Capítulo 43:

“Vine a hablarle de los niños. Nada más”.

Sin creerle una palabra, Osvaldo se acercó a Elizabete. La expresión en su rostro era dura y tenía una mirada gélida.

«Aléjate de ella, ¿Entiendes?».

“Osvaldo, ¿No ves que esa mujercita no es buena? Lo único que quiere es quitarte el dinero. Se acercó a los niños con esa intención. Vino aquí embarazada, huyendo de su marido. No me extrañaría que lo engañara y la echaran por ello», argumentó su cuñada.

“¡Cállate!”, susurró Osvaldo con brusquedad. «Soy un hombre paciente, pero mi capacidad para serlo se está acabando. Esta mi última advertencia. Ah, y un consejo: mantén la boca cerrada durante la cena».

Osvaldo se dirigió a su habitación para darse una ducha. Todavía tenía algunos asuntos que atender y necesitaba volver pronto a casa para la cena familiar. Se anunciaría su compromiso con Carolina y sabía lo felices que se pondrían los niños.

Era una chica estupenda, por la que sentía un gran afecto, aunque no se veía con otra mujer que no fuera Leticia. No obstante, estaba satisfecho con el acuerdo con su futura esposa, pues lo más importante era su amor por los pequeños.

Luego de que Elizabete saliera de su habitación, Carolina se puso furiosa y tuvo el impulso de ir tras la rubia para darle una buena bofetada.

«Esa mujer…. ¿¡Cómo se atreve a levantarme la mano!? Cuando Osvaldo le diga que nos vamos a casar, seguro que se querrá morir», exclamó.

A pesar de que este le había dicho que podía descansar el resto del día, ella no lo hizo. Quedarse sin hacer nada tampoco era una buena idea, sobre todo porque su mente estaba siendo invadida por pensamientos sobre Máximo y lo mucho que lo extrañaba.

¡Deja de ser tan estúpida! Seguro que ni se acuerda de ti, ¡Tonta! se regañó a sí misma, sintiendo una terrible tristeza en el corazón.

Antes de ir con los niños, Carolina decidió llamar a Bastian y contarle la noticia.

“¡Hola, amiga!”, saludó el dueño de la librería, sonriendo al ver el nombre de la joven en la pantalla.

“¡Hola!” contestó ella y enseguida tomó aire tan profundo como le fue posible.

«¿Qué ocurre? ¡Se nota que ha pasado algo!», exclamó Bastian sentándose detrás del mostrador. Cerraría la tienda en unos minutos ya que tenía que ir a ver a los niños. «El bebé está bien, ¿Verdad?».

«¡El bebé está bien, está genial! No te preocupes», respondió Carolina, poniéndose la mano en el vientre.

«Osvaldo me propuso matrimonio”.

Entonces, Bastian esbozó una amplia sonrisa y abrió la boca, diciendo emocionado:

«¡Sabía que te quería! ¿Qué le contestaste?».

“Entre nosotros solo existe una amistad. No hay amor ni nada de eso», explicó la muchacha.

«Déjate de rodeos, Carol, y dime si aceptaste su propuesta. ¡Ay!, ese hombre es encantador, guapo y educadísimo. ¡Dime que aceptaste, por favor!», insistió.

Aunque era consciente de que su mejor amiga continuaba amando a Máximo, este había cometido un terrible error con ella. Ahora, no obstante, la chica tenía la oportunidad de ser feliz con un hombre que de verdad la respetaba.

“Le dije que sí!», confirmó Carolina.

Los dos se pusieron a gritar de alegría por teléfono, sin que Bastian se diera cuenta de que ya no se encontraba solo.

Máximo iba a menudo a la librería, con la esperanza de encontrarse con su esposa y saber cómo estaba.

Bastian no había mencionado que esta quisiera ponerse en contacto con él, lo que lo estaba volviendo loco.

Cuando entró en la tienda, vio que el hombre atendía el teléfono y pensó en marcharse, pero entonces oyó el nombre de la mujer con la que deseaba hablar, sentir su tacto, y se quedó escuchando.

¿Propuesta?, se preguntó curioso. Cuando oyó cómo Bastian hablaba ilusionado de otro hombre, por fin se dio cuenta. Este nunca fue una amenaza, ya que a él le gustaban… ¡Pero qué idiota soy!.

Luego se confundió más. ¿Quién se casaba? ¿De qué estaban hablando?

«Haces lo correcto. Osvaldo es un buen hombre, y se nota que le gustas y que te respeta, Carol. Me alegro mucho por ti», continuó.

Espera un segundo… ¿Es Carolina la que se casa? ¿Con Osvaldo?. El rostro de Máximo enrojeció y, furioso, se acercó al dueño de la librería. Le arrebató el teléfono de la mano y se lo acercó a la oreja.

«¿Quién mi$rda es Osvaldo? ¡Contéstame, Carolina!, ¡¿Quién es ese hombre?!», gritó.

Al otro lado de la línea, Carolina oyó murmullos; pero antes de que pudiera preguntar si todo iba bien, la voz de Máximo, o, mejor dicho, sus gritos, le invadieron los oídos.

«¿Te volviste loco?», exclamó ella, calmándolo al instante. Era Carolina. Después de meses la escuchaba de nuevo.

La voz de Máximo se entrecortó de emoción al pronunciar las palabras. «¿Amor? ¿Carolina?», preguntó con la esperanza de le hablara otra vez. «Mi amor, yo…».

Se cortó la comunicación. Sintió que se le nublaban los ojos mientras esperaba una respuesta. Cuando no la hubo, la llamó varias veces; sin embargo, era evidente que ella no respondería.

“¡Dame mi celular, imbécil!», le exigió Bastian, tratando de arrebatarle el aparato. Máximo lo levantó fuera de su alcance.

«¡Quiero su número ahora mismo!», demandó Máximo, tratando de ingresar al sistema para ver los datos de la última llamada. «¡Quédate quieto, mi$rda!».

«¡No! ¡No quiere hablar contigo!», declaró Bastian, cruzándose de brazos desafiante. Máximo lo fulminó con la mirada, mientras sus ojos brillaban de ira.

«Te alegras de que esté con otro, ¿Verdad? ¿Quién es ese idiota?», espetó apretando los dientes.

«¡No te diré nada, Máximo Castillo!”, replicó con firmeza. «Como te lo aclaré antes, ¡No voy a ir en contra de los deseos de Carolina!».

“Ella es mi…”.

«¡Exesposa! Y sí, me alegro por ella». Bastian suspiró profundamente antes de añadir: «Mira, Máximo, yo deseaba que lo de los dos se resolviera. Incluso está embarazada de ti. Pero le diste la espalda dos veces y a su propio hijo, cosa que ella no te perdona todavía. Entiendo que seas el padre biológico, aunque fuiste tú quien no quiso al niño. Por eso, debo respetar su deseo de no decirte dónde ni con quién está».

«Bastian… sé que cometí muchos errores. ¡Pero la amo muchísimo!».

Máximo sujetó los hombros del muchacho y lo miró fijamente. «Por favor, ayúdame a impedir que Carolina se case con otro hombre. Te prometo que no volveré a hacerla sufrir así. ¡Ya aprendí la lección!».

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