Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 120
Capítulo 120:
En ese momento, Emilia vio vibrar su celular y estiró su mano. Era una llamada de la doctora.
“¡Hola, doctora!».
“Señora Herrera, tan solo quería saber si no va a volver aquí. Hicimos la inyección hace más de un mes, ¿Lo recuerda? Estuve tratando de agendar una cita con usted, pero dado que su esposo estaba enfermo…».
Al escuchar eso, los ojos de la chica se nublaron un poco. La verdad era que había perdido completamente la noción del tiempo. En lugar de la inyección de tres meses, había optado por la de un mes, pero con el atentado, y luego con el estado de Osvaldo… ¡Ella lo postergó y terminó por olvidarse del asunto!
¡Ay, Dios mío!, pensó la joven, llevándose la mano a la cabeza.
«¿Está allí todavía?», preguntó la doctora.
«S… SÍ. Yo… Voy a ir mañana, ¿De acuerdo?».
«Perfecto, está bien. ¿Será necesaria una prueba de embarazo?», preguntó la doctora.
«SÍ», respondió Emilia rápidamente en voz baja.
«Bien, nos veremos mañana».
Cuando se abrió la puerta de la biblioteca, la mujer miró hacia arriba y vio a su esposo con una expresión muy oscura en el rostro. Ella nunca le había tenido miedo, pero en ese momento..
«¿Qué pasó?», indagó, levantándose del pequeño sofá que el hombre había pedido que colocaran para ella dentro de la biblioteca, «¿Osvaldo?».
Tras ello, la joven levantó la mano para tocarle la cara, pero su esposo la agarró con fuerza de la muñeca y Emilia g!mió de dolor.
«De verdad eres la hija de tu padre, ¿No es así?», preguntó él, y la chica lo miró confundida.
«¿De qué se supone que estás hablando? Y… ¡Suéltame ahora, me duele!», Así, ella intentó apartar el brazo, pero Osvaldo no se movió ni un centímetro.
«¡Debería matarte ahora mismo! Pero maldita sea, yo no…».
Al decir eso, la soltó con fuerza y la mujer cayó hacia atrás. Por suerte el sofá estaba allí, así que ella no resultó herida.
«Osvaldo, ¿Qué es lo que ocurre?»,
Cuestionó ella, pero se estaba imaginando que tenía algo que ver con su padre. Él había mencionado antes al hombre.
¿Puede ser que ya Santiago le contó y él no quiso escuchar?, se preguntó ella.
En ese momento, Osvaldo soltó una carcajada de desdén y decepción.
«En serio, no puedo creer que me haya dejado atrapar, de nuevo, en las mentiras de una mujer. ¡Maldición! ¡Soy un completo imbécil!”.
«¿Cuándo se supone que te mentí? Yo sé que…».
Mientras ella hablaba, él tomó su rostro entre las manos y acercó el suyo
«De verdad eres una p$ta de primera clase. Hiciste de todo para que yo me fuera… enamorando de ti, ¿No es así? para que estuvieran cara a cara. ¿O acaso no es eso lo que te pidió tu papá?», cuando hizo esa pregunta, el hombre pudo ver el miedo en los ojos de Emilia y quiso hacerle sentir el dolor que él estaba sintiendo, así que continuó: «Quizá me gusta tenerte, pero eso es todo. Y debo decir que eres realmente excelente en eso, ¡Como la buena p$rra que eres! Estabas bien entrenada para eso. Quiero que sepas muy bien que, si fui complaciente contigo, fue solo porque me tomo en serio el matrimonio, Emilia. Y es por respeto a eso que no voy a obligarte a pedir el divorcio. No en este momento, pero te quiero fuera de mi casa ahora mismo. ¡Te vas a quedar con tu madre hasta que decida qué es lo que voy a hacer contigo!».
Con eso, soltó la cara de la chica y ella estaba llorando. El único divorcio que existía en la mafia era con la muerte de uno de la pareja. En este caso, uno de ellos haría la solicitud.
“Te aseguro que yo no hice nada para hacerte daño, Osvaldo. Nunca estuve de acuerdo con lo que mi padre planeó».
“¿Y en serio piensas que voy a creer esa mentira? ¿Qué pasa? ¿Acaso él te amenazó de muerte? ¿O tu madre? ¡Por Dios! ¡Por tu culpa casi muero, y otros miembros de esta organización murieron! ¿Tenías la intención de quedar embarazada y luego tomar posesión de todo?»
«¡Yo nunca haría algo como eso!», la chica trató de defenderse y se levantó del sofá, caminando hacia Osvaldo para decir: «Yo te amo, ¿Cómo podría lastimarte?».
Sin embargo, el hombre caminó hacia atrás.
«Cállate ahora, Emilia. ¡Cierra la p$ta boca de una vez por todas! ¿De verdad piensas que voy a creer tu declaración de amor?», pronunció él, y se rio con disgusto.
Por dentro, cada palabra que le decía lo desgarraba, puesto que sabía que ella le gustaba más de lo que debería. En realidad, él…
Justo en ese momento Osvaldo se dio cuenta de que la amaba, y eso hizo que todo le doliera aún más. Había logrado romper esa barrera, pero todo era mentira. Ella era una completa mentirosa.
«Largo de aquí», dijo él en voz baja.
«Vete y haré que lleven tus cosas a la residencia de tu familia».
Entonces, Osvaldo abrió la puerta de la biblioteca y miró hacia un lado. Por su parte, Emilia quiso decir más, incluida la posibilidad de que estuviera embarazada, sin embargo, pensó que era mejor no decir nada. Eso simplemente haría pensar a su esposo que ella de verdad había planeado todo con su padre.
Cabizbaja, la mujer se dirigió a la salida de la casa.
En ese momento, los sirvientes no se atrevieron a preguntar nada.
La chica estaba caminando porque la casa de sus padres estaba en esa zona, además, ella no se sentía cómoda usando el chofer que pagó Osvaldo. En realidad, después de lo que había dicho, ella no quería usar nada de él.
Aparte de eso, caminar siempre era bueno.
Mientras tanto, dentro de la casa, Osvaldo cerró la puerta de la biblioteca apenas salió su esposa y se deslizó por la pared, llevándose las manos a la cabeza, llorando. Él estaba enamorado de la chica, y no quería eso. El hecho de decirle esas duras palabras era una manera de lastimarla y, a pesar de que no debería, quería ir tras ella y disculparse, decirle que era mentira, que no la consideraba una p$ta. No de esa manera. El hombre quería abrazarla y estar con ella para siempre.
Minutos más tarde, Osvaldo sintió sonar su celular y lo contestó sin ni siquiera mirar quién era en la pantalla.
“¿Señor Herrera? Su hermano… ¡El Señor Santiago está en el hospital ahora mismo!», Al escuchar eso, Osvaldo se levantó torpemente, sintiendo que le explotaba la cabeza.
«Ya voy para allá».
De inmediato, Osvaldo salió de la casa y vio allí al conductor.
“¡Señor, su esposa no quería que la llevara!».
«¿Ella se fue caminando?», preguntó preocupado, pero luego recordó que no debería estar alimentando ese sentimiento hacia ella. «Está bien, necesito que me lleves al hospital. La verdad es que no estoy en condiciones de conducir».
Por otro lado, el chofer encontró extraña la actitud del jefe, pero obedeció.
Cuando llegó al hospital, Santiago estaba herido, pero no a punto de morir, de hecho, ya estaba consciente.
«¿Qué demonios sucedió, Santiago?», preguntó Osvaldo, entrando a la habitación.
«Los hijos de p$ta le dispararon a mi auto y trataron de acabar conmigo.
Bueno, yo no estoy en mi mejor estado, pero te aseguro que ellos están peor», respondió el joven suspirando.
«Tenemos que hablar de algo serio. Se trata de Sánchez”.
«Sí, ya lo sé», respondió Osvaldo y se pasó una mano por el cabello «¡Intenté llamarte, pero no atendiste el puto teléfono!».
«¡En ese momento estaba resolviendo un problema de carga! ¡Los malditos italianos nos estaban culpando a nosotros!».
«¡Todo eso es parte del plan de Sánchez!».
«¿Ah, sí?», preguntó Santiago. «¡Miserable b$stardo!».
«Creí que ya sabías esas cosas, Santiago», le dijo Osvaldo, pero el otro negó.
«No, En realidad, Emilia me contó unas cosas y te seguí llamando, pero luego me quedé sin batería y cuando iba para mi casa, me dispararon y… ¡Oye, cálmate!».
En ese instante, Osvaldo sujetó a su hermano por el cuello de su bata de hospital.
«¿Ella te contó todo eso? ¿Emilia te dijo todo a ti?».
«¡Ella simplemente me dijo lo que sabía! ¡Qué su padre estaba tramando algo, pero ella no sabía qué con exactitud! También me dijo que él quería que ella tuviera tu hijo para tomar el poder por el niño, después de tu muerte. Por esa razón tu esposa quería evitar tener un hijo», explicó Santiago.
«Sabía que tendría que quedar embarazada si tú querías, sin embargo, se sintió aliviada cuando le diste el visto bueno para que usara anticonceptivos».
Al escuchar esas palabras, Osvaldo soltó a su hermano y se alejó, Con la cara toda roja.
«¡Maldita sea! ¡Qué mi$rda! ¡Absolutamente todo va mal! Además, ella podría estar mintiéndote, Ella mintió durante todo este tiempo».
«¡Por favor, no te hagas el tonto! ¡Tú sabes muy bien que Roberto maltrataba a su esposa! ¡Y amenazó a su propia hija! ¡Emilia tenía miedo de que le hiciera algo a su madre, ya que él vive con su esposa!», tras ello, Santiago se sentó en la cama e hizo una mueca, «Osvaldo, ella te ama. Ella adora a tus hijos. Por favor, no hagas tonterías».
«Ahora todo eso se acabó», pronunció el otro con amargura.
«¿Qué demonios hiciste, Osvaldo?», preguntó Santiago con preocupación.
«No la mataste, ¿Verdad? Por el amor de Dios, tú…».
«¡No digas tonterías! ¿Cómo iba a matar a mi propia esposa?”.
«¡Me asustaste, idiota! Y es verdad, tú la amas, pero eres demasiado testarudo para admitirlo».
En ese momento, Osvaldo movió la mandíbula con fuerza.
«Sí la amo, maldición, es verdad. ¡Amo a Emilia! Y yo le dije… Yo… ¡Mi$rda!
¡Necesito hablar con ella!».
«¿Y qué se supone que estás esperando? ¡Ve rápido!».
En seguida, Osvaldo marcó el número de su esposa, pero sin éxito. Luego, llamó al militar encargado de vigilar la residencia de los Sánchez.
«Por fin. ¡Pídele a mi esposa que conteste su teléfono, por favor!», pronunció Osvaldo mientras le ordenaba al chofer arrancar el auto rumbo a la casa de la familia de la joven.
«La Señora Herrera no se encuentra aquí, señor», respondió el soldado confundido.
«¿Ella no está allí? ¿Adónde fue entonces?».
«Señor… Ella nunca vino a casa».
Aquellas palabras congelaron el corazón de Osvaldo.
«¡Bueno, entonces quiero que vayan detrás de ella! ¡Busquen en todo este maldito lugar, pero quiero a Emilia Herrera lo más rápido posible!».
Mientras hablaba, el hombre intentó controlar su respiración. Sin duda alguna, ella no se escaparía y dejaría a su madre. En ese instante, él recordó que el conductor habló antes.
Entonces, llamó a Carlo.
«Quiero que revises todas las cámaras de seguridad alrededor de mi casa. ¡Emilia dijo que iba caminando y no llegó a la residencia de los Sánchez!».
“¡Le proporcionaré las imágenes, jefe!».
«¡Maldita sea, maldita sea!», en ese punto, Osvaldo estaba teniendo dificultad para respirar.
¿Y si le pasó algo? ¿Y si le ocurrió algo a mi esposa por mi culpa?.
Las últimas palabras que él le dijo a Emilia resonaban en su cabeza, al igual que ella diciéndole que lo amaba.
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