Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 32
Capítulo 32:
Al día siguiente, Máximo fue a hacer la ronda y Carolina se fue a trabajar. Tal como había prometido antes, el hombre la llevó y la recogió puntualmente.
«Tus zapatos están muy sucios», comentó el joven con curiosidad, «¿A dónde fuiste?”.
«Bueno, fui a almorzar con Bastian y en el lugar había mucho lodo”.
Lo que sucedió fue que el pueblito al que fue Carolina no estaba completamente pavimentado. Y eso explicaría la suciedad. Sin duda alguna, ella debía tener más cuidado.
La mayor razón por la que no le contó a su esposo sobre la escuela era que además de ser un lugar lejano, estaba el tema de las joyas. No era que se arrepintiera de haber contribuido a la causa, pero, era consciente de que a él le molestaría que hubiera vendido lo que le había obsequiado.
En ese instante, Máximo notó que algo preocupaba a la mujer, pues de vez en cuando fruncía el ceño y tenía una mirada distante. Durante el viaje de regreso a casa, Carolina no dijo nada.
«¿Qué tienes?», indagó él, tomando el brazo de Carolina apenas ella salió del vehículo, acorralándola contra el auto. «Te ves muy preocupada».
«No es nada, solo son cosas del trabajo», respondió ella, acariciándole el rostro. Para salir a la calle, el hombre todavía llevaba la máscara puesta.
«Cariño, no quiero que te preocupes por cosas irrelevantes, eso podría hacerle daño a nuestro bebé”, en seguida la mano del hombre fue al vientre de su esposa. «Lo eres todo para mí».
Al escucharlo, Carolina sonrió, poniéndose de puntillas, deseando un beso. Máximo se rio de lo baja que era ella, incluso en esa posición, la chica no podía llegar a sus labios a menos que él se inclinara.
«Eres muy malo, ¡Te estás riendo de mí!», le dijo ella, dándole unas palmaditas en el pecho. Tras ello, él la rodeó con sus brazos, hundiendo su rostro en el cabello de Carolina.
«Hueles tan bien», el hombre besó su cuello, provocando un suspiro. «Vamos a darnos un baño ahora, luego tenemos que cenar».
«Te estás muriendo de hambre, ¿Cierto?», preguntó ella y él asintió. «Es una pena».
Después de hablar, la mano de Carolina bajó por la parte delantera de sus pantalones y Máximo gruñó suavemente.
«¡Carolina!”, le advirtió él. «¿Quieres que te haga mía aquí mismo?».
En seguida, la chica miró a su alrededor y descubrió que estaban solos. Por otro lado, Máximo notó la sonrisa pícara en sus labios, pero Carolina negó con la cabeza.
«Mejor no, ¿Y si llega alguien? ¡Estamos justo en frente de la casa!».
«¡Entonces deja de provocarme!». Luego, el hombre la besó rápidamente y tomó la mano que no estaba lastimada. «Vamos».
Cuando llegaron a la habitación, Máximo empezó a desabrocharse la camisa y Carolina notó que estaba tenso, Incluso después de lo que habían hecho la noche anterior, su esposo todavía no se sentía seguro.
Entonces, ella se acercó al hombre y colocó sus manos sobre las de él, haciendo que Máximo la mirara, sin entender.
«No quiero que te fuerces a nada. Ayer fui demasiado invasiva y te pido disculpas por eso. Si quieres quitarte la ropa delante de mí, yo mismo te ayudaré, pero si no quieres, está bien, te daré tiempo».
Al escucharla, él asintió y bajó las manos. De inmediato, la mujer entendió que él permanecería vestido, lo que significaba que ella se ducharía sola. En ese momento, ella bajó lentamente la cabeza y comenzó a alejarse.
«Espera, ¿No me ibas a quitar la ropa?», preguntó el hombre con un toque de diversión en su voz. Máximo ni siquiera parecía el mismo hombre que ella había conocido anteriormente, rudo y brusco. En la actualidad, él actuaba con mucha sutileza.
Más que rápido, la chica sonrió y se acercó a él lentamente. Y sin romper la conexión en sus ojos, abrió la camisa de su marido y se la quitó de los hombros. Posteriormente, llegó el momento de los pantalones.
Obviamente, él estaba listo, y eso la hizo feliz.
«Vamos al baño», dijo ella, mientras tomaba el miembro de Máximo, en lugar de su mano, para llevarlo al baño.
“¡Mujer, tú… maldición, me vuelves loco!», respondió el hombre con voz ronca, sin tocarla. Honestamente, estaba disfrutando de la audacia de Carolina y quería ver qué más haría.
Cuando llegaron al baño, ella lo llevó a la ducha, abrió la llave y lo metió bajo el agua.
«Voy a lavarte todo ahora, Señor Castillo», en seguida, ella tomó el jabón líquido, se lo entregó a su esposo para que lo vertiera en su mano sana y empezó a frotarla sobre el cuerpo del hombre. En ese momento, él ni siquiera pensó en las cicatrices, porque se sentía completamente normal, con la mujer que amaba, dándose una ducha.
«Déjame seguir con el resto, jovencita», pronunció Máximo, dándole un beso. En realidad, ella no podía lavar todo su cuerpo.
«Pero esto», replicó la mujer y le sostuvo el miembro. «Soy yo la que te va a lavar».
Mientras él terminaba de lavarse el cabello y quitarse los productos, la chica también se duchó. El joven haría instalar una ducha doble… sin condiciones, y solo compartiría una con ella.
En ese instante, Máximo la ayudó con el cabello, la espalda y el lado izquierdo del cuerpo, ya que allí no podía lavarse por la herida en la mano. Sin embargo, como ella simplemente necesitaba lavar el miembro de su esposo, dijo sonriendo:
«Solamente necesito una mano para esto, aparte de mi boca».
«Qué mujerzuela».
«SÍ, y toda tuya”.
Máximo tuvo que sostener a Carolina en su lugar, después de todo, con una mano sobre él, la mujer no podía usar la otra para apoyarse contra la pared y no caer.
“¡Trágatelo todo!”, pronunció él, ya con el ritmo acelerado. A la mujer no le entraba todo el miembro en la boca, sin embargo, podía manejarlo con maestría. «¡Qué delicia! Acabaré en tu boquita, ¿Quieres?».
De inmediato, ella asintió, gimiendo y acariciando los testículos de su marido. Segundos más tarde, él acabó salvajemente.
“Ahora te toca a ti».
“No…”, en seguida, ella se pasó el dedo por la comisura de los labios, limpiándose los últimos fluidos y se chupó el dedo, haciendo que Máximo palpitara de excitación. «Tenemos que alistarnos para la cena”.
Posteriormente, Carolina tomó la toalla y salió del baño, dejando a su esposo estático. No obstante, pronto se recobró el sentido y la siguió, agarrándola por la cintura y arrojándola sobre el colchón.
«¡Máximo!»
«Tengo más hambre de esto de aquí», entonces, la mano del joven descendió hasta su intimidad de su esposa, que estaba más que mojada. «¡Me toca a mí darme un festín!”.
En ese momento, él bajó entre sus piernas y Carolina no volvió a mencionar nada acerca de la cena. Ella solo empezó a g$mir y pedir más, gritando el nombre de su marido.
Más tarde, cuando llegaron al comedor, Dolores hizo como si nada. Máximo le dedicó una mirada a Carolina, quien en silencio lo reprendió.
«Me encanta provocarte» dijo el hombre tan pronto como Dolores se fue.
«Estás loco, Máximo”.
“Por ti. Ahora, vamos a comer, quiero tener energía y tú también deberías”.
Al día siguiente, el joven se enteró del chisme en los medios y se puso furioso. César, por otro lado, le explicó y se disculpó. A pesar de que no le gustó la exposición, Máximo no pudo enojarse con su padre.
Sin embargo, odiaba que hubiese mencionado a Jade. Él realmente no la amaba, pero ella le había dejado un sabor amargo en la boca. Por eso, cuando Carolina volvió a estar entre sus brazos, el hombre no se cansó de besarla. Sin duda alguna, ella era todo lo que necesitaba para calmarse.
Pronto tendrían la cita en el médico, así que ninguno de los dos pudo con la emoción y la ansiedad.
Los siguientes días transcurrieron en paz, Máximo estaba muy ocupado y Carolina también, enseñando a los niños con alegría. Al día siguiente, tenían que visitar al doctor.
Por otro lado, Domenico aparecía todos los días en la escuela, cada vez más apuesto, aunque nunca más intentó acosar a Carolina. Resultó que el hombre había cambiado de estrategia.
«¿Cómo está el bebé?», le preguntó, mientras Carolina se preparaba para irse.
En ese instante, Bastian fue a la pequeña oficina para ocuparse de algunos asuntos antes de que regresaran a la librería.
«Bien», respondió la mujer, de mala gana. Posteriormente, se colgó el bolso sobre el hombro y se dirigió hacia la puerta. «Que tenga una buena tarde, Señor Álvarez».
«Calma, Carol», dijo él y ella frunció el ceño. Solamente Bastian la llamaba de esa manera, ni siquiera Máximo lo hacía, pues prefería su nombre completo o «amor”.
«Por favor, no me llame con apodos, usted y yo no somos cercanos», reprendió la mujer, mientras Domenico sonreía.
«Lo siento», contestó él y, una vez más, ella se sorprendió.
“En fin, ¿Qué quiere? Me tengo que ir».
«Simplemente quería saber cómo estás. Veo que tu mano ya no está inmovilizada como antes», al tiempo que hablaba, el hombre le tomó la mano cariñosamente a Carolina, pero ella se soltó con rapidez.
“Estoy bien. Ahora, me voy”.
La mujer asintió y se alejó. Domenico, por otro lado, se limitó a mirarla, sonriendo.
Máximo se encontraba en la oficina cuando sonó su celular. Al ver que eran fotografías, el joven tuvo un mal presentimiento y, aunque su cerebro le dijo que ignorara ese número desconocido, las abrió. No aguantó la curiosidad.
En las imágenes, Carolina estaba en una especie de escuela, rodeada de niños y hasta ese momento él estaba sonriendo, aunque estaba confundido. Posteriormente, miró más de cerca y vio a una persona no tan agradable en el fondo, era Domenico.
Mientras iba pasando las fotos, vio al alcalde sosteniendo la mano de Carolina, los dos solos, y finalmente, las fotos de los dos el día que el hombre había intentado besarla.
No obstante, en la foto parecía que los dos estaban allí de buena gana, después de todo, el viento había despeinado el cabello de Carolina impidiéndole ver su expresión.
Máximo estaba hirviendo de rabia. Y cuando vio la ropa en una de las fotos, ¡Descubrió que eso había sucedido ese mismo día! Enfurecido, el hombre salió de la oficina y Dolores lo vio pasar a toda velocidad.
En ese momento, la anciana sabía que algo muy malo había sucedido.
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