notaba que la comida era especial. Elizabete sintió un sabor amargo en la boca; no obstante, apenas Osvaldo se levantó sonriente, supo que iba a decir algo que no le agradaría.
“Me gustaría hacer un anuncio importante…», empezó su cuñado.
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