Capítulo 31:

Obviamente, las cicatrices eran irregulares, no bonitas. Carolina era consciente de ello, sin embargo, mientras miraba más de cerca, sintió ganas de llorar por su dolor. La mujer tocó la piel con las yemas de los dedos, después besó su pecho y Máximo abrió los ojos.

«¿Ca-Carolina?».

Al escucharlo, ella levantó la vista y le sonrió.

«¿No te dije que eres perfecto?».

Tras ello, la chica tocó su máscara y él decidió dejarla hacer lo que quisiera. A decir verdad, para el hombre era más fácil ignorar su cuerpo que su rostro, pero aun así… era mejor terminar pronto con el sufrimiento, pues, su esposa se iría para siempre o sería suya para siempre.

En ese momento, Carolina se pasó la lengua por los labios del joven y mordió el inferior, al tiempo que le quitaba la máscara. Luego, tiró la pieza al piso y le acarició la cara.

«¿Todavía te duele?», preguntó ella y él negó con la cabeza.

«No. La última vez que sentí dolor fue cuando una mujer bajita y atrevida me arrojó un libro, justo aquí”, mientras hablaba, él extendió la mano y toco el área donde ella lo había golpeado en su segundo día en la casa.

Entonces, los dos se echaron a reír.

«Perdón, pero es que estabas siendo un idiota», replicó la joven, defendiéndose y agarrándolo de la camisa, atrayéndolo hacia ella. «Ahora, basta de hablar. Te deseo…”

“Sostén mi hombro, para que no te lastimes la mano”, dijo el joven y ella asintió, ya que solamente tenía una mano para moverse y la otra tenía que mantenerla fuera del alcance del agua que caía de la ducha.

En seguida, Máximo la besó apasionadamente, como nunca. Finalmente, el hombre se sintió libre, pues podía ver a su esposa con claridad sin la máscara, totalmente expuesto. Por otro lado, la mujer se retorció bajo su toque y eso lo volvió loco.

«Maldita sea, Carolina. ¡Te amo!», pronunció él. Tras ello, la levantó, inmovilizándola contra la pared, mientras sus piernas se envolvían alrededor de su cintura. El hombre quería quitarse la ropa, pero, no quería perderse el momento. Por lo tanto, simplemente se desabrochó el cinturán, se bajó los pantalones y colocó su mano sobre la intimidad de su esposa. «¿Estás lista para tu hombre?».

«¡Sí, Máximo, hazlo!», g!mió la chica. Posteriormente, agregó: «¡Por favor, por favor!”.

En ese instante, la mujer le clavó las uñas a su esposo en el hombro, con la única mano que podía mover.

De inmediato, él cumplió con lo que ella le pedía, penetrándola. Por otro lado, ella dejó escapar un pequeño grito de dolor, seguido de un g$mido.

«¡Así! ¡Ah!».

Con cada embestida, Carolina gem!a más fuerte, pero, Máximo ya estaba muy incómodo con la ropa pegada a su cuerpo y al de ella. Al apartarse, la joven se quejó.

«Tómatelo con calma», dijo él, cerrando la ducha, quitándose el resto de la ropa y disfrutando del cuerpo de su esposa. «Eres muy se%i, ¿Lo sabías?».

«Soy toda tuya. ¡Tómame ahora, maldita sea!».

A decir verdad, el hombre estaba sorprendido por lo traviesa y lo apresurada que estaba la chica. El hombre ya había escuchado que las mujeres embarazadas estaban más dispuestas a tener se%o, y eso le encantó.

Con eso en mente, el joven la tomó de la mano y la condujo al dormitorio.

«¡Ponte en cuatro ahora!», ordenó él y ella obedeció, recibiendo una buena palmada en su trasero, el cual pronto se puso rojo. Segundos más tarde, Máximo masajeó la zona, dándole otra nalgada, provocando otro g$mido de su esposa. «Te gusta eso, ¿No es así?».

«Hmmm”, de inmediato, la mujer asintió y saltó hacia él. «¡Amor, por favor!”.

En ese momento, Carolina tenía los codos en la cama, ya que no podía con las manos.

Tan pronto como la p$netró, viendo no solo el cuerpo de su esposa a la luz del día, sino también su rostro mirando por encima del hombro hacia él con pasión y deseo… Máximo perdió la cabeza por completo.

“No podré ser amable», le advirtió a la chica.

«¿Y quién dijo que eso es lo que quiero? ¡Destrózame, maldita sea!».

El se%o fue sumamente intenso, con diferentes posturas, terminando con ella encima.

Acostada sobre su pecho, con las piernas aún a cada lado de su torso, Carolina acarició el pecho del hombre, dándole pequeños besos sobre las cicatrices.

En ese instante, Máximo se sintió en paz. Resultó que Carolina lo quería tal como era. Honestamente, se sentía como un sueño, del que nunca quería despertar.

«Hoy les voy a contar a mi papá y a mi abuela que vamos a tener un bebé. Todavía no les he avisado nada», comentó él, besando la parte superior de su cabeza.

«¿Por qué no los invitas a venir? Podríamos cenar juntos”.

«Sí, puede ser. Te amo, Carolina».

«Y yo te amo a ti, Máximo», mientras hablaba, la chica le acarició la cara. «Nunca vuelvas a dudar de eso”.

«No lo haré. Si lo hago, puedes enviarme al infierno”, replicó él y ella se echó a reír.

«¡Y lo haré!”, afirmó la joven. A pesar de la sonrisa en sus labios, él supo que no estaba bromeando.

Más tarde, tuvieron que darse otra ducha y bajaron a comer. Dolores, por otro lado, no pudo contener su alegría. Fernando y Jacinto también estaban felices, pues, habían visto lo mucho que había sufrido su jefe.

Y a pesar de que él llevaba muchos años sin vivir en la finca, mantuvieron su cariño con él. En el pasado, Fernando, quien era más joven, incluso jugaba con Máximo cuando eran niños.

Yolanda lloró cuando supo que su nieto no solamente había corregido el error que había cometido antes, sino que también iba a tener un bebé. En realidad, Máximo no pudo evitar decírselo por teléfono, ya que la anciana sintió que tenía más que decir y terminó sacándole la información.

«¡Por fin este chico va por buen camino!», comentó César, para luego abrir una botella de vino caro. «¡Por su felicidad!», agregó levantando su copa. Yolanda, por su parte, lo acompañó con jugo de uva, ya que evitaba beber.

Aunque Máximo no dijo nada, la anciana sabía que no querría difundir la noticia por todas partes. En realidad, al joven no le importaba ser muy conocido ni que lo menospreciaran, sin embargo, no le gustaba que se conociera más sobre su información personal. De ser así, ya habría anunciado y el matrimonio, cosa que no hizo.

“No digas nada, César. ¡No quiero que las personas equivocadas se enteren de esta noticia!», advirtió Yolanda al día siguiente.

No obstante, el hombre le dedicó una mirada extraña, lo que indicó que ya lo había hecho. «¡Estás siendo muy imprudente! ¿Quién más se enteró?».

«Hmmm… los Aguilar», habló él y la anciana lo miró de reojo. «Esa chica sigue alardeando de su nuevo novio, como diciendo que ahora es feliz y haciendo parecer que Máximo es un pobre tonto. ¡Pues bien! ¡Incluso dejé que mi hijo no solamente se casara con una mujer hermosa, sino que ahora está embarazada!”.

En ese momento, Yolanda negó con la cabeza.

«A Máximo no le gustará esto».

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