Capítulo 161:

Al día siguiente, Jannochka se encontraba en el centro de tortura de los Herrera. Santiago no estaba de acuerdo, ya que era obvio que no se había recuperado por completo, sin embargo, ella hizo caso omiso de sus palabras.

“Estoy destrozada y él tiene la culpa. Es justo que yo también lo destroce“, dijo con indiferencia, a lo que Santiago contestó con una carcajada.

No tardó mucho en obtener la información que necesitaba. Al final, el culpable era uno de los ayudantes de Carlos.

“¡Perdóname, Janna!“, exclamó este notando cómo Santiago lo fulminaba con la mirada

“Quiero decir, Señora Herrera. ¡Perdóneme!”

“No fue tu culpa. Era miembro de La Cicuta y se alió con otros“, respondió Jannochka, a tiempo que Santiago entrecerraba los ojos a ver la mano de ella sobre el hombro de Carlos.

En cuanto el hombre se fue, Santiago sorprendió a Jannochka con un beso.

“¿Qué… qué fue eso?“, preguntó ella mientras recuperaba el aliento.

“Quería besarte“, explicó, acariciándole el rostro, lo que hizo que ella frunciera el ceño.

“¿Fue para marcar tu territorio con Carlos, Santiago?“. Al notar un atisbo de culpa en su marido, puso los ojos en blanco. “Eres imposible. En serio, no hagas eso. Bésame si quieres hacerlo, no para presumir ante nadie“. Ella se giró, por lo que Santiago la sujetó del cabello y acercó los labios a su oreja.

“Entonces vamos a casa“.

Aunque ella no pronunció palabra, lo siguió. En cuanto llegaron al apartamento, Santiago recibió una llamada de Jade, de modo que Jannochka subió con la ayuda de la enfermera.

“¿Estás bien?“, preguntó Santiago, con preocupación.

“Sí, estoy bien. He estado peor“, afirmó ella, con una sonrisa amarga. “Me gustaría darle las gracias a tu esposa, Santiago, y saber cómo se encuentra“.

“Janna está bien. Es dura“.

“Es hermosa. Creo que ella es un gran ejemplo… bella, valiente y poderosa. ¡Vaya! Cuando la vi disparando y usando el cuchillo… te lo juro, pensé que era algo sacado de una película de acción. Es increíble y me alegra que te hayas casado con una mujer así“.

“¿Estás contenta porque me casé con ella?“, preguntó él, sin saber qué pensar.

“Sí. Además, parece que le gustas mucho“.

Santiago quería reír. “Por supuesto. ¿Necesitas algo?“.

“No. Mi mamá está aquí y… el Oficial Romero me ha estado ayudando con los problemas de Marcelo“.

“¿El… el oficial?“.

“Sí. Es muy amable. Estaba acostumbrada al otro, ese troglodita, pero… el Señor Romero es diferente“, explicó Jade.

Santiago notó una alegría en su voz que hacía tiempo que no escuchaba.

Después de despedirse, él subió las escaleras para hablar con Jannochka, solo para encontrar sus cosas empacadas.

“¿Adónde vas?“, le preguntó.

“Vuelvo a Rusia. Mi padre me llamó y tenemos que ocuparnos de los imbéciles de la Mafia Vermelha“.

“Iré contigo“, afirmó Santiago con rotundidad.

“No, te quedarás aquí. Tienes trabajo como subjefe de La Cicuta. Tu hermano y tú tienen varios traidores con los que lidiar, Santiago“. Él no discutió.

Durante dos semanas, Santiago y Osvaldo se encargaron de los que tuvieron algo que ver con la traición e investigaron más a fondo para descubrir a otros que tramaban tomar el poder.

Santiago pidió ver a Jade, quien terminó accediendo.

“¡Te ves mucho mejor!“, le dijo emocionado.

Estaba radiante, como él no sabía que pudiera estarlo.

“Sí, yo… tengo una razón para estar mejor“.

“¿De verdad? ¿Cuál es?“. Santiago le dio un sorbo a su café, mientras que Jade bebía jugo.

“Estoy embarazada“, contestó ella, por lo que al chico casi se le cae la taza.

“¿Embarazada? Ah…, bueno… ¡Felicidades! Es decir, quieres tener el bebé, ¿Verdad?“.

“Sí. Él no tiene la culpa de nada. Al menos, al final, Marcelo era más… normal“, comentó bajando la mirada mientras sonreía. “Estoy feliz“.

Por supuesto, Jade lo heredó todo de su esposo. Ahora, con el bebé, nadie podría intentar arrebatarle la empresa. Gracias a Jannochka y Romero, los negocios sucios de Marcelo quedaron ocultos. Osvaldo también evitó que circularan rumores entre la mafia para preservar el secreto.

Toda la culpa recayó en Julio García.

“¿Y cómo está Janna?“, preguntó Jade, ante lo cual Santiago apretó los labios.

“Se fue a Rusia. Su familia la necesitaba allá“.

“¿No vas a ir a por ella? Estaba herida“.

“Digamos que no le caigo muy bien a su padre. Menos ahora que la lastimaron y no la protegí“.

No era la verdadera razón, sin embargo,

Tampoco deseaba discutir al respecto con Jade.

“Santiago, ella te gusta, ¿Verdad?“, preguntó la chica. Aunque Santiago abrió la boca para contestar, no supo qué decir. “Mira, sé que dijiste que te gustaba y todo eso, pero… no va a pasar. Además, sé que no te gusto de esa manera“.

“Jade, yo cuidaría de tu hijo como si fuera mío“.

“No, Santiago. No lo dudo, pero no quiero eso“. Ella suspiró. “Me gusta otra persona. Y tú no puedes ver lo enamorado que estás de Janna. Cuando ella estaba en peligro, te desesperaste. Lo vi en tus ojos. Y cuando el oficial la tocó…, estabas a punto de lanzarte encima de él por celos“.

“No eran celos“.

“Engáñate tanto como quieras. Te gusta, y aunque no soy cercana a ella, Janna no parece el tipo de mujer que se sentará a llorar y a esperarte. Hoy lo tengo claro, pero… Ni siquiera amaba a Máximo, y me sentí fatal cuando me di cuenta de lo que hice. Si amas a tu mujer, no lo pospongas. Piénsalo con cuidado“. Si bien colocó su mano sobre la del chico, no había nada de romántico en ello. “Tengo que irme“.

“¿Quieres que te lleve?“, preguntó Santiago, con una mirada pensativa.

“No. No tienes que hacerlo, pero gracias“.

Santiago la vio levantarse y al mirar por la ventana del establecimiento, se encontró con que estaba hablando con otro hombre. Eduardo Romero.

Cuando llegó a casa de su hermano, se lanzó al sofá. Osvaldo salía de la cocina.

“¿No tienes casa?“, le dijo burlonamente su hermano.

“Sí tengo; pero extrañaba tu sofá“.

“Ya veo…“. Osvaldo se sentó junto a la cabeza del chico. “Cuéntame lo que pasó. Te conozco demasiado bien“.

Santiago le comentó a su hermano sobre la conversación con Jade y el hecho de que ella probablemente estaba saliendo con un tal Romero.

“Parece un tipo decente“, opinó Osvaldo, encogiéndose de hombros. “No sé cómo estás tan tranquilo“.

“¿Qué quieres decir?“.

“Bueno, pensé que estarías furioso y querrías golpear al policía, pero te lo estás tomando con calma“.

Santiago abrió la boca.

“Bueno…“.

“En cambio, cuando cualquier hombre mira a tu mujer, la cual ni siquiera te gusta de esa manera, te volvías loco. Por eso, lo único que puedo decir es que no te entiendo, Santiago“, explicó dándose cuenta de la expresión confundida de su hermano.

“Hablando de tu esposa, ¿Cómo está? ¿Cuándo vuelve? Escuché que hubo un gran desastre en Rusia“. “Está bien. La última vez que hablé con ella, todo parecía estar bajo control“.

Santiago se quedó un rato más, cenó con Osvaldo, Emilia y sus hijos. Se alegró de ver lo radiante y hermosa que se veía la chica con el vientre ya bastante grande.

Una vez en casa, vio que tenía correo. Se sentó en su escritorio y examinó todos los sobres. Uno de ellos procedía de Rusia.

“¿Pero qué…?“, murmuró para sí.

Al abrirlo, se le heló la sangre.

Divorcio.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar