Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 134
Capítulo 134:
Santiago carraspeó dándose cuenta de que no se había puesto de pie, sin embargo, Jannochka le hizo un gesto para que permaneciera en su lugar.
“Conmigo no necesita estas formalidades, Señor Herrera“, aclaró, dejando el bolso sobre la mesa al tiempo que lo miraba.
“Le pido disculpas por mi distracción. ¿Qué tal el viaje?“. Intentó ser cortés, aunque no demasiado amable. Su tono transmitía aburrimiento.
La mujer rusa sonrió desdeñosa a la vez que se reclinaba en la silla.
“Dejémonos de falsas formalidades y cumplidos, ¿Quieres? Estuve más de veinte horas en un maldito avión y no tengo ganas de fingir ser una dama. Veo que tampoco te entusiasmas, así que seamos directos. No deseo casarme. No quiero estar atrapada para siempre con un hombre que no me gusta, por tanto, tengo una propuesta que hacerte“. Santiago hizo un gesto
de asentimiento. Al menos era sincera y no andaba con evasivas. Eso era un punto positivo. Además, fue lo bastante educada para hablar en español.
“Muy bien, dime qué quieres, qué gano yo y cuáles son los términos de este acuerdo“, respondió antes de darle otro sorbo al vino. Al acercarse el camarero, preguntó: “¿Bebes Burdeos?“.
“No quiero vino. ¿Tiene vodka?“, rebatió ella, a lo que el camarero respondió con una negativa.
“Tenemos tequila, señorita“.
Santiago iba a decir que ese licor era demasiado fuerte, aunque recordó que ella acababa de pedir vodka y era rusa.
“De acuerdo. Pensaba pedir whisky, pero ya que estoy en México, tomaré el tequila. Gracias“.
En cuanto el mesero se fue, ella volvió su atención hacia Santiago. “Mi padre insiste con lo del matrimonio. Si estoy casada por lo menos seis meses, el puesto de señor es mío. Tú y yo nos casamos, sin necesidad de implicación emocional o física. Puedo quedarme aquí, pero iré a Rusia todos los meses, ya que sigo siendo la subjefa allí.
No te impediré que salgas ni nada, siempre que lo hagas con discreción. Mi padre se reconciliará con tu hermano, así que no prenderemos fuego a tu ciudad ni a su gente. Ah, y por supuesto, mientras esté casada contigo, te ofreceré mis servicios, tanto de combate como cibernéticos“. Santiago tomó aire y terminó el resto del vino.
El acuerdo parecía beneficioso para él. Seis meses no era demasiado tiempo; podría seguir hablando con Jade mientras tanto.
La bebida de Jannochka llegó, ella la acabó de un trago, sin sentir nada al parecer. Santiago alzó las cejas, enderezándose en la silla.
“Necesito que me consigas algunos datos. Si lo haces, me casaré contigo durante seis meses y aceptaré todas tus condiciones“, declaró, dirigiendo su mirada hacia los ojos marrón grisáceo de la mujer.
“¿Qué tipo de datos?“, preguntó, adoptando una postura profesional. Santiago le sonrió.
“Tengo una pequeña lista que puedo enviarte por correo electrónico“.
“No, nada de correos electrónicos. La imprimes y me la entregas“, replicó ella, apurando su segundo trago de tequila.
“¿A qué hora puedes mañana?“, le preguntó, haciendo que ella enarcase una ceja.
“¿Mañana? En cuanto termine la cena, vuelvo a Rusia“, afirmó con aire desdeñoso.
Santiago sacudió la cabeza, desconcertado.
“¿Pero entonces…?”.
La mujer miró su reloj y luego a él.
“Pide la comida, y te daré media hora para buscar esa lista“.
“Pero… no está en una lista, ¡Está en un documento!“.
Incrédula, ella se lo quedó viendo.
“¿Me dices que no tienes tus objetivos debidamente planificados y organizados? ¿Qué, eres de los que usan notas adhesivas?“
Por la expresión de Santiago, Jannochka supo que era el caso. Se pasó la lengua por los dientes, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas, y luego sacudió la cabeza de un lado a otro.
“No todo el mundo es como tú“, refunfuñó él.
“Qué pena. La vida sería mejor y más fácil si la gente se organizara“.
“Veo ahora que eres una maniática del control“.
“¡Soy organizada!“, espetó entre dientes. “Te doy una hora para que resuelvas este maldito problema“. Hizo una señal al camarero con la cabeza.
Santiago tomó el menú, preparándose psicológicamente para lidiar con esa mujer durante seis meses, sólo si le conseguía lo que necesitaba. Con eso, podría deshacerse de Marcelo.
“La cuenta, por favor“, pidió Jannochka.
Sorprendido, Santiago dejó el menú sobre la mesa.
“Pero… ¿No íbamos a cenar?“.
“¿Crees que voy a cenar y encima esperarte?“, replicó ella. El camarero tenía una tableta en la que podía previsualizar la cuenta antes de imprimirla, o se podía realizar el pago con un código QR.
“¡Oye!“, exclamó el muchacho, llevándose la mano al bolsillo de la chaqueta. “¡Yo pago!“.
Jannochka no esperó. Se acercó a la tableta con su teléfono, pagó la factura y se levantó. “Vamos“, ordenó. Bebió su cuarto trago de tequila. “Estamos perdiendo el tiempo“.
Comenzó a caminar sin esperarlo. Santiago apretó la mandíbula, conteniendo las gritar de rabia. ¡Ella era insoportable!
Cuando salió, Jannochka lo esperaba cerca de un deportivo. Santiago negó con la cabeza.
“Vamos en el mío“.
“Ve en tu auto, y yo te seguiré justo detrás“, exigió ella, haciéndolo fruncir el ceño. “No voy a subirme contigo; ni siquiera te conozco“.
Santiago sonrió con picardía.
“¿Me tienes miedo?“.
Ella lo miró de arriba abajo, arrugando la nariz.
“Ahórratelo. Es que no confío en ti. Ni en ti ni en tu gente. Preferiría estar en mi propio vehículo conduciendo“. Jannochka sonrió con satisfacción, y él hizo lo mismo.
Santiago puso los ojos en blanco, subió a su propio auto y condujo lo más rápido posible. Aceptaría aquel acuerdo solo porque tenía que obtener los documentos necesarios y garantizar que los rusos no invadieran su ciudad. Además, conseguiría entrar en nuevos mercados de venta y ampliar los negocios. En seis meses, sería libre, igual que Jade. Aquello le daba la fuerza que requería.
Jannochka lo esperó en el interior del vehículo. En cuanto salió con la lista, la leyó y asintió con la cabeza.
“Me llevaré esto. En una semana, volveré con los resultados. Entonces, Santiago Herrera, estaremos comprometidos“, dijo con una sonrisa incómoda. “Fue un placer hacer negocios contigo. Buenas noches“.
“El placer fue mío. Buen viaje de vuelta a casa“, respondió este.
Sin decir una palabra, Jannochka se limitó a cabecear como afirmación antes de marcharse.
Osvaldo estaba más que satisfecho al oír que no hubo ningún inconveniente durante la cena y que Santiago seguía sus órdenes.
“Esto es por tu bien“, le dijo.
Santiago le explicó lo del contrato de seis meses y que sería tiempo suficiente para arreglar las cosas.
“Ella será la nueva jefa y cumplirá nuestro acuerdo“, afirmó el muchacho, por lo que Osvaldo esbozó una sonrisa.
Aunque Jannochka se puso en contacto más tarde para informar que todo estaba listo, por razones de seguridad no mencionó de qué se trataba.
“Volveré dentro de tres días. Mi padre hablará con tu hermano sobre la fecha de la boda“. “De acuerdo. Gracias“, respondió.
“El placer es mío“, dijo ella antes de colgar. Santiago dejó escapar un suspiro. Quizá Jannochka fuera fría, un poco grosera y controladora, pero al menos sentía que podía confiar en ella. Era mejor que la gente que hablaba con dulzura para luego apuñalar por la espalda.
Al parecer, las circunstancias estaban bien encaminadas, sin embargo, él no sabía cómo contárselo a Jade. Si bien consideró la posibilidad de decírselo, sabía que era algo que debía hacer en persona. Tendría que darle la noticia de que se iba a casar con otra mujer.
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