Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 133
Capítulo 133:
Dos semanas después, Santiago se sentía más satisfecho, dado que logró obtener algunas pruebas. Aunque no bastaban para unir todos los cabos sueltos, confiaba en que pronto podría ocuparse personalmente de ello.
Osvaldo lo llamó a su despacho, lo que lo inquietó. Al entrar en el lugar y advertir la expresión en el rostro de su hermano, supo que estaban en serios problemas.
“¿Quién murió?“, preguntó, tratando de aligerar el ambiente, sentándose en la silla frente al escritorio de su hermano mayor. Al ver que este no correspondía, la sonrisa de Santiago desapareció. “¿De verdad murió alguien?“.
“Santiago, sabes que aquí todos tenemos trabajo, ¿No?“, comenzó. Al muchacho le desagradó de inmediato el tono de su voz.
“Sí, lo sé“, respondió, desconfiado..
“Y sabes que a veces tenemos que tomar decisiones que no nos gustan, ¿Verdad?“.
“De acuerdo, ¿Puedes decirme qué pasa? Me estoy poniendo ansioso“.
Osvaldo soltó un suspiro antes de chasquear la lengua. Abrió el cajón de la derecha, de la cual sacó una pequeña carpeta que deslizó hacia Santiago. Este la tomó para abrirla.
“Ja… Jannochka Sigayeva“, leyó con cierta dificultad. “¡Maldición, qué nombre tan difícil! ¿Pero qué pasa con ella? Aquí dice que es hija de Stepan Sigayev. El jefe de Tambovskaya“. Santiago revisó el expediente de la mujer. Era licenciada en ingeniería informática y una excelente h$cker, además de ser la mejor francotiradora de la organización.
“¿Recuerdas nuestro problema con ellos? ¿El robo del cargamento destinado a los americanos y todo eso?“. Santiago cabeceó dejando la carpeta de nuevo sobre la mesa. “Al parecer, no fueron ellos; pero matamos a varios de sus miembros. Su padre ofreció un acuerdo de paz para evitar el conflicto, y además tendremos más puntos de venta en Europa y hasta en Estados Unidos. Incluso ha ganado poder en algunos estados, como Texas y Nevada“.
Si bien la voz de su hermano era tranquila, Santiago sintió que le sudaban las palmas de las manos.
“Osvaldo, ¿Qué tipo de acuerdo quieren?“.
“Matrimonio“, respondió su hermano. “Con alguien de alto rango. Jannochka es una de los subjefes de su padre, está justo debajo de él. Es como tú o el segundo al mando de los italianos. Se plantea pasarle el cargo de señor, ya que no tiene hijos y ella es más que capaz, por lo que he oído“.
“Cierto. Ella es muy poderosa en ese país. Tambovskaya es la mafia más poderosa de Rusia. San Petersburgo, ¿No?“.
“Exacto. Ella es una fuerte candidata para ser el líder. Si el Consejo no se opone, por supuesto. De lo contrario, uno de sus primos se hará cargo. No puede casarse con cualquiera, hermano“.
“Eso es verdad. Debe ser muy fuerte para ser la mano derecha de su padre. Pobre del que se case con ella“, bromeó Santiago, pero como su hermano siguió mirándolo con severidad, la sonrisa en su rostro se desvaneció. “Un momento… ¡No! Osvaldo, ¡Ni se te ocurra!“.
Santiago se levantó y se paseó de un lado a otro.
“Si los rusos deciden abrir fuego contra nosotros, estamos acabados. Puede que seamos fuertes aquí, ¡Pero los rusos de Tambovskaya son demonios! No tenemos ninguna oportunidad contra ellos!“.
“No voy a casarme con esa maldita rusa. ¡De ninguna manera!“.
“¡Lo harás!“. Osvaldo se levantó. “Eres mi subjefe, si ella decide que quiere casarse contigo, su padre lo exigirá. O aceptas o vendrán por nosotros. Santiago, sabes que si descubren lo de Jade, morirá, ¿Cierto?“.
“Mataré a…“.
“No, no lo harás. No a estos imbéciles de aquí“. Osvaldo golpeó la mesa con el puño. “Esta chica se metió en nuestro sistema como advertencia de su padre. Causó un gran desastre, pero lo arregló todo con la aprobación del hombre“.
Aunque Santiago no quisiera aceptarlo, en el fondo sabía que aquella era su destino. Tenía que seguir lo que decidiera el señor, lo que fuera mejor para la organización. Además, si la chica era hábil con las computadoras y los teléfonos celulares, se enteraría de lo de Jade. Stepan era un hombre despiadado. Si ella era como su padre, Jade, él, Emilia, los niños…
Todos estarían muertos.
“¿Cuándo decidirá si quiere casarse conmigo o no?“, preguntó Santiago, molesto, con las
Manos en las caderas.
“Quiere hablar contigo, en persona“.
“¿Cuándo?“.
“Esta noche. Ya está de camino“.
Santiago se sentó en una silla, temiendo derrumbarse. Justo ese día. Se suponía que Jade y él hablarían después, por videollamada, ya que Marcelo estaba de viaje. Santiago consiguió que Carlos arreglara una forma para que Marcelo no lo supiera.
“¿A qué hora?“.
“A las ocho en punto, en Mochomas Palmas“. Aquel era un restaurante propiedad de uno de los mafiosos, y por tanto, seguro.
“De acuerdo, ahí estaré. ¿Puedo salir? Necesito un poco de aire“, preguntó Santiago, a lo que Osvaldo asintió.
Al salir de la oficina, se encontró con Emilia, de la mano de Bia. Las dos llevaban bolsas de la compra.
“¿Necesitas ayuda, Emilia?“, preguntó, tratando de ser útil. Esta levantó la vista y dejó de sonreír al instante.
“¿Por qué no llevas esto a la cocina y le pides a Damián que te ayude con el resto? Mami ya se va, ¿Si?“, le pidió a la niña, quien aceptó. Ella les dio un beso tanto a Emilia como a Santiago y se fue.
Emilia se volvió hacia su cuñado. “¿Qué pasó?“.
Después de que este le contara que tendría que cenar con una rusa que pretendía casarse con él, Emilia se echó a reír diciéndole que solo tenía que negarse
“No puedo. Ya me voy; hablaremos más tarde”, respondió, derrotado, antes de marcharse. Emilia se acercó a Osvaldo, quien le explico la situación Aunque a ella no le parecía bien. No podía decir nada en contra. No quedaba otra alternativa más que esperar que a Jannochka no le interesara Santiago.
El chico tuvo una breve videollamada con Jade, menos de quince minutos, pues era todo el tiempo que tenía. Sin embargo, prometió llamarla cuando volviera de su compromiso, sin explicarle de qué se trataba.
A las ocho menos cuarto de la tarde, este ya se encontraba sentado en la mesa reservada para él y Jannochka. Consultando su reloj, se sintió harto. Santiago se había vestido de forma apropiada, con un traje de tres piezas y el cabello bien peinado.
Mientras hacía girar su copa de vino, sintió que alguien se acercaba. Al levantar la vista, se encontró con una mujer alta que llevaba un sencillo vestido negro y el cual, pese a carecer de diseños o brillos, se ajustaba a su cuerpo a la perfección.
Estaba claro que se mantenía en forma en el gimnasio, aunque no estaba excesivamente tonificada. Su cabello oscuro le caía justo por encima de los hombros y llevaba los labios pintados de rojo sangre, un poco de máscara de pestañas y un delineador muy fino en sus ojos perlados inclinados hacia arriba. Era atractiva e intimidante al mismo tiempo, y se movía como un felino.
“¿Señor Santiago Herrera?“, preguntó, sosteniendo un pequeño bolso en una mano y extendiendo la otra, después de que él asintiera con la cabeza.
“Jannochka Sigayeva”
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