Capítulo 121:

En ese momento, Emilia comenzó a recuperar de a poco la conciencia y su cabeza se sentía muy pesada. Ella se encontraba sentada y cuando trató de moverse, se dio cuenta de que estaba atada por completo.

«¡La princesita mexicana ya está despierta!», pronunció un hombre en inglés. «Bueno, princesa no, reina».

La visión de Emilia todavía no estaba del todo bien, pero fue capaz de ver a un hombre alto y robusto, y a pesar de no poder enfocar, sus rasgos, y sus ojos azules eran bastante llamativos.

“Yo… ¿Dónde estoy?”, preguntó la chica, sintiendo que se le retorcía la lengua y se le rascaba la garganta.

«En mi humilde galpón», respondió el hombre y se acercó a Emilia. Así, ella pudo observar mejor su rostro, pero tuvo que parpadear más de una vez. Él se parecía a uno de los hombres que atacaron a Osvaldo, el más grande. La única diferencia eran los ojos.

«¿Quién se supone que eres tú?”, preguntó ella, intentando mover los brazos una vez más, pero fue en vano.

«No desperdicies tu fuerza con eso, es completamente inútil, Vas a necesitar la energía para poder gritar, linda», dijo él y se rio a carcajadas, «¿De verdad no sabes quién soy? ¿No tienes siquiera una leve sospecha?», En ese instante, Emilia sintió que su garganta se secaba aún más, Entonces, ella sacudió su cabeza.

«Sabes que eres realmente hermosa, es una verdadera lástima que esa carita tan bonita no vaya a durar mucho tiempo», pronunció el hombre, tocando el rostro de la chica con las yemas de los dedos y ella apartó la cara, pero él sostuvo su barbilla con fuerza. Ese era el mismo lugar donde Osvaldo había presionado y ya estaba dolorido. Luego, él exclamó: «¡Tú mataste a mi hermano, p$ta! ¡Y te voy a hacer recordarlo hasta el momento de tu muerte!»

El hombre prácticamente le escupió las palabras y Emilia sintió temblar todo su cuerpo. Ella había matado al hermano de esa persona, y eso significaba que él la mataría cruelmente, sin duda alguna.

El hombre no soltó su rostro ni por un momento. En lugar de eso, lamió los labios de la mujer y sonrió diabólicamente.

«Eres realmente muy sexi. Un cuerpo como ese no puede ser desperdiciado como si nada, ¿O sí?», señaló él, tocando uno de los sen%s de la joven y ella g!mió, forcejeando, aunque en el fondo sabía que era en vano.

Tras ello, él acercó su boca a la oreja de Emilia para decir: «Te voy a hacer mía de todas las maneras posibles y después le diré a tu esposo que su mujer sabe dar esa v$gina como una p$rra en celo».

Con eso, soltó con fuerza la cara ya cubierta de lágrimas de Emilia.

Ante eso, pensó en decir que Osvaldo no se preocupaba por ella, pero si el hombre se enteraba, tal vez la mataría de una vez y, a pesar de todo, en realidad no quería morirse todavía.

Todavía tenía la esperanza de que se quedara con su madre y cuidara de la mujer. Por otro lado, al pensar en su padre, sinceramente, no le importa si había muerto o no. ¡Él mismo se buscó ese destino!”

Su visión ya estaba un poco mejor y era más que claro que el hombre que la secuestró era muy similar al que ella había matado. Él era, ciertamente, muy guapo.

De hecho, era uno de los hombres más apuestos que había visto en su vida, pero en ese momento, todo lo que podía ver era lo horrible que era por dentro y eso lo convertía en un monstruo, por dentro y por fuera, a los ojos de Emilia.

«Por cierto, mi reina, mi nombre es Patrick Walsh. Recuerda muy bien mi nombre».

Después de decir eso, se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

En ese momento, la chica tomó una respiración profunda, tratando de calmarse. ¡No podía asustarse, tenía que salir de allí cuanto antes! Llorar no la iba a ayudar en absoluto, y, además, ya no podía contar con Osvaldo para salvarla. Ya no más.

Echando un vistazo a su alrededor, Emilia se dio cuenta de que estaba, como había dicho Patrick, en un cobertizo. Allí dentro, no había ninguna ventana, solo unas pequeñas aberturas para que entrara aire. Emilia de inmediato descubrió que había unas cadenas en una esquina, sin embargo, era difícil de ver, puesto que el lugar tenía muy poca iluminación.

En ese instante, se escuchó un ruido en la puerta, así que la mujer esperó a que Patrick entrara, pero no era él, sino dos hombres, también altos, pero no tanto como el otro.

Los dos tipos se acercaron a ella y la miraron de arriba abajo, riéndose.

«El jefe tiene buen gusto», dijo uno de ellos, el del tatuaje debajo del ojo.

«Así es, sin lugar a dudas ella es una belleza. Es una lástima que no podamos probarla”, respondió el otro y chasqueó la lengua, como si estuviera triste y pensativo a la vez.

«Bueno, desátala ahora».

Al escuchar esas palabras, la chica abrió mucho los ojos.

«¿A dónde me llevan?», preguntó, al tiempo que la levantaban de su silla.

Los hombres, por otro lado, le mantuvieron los brazos atados pero las piernas libres para que pudiera caminar. No era que fuera de mucha ayuda, ya que estaba débil y sus piernas se sentían como si fuera a caer en cualquier momento.

«Tranquilízate, cariño. Simplemente vamos a llevarte a tu nueva habitación», pronunció el hombre de tatuaje, en tono burlón. Entonces, la mujer recordó que el otro hombre dijo que usaría su cuerpo.

«¡Mi$rda! ¡Él me va a llevar a donde Pueda abusar de mí! ¡Definitivamente, tengo que salir de este lugar!, pensó ella, mirando bien a su alrededor.

Luego, subieron una escalera empinada, con mala iluminación, pero luego, todo se volvió más brillante. Al tiempo que doblaban por un pasillo, ella notó que había una pequeña escalera a la derecha y luz detrás. ¿Esa será la salida?, se preguntó.

Luego, marcó cada giro que daban, para que a la primera oportunidad pudiera escapar de allí.

Tras ello, llegaron a una habitación con una puerta de metal. De inmediato, el hombre del tatuaje la abrió y arrojó allí a Emilia, quien cayó al piso y terminó golpeándose el brazo, ya que le costaba mantener el equilibrio.

Los sujetos simplemente rieron y cerraron la puerta, dejándola sola. La chica se arrastró hasta la cama, donde tomó impulso para levantarse. Como se imaginaba, aquella era un dormitorio. No era lujoso, pero, estaba extremadamente limpio. También había otra puerta a un lado, que supuso que era el baño.

La puerta del dormitorio se abrió una vez más y el hombre con el tatuaje debajo del ojo entró y tiró de ella bruscamente para que lo mirara.

«¡Déjame en paz!».

«¡Cállate! ¡Te desataré, p$rra!», le gritó el tipo sacudiéndola. La mujer se quedó quieta, respirando irregularmente y dejó que el hombre le diera libertad a sus manos. «Date una ducha. ¡El jefe no tardará en venir a verte!».

Honestamente, Emilia no quería bañarse para complacer a ese Patrick, pero estaba sucia y era algo que no podía soportar.

«Además, ni siquiera pienses en desobedecer. Créeme, el jefe puede ser bueno o muy malo contigo. Ya es suficiente lo que hiciste en la Ciudad de México. ¿Acaso quieres presionar a la bestia un poco más?», espetó el hombre y salió de la habitación.

Ella respiró hondo y fue al baño. Al igual que la habitación, este era sencillo pero limpio. En ese momento, la joven abrió la ducha, ajustó la temperatura del agua y comenzó a quitarse la ropa. Tan pronto como el agua caliente tocó su espalda, ella sonrió de manera involuntaria. Sus músculos tensos se relajaron un poco, aunque la felicidad duró poco.

La mujer no podía dejar de pensar y, darle vueltas a lo que había pasado antes de salir de casa. De cómo la había tratado Osvaldo, de todo lo que le había dicho y de cómo no la había escuchado.

Ella sabía que tenía su parte de culpa por no decírselo antes, pero tenía miedo. Ella temía que su padre mataría a su madre antes de que Osvaldo pudiera actuar. Además, tenía miedo de que él no confiara en ella.

Finalmente, su segundo miedo resultó real, Resultó que su esposo no confiaba en ella.

Mientras pensaba en todo eso, la mujer no se dio cuenta de que la puerta de la habitación se había abierto, ya que el chapoteo del agua ahogó cualquier otro sonido.

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