Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 154
Capítulo 154:
El disparo sonó antes de que Santiago pudiera darse la vuelta, y con ello, el sonido de un cuerpo cayendo lo alertó. Al girar la cabeza, se percató de que uno de los enemigos yacía en el suelo, mientras que Jannochka aún sostenía el arma a pocos pasos de allí.
Con un cojeo notorio y dejando un rastro de sangre tras de sí, ella se acercó a Santiago, quien dejó a Fyodor de inmediato.
“Janna“, dijo él con voz preocupada, colocando las manos alrededor de su cintura, sin tocarla para evitar lastimarla.
“Estoy bien; pero tenemos que sacar a Fyodor de aquí. Necesito ayuda, no puedo cargar a este hombre sola“.
“Tú no lo cargarás“, dijo Santiago, sabiendo que no permitiría que Jannochka hiciera un esfuerzo innecesario, por lo que le dio la espalda a Fyodor. “Vamos, grandulón, súbete a mi espalda“.
Este obedeció, sonriendo de manera tonta mientras se aferraba a la espalda del chico.
“Entonces… creo que me estoy enamorando“.
“¡Cállate, Fyodor!“, respondió la chica sin ocultar la molestia. En ese instante, los tres empezaron a caminar lentamente. Jannochka encontró una rama de árbol que parecía razonablemente firme y lo usó como una especie de bastón para apoyarse.
“Muy bien, ustedes dos quédense aquí y yo buscaré el auto“, explicó Santiago, colocando a Fyodor cerca de un árbol mientras miraba fijamente a Jannochka. “Vuelvo enseguida“.
Ella asintió con la cabeza, colocándose al lado de su primo y sujetó su arma con firmeza, lista para otro posible enfrentamiento.
Santiago nunca había corrido tanto en su vida, como lo hizo después de que Fyodor le diera las coordenadas. Llegó al automóvil, que estaba cubierto con una lona, y lo encendió. La llave estaba cerca de una de las ruedas, enterrada.
Al llegar donde estaban Jannochka y Fyodor, ayudó al ruso a entrar en el asiento trasero del auto. Luego, regresó para ayudar a cargar a la muchacha, quien intentó resistirse; sin embargo, él no le dio más opción.
“¡Deja de ser tan terca!“, reclamó colocándola de prisa en el asiento del pasajero. El chico le echó un último vistazo mientras ajustaba su cinturón de seguridad y su corazón se apretó notar que sus manos estaban ensangrentadas.
Era la sangre de Jannochka.
El viaje fue silencioso y, por suerte, sin incidentes. Pronto llegaron al avión privado que Fyodor preparó con anterioridad para llevarlos a Moscú. Pensó en todo, incluso en un médico y enfermera para que los atendiera en caso de salir heridos.
El médico fue a buscar a Jannochka, mientras que la enfermera atendía a Fyodor, quien había desmayado. El doctor terminó por sacarle la bala ahí mismo, haciendo que el hombre despertara gritando del dolor. Después de terminar el procedimiento, el médico suturó la herida de Jannochka.
¡Mi$rda! Ella no emitió ni un gemido de dolor, pensó Santiago. En lugar de sentirse Impactado por su resistencia, se sintió orgulloso.
“¿Ya está haciendo efecto el medicamento?“, preguntó sentándose junto a ella. Jannochka aún tenía los ojos cerrados, las manos apoyadas en los descansabrazos del asiento y el cabello sobre el respaldo.
“No“, habló ella con firmeza. Luego abrió los ojos, mirándolo directamente. “¿Cómo llegaste aquí?“.
“Fyodor me llamó“, dijo Santiago con sinceridad antes de suspirar. “Tu padre me impidió venir tras de ti, pero tu primo confió en que sería útil“.
Ella frunció el ceño.
“Por qué querías venir aquí? Te dije que necesitaba resolver un problema“.
“Sí, ¡Y desapareciste durante una semana entera!”. Santiago bufó. “Te di tiempo para que te pusieras en contacto y no lo hiciste. Al menos pudiste haberme informado del tipo de misión, ¿No crees?“.
Jannochka encogió los hombros y cerró los ojos de nuevo, apoyándose hacia atrás.
“No sé para qué lo haría; solo eres mi esposo en el papel. Al igual que tú, no tienes que dar explicaciones sobre lo que haces, yo tampoco necesito dártelas sobre lo que hago“.
Santiago sintió un sabor amargo en la boca. Jannochka estaba usando las palabras que le dijo contra él. Aunque Santiago las usó para referirse a salir con mujeres, mientras que ella lo hacía con el trabajo. Uno que compartían, por lo que era consciente del peligro.
Mientras yo estaba ocupado buscando a otra, mi mujer pudo haber muerto, pensó con tristeza.
A pesar de que nunca quiso casarse, pensó en hacerlo con Jade, cuando finalmente sintió el impulso. No obstante, en lugar de eso, terminó haciéndolo con Jannochka. De manera irónica, una cosa que siempre se prometió fue que no engañaría a su esposa, ni jamás le faltaría el respeto.
¡Qué ironía!, continuó en su pensamiento.
Cuando tomó la mano de Jannochka, esta abrió un ojo y alzó una ceja como si preguntara qué quería.
“Perdón por haber sido un idiota, hablando tonterías antes de que te fueras“.
“Pero realmente es mi culpa, no? Es tu vida y no debo meterme en ella“.
Una vez más sus palabras fueron como puñaladas en el pecho.
En lugar de decir algo, Santiago se limitó a besar la mano de Jannochka, recostándose sobre la silla en la misma posición que ella. La rusa lo miró con un ojo abierto y sacudió la cabeza, decidiendo que le daba igual y cerró los ojos otra vez.
Ya en Moscú, Jannochka y Santiago fueron a la mansión, mientras que Fyodor se dirigió al hospital. Al verlos entrar, los ojos de Stepan parecieron atravesar al chico.
“Chto eto dermo zdes delayet? (¿Qué hace este pedazo de mi$rda aquí?)“.
“Lo llamé“, respondió Jannochka cuando vio brillar los ojos de su padre y prosiguió: “Quería tener a mi esposo cerca. Pensé que podría ser útil, y lo fue. De no ser por él, Fyodor se habría llevado la peor parte antes de que yo llegara“.
Todavía disgustado, Stepan suspiró fuerte y se limitó a asentir con la cabeza. Nunca pondría en duda el juicio de su hija, ya que era la única persona en quien confiaba ciegamente.
“Ven al despacho, Janna“, dijo, y por supuesto que la invitación no se extendió a Santiago. Por lo tanto, la chica se volvió hacia él.
“Te llevarán a mi habitación“. Miró a alguien detrás de él. “Otvedi yego v moi pokoi (Llévalo a mi cuarto)“.
“Da, mem (Sí, señora)“, dijo solemne una mujer mayor. Jannochka desapareció por una esquina junto con su padre, mientras Santiago seguía a la mujer.
“¿Habla inglés?“, preguntó; sin embargo, ella no le respondió. Entonces él suspiró y no insistió.
Toda la casa era hermosa e inmensa, por lo que Santiago sintió que estaba entrando en alguna clase de palacio.
¿Qué tan ricos son?, se cuestionó al ver las paredes adornadas con diseños dorados. Estaba seguro de que se trataba de oro.
La habitación de Jannochka era tan grande que parecía más bien un apartamento. La cama era sin dudas de tamaño gigante; toda la estructura de la habitación parecía salida de un cuento de hadas. Santiago frunció el ceño, imaginando que nada de eso encajaba con la chica, excepto, quizás las mantas negras y doradas.
Se sentó en el sofá para esperarla. No parecía que estuviera en la habitación de su esposa en absoluto, ya que no se sentía cómodo como para dirigirse a la cama o al escritorio. Tanta era su incomodidad, que le pareció esperar por horas.
Cuando se abrió la puerta, Santiago vio a Jannochka entrar, notando lo cansada que se encontraba. Las ojeras debajo de sus ojos se habían oscurecido y parecía haber perdido peso.
“Ven, déjame ayudarte a tomar una ducha“, ofreció. La muchacha entrecerró los ojos.
“No es necesario“.
“No deberías hacer demasiado esfuerzo o podrías abrirte los puntos“, insistió él.
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