Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 143
Capítulo 143:
En la mañana, Santiago se despertó con una resaca terrible, ya que había bebido casi dos botellas de vino después de que Jannochka se marchó de la habitación. Se levantó, fue al baño, se duchó y bajó las escaleras en busca de una aspirina.
Al llegar a la cocina, se encontró con un trasero redondo y bien formado, ataviado con un short de corredora. Santiago se quedó embobado por las piernas largas y tatuadas.
La dueña de estas se enderezó, lo que le permitió notar el tatuaje de una serpiente que se arrastraba por su espalda, o más bien, bajaba hacia su trasero. Ella cerró la nevera y se dio vuelta. Le dirigió una mirada de indiferencia e incluso aburrimiento.
“¿Perdiste algo, Herrera?”.
“Tú …”. Se aclaró la garganta y movió las manos hacia los bolsillos de su pantalón para ocultar la er$cción que tenía en ese momento. Tú también eres una Herrera ahora”.
“¿Quién lo dijo?”. Ella habló y bebió de la botella de agua. Sus labios se encontraron un poco hinchados y húmedos por el agua fría. Santiago respiró hondo.
“Al casarte conmigo, por supuesto, tomaste mi apellido”, explicó como si fuera algo obvio.
“No, no tomé tu apellido. ¿No leíste el acuerdo prenupcial?“, preguntó ella, volteando los ojos cuando vio su confusión. No puedo creer que no leyeras lo que firmaste…”.
“¿Lo que firmé?”.
Jannochka movió la cabeza de un lado a
“Francamente… ¡Qué descuido! Podría haber pedido todos tus bienes, ¡Tonto! De saber que eras así de idiota, te habría dejado sin nada“.
Santiago entrecerró los ojos y se le acercó, pero ella ni siquiera hizo el intento de moverse.
“¿Querías dejarme sin nada, esposita?”. La miró de arriba abajo, luego se tranquilizó. Como se encontró sin camisa, agregó con burla: “Puedes empezar ahora”.
“No tengo tiempo para tus juegos, Santiago. ¿Acaso no trabajas?”.
“¿No acabamos de casarnos ¿Vamos a Viajar y…”.
“No, no lo haremos. Tu hermano llamó Porque tuvo un problema con algunos italianos otra vez, y no podemos ir a ningún lado”, habló la chica, por pasar delante de él. Santiago siguió el movimiento de sus caderas con la mirada.
“Tenemos un gimnasio en casa, ¿Verdad?“, preguntó, a lo cual la chica asintió con la cabeza.
“Pero aún no han terminado de montarlo, tuve que usar el edificio”.
Santiago frunció el ceño, antes de interponerse en el camino de su esposa y cruzar los brazos.
“¿Saliste así de la casa? ¿Con esa maldita ropa que a duras penas te cubre?”.
“Sí, ¿Y qué?“, Bebió más agua. Santiago trató de tomar la botella, sin embargo, ella no la soltó. “¿Qué crees que estás haciendo?”.
“Puede que no compartas mi cama, pero sigues siendo mi esposa. No estés exhibiendo tu trasero a los hombres de este edificio. ¡Tenemos soldados en todas partes, pero nunca se sabe!”.
Ella levantó una ceja y soltó una risa desdeñosa.
“¿Te preocupa mi bienestar? No deberías. Si alguna idiota intenta algo, estará muerto”.
“Eres mi …”, comenzó a decir Santiago, pero ella lo interrumpió de forma abrupta.
“¡Ya basta, por favor ¡Se trata de un contrato; sin matrimonio real!. Tienes tu vida y yo tengo la mía, así que…”.
“¿Fuiste a verte con un hombre?“, preguntó.
La mujer sonrió, se inclinándose más cerca de su oído. Santiago respiró hondo. Percibía el aroma de su perfume, a pesar de que estaba sudada.
¡Ni siquiera parece que estuviera haciendo ejercicio.
“¿Y quién dijo que era un hombre?“, le susurró al oído, haciendo que Santiago abriera los ojos por la sorpresa. Se alejó de él y le guiñó el ojo.
P$tas calientes. Fue lo único que pudo pensar mientras se pasaba la mano por el cabello aún húmedo.
Jannochka respiración profunda. En realidad, no se había encontrado con nadie. A pesar de haberle dicho a Santiago que siguiera adelante, dado que ya tenía a alguien en su corazón, ella no haría lo mismo. Si bien estaba abierta a diversas posibilidades, siempre tuvo en mente que el día que se casara, su esposo sería su única pareja.
Aunque sea falso, sigue siendo un matrimonio, pensó la chica mientras continuaba subiendo las escaleras. No dijo nada y, además, sabía cómo disimular su expresión facial; sin embargo, no dejó de sonreír. Es sexi, admitió para sí misma.
Tenía el tipo de cuerpo que prefería, musculoso, aunque no exagerado. También le gustaba que tuviera la piel ligeramente bronceada y tatuajes en su cuerpo.
Entró en la habitación y fue directo al baño para darse cuenta de una ducha, ya que tenía trabajo que hacer. Ahora estaba vinculada con La Cicuta y, por lo tanto, cuidaría de sus asuntos como si se trataran de los de Tambovskaya, aunque solo fuera por seis meses.
A diferencia de lo que muchos esperaban, ella tenía un lado que se preocupaba por su apariencia personal. Su capricho era un hidratante para la ducha, con un aroma de champán que tanto amaba. Este olor era delicado, pero distintivo, y su piel quedó suave al tacto.
Salió del baño envuelta en una toalla para poder buscar su ropa, puesto que no había ordenado sus cosas en el armario. Sin embargo, lo haría más tarde, después del almuerzo.
Santiago acababa de llegar a su habitación con la intención de llamar a Jade, sin embargo, no tuvo el valor de contarle sobre su matrimonio; además, tampoco se habían encontrado en persona. Por otro lado, el esposo de esta recibió una paliza, razón por la que seguro se encontraba ocupada cuidándolo, cosa que enfurecía a Santiago. Apenas había agarrado el teléfono cuando Osvaldo llamó, pidiéndole que Jannochka revisara el correo electrónico que le envió ya que ella no estaba revisando su celular.
“De acuerdo, ya voy“, dijo él. “Pero te advierto que no soy un mensajero…“.
“Tu esposa durmió con pantalones, Santiago“, bromeó Osvaldo, por lo que este hizo una mueca, aunque su hermano no podía verlo.
“¡Qué gracioso eres! Solo porque tu esposa te presta atención, vienes a burlarte de mí“.
Santiago abrió la puerta del cuarto de Jannochka mientras hablaba con Osvaldo, y antes de que mirara dentro de la habitación, algo le pegó en la cabeza, haciendo que soltara el celular y se tambaleara hacia atrás.
“¡Mi$rda!“, gritó viendo hacia el frente. Sin embargo, solo logró ver el cuerpo de Jannochka cubriéndose con una toalla _
Mientras lo miraba con los ojos llenos de furia. “¡Maldición, mujer ¡¡Casi me rompe la cabeza!”.
Ella se le acerco todavía sosteniendo la toalla, por lo que Santiago sonrió.
“¡Imbécil ¡¿Acaso no sabes tocar la puerta?”.
“¡Soy tu marido ¡No pensé que saldrías desnuda del baño”, respondió frustración. Cuando desvió la vista hacia abajo, encontró una caja de altavoces en el piso. “¿De verdad me lanzaste esta mi$rda?”.
“¡Fue muy poco lo que hice!”. Intentó cerrar la puerta del dormitorio. Impidiéndoselo, él decidió entrar. “¡Santiago, sal ahora mismo!”.
En ese instante el chico cerró la puerta.
Detrás de él con fuerza y le agarró el cabello a Jannochka, haciendo que lo enfrentara.
“¡Nunca vuelvas a hacer eso, maldición!“, exclamó mientras una gota de sangre corría por su cabeza. “Mira que yo también puedo jugar y ser rudo, princesa”.
“¡Suéltame!“, exclamó la muchacha con
Seriedad, mientras le tenía la barbilla en alto. Santiago la recorrió con la mirada, desde los ojos hasta la boca y no dudó en besarla.
Jannochka pensó que la iba a atacar de alguna manera, por tanto, ya estaba preparada para golpearlo primero. No obstante, el beso la dejó desconcertada por completo.
El aroma que desprendía la chica lograba enloquecer a Santiago.
La tomó por la cintura con la otra mano y la colocó sobre la cama, sin soltar su cuerpo.
Jannochka abrió la boca en un acto reflejo, lo que él aprovechó para meter la lengua, gimiendo. Cuando puso la mano en su pecho y sintió el piercing que llevaba en el p$zón, las cosas se aceleraron. Tenía la impresión de que su miembro saltaba dentro de los pantalones, pero pronto sintió una aguda punzada en el lugar y saboreó la sangre en su boca cuando recibió una mordida en los labios.
Jannochka salió por debajo de él, sin importarle que su toalla quedara en el camino.
“¡Idiota ¡¡Sal de mi habitación, ahora!”.
Quejándose por el dolor, Santiago apoyó la frente en el colchón.
“No puedo … No puedo caminar en este momento”. El golpe había sido demasiado fuerte.
“¡Maldición!”.
Las manos le temblaban. Jannochka tomó una camisa de dormir, se la puso y bajó corriendo las escaleras.
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