Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 149
Capítulo 149:
“Debería haberme quedado“, susurro, con la mirada fija en los labios de Jannochka. “Si vas a tener se%o con alguien, que sea conmigo, mi querida esposa“.
No pensaba darle la oportunidad de patearlo como la última vez, por lo que le abrió las piernas con una rodilla y mantuvo la otra junto a la de ella. Su mano libre bajó por el cuello de Jannochka, se deslizó por el lateral de sus pechos y se detuvo en su cintura, mientras mantenía el contacto visual.
Era consciente de que, de quererlo, ella podría arrancarle los ojos y liberarse enseguida, pero se sintió aún más seguro al ver que no lo intentaba.
“Vamos a darnos una ducha, princesa“, le dijo, hundiendo la cara en su cuello e inhalando. Detectó el leve aroma del perfume de Carlos, aunque suave, todavía presente. “No quiero que mi mujer huela a otro hombre“.
Jannochka lo golpeó en los costados del cuello, sin mucha fuerza, suficiente para dejarlo un poco desorientado y permitirle a ella zafarse de sus brazos.
Se dirigió hacia su habitación, mientras que Santiago sonreía con la mirada baja. Aunque también necesitaba una ducha, se negaba a tomar una fría.
En lo que quedaba de día, la muchacha no salió de su habitación y, a la mañana siguiente, se dirigió al centro de entrenamiento. Santiago optó por acercarse a la casa de Carlos.
“Se–Señor Santiago!“, tartamudeó este, a lo que Santiago le dedicó una sonrisa engañosa al entrar.
Miró el sofá con las manos en los bolsillos antes de volverse hacia Carlos.
“¿Tuviste se%o con mi mujer?“, le preguntó sin rodeos. Los ojos de su interlocutor se abrieron de par en par.
“¿Qué?“, preguntó desconcertado, antes de que el terror invadiera su expresión. “¡No! ¡Señor, no! Jamás lo haría“.
“Pero la deseas, ¿Verdad?“. Santiago levantó la barbilla. “Sé que es atractiva; pero… Carlos, es mía. Ni se te ocurra tocarla. No pienses ni por un segundo que porque es fuerte, te vaya a proteger a ti, su amante“.
“¡Señor, no! Admiro a la Señora Jannochka, pero yo nunca…“. Carlos se enderezó y habló con orgullo. “Jamás traicionaría así su
Confianza. Es una mujer casada y la esposa de mi jefe“.
“Me alegra oírlo, Carlos. Me caes bien, eres un buen soldado para nosotros. Pero mantente alejado de Jannochka“. Santiago puso
La mano en el hombro de Carlos y la apretó con firmeza. “Es Jannochka; no Janna. Jannochka“.
Sin más, Santiago salió y se dirigió al centro de entrenamiento, donde le informaron de que se encontraba su esposa. En cuanto
Llegó, pudo verla en el ring, preparada para luchar contra un hombre que casi la doblaba en tamaño.
“¡Es increíble!“. Oyó que le decía un soldado a otro. “¡El jefe tiene mucha suerte!“.
“¡Claro que sí! Es fuerte, intrépida y mira qué cuerpo. Es una diosa sexi“, respondió el otro.
“Apuesto a que tiene mucha resistencia. Puede con todo“.
“¡Seguro! Como dije, ¡El jefe tiene mucha suerte! Los dos, ¿Verdad? Porque el señor también tiene una diosa en casa“. Los dos
Empezaron a reír de forma sugerente.
“Sí, tengo suerte. Jannochka está buenísima. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que es mía“, afirmó Santiago, de pie junto a los hombres
Y mirando hacia la chica. Los dos soldados palidecieron. “Imagino que Osvaldo estará encantado de oír lo que piensan de la señora; me aseguraré de hacerle llegar el mensaje“.
Santiago dirigió una mirada a los dos hombres, que retrocedieron unos pasos. Juan estaba allí e hizo una señal a otros dos soldados, quienes se acercaron enseguida.
“Llévense a estos dos imbéciles“.
“Sí, jefe“.
Jannochka no pareció darse cuenta de lo que ocurría, ya que se encontraba atenta a su oponente, esperando la señal de Juan.
“¡Comiencen!“.
“No quiero lastimar a la esposa de mi jefe“, dijo el calvo, sonriendo satisfecho y haciendo más evidente la cicatriz del lado izquierdo de su cara.
“No te preocupes, no lo harás“, respondió Jannochka con una sonrisa malévola. Esto provocó escalofríos en el hombre, quien frunció el ceño y la atacó.
Jannochka esquivó los ataques, estudiando los movimientos del hombre y se dio cuenta de su debilidad: su rodilla derecha no parecía muy fuerte ni estable. Le bastó con golpearla una vez para que se retorciera de dolor y se viniera abajo.
Después, lo golpeó en el cuello y en la nuca, con lo que el hombre se desplomó.
Santiago se asombró de la agilidad de Jannochka, y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Aunque ayer pudo darme una buena paliza, me dejó tocarla, pensó, sintiéndose complacido.
Pero no puedo enfrentarme a ella cara a cara.
A pesar de los intentos de Santiago por ponerse en contacto con Jade, esta nunca respondió a las llamadas e incluso bloqueo su número. Sin embargo, según las fuentes que infiltró en la casa de la chica, todo estaba tranquilo.
Jade se quedaba casi siempre en el dormitorio con su esposo, cuidando de él. Esto hizo que Santiago se preguntara si ella le daba otra oportunidad a ese horrible hombre o si era simplemente porque se enteró del matrimonio de Santiago.
Mirando a Jannochka que bajaba del cuadrilátero, Santiago se sintió culpable, al comprender que estaba engañando a Jade.
Ella nunca tuvo nada contigo, le recordó la voz en su mente. Nunca dijo que quería tenerlo.
Solo dijo que eras bueno, agradable y un amigo….
“¿Vas a entrenar o solo a mirar?”, preguntó Jannochka mientras se secaba el sudor de la cara con una toalla.
Santiago respiró hondo al verse sacado de sus pensamientos. Sacudió la cabeza de un lado a otro.
“Vine como espectador“, respondió con calma.
“Está bien. Voy a por agua y vuelvo enseguida. Por cierto, a tus hombres les vendría bien un mejor entrenamiento. Juan es excelente, aunque creo que podría mejorar, si no te importa que te lo diga“, comentó Jannochka en un tono relajado.
Estaba siendo sincera, sin mostrarse arrogante, a lo que Santiago sonrió.
“Puedes hablar de eso con Juan. Por lo visto, le encantaste“, Santiago miró al hombre mayor, que hizo un gesto de aprobación
Con el pulgar hacia arriba.
“¿No vas a entrenar?“, preguntó ella, por lo que Santiago negó con la cabeza.
“Otro día, solos tú y yo. ¿Qué te parece? En realidad, prefiero que a partir de ahora entrenes conmigo“, sugirió.
“¿Puedo saber la razón?“. Echó un vistazo alrededor. “No tuve problemas aquí, tampoco amenacé a nadie…, lo juro“. Ella sonrió y Santiago tragó saliva.
“No, no es por eso. Es que conozco a estos hombres y, aunque sé que nunca se atreverían a ponerte la mano encima, escuché algunos comentarios desagradables. Así que…“.
“¿Comentarios desagradables?“, preguntó incrédula.
“Sí. Para ellos, estamos convencionalmente casados y no quiero tener que seguir oyendo ese tipo de lenguaje por parte de mis hombres. ¿O quieres que empiece a matarlos uno a uno, Janna, mi amor?“, dijo con sarcasmo.
“Cuando hablas así, con tanta astucia…“. Ella pasó la mano por el aire, casi tocando a Santiago, e hizo un mohín. “Me das pena…“.
“¿Me tienes lástima?“. Sonrió con burla.
“Sí. Me siento casi obligada a hacer lo que me pides“.
Santiago se lamió los labios.
“Ay, Janna…“.
Jannochka pasó junto a él y se dirigió al baño, en lugar de volver con Juan. Santiago estuvo tentado de seguirla, sin embargo, decidió no forzar más la situación. Ella no cedería, y él no deseaba seguir jugando al gato y al ratón. Además, tenía que concentrarse en resolver el asunto con la mujer que realmente quería.
Osvaldo siempre decía que era un imbécil y por eso terminaría perdiendo al amor de su vida, si es que llegaba a aparecer. Ella lo hizo, por ende, Santiago tomó una decisión: no sería un idiota. La perseguiría.
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