Capítulo 19:

Carolina se quedó mirando a los dos visitantes. El hombre, que tenía unos cincuenta años o incluso un poco menos, era muy parecido a Máximo, y ella pensó que estaba muy bien conservado.

La anciana que lo acompañaba, a pesar de ser claramente mucho mayor, también se veía enérgica para su edad.

¡Qué buenos genes!, pensó la chica, preguntándose si sus hijos con Máximo se verían igual de bien, “Soy Yolanda Castillo», la señora fue la primera en presentarse y cuando Carolina le tendió la mano, pareció un poco descontenta. En cambio, abrazó a la joven de inmediato.

“¡Madre! La vas a incomodar”, pronunció el hombre, y luego le tendió la mano a Carolina, mientras decía: «Yo soy César Castillo, tu suegro».

“¡Hola, es un placer!», respondió la mujer, bastante nerviosa. Ya llevaba un tiempo casada con Máximo y hasta ese momento no había conocido a su familia. «Ah, Máximo está en la habitación», agregó ella.

Tras ello, comenzó a caminar y César notó que en realidad no se veía muy bien.

“¿Te pasó algo, Carolina?», preguntó él.

“Ah, me lastimé el pie, pero ya estoy haciendo fisioterapia, así que pronto estaré completamente bien», explicó ella.

«¡Ay, Dios mío! ¿Y qué hizo Máximo al respecto?», preguntó Yolanda, frunciendo un poco el ceño.

«Bueno, él. me llevó al médico, por supuesto.

Fuimos al pueblo más cercano para que me pudiera ver un ortopedista. Y… bueno, básicamente, me cargó arriba y abajo de las escaleras; dado que yo no podía caminar muy bien», declaró la chica.

Al escuchar eso, Yolanda sonrió. Ella conocía muy bien a su nieto y si él no sintiera nada por Carolina, simplemente le habría dado muletas y habría terminado con todo.

Con eso en mente, la anciana miró a César, quien entendió el mensaje de inmediato.

El hombre había conocido a Eloísa en persona y se quejaba aún más con su madre de cómo los Navarro los habían engañado y que él quería a la rubia como su nuera.

Sin embargo, mirando a Carolina, quien no vestía de manera ostentosa pero aun así era muy hermosa, estuvo bastante satisfecho.

¡Al final, me parece que este ha sido un trato mucho mejor!, se dijo el hombre. La joven no solo era naturalmente hermosa y encantadora, sino que también era educada y se podía ver que era humilde. Lo más importante de todo, a Máximo le gustaba. Tan solo quedaba por ver si a ella también le gustaba.

Lo cierto era que su hijo siempre tuvo muchas mujeres a sus pies, hasta que se enamoró de Jade Aguilar e inició un romance con la chica. Pero, aun así, él nunca fue alguien que corriera detrás de ninguna mujer por nada del mundo, ni siquiera lo hizo por ella.

Cuando esa mujer lo rechazó, en ningún momento él le pidió ni le suplicó que lo reconsiderara. Actualmente, él estaba casado con esa buena chica, Carolina Navarro, y cuando ella abrió la puerta del dormitorio, se pudo ver que ambos dormían juntos allí.

Después del accidente, Máximo se había vuelto más amargado y no permitía que nadie se le acercara. Por tal motivo, su habitación era sagrada.

Incluso al principio el joven le había dicho a su padre que Carolina tenía su propia habitación, ya que no la quería con él. En realidad, se había casado por obligación, no por placer.

Sin embargo, ella estaba durmiendo allí… mirando a través de la puerta abierta del baño, el hombre mayor pudo ver algunos artículos femeninos, Sí, ella no estaba allí de paso en absoluto.

«Dios mío, ¿Qué fue lo que le hicieron a mi niño?”, preguntó Yolanda cuando lo vio. Máximo estaba pensando en que, cuando su esposa subiera a la habitación, podría disfrutarla, pero Dolores le dijo que su padre y su abuela estaban de visita.

No era que no quisiera verlos, ¡Pero la verdad era que quería estar con su esposa!

Finalmente se estaban llevando bien, ella lo mimaba y él tenía que admitir que disfrutaba de toda la atención. La de ella, no de su abuela ni de su papá. ¡Él tan solo quería la atención de Carolina!

“¡Hola, abuela!», dijo el joven, y sonrió levemente para agregar: «Papá».

«Máximo, vinimos en cuanto nos enteramos de lo que pasó… ¿Por qué no nos dijiste nada? ¡Tuvimos que recibir la noticia de parte del doctor!».

¡Es un chismoso!, pensó Máximo.

«La verdad es que no era mi intención preocuparlos, eso es todo. Estoy siendo cuidado, y ya me estoy recuperando. En realidad, Carolina me está cuidando muy bien», explicó él y la miró, quien se sonrojó.

Ante eso, Yolanda se giró hacia la chica.

«De verdad estoy muy contenta de que el matrimonio vaya tan bien. ¡Honestamente, pensé que ibas a asustar a la chica!».

Al escuchar eso, Máximo abrió la boca con incredulidad.

«¡Abuela! ¿En serio vas a hablar mal de mí así, frente a mi esposa?», exclamó él, y después se volteó hacia Carolina para agregar: “¿Y tú, no vas a defender a tu esposo?».

«¿Defenderte?», repitió la joven, y añadió: «Él casi me espanta, la verdad. Ya estaba lista para solicitar el divorcio».

En ese momento, todos se rieron, pero Máximo tuvo la sensación de que ella no estaba mintiendo en absoluto. La chica simplemente estaba usando una verdad para entretener a los invitados.

Al llegar la hora de la comida, Carolina subió con la bandeja, mientras César y Yolanda comían a la mesa.

“Es bueno que tengan tiempo a solas», comentó la anciana, llevándose el tenedor a la boca.

“Pero ya viven juntos, ¿Acaso quieres más tiempo que eso, mamá?».

“¡Déjalos solos! Ella está cuidando de él, así que es un momento precioso. Máximo solo fue atendido por nosotros y los criados la última vez que estuvo en cama, César. Por lo tanto, es bueno que sienta el calor del cuidado de su esposa».

Mientras tanto, en el dormitorio, Máximo estaba muy contento con que su esposa le diera de comer. Al principio, el hombre pensó que era degradante que ella pensara que él era débil.

Sin embargo, luego se dio cuenta de que en realidad era afecto. Resultó que Carolina le tenía cariño, y eso hacía que su corazón se acelerara.

¿Ella de verdad me ama?, se preguntó a sí mismo, pero rápidamente le restó importancia, y se burló.

No, en el mejor de los casos, siente afecto y consideración porque yo soy su esposo. Es solo eso, pensó.

“¿Qué tanto tienes en mente?», interrogó ella.

Al escucharla, él levantó las cejas y contestó:

«¿Qué?».

«Bueno, estás un poco perdido en-tus pensamientos». De inmediato, él sonrió, pero luego… frunció el ceño, con desdén. «¿Qué ocurre?».

«Nada», respondió él, para luego agregar: «Son solo cosas del trabajo».

«Entiendo».

«Pero tú puedes hacerme pensar en otra cosa», comentó él, mirándola de arriba abajo.

«¡Compórtate, tu padre y tu abuela están abajo, Máximo!», replicó ella en un susurro. «¡Imagínate si entran aquí!».

«No entrarán sin permiso en mi habitación ni mi oficina».

«Bueno…»

“¿Tú no quieres?». –

Al escuchar eso, ella miró hacia la puerta, colocó la bandeja sobre la mesita y se giró hacia su esposo, quien sonrió expectante. La joven se había duchado antes del almuerzo y vestía pantalones de pijama hechos de un material suave.

“Cierra la ventana», dijo él, pero la chica no lo hizo.

«¿Carolina?».

En ese momento, ella abrió el cajón de la mesita de noche, sacó un trozo de tela y se tapó los ojos.

Máximo, por otro lado, sonrió ante su audacia.

Luego, la chica lo tocó con cautela y, en cuanto encontró la goma elástica de sus pantalones, empezó a bajarlos. En seguida, el joven tomó su mano.

“¿Que sucede?”.

«La piel…”

«Ya te dije que no me importa. No quieres mostrarme, está bien, pero no me niegues que te toque de vez en cuando. Trataré de evitar las partes quemadas, si así lo prefieres, no hay problema».

Cuando escuchó eso, el hombre le soltó la mano con lentitud.

“Está bien», respondió.

Ella había puesto su boca sobre su cuerpo solo una vez, con él sosteniendo su cabello y sus manos detrás de su espalda, completamente incapaz de tocarlo. En ese instante, el hombre sentía al mismo tiempo el miedo y la emoción… sin embargo, cuando la mujer mordió su miembro a través de sus pantalones, pensó que iba a tener un %rgasmo de inmediato.

Por otro lado, a Carolina le temblaban las manos. A decir verdad, ella sentía que estaba siendo muy atrevida, pero, eso era lo que quería. Además, su esposo le había dicho que quería que ella se sintiera más cómoda, respetando sus límites, por supuesto.

Para ella, el sabor de él era delicioso. La chica pensaba que ese tipo de cosas eran repugnantes, aunque resultó no ser así, en realidad era bastante agradable.

Después de estar unos minutos así, Máximo le advirtió que llegaría al clímax, pero ella no se movió, ya que pensó que se veía extremadamente se%i de esa manera, con todo su s$men cayendo por su escote.

«Móntame, amor», pidió él, loco de deseo. En seguida, Carolina sonrió por la forma en que la llamó.

Ella prácticamente usaba solo vestidos, luego de que su relación con su esposo mejorara.

Segundos más tarde, cuando ella estaba sentada sobre él, con su miembro casi adentro…

«¡Máximo!», llamó César, quien había recibido buenas noticias de la compañía y quería compartirlas con su hijo, Resultó que el padre del joven aprovechó que Yolanda fue al baño.

En ese momento, la puerta comenzó a abrirse.

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