Capítulo 155:

Se acercó a Jannochka, manteniendo la mirada fija en la de ella, y colocó las manos en el dobladillo de su camisa. La muchacha levantó los brazos poco a poco mientras él empezaba a quitarle la prenda.

Los ojos de Santiago se desviaron hacia los pechos dentro del sujetador. Cuando ella se lamió los labios, él se fijó en la gasa que cubría la herida.

“No puedes mojar eso“, dijo. “Todavía no“.

A Santiago se le secó la boca. A pesar de saber que estaba herida, deseaba inclinarse y besar los labios de Jannochka, recorrerle el cuello con los labios, mordisquearle los pechos, chuparle los pezones y jugar con los aretes que tenía en ellos.

Rodeando a su mujer con los brazos, le desabrochó el sujetador dejando libres sus pechos. Santiago los cubrió con las manos, dispuesto a bajar la boca hasta uno de ellos, antes de que Jannochka lo detuviera. Confundido, él la miró.

“Necesito ducharme“.

No apestaba, salvo por el olor a desinfectante. La enfermera le había limpiado la sangre que la, salpicó, pero aunque hacía frío y Jannochka no había sudado mucho, empezaba a sentirse “pegajosa“.

“Entonces, vamos a ducharnos“, sugirió Santiago, levantándola y sintiendo la suave piel tanto de las piernas como de la espalda de Jannochka.

En cuanto la dejó en el piso, se quitó la camisa, a lo que ella enarcó una ceja.

“¿Qué haces?“, preguntó.

“No puedo bañarte con la ropa puesta; me mojaré“, explicó con calma, desabrochándose los pantalones y quitándose los zapatos.

Jannochka le dio la espalda, evitando su mirada. Santiago lo encontró interesante.

Estoy seguro de que ya tiene experiencia, como dicen que es de mentalidad abierta.

Aún llevaba puestas las bragas. Santiago se arrodilló detrás de ella, bajó la tela y notó que Jannochka temblaba. Poco a poco le dejó besos en la espalda, al mismo tiempo que se erguía, hasta llegar a los hombros.

“¿Santiago…?“.

“Soy tu marido. Estoy cuidando de lo que es mío. ¿Acaso no puedo apreciar a mi mujer?“, murmuró girándola con cuidado hasta quedar frente a él.

La besó en los labios a la vez que la llevaba hacia la cabina de la ducha. La recostó de la pared, para que pudiera sostenerse. Jannochka acarició el cabello de Santiago.

“Maldición, eres tan sexi“, afirmó antes de besarla en el cuello. Dio un paso atrás, con una mirada peligrosa. “Déjame darte un baño“.

La apartó del chorro de la ducha y utilizó la regadera de mano para lavar a su esposa. De ese modo tenía más control y evitaba mojarle la venda. Santiago no se quitó la ropa interior, para no presionar demasiado a Jannochka. Cuando llegó el momento de lavarle las partes íntimas, ella sacudió la cabeza y le dijo que se diera la vuelta. Él sonrió, asintió e hizo lo que ella le pedía.

“Ahora, printsessa (princesa), me lavaré“, dijo quitándose la ropa interior. Jannochka volvió a girar el rostro. “Puedes mirar”

“Es mejor no… no hacerlo“, respondió ella, dándole la espalda. Santiago admiró el rubor de sus mejillas. Le pareció adorable.

Se enjuagó y enseguida tomó las toallas. Primero secó a la chica, quien evitó su mirada en todo momento. Sin embargo, mientras se secaba el hombro, ella lo espió de forma disimulada.

Se puso la bata con cuidado y salió del baño, con Santiago siguiéndola, sujetándola por la cintura y conduciéndola a la cama.

“Te comportas como si nunca hubieras visto un p$ne“, comentó, a lo que ella tragó saliva con nerviosismo.

“Fui a la facultad de medicina, gracias“, replicó. Santiago se detuvo a medio camino de morderle el cuello, y se quedó

Mirándola a los ojos.

“Espera… ¿Me estás diciendo que nunca has…?“.

Ella suspiró y se sentó en la cama.

“¿Por qué iba a hacerlo? No es que sea demasiado importante. Tenía otras cosas que hacer“.

Santiago tragó con fuerza.

Maldición, sé que esto puede sonar machista, pero sabiendo que Janna nunca ha sido tocada… y que yo seré el primero… ¡Sí, seré el primero y el último!, pensó decidido.

Aunque sorprendió a sí mismo por el tono y la dirección de sus ideas, al final, le restó importancia. Era su mujer, y en aquel momento ni siquiera recordaba que su matrimonio tenía fecha de caducidad.

Se paró frente a Jannochka, vistiendo solo una toalla. Ella levantó la vista, encontrándose con sus ojos. Luego, puso las manos sobre la tela blanca con una sonrisa torcida.

“No juegues conmigo, Janna. Si no me vas a dejar jugar contigo, no lo hagas“.

“Puede que no tenga experiencia práctica, pero he investigado cosas“, replicó ella, mirando la toalla y luego de nuevo a los ojos de Santiago. Su corazón se aceleró.

“¿Me lo vas a ch$par?“, preguntó sin rodeos. “Porque, maldición, mujer…, me muero por sentirte entera; pero no podemos tener se%o por tu lesión“.

Santiago tomó la iniciativa y se quitó él mismo la toalla. Su grueso miembro se balanceó frente a Jannochka, quien se lamió los labios. La visión aceleró el pulso del muchacho.

“Está excitado por verte, Janna“, afirmó, poniéndole la mano en el cabello. “Si no quieres, no importa“.

Cuando fue a tomar la toalla que arrojó sobre la cama, Jannochka le acarició el miembro. Él dejó escapar un gruñido bajo, al tiempo que sus caderas se movían hacia delante de forma involuntaria.

Jannochka admiró la herramienta de Santiago. Aunque había visto fotos y videos, lo que tenía en sus manos era indescriptible.

“Apetecible“, la palabra que le vino a la mente. Es perfecto, pero… demasiado grueso. ¿Cómo puede andar con eso entre las piernas?, se preguntó asombrada.

Vio salir el fluido y no lo pensó dos veces: le pasó la lengua por encima.

Santiago sentía que podía llegar al %rgasmo en cualquier momento. Si bien deseaba que ella se lo metiera en la boca, no quería apresurarla. Dejó que Jannochka hiciera lo que le placiera, que se dejara llevar por sus instintos. Ella lamió, chupó y, al final, se lo metió en la boca. Sin embargo, no era lo bastante grande para introducirlo hasta el fondo. ¡Demasiado bueno!, pensó Santiago, sujetándola del cabello con más fuerza.

“Quiero cogerme esa boquita“. Casi susurró, empujando las caderas hacia delante y hacia atrás.

“Eres una p$ta caliente“.

Cuando Jannochka movió la lengua, Santiago perdió el control.

Ella g!mió mientras este continuaba empujando dentro de su boca.

“Suéltame, cariño, me voy a venir“, le pidió. Ella no le hizo caso. “Janna! ¡Maldición!“.

Las piernas de Santiago se debilitaron después del %rgasmo. No recordaba la última vez que había tenido uno así. ¡Y ni siquiera me acosté con ella!.

Un hilo de s$men se derramó, Jannochka volvió a metérselo en la boca con el dedo índice. Santiago la sujetó del rostro para besarla, no obstante, ella se lo impidió.

“¿No te da asco?“, le preguntó. Santiago se rio entre dientes.

“Mi amor, si quieres, te enseño cuánto podemos divertirnos“, le dijo, besándola intensamente. Jannochka se dejó recostar en la cama.

Fueron interrumpidos por los fuertes golpes en la puerta.

“¡Si ya terminaron de coger, el Tío Stepan los llama!“, gritó Yuri.

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