Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 157
Capítulo 157:
“¿Cómo estuvo el viaje, hermano?“, preguntó Osvaldo al recibir a Santiago apenas bajó del avión privado. Sin embargo, este le dirigió una mirada severa.
“¿Te parezco contento?”. suspiró. “Janna apenas se despidió. Se comportó rara y distante “
Osvaldo entrecerró los ojos hacia su hermano.
“¿Pero no actúa siempre así contigo? ¿O por fin consiguió avanzar las cosas en tu matrimonio? Quiero decir, incluso ya la llamas Janna“.
“Eso no es asunto tuyo, hermano”, respondió Santiago con una falsa sonrisa. “Pero hay algo que me preocupa. Estuve hablando con Janna y Yuri antes de volver. Me pareció extraño que su misión fracasara. Dijo que lo único que le parecía sospechoso fue una mujer rubia que no debería haber estado en ese lugar e interrumpió todo. Después de eso, la situación se complicó”.
“¿Una mujer rubia?”. Osvaldo arrugo la frente, confundido.
“Sí, y según dice, no era rusa. Aunque hablaba en inglés, Janna supuso que podría ser latina por su acento”. Osvaldo reflexionó sobre quién podría ser.
Si bien era rubia, Jade se encontraba en México y no parecía el tipo de mujer que pondría en peligro tanto la misión de Jannochka como su vida. En la mafia había muchas mujeres rubias, por lo que Osvaldo pensaba investigar hicieron viajes y a donde.
Aunque, en el fondo, tenía la sensación de saber de quién se trató, no recordaba su nombre.
“Estaré atento. Sea quien sea, se metió con la gente equivocada”.
Santiago apretó los puños.
“Sin dudas. Alguien intento matar a mi mujer, Osvaldo. No solo eso, sino que ella será la próxima señora de la Tambovskaya; lo que intentaron hacer…”.
“Siendo casi seguro que otra mafia rusa está involucrada, revisaré la zona. Hablaré con Carlos”, respondió Osvaldo.
Santiago sintió un sabor amargo en la boca. A pesar de que Carlos nunca hizo nada realmente con Janna, tenía un sentimiento de desagrado hacia él. Janna y Carlos tenían cosas en común y se llevaban bien, lo que inquietaba a Santiago.
Por otro lado, Carolina se paseaba mirando el teléfono. Los mensajes eran más frecuentes y ella estaba convencida
De que la mujer que paso junto a ella el otro día era alguien familiar. Al principio supuso que se trata de Nadia,
Aunque luego descartó la idea. Lo último que sabía era que tanto su madrastra como Eloísa abandonaron el país.
“¿Todo bien, cariño?“, preguntó Máximo, quien llegó de una reunión. ¿Estás nerviosa porque pasado mañana volvemos a la finca?”.
“Máximo … mira esto”. Ella tomó su teléfono y le mostró el mensaje.
Tras leerlo, el rubio se llevó las manos a la cintura y habló con severidad :
“Carolina, ¿Por qué no me lo dijiste ¿Acordamos que no habría más mentiras ni nos ocultaríamos información importante”.
No estaba enfadado porque ella le ocultara información, sino porque se trataron de amenazas muy serias.
“Al principio pensé que era una especie de broma; ahora veo que no. Ayer… ayer una mujer chocó conmigo y, por un momento, pensé que era Nadia, pero la persona no dijo nada. Llevaba lentes de sol y una sudadera con capucha”.
Máximo subió a la habitación de los niños, quienes dormían,
“Volveremos a la finca y solucionaremos esto. Es seguro allá, y podrás quedarte en casa con los chicos. Contrataré más seguridad. Si tienes que salir y yo no estoy disponible, no salgas sin ellos, ¡Y avísame!”.
Máximo la atrajo hacia sí y la besó con cariño.
“Te amo tanto, Carolina, a ti y a nuestros hijos”.
“Y yo a ti. Nunca pensé que las cosas serían así. Al principio, nuestro matrimonio parecía condenado. Eras un bruto”.
“Pero un bruto caliente, ¿No?“, se burló Máximo mientras le besaba el cuello y la sacaba de la habitación en dirección al dormitorio. “Eres intrépida y te atrae el peligro”.
“Sí …”, g!mió ella con los ojos cerrados. “Pensé que te odiaría, pero me sentí atraída por ti como por un imán. Quería saber qué había más allá del hombre herido”.
Máximo se sentó en el sofá de dos lugares que tenían allí y Carolina se subió a su regazo.
“Te lo agradezco, mi amor. Nunca te rendiste conmigo cuando yo ya me había rendido”. La besó con pasión, al tiempo que Carolina se levantaba el vestido y él se desabrochaba el pantalón.
“Te quiero”, susurró mientras hacían el amor. Los gemidos escapaban de sus bocas.
“Yo también te quiero. ¿Hacemos nuestro tercer bebé?“, preguntó Máximo, a lo que Carolina negó con la cabeza y soltó una risita. “Me encanta cuando estás embarazada; te ves aún más hermosa”.
“Por favor, déjame descansar, hombre”, respondió ella. “Además… quiero poder jugar más libremente contigo”. Carolina se bajó de Máximo, quien se quejó. Sin embargo, se dirigió al borde de la cama y se puso en cuatro.
“¡Qué belleza!“, dijo él mientras le golpeaba juguetonamente el trasero.
Por la mañana, Máximo se levantó temprano, se ocupó de los niños y llamó a Osvaldo mientras Bernardo se entretenía con su juego de bloques favorito,
“Buenos días, Máximo. ¿Hay algún problema?“, preguntó Osvaldo.
“¿Por qué crees que hay algún problema?”.
Osvaldo suspiró y chasqueó la lengua.
“Son las siete diez de un sábado y me llamas. ¿Qué pasa?”.
Máximo se echó a reír.
“Bueno, es que Carolina ha estado recibiendo mensajes amenazantes y quería que lo comprobaras, si no es mucha molestia. Dice que tuvo la impresión de encontrarse con Nadia”.
Osvaldo había amenazado a ambas mujeres de que abandonaran la ciudad o se encargaría de ellas. En ese momento, se arrepintió de haberles dado una oportunidad.
“¿Son rubias?“, preguntó solo para asegurarse de que no se equivocaba.
“Sí, lo son”.
“Voy a investigar. Mándame los mensajes, los números, todo. Lo compruebo y te informo”. Osvaldo se recostó en la silla del despacho, ni alguna vez había dormido. “¿Volverán mañana a la finca?”.
“Seguro, y sí, volveremos mañana”.
“Les pediré a algunos soldados que vayan con ustedes, solo por si acaso. ¿De acuerdo?”.
Máximo permitió, y apenas colgó, Carolina bajó las escaleras.
“¿Qué pasó, amor te caíste de la cama?“, preguntó.
“Casi”, respondió él, sonriendo. Le hizo un gesto para que se sentara en su regazo. Una vez acomodada, le rodeo la cintura con el brazo y le beso el hombro. “Osvaldo va a comprobar esos mensajes, y unos cuantos soldados nos acompañarán a la finca”.
Aunque a Carolina no le gustó la idea, sabía que era más seguro. Tenía que pensar tanto en sí mismo como en su marido, en los niños y en las demás personas que vivían con ellos.
Su regreso a la finca transcurrió en calma. Dolores los esperaba con impaciencia. En cuanto entraron en la casa, comenzó a sonar la música y comenzó la fiesta.
“¡Bienvenidos, señores!“, exclamó Dolores, corriendo hacia los niños. “¡Dios mío, qué hermoso hijo ¡Y Bernardo…! ¡Se parece al señor cuando era pequeño!“,
“Este va a ser un galán”, bromeó Máximo, a lo que Carolina negó con la cabeza.
“¡Creí que no volverían nunca!“, dijo Bástian, con Raúl a su lado. Ambos llevaban anillos de compromiso.
Por su parte, Osvaldo revisó a fondo todos los registros de viaje, incluidos los de Nadia y Eloísa. Santiago miraba la información con su hermano.
“Fueron a Polonia… pero quizás después se dirigieron a Rusia”, dijo Santiago, con lo cual Osvaldo estuvo de acuerdo. “¿Cómo demonios se las arreglaron para contactar con la maldita mafia rusa? ¿Alguna organización enemiga de los Sigayev?”.
“Ellos saben que tú ayudaste a destapar toda esa mi$rda, ¿No? Deben de haber ido allí a pr%stituirse”.
“¿Podrías pedirle a tu esposa que investigue esto ¿Es de interés para la Tambovskaya”.
“Sí, claro…”
Santiago sacó su teléfono, pero antes de que pudiera llamar a Jannochka, vio una notificación de una aplicación de noticias con el nombre de Marcelo Simones, que le llamó la atención.
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