Capítulo 42:

Carolina estaba petrificada. Su llanto, su respiración… todo se detuvo. Osvaldo se apartó un poco de ella y le secó las lágrimas con los dedos.

«¿Aceptas?”, volvió a preguntar, con la voz llena de ternura. «Tómate tu tiempo para pensar».

«Pe-pero… ¿Por qué? Es decir, tú no me amas. ¿Por qué me pedirías matrimonio? Además, soy una mujer divorciada y estoy embarazada».

«Me gustas, Carolina. De otra manera, pero me gustas. Y mis hijos te adoran. Tonny mencionó su deseo de que fueras su madre. Bia no se quedó atrás».

Osvaldo le acomodó suavemente un mechón de cabello detrás de la oreja. Carolina le importaba, no como pareja, sino como hermana. No tenían por qué mantener una relación de marido y mujer en casa.

«Entonces…”.

«Podríamos tener una unión en la que estuviéramos juntos, pero sin ninguna obligación en el dormitorio.

¿Entiendes?».

Lo comprendió, desde luego. Iba a casarse y a ser la madre de los niños, la señora de la casa, pero no la pareja del marido. Carolina amaba tanto a Máximo que no podía dejarse tocar por otro hombre, y lo que Osvaldo le ofrecía era todo lo que necesitaba en aquel momento.

«Cuidaré de tu hijo como si fuera mío, sin distinción”.

«La gente se enterará. ¿Y qué hay de tu cuñada…?”. La voz de Carolina se entrecortó.

Osvaldo levantó la nariz.

«Lo que Elizabete piense es irrelevante. Se trata de nosotros, de nuestras vidas y de los niños”.

Le tomó ambas manos y se las besó. Luego metió la propia en el bolsillo y sacó un anillo de compromiso.

«¡Osvaldo!»

A su alrededor, las personas comenzaron a observar la escena y, al ver la joya, se oyeron tanto suspiros como murmullos.

«No te sientas presionada. Lo traje para que veas que no fue una decisión improvisada. Lo estuve meditando. Además, prometo ser un amigo que te apoye en todo lo que necesites».

Ella lo abrazó, temblorosa.

«Acepto», dijo.

Osvaldo era una persona de confianza, que le ofrecía no solo una familia, sino también el apoyo y el cariño que tanto necesitaba en aquel momento. Carolina quería a Tonny y a Bia, por lo que ser su madre suponía un honor.

Pensar que había deseado tanto estar con su testarudo exmarido y que él le falló en todo fue algo desgarrador.

¡No! Ya me dejé vencer por mi familia, después por el hombre que parecía ser mi sueño. ¡Ahora haré todo lo que pueda por mi hijo!, pensó animándose a continuar.

Por eso aceptó la propuesta de su jefe. Las personas vitorearon y aplaudieron mientras lo festejaban. No sabían que las circunstancias de su matrimonio eran poco convencionales, sin embargo, la celebración fue bien recibida.

Osvaldo le deslizó el anillo en el dedo y la besó en la mano.

En el automóvil, Carolina lo miró insegura.

«¿Qué pasa?», le preguntó al notar su atención clavada en él.

«Osvaldo… no me abandonarás ni me echarás de tu casa por nuestro primer desacuerdo, ¿Verdad?”, preguntó nerviosa, mordiéndose los labios y agarrándose la blusa.

«¿Qué? ¡Claro que no!”, respondió él, frunciendo el ceño. «Incluso podemos tener nuestra primera discusión aquí mismo, ya que pareces pensar que soy ese tipo de imbécil».

«¡No! No me refería a eso», intentó explicar la joven, pero él enseguida le puso la mano en el brazo y volvió al volante.

«Tranquila, estoy bromeando», la consoló. Carolina le entornó los ojos. «Te ves adorable así».

La chica se ruborizó a la vez que bajaba la mirada y sonreía.

Cuando llegaron a casa, los niños también estaban ahí.

«¡Carolina!”. Bia corrió hacia ella. Sin embargo, Osvaldo no permitió que la cargara en brazos.

«Podrías hacerle daño al bebé, mi amor”, explicó, mientras la tomaba en lugar de la chica.

«¡Ay, no! ¡No quiero hacerle daño al bebé!»

Elizabete se quedó de brazos cruzados, con expresión poco amistosa.

“¡Lo que faltaba! Los niños llegaron, ¡Pero su niña no estaba aquí!».

Osvaldo miró a su cuñada y exhaló con pesadez. Aunque no la soportaba, su esposa le había pedido antes de morir que se hiciera cargo de ella. Esa era la única razón por la que aún no la echaba de su casa.

«Niños, ¿Pueden entrar?”. Como sabían que su padre les pedía que se marcharan para tener una conversación de adultos, se fueron.

Acto seguido, se dirigió a Carolina: «Ve a descansar. Fue un día largo. Esta noche me ocuparé yo mismo de mis hijos».

Elizabete dio un pisotón, insatisfecha, y siguió a la muchacha con la vista.

«¿Acaso te volviste loco? Esa mujercita…”.

«¡Ten cuidado con cómo hablas de ella, Elizabete! ¡Y quita de una vez esa maldita expresión de tu rostro! Será mejor que te comportes en la cena de esta noche».

Se acercó a la mujer con el semblante serio. «No toleraré tus berrinches contra Carolina, ¿Entiendes?».

Sin decir nada más pasó junto a ella y se dirigió a la cocina para pedir que le prepararan una cena especial.

Elizabete decidió seguir a la niñera e irrumpió en su habitación sin siquiera dignarse llamar.

«¡¿Qué sucede?!», preguntó por su parte la joven mientras salía del cuarto de baño asustada por el ruido.

“¡Escúchame bien, maldita p$rra! Será mejor que no mires a Osvaldo. ¡No eres lo bastante buena para él!»

Si bien Carolina no tenía dobles intenciones con su jefe, ahora prometido, consideró que Elizabete era insufrible y alguien debía ponerla en su lugar.

“¿Y tú lo eres?», le preguntó con desdén.

Elizabete sonrió con satisfacción al tiempo que se acercaba a ella.

«¡Claro que lo soy! Siempre he sido la mujer ideal para él. Así que es mejor que te mantengas alejada y no interfieras».

«¿Interferir en qué? Que yo sepa, entre ustedes dos no hay nada».

«¡Porque te metes en medio!», gritó Elizabete, mientras que Carolina permaneció impasible.

“Es curioso que estuviera viudo todo este tiempo y nunca te haya pretendido. ¿Elo también es mi culpa?»

Elizabete levantó la mano para abofetear a Carolina, sin embargo, esta agarró el brazo de la mujer.

«¡Ni lo sueñes!”, dijo con fiereza y la apartó de un empujón. «Fuera de mi habitación, o llamo a Osvaldo. No te gustará. ¡Él estará tan contento de verte aquí».

Aunque Elizabete quiso agredir a la niñera, se contuvo. Se acomodó el cabello y la ropa antes de salir con la frente en alto.

“¿Qué hacías en la habitación de Carolina?».

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