Capítulo 150:

Jade estaba cambiando la camisa de Marcelo cuando él le acarició el rostro. Ella se detuvo y lo miró, tratando de no separarse de su tacto. Cada vez que él tomaba la iniciativa, tenía que recordarse a sí misma que no debía alejarse.

“¿Por qué no te fuiste?“, preguntó. “Podrías haberme matado cuando estaba en el hospital y desaparecer”.

“No soy ese tipo de persona”, respondió Jade en voz baja.

“¿Y qué tipo de persona eres?”. Ella apretó los labios, preparándose para darse vuelta y salir de la habitación; sin embargo, Marcelo la detuvo.

“Me besaste. Tú… estás aceptándome como soy. Me montas y lo haces porque quieres. No es que me queje ni mucho menos”, dio una sonrisa maliciosa. “Pero no lo entiendo”.

“Eres mi esposo, no es así ¿En quién más debería sentarme?“, preguntó.

Enseguida lamentó el tono que usó con él. No obstante, Marcelo se limitó a reírse, por lo que Jade se sintió desconcertada. Era como si él se pareciera más al hombre con quien se encontró en un inicio y no al monstruo que dormía a su lado.

“Ay, Jade… sinceramente no te entiendo; pero …”. Suspiró, antes de ponerse más serio. “Sé que lo arruiné. Quizá quien me dio esa paliza consiguió hacerme entrar en razón”.

“Bueno …”.

“¿Quieres sentarte en mí de nuevo?“ preguntó, y Jade entrecerró los ojos ante él.

“No puedo. Estoy en mis días y tengo cólicos”.

“Siéntate despacio”.

“¡Te voy a ensuciar!“, habló horrorizada.

“No es como si no hubiéramos tenido se%o estando en estos días antes, ¿Verdad?“

Ella deseaba que las cosas salieran bien. Sabía que todo el sufrimiento que tuvo con Marcelo fue su culpa y, aunque reconocía que el comportamiento de su marido no era el adecuado, seguía pensando que era la forma de pagar por las cosas malas que hizo. Recordó como trato a Máximo, llamándolo monstruo por su apariencia, aunque sabía que el verdadero monstruo estaba en frente de ella.

Él dijo que no me golpearía si quedara embarazada…, pensó, aunque había fracasado ese mes.

También pensó en Santiago, que siempre fue bueno con ella. Si bien le gustó, no sintió el tipo de amor correcto. Si se quedara a su lado, sería injusto con él, ya que no estaba segura de corresponder a sus sentimientos como se lo merece. Además, él se había casado, ya fuera por conveniencia o no.

Máximo y Carolina se casaron por conveniencia y todo salió bien. Espero que sea igual para Santiago, pensó la chica.

“¿Jade?”. Marcelo la llamó, dándose cuenta de que parecía perdida en sus pensamientos. La sacudió ligeramente y ella parpadeó algunas veces, mirándolo.

“Ay …”. Ella le dio un beso y Marcelo puso la mano alrededor de su cintura.

“No quiero obligarte“.

“No me estás obligando”. Ella profundizó el beso, pasándole la mano por encima del pecho, por debajo de la camisa, que aún no estaba abotonada, y por dentro del pantalón corto del pijama. “Te e$citas muy rápido”.

“Me estás tocando , cariño. ¿Cómo no iba a ponerme así?”.

A pesar de que Marcelo no estaba seguro de lo que sentía por Jade, admitía estar lleno de remordimiento. Después de ser golpeado hasta casi la muerte y quedarse postrado en la cama, recordó los momentos en los que golpeó a la chica. Si él, que era más fuerte, había sufrido tanto, ella debió de haber atravesado un infierno.

No soy la mejor persona, pero… intentaré arreglar un poco este desastre.

Los pensamientos de Marcelo se enfocaron completamente en la hermosa rubia que estaba encima de él, cuando ella le quitó los pantaloncillos.

Por otro lado, debido al trabajo, Jannochka y Santiago no pueden entrenar juntos como planearon. Sin embargo, le pidió a Juan que no la dejara hacerlo con ningún otro hombre.

Jannochka, para su asombro, no se quejó. Si bien se sintió aliviado, Santiago, desconfiaba de lo obediente que era últimamente su mujer.

“¿Estás lista?“, preguntó mientras hablaba a la puerta de su esposa, a continuación se oyeron pasos.

“Si”. Él la miró de arriba abajo en cuanto abrió la puerta. “¿Qué pasa? ¿No me veo bien?”.

“Te ves genial”, respondió, sorprendido.

Era el cumpleaños de Tonny. El de Bia no se alegró en la fecha correcta porque se enfermó, además Emilia tenía náuseas, se acercaba la boda de Santiago y otros pequeños problemas. Así que lo festejaría junto con su hermano.

Jannochka se vistió de forma más informal, sin prendas negras ni de cuero.

Para sorpresa de Santiago, ella llevaba puesto un vestido a cuadros, de color claro con un collar ajustado, un maquillaje sutil y el cabello ligeramente ondulado.

“Te ves … dulce”, comentó mientras estaban en el ascensor. Jannochka se giró hacia él con una expresión descontenta. “¡Pero eso está bien ¡Vamos a una fiesta infantil … no queremos que las madres piensen que eres una bruja que les va a robar a sus maridos”.

“¿Robar…?“, dijo entrecerrando los ojos. “Yo no le robo hombres a nadie ¡¡Ni siquiera tengo la apariencia de hacerlo!“

Cuando el ascensor se abrió, fueron hacia el auto.

El vestido le quedó un poco por encima de las rodillas, sin embargo, al sentarse, se le subía debido a que la tela era ligera y flexible. Santiago no se perdía la oportunidad de echar un vistazo cada vez que se detenían en un semáforo. La chica lo notó, por lo que se puso una chaqueta encima.

En esta ocasión, la fiesta no se llevó a cabo en la residencia de Osvaldo y Emilia, ya que en ella habría personas ajenas a la mafia, de modo que pensaron que sería mejor no invitar a extraños a la casa de un mafioso, quien además era el propio señor.

Emilia parecía más hermosa que nunca, con el cabello largo y suelto, luciendo un vestido verde con flores sutiles. Su vientre era visible cuando el viento soplaba y la tela se le pegaba al cuerpo.

“¡Santiago ¡¡Janna!”. Los saludó, dio un beso en la mejilla al cuñado y un abrazo a Jannochka.

Mientras caminaban hacia los niños, Santiago se inclinó para susurrar: “¿Por qué la abrazas a ella y no a mí?”.

“Porque tendrás que ganártelo”. Le guiñó el ojo y avanzó para abrazar a los niños.

Después de unos minutos, Jannochka pidió permiso para ir al baño. En ese instante, un hombre chocó con ella y le derramó la bebida encima.

“Disculpe, lo siento mucho”, dijo este. Al mirar a la rusa, su rostro se iluminó.

“Ah, no pasa nada, respondió la chica a la vez que inspeccionó su atuendo un poco húmedo por delante. Por suerte, la mayoría del líquido había caído sobre su piel.

Santiago pudo ver perfectamente momento en el que Jannochka se secaba.com un pañuelo y el hombre, de pie cerca de ella, casi se inclinó sobre la rusa.

“Yo … yo soy Leo Aragonez. Mucho gusto”. El hombre le tendió la mano, con una sonrisa tonta en los labios.

“Está bien, yo soy Jan…”. Una sombra la cubrió al ponerse justo delante.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar