Capítulo 33:

“Y de ahí fue de donde obtuve el dinero». finalmente, Carolina le había dicho a Bastian toda la verdad incluyendo cómo obtuvo acceso a esas joyas.

“¡No puedo creer que él te estuviera dando una especie de pago! Bueno, sé que tu esposo es atractivo y, a veces, lindo, ¡Pero también puede ser un maldito imbécil!”.

En realidad, Bastian adoraba a Carolina, pues era la única persona que, sin ningún interés, se acercaba a él y lo aceptaba tal y como era.

Aguas Lindas era un pequeño lugar lleno de gente hipócrita que no aceptaba su «naturaleza», pero, fingían porque él tenía cierto prestigio. No abstante, si fuera un pobre b$stardo, probablemente sería rechazado sin piedad.

En ese momento, Carolina suspiró profundamente, pero luego, sonrió, mirando hacia arriba con aire soñador.

«¡Lo sé, Bastian! Pero, estoy muy enamorada de él. A decir verdad, mi vida con mi familia no era la mejor».

“Mencionaste que tu madrastra era una bruja sin alma y tu hermanastra, el mismísimo demonio”, comentó el joven.

«Sí… y al principio, tenía miedo de que mi esposo fuera como ellas, pero no lo es. Aunque es impulsivo y testarudo, tiene un buen corazón».

«Sí, pero tiene que controlarse”.

“Ya hablé con Máximo, y es consciente de que, si me vuelve a tratar así, me iré sin mirar atrás».

“Espera un minuto, ¿Qué hay de mí?», preguntó el chico, y ella lo abrazó.

«Siempre tendrás un lugar en mi vida, amigo, siempre».

En ese instante, ella miró su reloj y vio que era hora de irse a casa, así que se despidió del hombre y se dirigió al frente de la librería. Esperó casi una hora y nada, y como su celular se había quedado sin batería, no pudo llamar a su esposo.

Le voy a pedir prestado el celular a Bastian, pensó, pero luego el auto de Máximo se detuvo en frente.

“Oh, amor, ¿Qué sucedió?», preguntó ella, pero cuando él se bajó del vehículo, ella notó que su cara no estaba nada bien. «¿Máximo?».

Sin decir nada, el joven abrió la puerta trasera y sacó la maleta de la chica y volvió al auto. Aún callado, el hombre se subió y arrancó.

Algunas personas que iban pasando observaron todo con desconfianza, luego, empezaron los susurros y Carolina entró a la librería.

En ese instante, Bastian estaba en la pequeña habitación, catalogando algunos libros cuando escuchó un ruido detrás de él.

“¡Por el amor a Dios, Carol! Casi me matas… ¿Qué es esto?», preguntó él señalando la maleta que ella tenía en las manos. Posteriormente, se levantó en cuanto vio el rostro pálido de su amiga «¡Por favor, no otra vez!»

Entonces, la abrazó y la dejó llorar sobre su hombro durante un largo rato. Cuando la chica finalmente estuvo más tranquila, la llevó arriba y la dejó descansar.

Al día siguiente, la joven fue a la cita del médico, acompañada de su amigo. Bastian cerró la librería para no dejar sola a su amiga.

Por otro lado, Carolina todavía tenía la esperanza de que Máximo se presentara, mirando la puerta todo el tiempo, pero eso no sucedió, Bastian no tiró más leña al fuego, pero por dentro, estaba enfurecido.

«Va a sentir que está un poco frio, ¿De acuerdo?”, advirtió el doctor y Carolina asintió, tomando la mano de su amigo. Tras ello, no pasó mucho tiempo hasta que se escucharon los latidos rápidos haciendo eco en la habitación. Entonces, Carolina no pudo contenerse y se puso a llorar.

Bastian lloró con ella, sonriendo de emoción al mismo tiempo. Honestamente, él deseaba ser padre, así que ya había pensado en conseguir un vientre de alquiler, ya que no lo haría de la forma tradicional. Esa era la primera vez que presenciaba una ecografía y, siendo de Carolina, una persona a la que quería como a una hermana. Se conmovió mucho.

«¡Mi sobrino o sobrina está allí dentro!», comentó el joven, observando a Carolina, quien sonrió.

De vuelta en la librería, la mujer ya había tomado una decisión.

«Bastian, voy a buscar otro trabajo».

“¿Qué estás queriendo decir, Carol?», interrogó el chico, confundido.

«No quiero quedarme aquí. Ya te lo he dicho».

«Pero, Carol…”.

«Por favor», dijo ella observándolo, sonriéndole can tristeza. «No puedo, no puedo quedarme aquí, tan cerca de Máximo. Sin lugar a dudas, vamos a terminar cruzando caminos y no quiero eso».

En realidad, Bastian no quería separarse de ella, pero lo entendía.

«Sé que tu familia no es exactamente familia, pero… ¿Te irás a vivir con ellos de nuevo?”

«¡No! ¡Dios no lo quiera!”, al tiempo que hablaba, la mujer se llevó la mano al vientre. “Si antes no me querían, ahora menos. Aparte de eso, intentarán usar a este pequeño bebé para obtener dinero de los Castillo, ¡Y no puedo permitir eso!”

«¿Entonces te vas a la capital, amiga?”, el chico estaba sentado en el sofá con ella, tomándola de la mano.

Al escucharlo, Carolina asintió.

«Bueno, tengo la intención de hacerlo, pero primero buscaré trabajo. Así que iré a dónde me contratan».

«Pero… estás embarazada», replicó él. Ambos sabían que era muy difícil conseguir trabajo en ese estado.

«Me saldré con la mía, tengo fe. A decir verdad, las cosas aquí no funcionaron demasiado bien».

“Bueno, sabes que estoy aquí para ayudarte siempre. Y… Carol, ¿Tu esposo todavía no te ha dicho nada?”.

“Me acaba de decir que no quiere que lo contacte más. Además, también dijo que sabe que el bebé no es suyo. Ah, y también mencionó que quiere el divorcio, obviamente”.

Cuando escuchó eso, Bastian se levantó y se pasó las manos por su corto cabello.

“¡De verdad, quisiera asesinar a ese idiota con mis propias manos!», dijo el chico, molesto. “Te lo juro, sí fuera heterose%ual, no te dejaría escapar».

En ese instante, la mujer se rio y Bastian decidió que necesitaban relajarse. Al día siguiente, una nueva etapa empezaría.

«Pero ¿Todavía vas a ayudar en la escuela?”

«Sí, lo haré, hasta el día en que me vaya. Eso no significa que me vaya a rendir para siempre, ¿Entiendes?

Te voy a ayudar con proyectos desde lejos, siempre. Siempre y cuando pueda volver aquí».

Ambos vieron una película, comieron helado y durmieron. Aquella fue la primera experiencia de Carolina con un amigo, con amigo de verdad. La chica se sintió apoyada y amada, lo que deseaba sentir con Máximo, pero lamentablemente, el sentimiento no fue duradero.

Transcurrieron las semanas, Carolina hacía su vida como antes de que su esposo volviera a aparecer en su vida y, por suerte, no se habían encontrado en la calle. Domenico, por otro lado, siguió apareciendo, porque obviamente sabía lo que pasó. Actualmente, era el chisme del pueblo.

Máximo no le contó a Yolanda ni a César, y Carolina, simplemente los evadió. Ella en realidad no quería más drama, además, sabía que, si decía algo, los dos volverían al pueblito y ella terminaría teniendo contacto con su esposo, cosa que no quería.

Ya se le notaba un poco la barriga cuando le llegó un correo electrónico a Carolina, así que lo leyó con atención, sintiendo que su corazón latía más rápido. Resultó que fue aceptada en uno de los trabajos, el cual consistía en tutoría y cuidado de dos niños.

«¡Bastian!», llamó a su amigo, mostrándole su celular y luego de leerlo, los dos se abrazaron y celebraron.

«¡No quiero que te vayas, pero te entiendo perfectamente y solo quiero que seas feliz!».

«¡Te agradezco, amigo!», respondió ella, abrazándolo fuerte.

«¡Bueno, tenemos que celebrar!».

En las otras dos semanas, Carolina tenía todo listo. El lugar de trabajo estaría en la capital y ella no tendría que preocuparse por encontrar alojamiento para vivir, ya que tendría una habitación para ella sola.

Bastian la acompañó hasta el lugar, así que la despedida fue triste, pero llena de besos y abrazos.

«Muchas gracias por todo, Bastian».

«Te visitaré de vez en cuando, ¿Está bien? ¡No desaparezcas, por favor!».

«¡No lo haré! Puedes confiar en mí».

Por otra parte, Máximo se sumergió en el trabajo durante el día y en las bebidas por la noche. Los criados no aguantaron más el mal humor del joven, hasta que Dolores decidió que ya era suficiente.

Yolanda había dicho que quería visitarlo, solo estaba esperando a que César estuviera libre del trabajo.

«¿Señor?», en ese instante, Dolores tocó la puerta de la oficina. En seguida, Máximo autorizó la entrada, levantando la cabeza. El hombre tenía profundas ojeras debajo de los ojos.

“¿Qué sucede, Dolores?».

“Señor”, dijo ella suspirando, mirando hacia abajo por un momento antes de girarse para mirarlo a los ojos.

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