Capítulo 20:

De inmediato, Máximo usó su brazo ileso para lanzar lo primero que vio: la lámpara.

El objeto era lo suficientemente pesado como para evitar, durante al menos un par de segundos, que la puerta se abriera, ya que también asustó a César.

“¡Papá! ¡Fuera!», exclamó el joven.

En ese momento, el hombre mayor se encontraba de pie con la cabeza inclinada hacia bajo. Él no había visto nada. en: absoluto, pero, aun así, era consciente de que: Máximo y su esposa debían estar haciendo algo; porque ella dejó escapar un pequeño grito.

«¡Lo siento, lo siento mucho!», pronunció él, y cerró la puerta, chocando con Yolanda en cuanto se dio la vuelta.

«¿Qué estás haciendo aquí?», indagó la anciana, quien tenía las manos en las caderas y el ceño fruncido.

“Yo… tan solo quería que Máximo supiera que obtuvimos el contrato…».

“¿Y acaso no te dije que los dejaras en paz? ¡Dios mío, César! ¡Vete de aquí, vamos!».

Así, se llevó a su hijo de allí. Mientras tanto, Carolina se había quedado aferrada a Máximo, con el rostro hundido en su hombro.

«Tranquila, amor. Ya se fue», indicó él.

“¿Y si él nos vio?», preguntó: ella, con su voz un poco apagada.

«Estoy seguro de que realmente no vio nada. Tan solo tómatelo con calma, ¿De acuerdo?», dijo él, acariciándole la espalda, y luego agregó:

“¿Carolina? ¿Todavía quieres continuar?».

Al escuchar eso, la chica se quitó la venda de los ojos y lo miró seriamente.

“Máximo, ¿Cómo es que eres capaz de pedir tal cosa?», exclamó ella, totalmente indignada, pero él levantó un poco las caderas y ella pudo sentir la punta de su miembro tocándola. «Máximo…».

«Simplemente cierra la puerta con llave», indicó él, un poco travieso y le dio una palmada en el trasero.

Casi al instante, Carolina se levantó de la cama y fue a la puerta, cerrándola. El hombre no se dio cuenta de que tenía los pantalones bajados entre las piernas en ese momento y así la chica podía ver su piel. Sin embargo, ella no dijo nada y ni siquiera miró fijamente, por supuesto.

Después de que él llegó al clímax dentro de ella, Carolina lo besó una vez más y fue al baño a ducharse.

Máximo tendría que tomar una también, y cuando miró hacia abajo, fue cuando se dio cuenta de lo expuesta que tenía la piel.

¿Será que ella…?, se preguntó el hombre, y miró instintivamente hacia la puerta del baño. No, si ella lo hubiera visto, no habría continuado, pensó él.

Entonces, se relajó un poco más y se subió los pantalones. Tan pronto como ella se fuera de la habitación, él se ducharía y se cambiaría.

Carolina tan solo estaba usando una toalla cuando salió del baño y Máximo se humedeció los labios.

“Todo lo que quieres hacer es provocarme de nuevo, ¿No es así?».

“Tal vez», respondió ella, de espaldas a él, al tiempo que sacaba ropa del cajón.

«La verdad es que te ves muy se%y con esa toalla en el pelo, ¿Lo sabías?».

«¿En serio?», indagó ella.

«Sí, señora, así es. Te ves muy sensual».

«Olvídalo, voy a salir ahora».

Al escuchar eso, el joven se puso serio.

«¿A dónde vas a salir?».

“Saldré a las calles con tu abuela. Ella quiere salir, así que tu padre se quedará aquí contigo».

«Bueno, así que prefieres salir con ella que quedarte aquí con tu esposo, que está herido. Está bien entonces».

De inmediato, la chica se giró hacia él, sacudiendo la cabeza.

“Francamente, no sabía que eras del tipo dramático».

«No soy de ese tipo. Bueno, no normalmente.

¿Acaso parezco ser del tipo que se queja, Carolina?».

«Un poco», respondió ella, aunque como había una pequeña sonrisa en sus labios, él supo que su esposa solo estaba bromeando.

«Quiero poder moverme de nuevo con normalidad».

«Ah, pero no te molesta para tener se%o».

“Claro que no. Cuando lo hacemos, estoy acostado.

Si tuviera que montarte, sería más complicado, cariño», respondió él, sentándose más en la cama, como si pretendiera levantarse. «De hecho, podemos probar ahora si quieres».

“Buena idea, pero no. Honestamente, tu propuesta es tentadora, pero ya tengo una cita», En ese instante, Máximo miró a Carolina de arriba abajo y no le gustó lo-que vio.

Bueno, en realidad, sí le gustaba mucho, pero claro, era consciente de que a otros también les gustaría. En realidad, a él nunca le había importado lo que llevaba Jade; sin embargo, no se dio cuenta en aquel entonces.

“No puedes salir así».

Carolina, quien estaba caminando hacia él para darle un beso, se detuvo y entrecerró los ojos hacia su esposo.

“¿Por qué?»,

¡Te ves más sensual que nunca! ¡Mira esos sen%s!

Esa cinturita… ¡No, no! ¡Cámbiate de ropa!».

«No me voy a cambiar. Además, estaré con tu abuela, ¡Por lo tanto, nadie se atrevería a decir nada!».

«Oh, claro, no dirán nada, pero van a mirar. ¡Y yo no estaré allí para quitar los ojos de esos miserables de encima!».

Al escucharlo, Carolina comenzó a reír.

«Eres tan tonto a veces. Pero está bien», comentó ella, presionando un beso en los labios de su esposo, quien la atrajo hacia él.

La chica por poco cedió, pero Yolanda tocó la puerta.

«¿Querida?». De hecho, Carolina debió haber bajado casi una hora atrás.

“¡E-estoy saliendo!», gritó la joven en respuesta.

Tras ello, le dio otro beso a Máximo, agarró su bolso y se fue.

«¡Estás preciosa!», comentó la anciana, sonriendo.

«¡Gracias! También se ve muy bien».

En realidad, Yolanda no estaba vestida de manera lujosa, pero lucía elegante. En seguida, la mujer mayor le dio las gracias y luego se dirigieron hacia el vehículo.

«Me alegra mucho que tú y Máximo se lleven tan bien. Yo creo que pronto tendremos niños en la casa», comentó Yolanda.

Sin embargo, justo en ese momento, Carolina se dio cuenta de que no había estado tomando ningún anticonceptivo.

«Bueno, es posible», respondió ella, sonrojándose.

«¿Mi nieto ha sido bueno contigo? Puedes contarme la verdad. Después de todo, es mi familia y lo amo, pero a veces es difícil».

En ese momento, Carolina no le contó que Máximo le había dado joyas como pago, tratándola como una pr%stituta. Aunque él no lo hizo de nuevo. Con todo y eso, la chica de todos modos usaría el dinero de la venta de joyas para los niños, ella simplemente tendría amor por lo que su esposo le diera de corazón.

«Para ser honesta, Máximo y yo tuvimos algunos problemas al principio, pero… ahora es más dócil conmigo, es mucho más cariñoso».

«¡Qué bueno! Se permitió abrirse a ti, ¡Incluso podría aventurarme a decir que está enamorado!».

De inmediato, Carolina miró a Yolanda como si le hubiera dicho algo muy atrevido, pero a la vez muy agradable.

«Él..», la chica colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y agregó: «Él me gusta mucho».

“¿No te importan las quemaduras?».

«No, no me importan en absoluto. A decir verdad, nunca he sido de las que se apegan demasiado a las apariencias, sino a las personas por lo que llevan dentro. He conocido a mucha gente hermosa que estaba podrida por dentro». Cuando dijo eso, Carolina se refirió principalmente a su madrastra y su media hermana.

“Entiendo lo que dices, querida. Ya he vivido mucho y te aseguro que tu percepción de las cosas no está mal».

Minutos después, el auto se detuvo y tan pronto como las dos mujeres estuvieron afuera, alguien las llamó. De inmediato, Yolanda frunció el ceño.

«¡Señoras Castillo!».

«Señor Álvarez, qué sorpresa…», dijo Yolanda. Ella sabía muy bien lo falso que era ese hombre, y cuando lo vio recorriendo a Carolina con la mirada, con claro deseo y lujuria, se sintió asqueada.

La anciana solía llevar a su nieto a la finca cuando era pequeño, y así vio crecer también a Domenico.

Ella sabía muy bien qué tipo de persona era él.

Desde que era un niño, cometió transgresiones para lograr sus objetivos.

«Por favor, yo soy el sorprendido. Usted rara vez viene a nuestro humilde pueblo. Sin embargo…

Ahora que está aquí, estoy seguro de que se unirá a las festividades, ¿Correcto?», dijo él sonriendo.

Tras ello, puso cara de preocupación y continuó:

«Claro, si Máximo se mejora. Por cierto, ¿Cómo sigue él? De hecho, estaba planeando visitarlo mañana».

«Está mejor», respondió Yolanda. «Y no, no sé si estaremos en los festejos. Sabe que a mi nieto no le gustan mucho».

«Por supuesto, entiendo perfectamente. A él no le gusta salir en público».

En ese momento, el hombre habló y miró a Carolina.

«Pero, sin duda alguna, sería una pena que una mujer tan hermosa como usted tuviera que estar confinada en casa también. ¡Yo puedo acompañarla a la fiesta de cumpleaños de nuestro pueblo!».

«¡Señor Álvarez, la verdad es que no tiene que meterse en problemas!», dijo Carolina antes de que Yolanda le diera una respuesta grosera a Domenico, y agregó: «Lo cierto es que no quiero salir de casa sin mi esposo. Hoy tan solo vine a acompañar a su abuela, es una excepción. ¡Por Dios, somos familia! ¿Pero fiestas y celebraciones?

No quiero, pues, sin Máximo, no me siento animada en absoluto».

A Yolanda le gustó escuchar eso. La chica se había negado de manera educada, sin dejar espacio para que Domenico intentara convencerla.

“Me parece que debe amar mucho a su esposo, ¿No es así?», preguntó el alcalde, y Yolanda pudo sentir la malicia del hombre. Sin embargo, Carolina mantuvo la sonrisa en sus labios.

«Sí, Señor Álvarez, así es. La realidad es que amo a Máximo más de lo que jamás pensé que podría amar a un hombre», respondió ella, y Yolanda pudo notar que esas palabras estaban llenas de verdad. Por lo tanto, ella sonrió.

“Con su permiso, Señor Álvarez. No queremos robarle más tiempo, ya que, como alcalde, sabemos lo ocupado que debe estar».

Yolanda habló en un tono que daba la impresión de ser muy educada, pero Domenico conocía muy a la anciana, por lo que tan solo sonrió, asintió y se fue.

«¡Qué hombre tan insoportable!», exclamó la abuela, y Carolina asintió con la cabeza.

«No lo conozco mucho, pero la verdad es que me siento incómoda a su lado».

«No le prestes ni la más mínima atención, Carolina. Desde que era un niño ha tratado de ser mejor que Máximo, sin embargo, no puede lograrlo y eso lo enoja. Ahora mi nieto está casado contigo, así que seguramente Domenico va a intentar algo. Ten mucho cuidado».

«Lo tendré, Señora Yolanda. Además, en realidad tan solo tengo ojos para Máximo», confesó la chica, y Yolanda sonrió.

«SÍ, puedo ver eso. Para ser honesta, Máximo siempre ha sido un poco raro y tenía miedo de que se cerrara contigo, pero he podido notar que se están llevando muy bien», dijo la anciana.

«Bueno, tenemos nuestros momentos y peleas, pero en general, ¡Todo va genial!», pronunció Carolina, y luego las dos se fueron a dar un paseo.

Después de visitar algunas tiendas y almorzar, la chica se dio cuenta de que podía confiar en la anciana, así que decidió compartir con ella el proyecto que tenía con Bastian.

«Señora Yolanda, quiero que conozca a alguien», dijo ella, entrando a la librería, y entonces agregó: «Él y yo estamos trabajando en un proyecto ahora. Bueno, la verdad es que él ya lo había empezado y yo simplemente estoy ayudando”.

Bastian se encontraba leyendo cuando escuchó el timbre de la puerta y levantó la mirada. Al instante, vio entrar a Carolina con una anciana y sonrió. La joven ya le había dicho por mensaje que la abuela y el padre de Máximo estaban en la finca, debido a su accidente.

«¡Carolina!» exclamó él con emoción, y se acercó.

«¡Señora Yolanda, él es Bastian Lozano! Es el dueño de la librería en este lugar».

Yolanda aún no conocía al chico, ya que la Familia Lozano se había ido del pueblo durante un tiempo, pero al parecer ya estaban de regreso.

«¡Encantado de conocerla, Señora Yolanda!

Bienvenida a mi humilde librería», pronunció el joven.

«¡El placer es todo mío! Hace mucho tiempo que no sé nada de su familia», dijo ella.

«Bueno, la verdad es que mis padres viven en la capital, pero yo decidí volver para cuidar la propiedad que aún tengo. En realidad, quiero usarla para algo más útil».

Tras ello, él y Carolina compartieron sus planes para la escuela de los niños. En ese lugar ya había una pequeña escuela, pero estaba anticuada, había pocas oportunidades para los jóvenes, que terminarían condenados a quedarse allí en el campo, y la mayoría de las cuales eran trabajos manuales.

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