Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 148
Capítulo 148:
“Hoy, Santiago, te daré tu regalo de bodas“, dijo Jannochka mientras se acercaba a él y le colocaba una pistola en el pecho, antes de bajar hasta la parte delantera del pantalón.
El corazón de Santiago se aceleró, y su deseo de poner a Jannochka sobre la mesa para devorarle los labios, tal y como había soñado, se hizo más intenso.
Jannochka apuntó hacia arriba y dio un paso atrás, colocando la mano libre bajo el codo.
“No huyas, Janna. Déjame chuparte como compensación por lo de hoy“.
“Tienes una lengua muy atrevida. Mi regalo para ti será salir vivo de aquí hoy. Mis primos no te tocarán esta vez, pero te sugiero que no los pongas a prueba“.
“¿Puedo tocar?“, bromeó Santiago mientras levantaba las manos y miraba la cintura de la chica. “Te lo estoy pidiendo con mucha amabilidad“.
“No seré tu premio de consolación, cariño. Además, ya te dije lo que tienes que hacer para que juegue contigo“, respondió
Jannochka antes de darle la espalda y volver al sofá donde Fyodor se encontraba sentado.
“On idiot, kuzen (Es un idiota, prima)“.
“YA znayu, no mne nuzhno, chtoby on vstupil v dolzhnost, i ty eto znayesh (Ya lo sé; pero lo necesito para hacerme cargo, y lo sabes“.
“On umirayet, chtoby trakhnut tebya. Razve vy ne oformite brak?”(Se muere por hacerte suya. ¿No quieres consumar el matrimonio?),
Preguntó Yuri, sentado al otro lado de ella.
“Unego byla devushka. Ili imel… Nevazhno. Yemu nravitsya kto–to drugoy, a ya ne vmeshivayus v takiye veshchi (Él tenía novia. O quizá todavía la tiene. Da igual. Le gusta otra persona, y yo no me meto en esas cosas).
“I ya ne khochu, chtoby yemu ugrozhali. (Tampoco quiero que nadie lo amenace)“, respondió Jannochka.
“Da, mem (Sí, señora)“, respondieron los primos al unísono.
Santiago salió de la habitación y miró a la chica. Si bien pensó en marcharse, finalmente decidió quedarse.
“¿Me permites, Yuri?“, le dijo al ruso, indicándole que quería sentarse junto a su esposa. Este último sonrió mientras se apartaba.
Santiago se sentó y tomó la bebida de Jannochka, a la que dio un sorbo. Se inclinó hacia ella.
“Puedo preparar algo mejor en casa. ¿Nos vamos?“.
Jannochka le dirigió una mirada antes de entrecerrar los ojos. A continuación, le susurró algo a Fyodor, por lo que Santiago apretó el puño. Aunque sabía que era su primo, seguía sin confiar en él.
“Vámonos“, respondió ella, y empezó a alejarse.
Santiago se levantó para seguirla, pero alguien lo agarró del brazo, Era Yuri.
“Ya te dije que obedezcas a la princesa, o no conseguirás nada“. El hombre se acercó para susurrar: “Pero, en el fondo, le gusta
Que le digan lo que tiene que hacer. Anda, muchacho“.
Le dio una palmada en la espalda a Santiago, quien siguió a Jannochka. Ella lo esperaba en la puerta de la sala VIP. En cuanto lo vio, comenzó a caminar de nuevo.
Un hombre salió de otra habitación, se quedó mirando a la chica de arriba abajo y exclamó:
“¡Es la mejor p$ta que he visto hoy!“. Esta hizo como si no le hubiera oído y siguió andando. “¡Ven aquí, bonita! ¿Cuánto por la noche, eh? Incluso te construiré una casa para tenerte para mí solo, delicia“.
Santiago agarró al hombre por delante de los pantalones y apretó. Este ni siquiera pudo hablar; se limitó a abrir la boca, con los ojos llenos de lágrimas.
“Esa p$ta es mi esposa. Y si te vuelvo a ver, te mato“, le advirtió.
Soltó al hombre, que cayó al piso.
Al pasar junto al guardia de seguridad, le ordenó que lo llevara a la parte trasera del club y le diera una paliza.
Jannochka ya se encontraba junto al vehículo de Santiago, quien le ofreció las llaves. Ella le señaló sus tacones altos.
Durante el trayecto, el chico decidió hablar.
“Siento lo de hoy. Fue… complicado. Perdóname“.
“Está bien“.
“Creo que deberíamos hablar algo más que decir está bien o que me amenaces con matarme cada diez minutos“.
“Es que solo sabes joder las cosas“. Se encogió de hombros.
“En serio. Seamos amigos. O al menos, casi“, sugirió.
“No soy tu enemiga, Santiago; pero me pones a prueba todo el tiempo, aunque sabes que mato“.
“Por cierto, me impresionaste. Eres brutal“.
Ella parecía desconcertada.
“Lo dices como si fuera algo positivo“.
“Lo es. Nunca había visto a una mujer como tú“, dijo mirándola con una sonrisa pícara antes de volver a centrar su atención en la carretera. “Te pones peligrosa, muy sexi“.
Jannochka soltó una carcajada incrédula.
“Pensé que te gustaban las chicas más frágiles, dependientes y que necesitan tu protección“.
Santiago respiró profundo.
“Como te decía, nunca había visto a nadie como tú. Y me gustó. Me hizo imaginar muchas cosas“.
“¿Por qué coqueteas todo el tiempo? O mejor dicho, ¿Juegas a ligar?“, preguntó ella, dirigiéndole la mirada.
“Me divierte, pero… no digo que estás buena para hacerme el gracioso. Sabes que estás buenísima. Lo que no dudo es que estuvieras soltera antes de casarnos, porque no todos los hombres están dispuestos a tener a su lado a una mujer poderosa.”
“No, a la mayoría no les gusta nada. Les parece absurdo que esté por encima de ellos en la jerarquía del poder. Y sé que tendré muchos problemas cuando asuma el cargo“, replicó ella.
Santiago aparcó el vehículo en el garaje y tomó la mano de Jannochka, quien paseó la vista de estas hacia el rostro del muchacho.
“Lo harás bien. Sé que si algún imbécil intenta pisarte, lo aplastarás. Y disfrutaré viéndolo“.
“Gracias. Si eso ocurre, intentaré acordarme de hacer una videollamada“.
Santiago no entendió al principio. Luego se dio cuenta de que ya no estarían juntos una vez que ella se hiciera cargo de su mafia.
“¡Y yo contesto, listo para ver el espectáculo!“.
Se rieron, y Santiago incluso se inclinó hacia ella, no obstante, Jannochka abrió la puerta del coche, apartó la mano y se bajó.
Durante los días siguientes, no se pelearon demasiado, al menos no en serio. Los italianos eran cada vez más audaces, sin embargo, Jannochka consiguió piratear su sistema de vigilancia logrando que Santiago evitara numerosos inconvenientes.
Instaló cámaras en diversas zonas de la ciudad y se infiltró en varios sistemas.
Carlos estaba trabajando con ella en la oficina cuando Santiago regresó de una de sus misiones. Los encontró comiendo y riendo.
“¿Ni siquiera me esperaron para festejar?“, preguntó, con semblante serio. Carlos se enderezó en la silla y se subió los anteojos, ya que habían empezado a resbalarle por la nariz.
“Estábamos viendo unos videos de la ciudad. La gente no tiene ni idea de que la están grabando y hacen tanta mi$rda…“, comentó Jannochka con una sonrisa antes de darle un mordisco a su taco. Santiago vio cómo abría la boca y sus labios envolvían la comida. Ella se percató de la expresión en su rostro, por lo que tomó un taco de la bandeja y se lo ofreció.
“Toma, antes de que me robes el mío“.
Ella no se dio cuenta de que él la miraba hambriento, aunque no por la comida. En cuanto Carlos se percató, se aclaró la garganta.
“Ya me voy“, dijo.
“Claro, ¿Necesitas que te lleve a casa?“, preguntó Jannochka, limpiándose la mano con una servilleta y levantándose junto con Carlos.
“Le pediré al conductor que lo lleve“, respondió Santiago.
“No me molesta hacerlo“, replicó la chica.
“Iré con el chófer, señora“, dijo Carlos. “Gracias“.
“¿Señora? Te dije que puedes llamarme Janna. Estamos trabajando juntos en esto, además no eres mi subordinado“, señaló ella.
“Lo es, sí. Está subordinado a los dos, Jannochka“. Santiago subrayó su nombre. “Él es mi empleado y tú, mi mujer“.
Carlos no tardó en recoger sus pertenencias, decir un apresurado adiós y salir prácticamente corriendo.
“Creo que te tiene miedo“, señaló Jannochka. Santiago se inclinó para olfatearle el cabello, por lo que ella lo miró desconcertada. “¿Qué fue eso?“.
“¿Abrazaste a otro hombre?“, le preguntó con severidad. Su rostro era serio, casi sombrío.
“No“, contestó ella, intentando pasar junto a Santiago, el cual se le adelantó.
“¿No? Pero hueles a otro hombre. Mejor dicho, a Carlos“.
Después de pensarlo un momento, la muchacha señaló la silla.
“Es su chaqueta, me senté en ella. Eso es todo. No soy tan irrespetuosa como para tener se%o con él aquí, Santiago“, dijo con un suspiro.
Pasó junto a él; Santiago abrió los ojos de par en par.
“¿Aquí? ¿Cómo que aquí? Tú… ¡¿Tuviste se%o con ese imbécil?!“.
“Lo hice, Santiago. Le di todo lo que quería. Dejé que me montara duro“, respondió ella, poniendo los ojos en blanco y volviéndose hacia las escaleras.
“Vamos, tenemos que hablar. Ahora mismo“. Santiago ordenó y caminó junto a ella, dando pasos pesados hacia las escaleras.
“Pero…“.
“¡Janna, ahora!“.
Respira hondo, Janna. Está loco. Mantén la calma, pensó Jannochka.
Llegó a lo alto de las escaleras y cerró los ojos, estirando el cuello. Santiago la tomó por el cabello desde atrás y la inmovilizó contra la pared. Ella le puso las dos manos en los brazos y lo miró a los ojos.
“¿Perdiste la cabeza?“, le preguntó.
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