Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 21
Capítulo 21:
Carolina no mencionó en absoluto que estaba usando el dinero de la venta de joyas para ayudar.
De hecho, ni siquiera Bastian lo sabía. Él pensaba que a Máximo no le importaba dónde gastaba su dinero su esposa, y como sabía que la Familia Castillo tenía más dinero del que podían gastar en generaciones; no se sorprendió ni un poco.
Al escuchar todo el plan, Yolanda estaba encantada e incluso quiso aportar.
«¡Fue un verdadero placer, señor Lozano!».
«Dígame Bastian, por favor», suplicó el chico.
Al salir de allí, Carolina decidió pedirle algo a la abuela.
«Señora Yolanda, por favor, no le diga nada de esto a Máximo. Él… está celoso, ¡Pero yo no estoy haciendo nada malo!».
Ante eso, la anciana palmeó la mano de la chica.
«Yo sé que no, cariño. Es de verdad una causa noble, pero creo que tienes que hablar con Máximo. Además, ¿En serio está celoso de este chico?», preguntó ella, y Carolina asintió con la cabeza.
Entonces la anciana agregó: «¡Qué tontería tan grande! ¿Es que acaso no se dio cuenta?”.
«No, yo creo que no. A decir verdad, Máximo parece sentirse incómodo con cualquier hombre que se me acerque demasiado. Yo lo puedo entender. Él debe pensar que voy a querer estar con alguien más, debido a sus quemaduras…».
Al decir eso, Carolina miró hacia abajo con tristeza. Entonces, Yolanda negó con la cabeza y agarró la barbilla de la chica.
«Esa inseguridad se le va a pasar, y creo que es bueno que sepa acerca de tu proyecto y sobre este chico. Yo misma hablaré con él».
«Se lo agradezco mucho, Señora Yolanda».
“Querida… disculpa que te lo pregunte, pero ¿De verdad no te importan las cicatrices de Máximo?».
De inmediato, la joven levantó la cara, bastante conmovida.
“Sinceramente, me importan más las cicatrices que tiene su alma, Señora Yolanda. En un sentido estético, no me molestan sus quemaduras, pero sí el hecho de pensar que le debió haber dolido mucho. Y también me duele lo poco que piensa en sí mismo por eso».
«¿Lo amas?», indagó la-anciana.
Carolina se había estado haciendo mucho esa misma pregunta, pero ya sabía muy bien la respuesta, sin lugar a duda. Con eso en mente, ella sonrió.
“SÍ. Yo de verdad lo amo. No veo mi vida siendo feliz sin tenerlo a él a mi lado, aunque se queja siempre por todo».
Tras ello, las dos mujeres rieron y caminaron hacia el auto.
Mientras tanto, César estaba hablando con Máximo acerca de la empresa y, por supuesto, sobre la relación de su hijo.
«No, padre, yo no la amo», dijo el joven suspirando.
«Nunca más volveré a amar a una mujer.
Obviamente, me gusta y le tengo cariño y respeto.
Pero no la amo».
«Pero ¿Por qué? Parece que a ella le gustas mucho.
¿Es por Jade?».
Al escuchar eso, Máximo bajó la mirada.
«Yo amaba mucho a Jade, pero ella acabó conmigo, así que no le daré mi corazón a otra mujer. Por otro lado, Carolina… es hermosa, divertida e inteligente. Sin embargo, tengo miedo de que se dé cuenta de que está casada con un monstruo y me abandone. Si me enamoro de ella y me deja… yo… no podría soportarlo, papá”.
César entendió a su hijo perfectamente.
“Simplemente no te deprimas por eso, ¿De acuerdo? Ella ya está contigo y parece aceptarte tal como eres».
“Carolina nunca me ha visto… sin ropa».
Al escuchar eso, el hombre miró a Máximo, confundido.
«Pero, ustedes tienen intimidad», replicó. Segundos más tarde, César se puso furioso y refutó:
“Máximo, ¿Acaso te quedas con la ropa puesta?».
“Por supuesto, está muy bien así y ella no se queja de mi desempeño. Por lo tanto, no hay motivo para que cambiemos nada».
En ese momento, César quiso discrepar, ya que su hijo no parecía notar la forma en que Carolina lo miraba. Sin duda alguna, la chica estaba enamorada, él lo sabía, pero, no lo iba a discutir todavía.
En ese instante, los hombres escucharon a Carolina y Yolanda reír. De inmediato, se formó una sonrisa en los labios de Máximo. Cuando la joven apareció en la puerta, este último se sintió sumamente afortunado.
Transcurrieron los días y Máximo ya estaba bien.
Sin embargo, un día, tanto Yolanda como César lo vieron bajar las escaleras con un gran ceño fruncido.
“¿Ustedes dos pelearon de nuevo?», interrogó el padre del otro.
En seguida, Máximo se sentó en el sofá, enojado.
“Se pueden ir. ¡Carolina y yo nos vamos a quedar en casa!».
De todos modos, él no quería salir, aunque iba a consentir a su esposa en una de las cabinas VIP.
Ellos no se mezclaban con la gente, sin embargo, eso era lo que él podía ofrecerle y ella había aceptado.
“¿Puedo saber el motivo?», indagó Yolanda.
Durante esos días era muy visible que la pareja convivía con mucho amor y peleas.
“¡Ella quiere salir como una pr%stituta!».
Al escucharlo, la anciana miró a su nieto.
“¡No hables así de tu esposa!», espetó ella.
«¡Pero es verdad!».
«¡No, no es así!», replicó Carolina, quien apareció vestida con unos jeans más ajustados y -una camisa roja de a cuadros anudada a la cintura.
Debajo de esta, la chica tenía una camisa blanca de tirantes, por lo que no se veía demasiada piel.
«¡Miren eso!», exclamó Máximo con irritación.
«¡Estoy vestida de forma decente!».
«¡No, no lo estás! ¡Por mucho que haya una manta sobre el cuerpo, no sirve de mucho cuando usas ropa ajustada! ¡No dejas lugar a la imaginación! ¡Se te ve todo!»..
Al ver la escena, César puso los ojos en blanco y Yolanda también.
“Por amor a Dios, Máximo… tu esposa se ve hermosa y no está mal vestida ni nada por el estilo. ¡Más bien tiene demasiada ropa puesta!
De hecho, muchas chicas de su edad prefieren ir en bermudas en lugar de pantalones largos, además de dejar la barriga a la vista».
“¡Ponte unos pantalones decentes! ¡Y.. desata esa maldita camisa!»
“¡No!», respondió Carolina, mientras empezaba a caminar hacia la puerta.
“¡Carolina!». La joven continuó caminando y él la siguió, gruñendo de rabia.
“¡Voy a salir! Si no quieres, ¡Entonces no vayas!», En ese momento, el joven la agarró del brazo y la atrajo hacia él, pero ella luchó.
«¡Cállate, maldita sea!», espetó él.
«¡Suéltala, Máximo!», intervino César.
«¡Papá, no interfieras!».
«¡No la trates así! Tu abuela y yo estamos de acuerdo con Carolina. Si a ti te molesta verla tan bonita, ¡Entonces no vayas!”.
De inmediato, el joven se giró hacia su padre y entrecerró los ojos.
«Es el segundo cumplido a su belleza que le haces en menos de cinco minutos. ¡Ella es mía!».
“¡Por favor, no puedo creer que estés celoso de mí!», respondió César, indignado y divertido al mismo tiempo.
Por otro lado, Máximo miró a Carolina y la levantó de inmediato, colocándola sobre su hombro.
“¡Eres una bestia! ¡Suéltame!».
“No se atrevan a seguirnos. ¡Debo tener una pequeña charla con mi esposa antes de que nos vayamos!». En ese momento, el joven les habló por encima del hombro a su abuela y a su padre.
Luego, le dio a Carolina una buena palmada en el trasero mientras caminaba y ella luchaba. Una vez que estuvieron fuera de la vista de los otros dos, él la puso en el piso y la presionó contra un árbol, besándola.
En seguida, ella golpeó su pecho, pero no resistió por mucho tiempo.
«Máximo, nosotros… «.
“Estamos a punto de salir, pero irás con mi olor impregnado en ti».
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