Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 45
Capítulo 45:
«¡Chicos, Carolina va a ser su nueva madre!”, exclamó él, y miró a la mujer, sonriendo.
A! escucharlo, los niños comenzaron a festejar y se levantaron, corriendo a abrazar a su padre y a su nueva mamá.
La única que no estaba feliz con la noticia en absoluto, por supuesto, era Elizabete. Ella tenía los brazos cruzados y miraba a Carolina como si quisiera poder matarla a golpes allí mismo.
«¡Esto debe ser realmente una broma!”, dijo ella en voz baja, pero aguda.
Los niños no parecieron darse cuenta de ello, pero Osvaldo miró a su cuñada con una expresión sombría, a la que la mujer no le prestó atención. Todo lo que hizo fue levantarse e irse, subiendo las escaleras con el ceño fruncido.
Ella decidió dejar las cosas así, al menos por el momento, dado que Carolina era la novia del hombre, los niños estaban felices y ese era un momento de celebración.
Cuando terminó la cena y se retiraron los platos, la chica estaba totalmente exhausta. La verdad era que, a pesar de toda la celebración y lo felices que estaban los niños, ella no podía dejar de pensar en Máximo.
¡Deja de ser tan estúpida! ¡Si regresas con él, dentro de dos semanas, alguien hará algo, él lo va a creer y te echará de nuevo! ¡A ti y al bebé!, se reprendió a sí misma, y el simple hecho de pensar en la posibilidad de que Máximo tratara mal al bebé la llenó por completo de rabia, como si ya lo hubiera hecho.
Pero en realidad sí lo hizo… ¡Él sabía que estabas embarazada!, se dijo ella.
Ese día, el hombre estaba en la oficina bebiendo. Él, de verdad, no podía concebir que Carolina se casara con otra persona. Entonces, varias imágenes pasaron por su mente, los recuerdos de todo lo que habían hecho y, luego, pensó que otro hombre le haría eso.
«¡Maldición!», gritó con furia y arrojó el vaso de whisky a la pared, frustrado y con un terrible dolor de cabeza. «¡No, no, no! ¡Ella no se va a casar con otro!».
Al ver a su jefe salir de la oficina en un estado más que deplorable, Dolores no pudo evitar acercarse a él de inmediato.
«Jefe, ¿Puedo hablar con usted un momento?”, preguntó ella, con una expresión de angustia, y Máximo, un poco mareado por la bebida, la miró confundido.
«Eh, sí, por supuesto. ¿Qué es lo que sucede, Dolores?»
«Sé muy bien que quizás esté sobrepasando mis límites como empleada, pero… le aseguro que no va a resolver nada quedándose aquí, bebiendo o buscando problemas en la librería”, dijo ella.
«¿Cómo?”, cuestionó el joven, tratando de encontrar más palabras, pero Dolores continuó hablando.
«Por favor, señor, no se habla de nada más en el pueblo. Usted nunca había ido más allí desde el accidente y ahora, va todos los días a esa librería donde la gente sabía que trabajaba la señora. Eso es algo que aún no entienden los vecinos del lugar».
«¿Cuál es tu punto con toda esto, Dolores?», inquirió Máximo, perdiendo un poco la paciencia. El tenía mucho respeto por Dolores, no solo porque era una antigua empleada de la familia, sino porque siempre lo había tratado como a un hijo, así que también le tenía mucho cariño.
«¡Deje de revolcarse en la autocompasión de una vez por todas, señor! Yo sé que el accidente le costó mucho, ¡Pero la verdad es que no le quitó todo! La vida le dio una mujer que lo quiere tal como es, pero si va a seguir así, con desconfianza por todo, y hasta en usted mismo, entonces, ¿Por qué no se hace las cirugías que le sugirió el doctor?”
Al escuchar eso, el hombre miró a la empleada y la lucidez volvió a él.
«¿Lo que me estás diciendo es que podré recuperar a Carolina si no luzco tan horrible?».
Ante eso, la mujer puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
«¡No! Máximo, la señora lo ama, pero mientras no se ame a usted mismo, no va a poder amar plenamente a nadie. A usted no le gusta lo que ve y termina viendo los prejuicios que tiene consigo mismo en los demás”, pronunció ella, para después tomar la mano de Máximo, mirarlo a los ojos y agregar: «Haga lo que necesite para aceptarse y luego vaya tras la señora. ¡Ella lo ama de verdad!”
Las palabras de la anciana lo conmovieron enormemente. Ella tenía toda la razón. Máximo dudaba que a Carolina le pudiera gustar de verdad porque no entendía cómo ella se podría interesar por alguien como él, puesto que no podía soportar mirarse en el espejo, ni mirar hacia abajo y ver su piel en el estado en que se encontraba.
En realidad, Máximo tenía la piel bastante firme, suave y tersa antes del accidente. Él era un hombre vanidoso y muy orgulloso de su físico, el cual mantenía con el gimnasio.
Sin embargo, después de lo ocurrido, comenzó a odiarse a sí mismo. Sí, era cierto que aún hacía ejercicio, pero no solo para mantener su cuerpo fuerte, sino porque lo ayudaba a desahogar la enorme ira que sentía.
El hecho de imaginar que ya no sería «perfecto» como lo era antes fue algo completamente inadmisible para él y, entonces, apareció Carolina y después de ver la máscara, la muñeca quemada, las pantorrillas destrozadas, aún lo quería, y eso Máximo no lo podía entender.
No obstante, en la actualidad, su esposa, sí, suya, porque todavía era suya, ¡Se encontraba lejos, embarazada de su hijo y a punto de casarse con otro porque él, Máximo, era un completo idiota!
«Te aseguro que voy a arreglar esto, Dolores. Y… como siempre, me estás salvando”, declaró él, y luego la abrazó como no lo había hecho en mucho tiempo y la besó en la frente.
«¡Gracias por todo! ¡Lo resolveré!”, exclamó él.
«Yo… ¡Ay, jefe, no sabe lo feliz que me hace escuchar eso!», dijo ella, limpíandose las lágrimas. «¡Cuídese mucho y después vaya a cuidar a la señora! ¡De verdad quiero ver al pequeño corriendo por esta finca!».
Tras ello, Máximo subió y se duchó. Se sentía mucho más tranquilo, más ligero. Al parecer, sí había una salida, así que, aunque no supiera dónde estaba Carolina, la encontraría. Incluso sí tuviera que buscar por el mundo entero, él la iba a encontrar. ¡A ella y a su bebé!
Esa noche fue muy diferente a las demás desde que Carolina no durmió a su lado: no tuvo pesadillas, tan solo buenos sueños, llenos de esperanza.
Por la mañana, Máximo se despertó más feliz, desayunó, se fue a nadar, lo cual era algo que no había hecho en mucho tiempo y no veía la hora de tirar a Carolina a esa piscina y besarla por todas partes, y después de arreglar las pocas cosas que necesitaba, tomó el auto y se fue a la otra ciudad.
La espera del médico no fue larga en absoluto y cuando este lo vio, todavía no podía creerlo. Máximo sabía muy bien que el hombre trabajaba en esa ciudad los miércoles, lo que le salvó de ir a la capital ese día.
«¡Señor Castillo! Pero… ¡Estoy realmente sorprendido!», exclamó el hombre, extendiendo su mano hacia el joven, quien la tomó can firmeza.
“En realidad, yo mismo estoy sorprendido», dijo Máximo y sonrió, para después agregar: «Quiero saber acerca de esas cirugías estéticas que me mencionó”.
“¿Eh, es cierto eso?», preguntó alegremente el doctor. «¡Entonces, tome asiento, por favor! ¡Discutamos al respecto!».
Luego, cuando el joven llegó al pueblo, claramente la librería ya estaba cerrada, pero al día siguiente iría allí. ¡Bastian tenía que ayudarlo!
Al día siguiente, eso fue lo que hizo, pero él no lo dejó el final del turno, sino que apareció allí antes de que empezara la jornada.
“¡Bastian!”, llamó él, y el chico de los ojos negros se sobresaltó.
“¿Qué…? ¿Acaso se cayó de la cama, Señor Castillo?», cuestionó él, quitándose los auriculares.
“No”, respondió Máximo, y el chico notó el buen humor del hombre, por lo que se preguntó sí Carolina le había vuelto a hablar.
«Y dígame, ¿Cómo puedo ayudarle?».
«Necesito la dirección de Carolina», respondió él, y Bastian puso los ojos en blanco.
«¡Yo ya le dije que no!”.
«Bien, está bien. Tan solo dígame una cosa… ¿Ella está en la capital?», indagó él y decidió continuar antes de que Bastian hablara: «He tomado una decisión. Me voy a someter a las cirugías. Voy a corregir esta desgracia en mi cuerpo. No quedaré perfecto, pero… estaré bien. Quiero poder ver a Carolina cuando todo esté listo”.
Al escuchar eso, el chico lo miró de arriba abajo.
«Ah… usted sabe que el postoperatorio lleva su tiempo, ¿No es así? No es como si fuera a operarse hoy y mañana ya será dado de alta del hospital».
«Sí, lo sé. El doctor ya me lo dijo”, replicó Máximo y, aun sonriendo, agregó: «Necesito un favor suyo”.
«Yo…”, pronunció Bastian, poniendo sus manos en sus caderas.
«Tiene que intentar posponer la boda de Carolina todo lo que pueda. Por favor”, pidió Máximo, más serio.
«Yo no quiero que se case con ese otro hombre, la voy a recuperar, pero necesito que ella me espere”.
«Voy a ser completamente honesto con usted. A la familia de Osvaldo ya se le comunicó el compromiso de ellos dos…».
«¿Osvaldo qué?”, preguntó Máximo de inmediato.
«Buen movimiento, sabelotodo. No lo diré». replicó Bastian, sonriendo, y el otro arrugó la nariz. «Como dije, Carol ya aceptó la propuesta. El tipo tiene hijos, así que las cosas son un poco más complicadas de lo que parecen».
«¿Tiene hijos?» preguntó Máximo, y entendió lo que sucedía.
El hecho era que Carolina estaba apegada a los pequeños. Sí, la situación era bastante complicada, puesto que él no quería herir los sentimientos de ningún niño, pero tampoco podía renunciar a la mujer de su vida.
«Sí, así es. Pero… voy a hacer lo que pueda, ¿Está bien?», habló Bastian y, al instante, Máximo abrió los brazos para expresar su agradecimiento. «¡No! Eso sería mucha tortura para mí y no puedo hacer la vista gorda».
“¿Qué?”.
«En serio, ¿Todavía no te has dado cuenta… ?», indagó el chico, y el otro al fin entendió.
“Sí, sí. Yo ya me había percatado…”.
En eso paso una persona.
“¡Tan solo miren esa linda pareja!”.
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