Capítulo 26:

«¡Carolina!», pronunció Domenico con una sonrisa gigante, mientras entraba a la tienda.

En ese momento, Bastian había salido a comprar algunos artículos para la tienda y algo para comer, así que ella estaba sola.

«Señor Álvarez», dijo ella, de manera muy educada.

«¿Por qué me saludas tan formal, querida?», cuestionó el hombre, y se acercó al mostrador para agregar: «Sabes que somos un poco más íntimos».

«No, la verdad es que no lo somos. Usted forzó una situación desafortunada que terminó metiéndome en problemas», indicó ella.

“¡Ah, no seas así, por favor! En realidad, tan solo te ayudé a deshacerte de ese monstruo».

Al escuchar eso, Carolina apretó los puños, pero tuvo que controlarse, ya que no solo se encontraba en el lugar de trabajo, sino que ese hombre era el alcalde. Por lo tanto, tener algún tipo de mal momento con él sería un problema para la escuela y también para Bastian.

“¡Le pido que se abstenga de hablar de mi esposo de esa manera! Yo lo amo», declaró ella, tratando de mantener la calma.

“¿Lo amas?», cuestionó él, mirándola con confusión, y agregó: «Pero ¿Cómo lo puedes amar?

¿Es que acaso no se quita la ropa cuando está contigo?». Tras ello, el hombre se rio.

«Me encanta cada parte de su cuerpo. Su manera de ser… entonces…», recalcó ella y, mirando a Domenico con desprecio, agregó: «¿Usted vino a comprar algo a nuestra tienda? ¿O la visita es por algo personal?».

Justo en ese instante, Máximo cruzó la puerta y vio a Domenico apoyado casualmente en el mostrador frente a Carolina, levantando la mano para tocarla.

Él había hablado con su abuela y decidió que escucharía a su esposa. La verdad era que la extrañaba y no podía soportar estar lejos de ella por más tiempo. Sin embargo, esa escena frente a él…

Por otro lado, Carolina escuchó que abrían la puerta por el sello en la parte superior y cuando vio a su esposo, se le iluminó el rostro entero, pero el hombre tenía el ceño fruncido.

«No fue mi intención interrumpir nada», dijo él, y se dio la vuelta para irse. Al instante, la mujer se desesperó y abrió la puerta del mostrador para ir tras él.

«¡Deja que se vaya!», exclamó Domenico, tratando de agarrarla del brazo, pero Carolina se soltó, mientras él gritaba: «¡Yo soy mejor que él! ¡Regresa aquí!».

No obstante, ella no lo escuchó en absoluto.

Máximo ya estaba cerrando la puerta del auto, así que ella intentó detenerlo poniendo su mano en el medio, pero él cerró en ese momento, lastimándole levemente sus dedos.

«¡Aaah!». Ella actuó de manera estúpida, pero fue lo primero que se le pasó por la cabeza, como si se tratara de una puerta normal.

Ante eso, los ojos de Máximo se abrieron de par en par y abrió la puerta de inmediato, saliendo del auto y tomando la mano de su esposa.

«¿Acaso te volviste loca?», gritó él, y comenzó a besarle la mano, mientras decía: «¡Pude haberte cortado los dedos!».

En ese punto, ella tenía lágrimas en los ojos.

«Es solo que… tú ibas a…”

Entonces, el hombre suspiró profundamente y la atrajo hacia él. Por otro lado, Domenico vio toda la escena y estaba hirviendo de rabia.

«¡Yo te amo, Máximo! ¡Me juré a mí misma que no te lo diría, no hasta que te disculparas por haber sido tan idiota! ¡Pero te lo tenía que decir!».

«Estabas con alguien más», murmuró él, y ella lo golpeó en el pecho al instante, tratando de alejarse. Sin embargo, él no la dejó ir, diciéndole: «De verdad lo siento por no haberte escuchado. Pero vine en son de paz, quiero hablar contigo».

Al escucharlo, ella lloriqueó en su pecho.

«Necesito estar en la tienda ahora. Estoy sola», señaló ella.

«Está bien», dijo él torpemente, pero la siguió.

Domenico todavía se encontraba allí en la puerta, así que Máximo le pidió: «Quítate del medio».

«¡Ten mucho cuidado de cómo me hablas, pequeño monstruo!», exclamó el alcalde, muy irritado, y Carolina fue quien actuó. Rápidamente, ella le dio un puñetazo con la mano con herida, y luego gritó de dolor.

“¡Carolina!», pronunció Máximo, para después levantarla y arrastrarla hasta la tienda. Una vez allí, él se sentó en el sofá y la colocó sobre sus piernas, pero él en realidad se sentía orgulloso de ella, aunque estaba preocupado: «Déjame ver».

Ella no dejaba de llorar, y colocó su cara en el cuello de su esposo.

«Me duele…», habló la chica, con la voz apagada.

«Shbh… tranquilízate, por favor. Creo que pudiste haberte roto. Pero, en realidad no estoy seguro.

Tendremos que ir al médico».

Al escucharlo, ella giró-la cabeza para mirarlo.

“Yo… creo que será mejor que me levante», dijo ella, intentando apartarse, pero él no se lo permitió.

«Toma tu bolso y vamos al médico».

“¡Pero, estoy trabajando!» replicó ella frunciendo el ceño.

“¿Y yo pregunté eso, Carolina?»

«¿Acaso quieres que rompa la otra mano en tu cara?», preguntó ella, empujando contra su pecho.

“¡No puedes hablarme de esa manera!».

«Está bien, está bien. Lo siento».

«Ah, sí, claro. ¡Eres un estúpido!», dijo ella con irritación. En realidad, él sabía que su esposa era impulsiva, pero, en ese momento estaba mucho peor.

«¿Tienes la menstruación?», al preguntar eso, él quería reírse, pero, Carolina se tensó en su regazo.

“¿Qué sucede, solo estaba bromeando?».

«¿Qué día es hoy?».

«¿Qué?», preguntó él, confundido.

«Dime, ¿Qué día es hoy?», mientras la chica hablaba, parecía asustada y Máximo no entendía.

Entonces, él miró su reloj.

«¡Ay, Dios mío!», gritó ella, empujándolo, y Máximo la dejó levantarse. A la mujer le dolía la mano, pero en realidad estaba preocupada por otra cosa: «Yo… necesito…”

«¿Qué es lo que está sucediendo?», preguntó él, poniéndose de pie y luego, la puerta de la librería se abrió y Bastian se detuvo cuando los vio a los dos.

«Ah…”

En ese momento, Máximo aprovechó para agarrar a Carolina de la mano que no estaba lastimada.

«¿Dónde está tu bolso?», cuestionó él.

«¿Qué está sucediendo?», quiso saber Bastian, y al ver la mano de Carolina, claramente herida, preguntó: «¿Qué fue lo que pasó?».

«Ella golpeó al alcalde hace un momento. ¡Necesito sus documentos para que podamos ir al médico ahora!».

De inmediato, Bastian fue a buscarlos a la sala de almacenamiento y regresó rápidamente.

En ese momento, Carolina parecía estar en otra dimensión, sumergida en sus pensamientos.

Posteriormente, Máximo la subió al auto y se dirigieron a la clínica.

Claudio hizo los exámenes y sí, la mujer se había roto algunos dedos.

“Doctor, yo… quiero un análisis de sangre», exigió Carolina mientras su esposo la miraba, confundido.

“¿Estás enferma?”, le preguntó él. En realidad, la mujer se había hecho un chequeo cuando se lastimó el pie. Al recordar eso, el joven se dio cuenta de que ella se había ido de la finca y no sabía si todavía estaba en terapia física.

«No, es que…», entonces, miró al médico, quien comprendió en seguida.

“Son cosas de mujeres», dijo él, y ella asintió.

A decir verdad, Máximo no entendió, pero que ella lo dijera de esa manera lo hizo pensar que se trataba de algo incómodo de hablar.

La chica finalmente se hizo el examen y esperó el resultado. Cuando llegó el momento, ella recibió el sobre con manos temblorosas.

¿Qué dice?», preguntó Máximo, sin embargo, ella se lo llevó al médico antes de abrirlo.

Una vez que lo leyó, Claudio dibujó una gran sonrisa en su rostro, “¡Felicitaciones!», expresó el doctor, pero, Máximo seguía sin entender.

“¿Felicitaciones por qué? «, pronunció el joven.

«¡Van a tener un bebé!».

En ese momento, Máximo sintió como si le hubieran dejado sin aire. Un bebé… Él… ¡Seria padre! Cuando volteó la mirada, el joven se dio cuenta de que Carolina estaba llorando.

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