Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 15
Capítulo 15:
«¡Disculpe, doctor!», pronunció Carolina apenas entró a la oficina, casi dos horas más tarde.
«¿Todo bien?», respondió el doctor, mirando cómo la mujer observaba de reojo a Máximo mientras se sonrojaba. Por otro lado, este último también parecía extraño.
«¿Cómo se siente?», preguntó el médico.
«Oh, estoy mucho mejor que ayer», respondió ella.
“Bueno, todavía no puedo poner peso en el pie y me duele, me duele cerca de los dedos…».
“Hmm… eso no es bueno. Hagamos algunas pruebas, ¿Está bien?». En ese momento, alguien tocó la puerta y la secretaria llamó al doctor.
«Un momento, ya regreso».
Tras ello, el hombre se fue y luego Máximo se dirigió a Carolina.
«No me habías dicho que te dolía de esa manera.
¿Por qué no contaste nada?», al decir eso, él tenía una expresión hosca en su rostro.
“Es que pensé que se me pasaría. De hecho, me tomé la medicina», Al escucharla, el hombre suspiró profundamente y se agachó para tocarle el tobillo.
“Por favor, no lo vuelvas a hacer. Si tienes dolor, dilo». Al decir eso, Máximo parecía irritado, por lo que a Carolina no le gustó su tono en absoluto.
«Estás hablando de una manera que no me gusta, Máximo», advirtió ella de inmediato.
A decir verdad, la mujer no quería pelear con él; además, Dolores le había aconsejado tratar de advertirle que podría estar cruzando la línea antes de empezar una discusión.
Por otra parte, el hombre la miró sorprendido.
«Oh, yo no… Bueno, estoy molesto porque no contaste nada acerca del dolor que sentías, y también…», en ese momento, chasqueó la lengua y luego agregó: «Estoy molesto conmigo mismo por no haberme dado cuenta antes».
¡Tuve se%o con ella varias veces y no me di cuenta de que tenía dolor! ¡Qué idiota fui!, pensó él.
Luego, sintió el cálido toque en su mano y vio que ella había puesto su mano sobre la de él.
«No fue tu culpa», replicó Carolina.
Como había vivido en una casa donde a nadie le importaba cuando ella sentía dolor, y donde se quejaban si ella lloraba, Carolina aprendió a enmascarar lo que sentía en estos casos.
“Prestaré más atención en el futuro».
«¿Vamos a la sala de examen? Solamente necesito que llene esto aquí, Señora Castillo. Regresaré en unos minutos», en ese momento, el Doctor Claudio le entregó un formulario a la chica, quien empezó a llenarlo mientras el doctor se iba nuevamente.
Por otro lado, Máximo desconocía su historial médico, así que sintió curiosidad y extendió levemente el cuello para poder leerlo.
“Te dejaré leerlo cuando termine», dijo Carolina, sin apartar los ojos de la tablilla.
Al escuchar eso, el hombre se enderezó en su silla. «No tiene sentido ocultarlo, ya me di cuenta», comentó ella.
«Bueno, estás percibiendo demasiado».
«Por favor, deja de hacer travesuras, querido esposo».
“Estás bastante segura de que toda gira a tu alrededor, ¿No es así?», preguntó él.
En seguida, ella se encogió de hombros. «Bueno, que sepas que no te obedezco, Carolina», agregó el hombre.
«¿Yo dije algo sobre la obediencia?”.
«Estás actuando como si me estuviera sometiendo a ti. El hecho de que tengamos se%o no significa nada».
Justo después de decir eso, él se arrepintió, y más aún cuando sintió que la mujer se puso tensa, pero no dijo nada. En realidad, su silencio fue peor, ya que él hubiera preferido discutirlo allí mismo y resolver todo. Sin embargo, no fue así. De hecho, Carolina no lo miró, ni dijo nada, ella simplemente continuó escribiendo.
Tan pronto como terminó, la mujer colocó el portapapeles en el escritorio del doctor, quien entró justo cuando Máximo estaba a punto de decir algo.
“Muy bien, acompáñeme», dijo el médico. Al escucharlo, Carolina lo miró y preguntó:
«¿Tiene algún bastón o algo que pueda usar como apoyo? No me gusta molestar a nadie», su tono era neutro y hasta sonrió, pero, el doctor notó que el ambiente en la habitación no era nada bueno.
«Sí, claro».
Máximo, por otro lado, quiso quejarse y decir que él estaba allí, pero luego, cuando se dio cuenta de que ella apretaba la mandíbula, no dijo nada. No por el miedo, obviamente, sino porque no quería empeorar la situación.
Segundos más tarde, Carolina recibió la muleta, se levantó de la silla con la ayuda del doctor y lo siguió, sin voltear a mirar a Máximo. Este último se quedó allí en el consultorio durante otro minuto y después se levantó y la siguió.
Le colocó. las manos. en la cintura, como para ayudarla, pero, ella se tensó de nuevo.
«Hablaremos cuando salgamos de aquí», le susurró él en el oído, sin embargo, ella no respondió en absoluto.
Finalmente, la mujer se hizo las pruebas y después tuvieron que esperar los resultados. Normalmente, en un hospital, tomaría entre tres y cinco días, pero, como se trataba de un pueblo pequeño, no había demanda de ecografías.
Honestamente, a Carolina le sorprendió que tuvieran ese tipo de tecnología allí, aunque no quiso preguntar ni comentarle nada a Máximo.
Fue muy grosero de parte de él pensar que unos cuantos besos arreglarían las cosas, ¡Definitivamente, estaba muy equivocado!
De vuelta en el consultorio, Máximo se dio cuenta de que Claudio no dejaba de mirar a Carolina.
Desde que la mujer empezó a rechazar la ayuda de su marido para caminar, el doctor se empeñó en tocarla en varias zonas. En realidad, Máximo no empezó una pelea porque Carolina ya estaba enojada y no quería empeorar las cosas golpeando al médico, el cual era el único que había en el pueblo.
“Señora Castillo, el tendón de su pie ha tenido un pequeño problema. Parece inflamado, no diría roto, pero no es normal. La verdad es que no soy ortopedista, así que le aconsejo que vaya a un especialista, él podrá averiguarlo mejor. Además, puede considerar la fisioterapia».
«Pero, solo me caí hace poco…», dijo ella con incredulidad.
«Bueno, yo la puedo ayudar con fisioterapia…».
«No, yo me encargo», replicó Máximo con la mandíbula apretada.
“¿Acaso tú eres un experto?», espetó ella con frialdad, cosa que a él no le gustó.
«No, pero traeré a uno para que te cuide». Tras ello, el hombre miró al médico y le dijo: «No me gustaría quitarle más su tiempo, a fin de cuentas, es el único doctor del pueblo».
“Descuide, no hay problema».
«¡No!». De inmediato, Máximo golpeó el brazo de la silla en la que estaba sentado. «Muchas gracias, pero no necesitamos su ayuda. ¿Nos podemos ir? ¿Le va a recetar alguna medicina?».
«Por supuesto, espere un momento», dijo Claudio, quien sabía muy bien que el hombre estaba siendo insolente.
Al tiempo que Máximo ajustaba las cuentas, el doctor llamó a Carolina.
«Cualquier cosa que necesite, solo llámeme», pronunció mientras le tendía su tarjeta y ella la agarraba.
«¡Muchas gracias!», respondió la joven, guardando la tarjeta en su bolso.
«¿Listo?», preguntó Máximo, observando a Claudio.
En ese instante, su mirada estaba llena de ira.
Una vez en el auto, el hombre le tendió la mano a Carolina.
«¿Qué sucede?», preguntó ella, mientras se ponía el cinturón de seguridad.
«Dame la tarjeta ahora».
«¿Qué?».
En seguida, el hombre se giró hacia ella con los ojos brillantes y ella tragó saliva.
«¡Dame la tarjeta que te dio ese imbécil!».
«¡No me grites!», respondió ella en el mismo tono que él. Tras ello, los dos se miraron y el joven cerró los ojos para controlarse.
«Carolina, dame la tarjeta que te dio».
«¿Por qué? Tú tienes su número, yo no lo tengo.
¿Qué pasa si llego a necesitarlo?».
«Bueno, le pides a Dolores que llame. No quiero que hables con él». A pesar de que su tono era bajo, estaba lleno de rabia. Al escucharlo, Carolina lo entendió muy bien.
«¡No voy a hablar Con nadie! ¡Él es el médico!»
“¿Y?”, en ese instante, él soltó una carcajada desdeñosa y agregó: «¡Si yo no hubiera estado allí, sin duda alguna ese hombre podría haber saltado sobre ti!»
“¡Odio ese tipo de actitud machista! ¡Yo soy tu esposa, así que actúas como si yo te perteneciera!».
En seguida, Máximo metió la mano en su cabello y la atrajo hacia él, haciendo que sus rostros quedaran muy cerca.
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