Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 119
Capítulo 119:
«¡Vamos, Emilia, más fuerte!», la animó Santiago, mientras que ella sentía que le ardían los músculos de los brazos, «Ni se te ocurra decir que lo estás intentando. ¡No es que lo intentes, es que lo hagas! ¡Yo sé que puedes hacerlo!»
Juan estaba sosteniendo el saco de arena y la mujer tenía que lanzar puñetazos y patadas. Ella ya estaba completamente exhausta, pero quería ser útil de alguna manera. Después de haber salvado a Osvaldo, deseó poder ser mejor y sabía que no podía ser simplemente una esposa trofeo.
Santiago estaba observando con atención el entrenamiento de su cuñada, tanto para asegurarse de que ella estaba recibiendo el trato adecuado como para asegurarse de que nadie se atreviera a burlarse de ella. Tener a más soldados muertos por los celos de Osvaldo, o con los huesos rotos, no era lo que necesitaban en ese momento.
En ese momento, sonó el teléfono de Santiago e indicó que tendría que contestarlo, pero que el entrenamiento debía continuar.
«¡Habla, Cortez!», respondió él y, como esperaba, se trataba de más malas noticias.
El cargamento de los italianos fue robado y estaban culpando a La Cicuta. Al colgar, se acercó a Juan, le habló al oído y después se fue.
Mientras tanto, Osvaldo estaba revisando las carpetas con todos esos documentos y su cabeza no dejaba de, dar vueltas. Él sabía muy bien que Roberto Sánchez no valía nada, pero que él estaba armando todo ese esquema, negociando con los Japoneses y hasta con los rusos para ganar ventajas y quitarle el poder a Osvaldo…
Lo peor de todo era que había una grabación de Roberto hablando por teléfono con Emilia, y, a pesar de no decir claramente lo que quería de ella, para Osvaldo era más que obvio: él quería que la chica cumpliera con sus órdenes, tal como estaba acordado.
«¡Usa tus dones como mujer y simplemente haz lo que te digo! Si ese imbécil no muere ahora, haz lo que te dije, ¡Consíguete un hijo ahora mismo! ¡Tu esposo ya se ha enamorado de ti!», se podía escuchar al hombre diciendo eso.
Emilia no respondió en absoluto, tan solo colgó. La llamada fue después del accidente de Osvaldo.
Por un lado, su mente le decía que, lógicamente, Emilia conocía bien los planes de su padre y estaba trabajando con él para que Osvaldo no viera nada de lo que estaba pasando. Si la chica llegaba a tener un hijo, el futuro señor, Roberto como abuelo tomaría las riendas de todo, ya que Emilia estaba de acuerdo con él en todo. Por otro lado, el corazón de Osvaldo no quería creer eso por nada del mundo.
Emilia lo cuidaba y amaba a los niños.
Ella siempre era amable con todos. No había ni una sola queja en contra de ella, ni un descontrol, ni un solo fracaso.
¡Ella de verdad podría ser una gran actriz!, pensó él.
¡Osvaldo necesitaba tener pruebas de eso inmediatamente! Debido a ello, ordenó que llevaran a Roberto al galpón. ¡A él y a todos los demás!
Roberto se encontraba en su casa, listo para partir, cuando dos soldados aparecieron en su puerta.
«¿Qué sucede?», preguntó él, de manera sospechosa.
«Por favor, venga con nosotros. El jefe solicitó una reunión de emergencia ahora».
«Pero… él ni siquiera me llamó», dijo Roberto, ya listo para tomar el arma que estaba en el estuche.
«Yo no haría eso si fuera usted, señor.
Le pido que venga con nosotros porque el jefe lo ordenó».
Al escuchar eso, el hombre miró a su alrededor y trató de correr, pero no tenía oportunidad alguna contra los soldados. De inmediato, le dispararon en el pie y él cayó.
Luego, otros soldados entraron a la casa y fueron a hablar con Diana para asegurarse de que no se fuera y no se comunicara con nadie.
Una vez que llegaron al galpón, Roberto fue atado a una silla y no pasó mucho tiempo antes de que entrara Osvaldo.
«Roberto Sánchez», pronunció él, y el hombre mayor se quedó helado en ese momento, «Qué gusto tenerte aquí».
«Osvaldo, ¿Qué diablos se supone que es esto? ¡Yo soy tu suegro!», se quejó Roberto, tratando de liberarse, y luego gritó: «¡Esos idiotas me dispararon!».
«¡Lo sé! Y si no te portas bien, el disparo a ese pie inútil será el último de tus problemas». La voz de Osvaldo era fría y sádica, así que Roberto supo que el hombre, por lo menos, sospechaba de sus planes. Y Tras ello, el padre de Emilia no tardó mucho en empezar a dar nombres y dar más información.
Él incluso estaba robando carga y poniéndosela a la espalda de La Cicuta para desestabilizar la imagen de Osvaldo con los demás señores. Eso quería decir que cuando su yerno cayera, él, Roberto, tendría más posibilidades de alzarse como nuevo líder. Por otro lado, Santiago era el subjefe además de ser Herrera, así que caería junto con su hermano.
Por mucho que Osvaldo no quisiera creerlo, él tenía que preguntar.
«¿Emilia estaba al tanto de todo este asunto? ¿Ella estaba bien con este plan?”.
Entonces, un destello apareció en los ojos de Roberto.
«¿Qué crees tú?».
Esta pregunta se la dejó a Osvaldo para que decidiera, sin embargo, con la rabia que sentía, lo entendió como si fuera una confirmación.
Segundos más tarde, el sonido del disparo resonó a través del cobertizo.
Los demás involucrados también murieron, pero, Osvaldo prohibió decir nada hasta que diera las siguientes instrucciones.
Mientras tanto, Emilia ya había terminado de entrenar y fue a ducharse al baño privado de su esposo, dentro del gimnasio. Ella tomó sus cosas y se dirigió a su auto.
Santiago había regresado al gimnasio e iba a llevar a la chica a su casa, ya que Osvaldo le había dicho que, si le pasaba algo, su cuello estaría en riesgo.
«Oye, Santiago… ¿Recuerdas lo que te pregunté antes? Sobre… ¿Decir la verdad acerca de algo que sabía que estaba sucediendo?”.
«Sí, lo recuerdo perfectamente», respondió el joven, agarrando el volante.
«Bueno, lo que pasa es que… mi padre… bueno, él…, entonces, ella le contó todo a Santiago, quien escuchó atentamente. Luego, ella vio que se le ponían los nudillos blancos con la fuerza con la que sostenía el volante”.
«¡Maldición, Emilia! ¡Tenías que haber contado todo antes!
«¡Pero, es que no sabía que él haría algo! Yo decidí ponerme la inyección por este motivo, ¡No quedar embarazada ahora! Para ser honesta, pensé que eso podría hacer que pospusiera todo. Pero entonces… No estoy segura de si fue él el que atacó, aunque creo que sí», mientras decía eso, la chica se llevó la mano a la frente. «Había tantas cosas que hasta me olvidé mencionarlas».
«¿Y sabes algo más?», indagó el joven.
«No. Mi padre no siguió diciéndome nada más. Él amenazó con matar a mi madre, Santiago. Por lo tanto, yo tenía que pensar en una manera de evitar esto. ¡Él vive con ella!».
“Lo sé, pero ahora mismo, vamos a arreglar esta mi$rda. Hablaré con Osvaldo, ¿De acuerdo?».
En seguida, la mujer asintió con la cabeza. En ese momento, Santiago estacionó el auto frente a la casa de su hermano y solo se bajó después de que Emilia entrara a la casa.
El joven tomó su celular para llamar a su hermano para finalmente resolver la situación, pero vio que el dispositivo estaba muerto. El hombre estaba tan concentrado en resolver los problemas de la carga que se olvidó conectar el dispositivo al cargador.
En realidad, Santiago no vivía con su hermano, tenía su propio departamento. Sin embargo, cuando conducía allí, le dispararon al vehículo.
Mientras tanto, Osvaldo se iba a casa.
Así que le pidió a Abigail que le avisara cuando llegara su esposa, pues, tenía que hablar con ella personalmente.
Tan pronto como entró en la casa, se pudo percibir el aura negra que lo rodeaba.
«¿Dónde está Emilia?», le preguntó a la criada. En seguida, la mujer lo miró asustada, porque nunca había visto esa mirada en su jefe.
«Ella está en la biblioteca, señor», tartamudeó y Osvaldo asintió, dirigiéndose en esa dirección.
«No descuides a los niños».
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