Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 30
Capítulo 30:
«Él…», Carolina suspiró y continuó: «Tengo muchas cosas en la cabeza. Tengo miedo de que surja otro malentendido o que mi esposo simplemente deje de hablarme sin siquiera darme la oportunidad de explicarme».
Tras ello, Carolina empezó a llorar y Dolores la abrazó.
«No, no, señora. ¡Él no lo volverá a hacer! Yo sé que no», entonces, la mujer acarició el cabello castaño de la chica.
Aparte de eso, Carolina también tenía otro motivo, ella en realidad estaba celosa. Por mucho que Máximo dijera que nadie lo quería, para la joven era sumamente atractivo y varonil. Por lo tanto, imaginar que él podría estar usando esa voz fuerte y ronca para susurrarle al oído de otra mujer la hizo molestar.
«¿Señora?», preguntó Dolores, sintiendo cómo la chica parecía tensarse.
«Estoy bien, es que acabo de pensar en algo y me molestó, eso es todo».
«¿Y qué fue?», la señora sostuvo el rostro de la chica y agregó: «¿Qué le preocupa?».
«¿Qué sucedería si aparece otra mujer, Dolores? «.
Al escucharla, la anciana comenzó a reír. Entonces, Carolina hizo un puchero.
«Señora… por favor. El señor no era un mujeriego incluso antes del accidente. Dudo mucho que lo sería ahora. A decir verdad, él era deseado por las mujeres, pero siempre fue muy reservado».
«Es solo que… no soy suficiente para él, Dolores. ¡Y de ahora en adelante seré como una pelota!», expresó la chica, escondiendo su rostro entre sus manos. Al escucharla, la anciana simplemente suspiró.
«Señora, esas inseguridades deben ser por el embarazo. Pero se lo aseguro, el jefe dijo que la ama, ¿No?», en seguida, Carolina asintió con la cabeza.
«Pues bien. Él no expresa amor por absolutamente nada. El señor está enamorado de usted. Además, es un hombre decente y honorable, no es infiel».
Aquellas palabras ayudaron a Carolina a sonreír y estar más tranquila, de hecho, ella nunca fue una mujer que tuvo inseguridades sobre su apariencia.
Francamente, nunca le prestó mucha atención. Y eso que a su hermana le encantaba decir lo fea y aburrida que era, pero, ella nunca la escuchó.
En ese momento, ella se reducía al llanto porque pensaba que su esposo, al no contestar el teléfono durante unas horas, estaba con alguien mil veces mejor que ella.
Tras ello, la noche fue la parte más difícil, pues, no podía dormir sin él a su lado. Cuando finalmente amaneció, ella tenía el celular en la mano, llamándolo todavía.
La chica desayunó y por suerte no tenía que trabajar, ya que era sábado. Por eso, ella se quedó en el porche, esperando. En ese instante, la mujer tomó un libro para distraerse y comenzó a preparar clases para dictárselas a los niños el lunes.
Después, el sonido del auto hizo que Carolina casi tirara el libro. La joven corrió hacia la salida de la casa y vio a su esposo bajarse del vehículo, todo sucio.
«¡Máximo!», gritó ella, mientras él levantaba la vista, saludándola con una sonrisa. En seguida, la chica comenzó a bajar las escaleras, pero él le gritó que se detuviera.
«¡No lo hagas!», gritó el joven. Por otro lado, la mujer se quedó quieta, sobresaltada. Cuando él por fin se acercó, a ella no le importó que su ropa estuviera llena de barro y polvo, simplemente le agarró la cara y le dio un beso. «No quiero que te lastimes en las escaleras, Te extrañé mucho».
«¡Y yo a ti!», al instante, ella lo abrazó y él la levantó en brazos, como a una novia.
«Tienes ojeras, Carolina».
«¡Por supuesto! ¡Me preocupé muchísimo! ¿Por qué no atendiste mis llamadas? ¿Acaso no funcionó el celular?». Al hablar, la joven parecía enojada, así que él frunció el ceño.
«Bueno, la verdad es que sí. Se me cayó del bolsillo y no me di cuenta. Luego, cuando fui a buscarlo, lo encontré en el campo, pisoteado y en un charco de lodo. Entonces, tomó su último aliento y murió», respondió él.
«Yo pensé…», comenzó a decir ella, tratando de no llorar. Últimamente la chica estaba mucho más sentimental que nunca y, de hecho, ella misma no se soportaba.
«Oye, oye… tranquila», con eso la llevó a la habitación, y ofreció: «Vamos a darnos una ducha, ¿Te parece bien? Un buen baño caliente, para relajarnos».
Ante eso, Carolina abrió los ojos y asintió.
De inmediato, Máximo la puso en el piso y comenzó a quitarle el vestido, apretándole los sen%s y sonriendo.
«Eres realmente hermosa», dijo el joven, y agarró uno de los pezones, haciendo que su esposa se sostuviera de él para no caerse, ya que la sensación era muy intensa.
«Ah, Máximo… te extrañé mucho», al decir eso, su voz no era más que un susurro. Entonces, ella caminó hacia la ducha y él la siguió, besando su cuerpo. Nunca antes lo habían hecho bajo el agua y ella teñía curiosidad. «Voy a abrir la ducha, amor».
«Sí», pronunció él, asintiendo, y ella sonrió, al tiempo que giraba la llave y dejaba que el agua caliente los salpicara. Al segundo siguiente, Máximo atacó su boca en un beso posesivo.
De esa manera, el agua, por supuesto, comenzó a entrar a través de su mascarilla, provocándole molestias. Fue solo en ese instante que se dio cuenta de que debía estar empapado, con la ropa pegada al cuerpo, así que se alejó de ella rápidamente.
«¿Qué te pasó?», cuestionó ella y él la miró totalmente aterrorizado.
«¡Date la vuelta! ¡O cierra los ojos!», exclamó él, colocando su mano frente a su cuerpo.
Sin embargo, la joven tan solo le frunció el ceño y no hizo nada más que sostener sus brazos.
«Máximo…».
«¡No! ¿Por qué hiciste eso?».
«¡Te dije que iba a abrir el agua! ¡Y tú asentiste con la cabeza!».
«¡Pero yo pude haber estado de acuerdo con cualquier cosa!».
«¡Realmente eres perfecto, Máximo! ¡Qué diablos es esto! ¡Me dijiste que nos daríamos una ducha!».
«Me refería a que yo iba a bañarte. ¡Y se suponía que era en la bañera!».
“¡Pues, no me impediste traerte a la ducha!».
«Yo no soy perfecto», dijo él en voz baja, pero ella, que aún lo sostenía en sus brazos, comenzó a acariciarle el pecho con suavidad. Máximo tan solo observó y ella sintió que sus brazos se relajaban más.
En ese momento, Carolina lo miró a los ojos y empezó a bajarle los brazos, mientras que Máximo contenía el aliento y cerraba los ojos. La joven le desabrochó la camisa con dedos temblorosos. No porque temiera lo que había debajo, sino porque en realidad era un momento especial entre ellos como pareja.
Máximo, por su parte, estaba al borde de las lágrimas, pues, pensaba que su esposa se iría tan pronto como lo viera, por lo que ese sueño de matrimonio se desvanecería en el aire. En ese momento, la chica le quitó la camisa y él tragó saliva, con los ojos todavía cerrados.
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