Capítulo 132:

Emilia descubrió a Santiago corriendo de vuelta al auto, por lo que, sin más opciones, ella lo siguió. Tenía la mirada llena de preocupación y los ojos se habían oscurecido.

“Voy a buscarla”, dijo él, seriamente. Emilia asintió con la cabeza.

“Espera, déjame intentar llamarla primero”.

Ella agarró su celular y llamó a Jade, pero fue directo al buzón de voz, Santiago no esperó más y encendió el auto. En menos de cinco minutos, se estacionaron en frente de la casa del hermano de Santiago. Emilia bajo al instante.

Cuando el chico entró en la casa, encontró a Osvaldo bajando las escaleras, sorprendido. “¿Qué está pasando?”, preguntó.

“Jade ha desaparecido, no estaba allí”, dijo Emilia, y Osvaldo murmuró “mi$rda”, para sí mismo.

“¿Dónde está Santiago?“.

“Fue a buscarla”.

“Quédate aquí, que voy a encontrar a ese cabeza hueca, antes de que invada la casa de los Simón”.

Emilia lo sostuvo del brazo, así que la vio confundido.

“Por favor, ten cuidado”.

Él la besó antes de partir. Emilia agarró su celular y envió un mensaje a Carolina.

“Carol, ¿Sabes algo de Jade?“

“No… No ha hablado conmigo desde ayer por la mañana. ¿Pasó algo?“

Emilia no sabía si debía contarle todo de una vez.

“Sí. Marcelo volvió y Santiago la llevó a la casa en la que vivía con mis padres; pero ya no está ahí. ¡Jade desapareció!“

“¡Dios mío¡Si fue a buscar a Marcelo, debe haberla amenazado de alguna forma. Espero que Santiago pueda resolverlo”, dijo Carolina.

“Osvaldo ya fue a por él. Te aviso si sucede algo”.

Emilia subió a su habitación y se dio cuenta de que necesitaba calmarse, pues los niños tenían el almuerzo en casa y no quería que notaran que algo andaba mal. Ellos ya sufrieron demasiado.

Mientras tanto, Santiago recibió numerosas llamadas de Osvaldo. No respondió, ya que sabía

Que su hermano querría matarlo por eso, pero necesitaba encontrar a Jade. Si Emilia lo hubiera acompañado, ella podría ir a preguntar por la rubia en su casa, lo cual él no podía hacer sin llamar la atención. Marcelo no amaba a la chica, por supuesto que no, aunque era posesivo y si otro hombre la buscaba, se volvería loco.

Si ese hijo de p$ta le pega de nuevo …. Santiago respiró hondo. No podía matar a Marcelo, al menos no aún. Jade no lo perdonaría y, a pesar de que era un mafioso y un asesino, no quería que ella lo viera así, ya que solo conocía su lado bueno.

Si bien Osvaldo sabía que Santiago no era tonto, temía de su impulsividad. Claro, podía imaginar la desesperación de su hermano, ya que si este sentía lo mismo que él por Emilia… Santiago pidió una transeúnte que preguntara por Jade. Le pagó cien dólares por eso y la mujer, más que contenta, hizo lo que se le había pedido. La esperó en una esquina cerca de casa.

Cuando esta caminaba hacia él, sentía su corazón latir más rápido y muy ansioso.

“¿Y entonces ¿Qué dijeron?“, preguntó, sin embargo, ella negó con la cabeza.

“Mira, amigo, no sé qué está pasando, pero llamaría a la policía. El mayordomo dijo que su jefa no estaba en casa, pero creo que mintió. Su mirada… parecía culpable y triste al mismo tiempo”.

“¡Maldición!“, gritó, asustando a la mujer “Disculpe. Y gracias por la ayuda. ¿Quiere llamar a la policía? ¿Es que yo no puedo hacerlo?”

La mujer asintió y lo hizo, quedándose con él hasta que llegaron los oficiales. Santiago esperó en el auto, a la espera. Envío un mensaje a Osvaldo y, al leer lo que sucedió, este se preocupó menos.

No fue a la casa de los Simones para tratar de detener a su hermano porque alguien choco su vehículo, y tuvo que quedarse en el lugar hasta que todo se resolviera.

Cuando la policía llego a la casa de Jade, como supuso, nada paso. Aunque por la expresión de los oficiales, Santiago supo que se encontró en el lugar.

El chico obtuvo el contacto de aquella mujer, ya que tal vez serviría de testigo más tarde. Ella le informó de que incluso Marcelo trató de sobornarla, y que lo recibió para que no pensara que era una amenaza. Sin embargo, donaría ese dinero al hospital y estaría de su lado, ya que había sufrido violencia doméstica y no toleraría nada de eso.

A pesar de querer invadir la casa, Santiago tomó aire y fue directo a su oficina, pues era hora de recopilar todas las pruebas posibles, sin dejar nada suelto para condenar a Marcelo Simones.

Jade estaba en la habitación que Marcelo mandó a preparar en la casa, especialmente cuando quería castigarla.

En ese momento, la puerta se abrió, y ella tembló, ya que sabía quién era.

“¡Solo me das problemas!“, se quejó Marcelo, acercándose a ella, quien estaba acostada en la cama.

“No vas a hacerles daño a mis padres, ¿Verdad?“, preguntó un poco temerosa. Como su padre confiaba en Marcelo, terminó cayendo en una trampa en la que cedió gran parte de la empresa y sus ganancias. Si Marcelo decidiera usaren contra de su familia, no solo quedarían en la ruina total, sino que también su padre iría a la cárcel.

El hombre se sentó al borde de la cama y acarició la pierna de Jade.

“¿Por qué me pones a prueba?“, preguntó mientras ella cerraba el puño con mucha rabia. “Primero fue ese maldito Castillo, y ahora estás involucrada con Herrera”, agregó.

Marcelo besó la piel de Jade y ella se estremeció, no obstante, él lo tomó como una señal de deseo. Al principio de su relación, le encantaba estar a su lado, ya que este era cariñoso.

Sin embargo, en cuanto consiguió casarse con ella y humillar a Máximo, las cosas cambiaron. Primero, se volvió frío, luego hubo abusos verbales y, finalmente, se basaron en físicos.

“¿Por qué no me dejas ir?“, preguntó ella con voz débil, por lo que Marcelo se detuvo.

“¿Quieres dejarme, eh? ¿Como hiciste con Castillo?“

“Solo quiero…”. Ella no supo qué decir. Marcelo la atrajo hacia si y la atrapo en la cama con sus brazos, uno a cada lado de la cabeza.

“¿No crees que ya es hora de que tengamos un hijo?“, preguntó, y Jade tragó saliva. Hasta ahora, nunca la había forzado de ese modo. Sintió miedo.

“¿Un hijo? Pero yo no te gusto. Puedes dejarme y tener uno con otra y…”

Él le sujetó la barbilla, mirándola directamente a los ojos claros. Si no fuera loco, Jade podría decir que era uno de los hombres más atractivos que había visto jamás. Su actitud seria la atrajo en un primer momento. No pensó que fuera una simple fachada sin austeridad, sino pura malicia.

Marcelo la besó en los labios, haciéndola retorcerse bajo él, rezando para que no fuera más lejos. Le susurró al oído: “No te obligaré, pero espero que seas una buena chica y me aceptes por voluntad propia, Jade. Quiero un heredero”, mientras le besaba el hombro.

“Si me pegas, puedo perder al bebé”, respondió en voz baja, y él le acarició la mejilla.

“Si llegas a embarazar, no volveré a tocarte así. Te lo prometo“. Se lamió los labios. “Jade … quiero que tengas ojos solo para mí”.

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