Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 117
Capítulo 117:
«Si no hubieras salido del hospital justo hoy, ya te habría dado un puñetazo en la cara. ¡Estás siendo un completo imbécil!», Tras ello, Santiago salió de la oficina resoplando.
Osvaldo era duro y terco, pero en el fondo sabía muy bien que cada palabra de su hermano era cierta.
Y… el hecho era que Emilia lo había salvado de la muerte. Nadie dijo nada y él había pensado que Gutierrez era su salvador, ya que fue él quien llamó a la ambulancia. Sin embargo, el hombre se encontraba en una misión y no fue a visitarlo después de que despertó.
Ah ¡Pudieron haberle disparado, esas palabras resonaron en su mente!
Ella pudo haber sido secuestrada, o torturada».
«¡Qué mi$rda todo esto!».
Los niños llegaron tres horas más tarde y fueron a encontrarse con su padre después de ducharse. Ya era la hora del almuerzo, y Emilia ni siquiera volteó a mirar a Osvaldo.
Lo cierto era que estaba muy enojada porque él actuó de una manera estúpida cuando ella tan solo quería ayudar. Todo lo que ella quería hacer era cuidarlo, e incluso allí, en el hospital, él fue muy frío.
La chica estaba más que segura de sus propios sentimientos. Ella estaba completamente segura de que amaba a Osvaldo, pero no era justo en absoluto que él la tratara de esa manera. Sí, era cierto que él ya le había dicho que podía darle todo menos amor, sin embargo, ella se sintió irrespetada por su trato tan distante.
Allí, la joven ayudó a los niños a comer, mientras que Osvaldo tan solo miraba.
Apenas terminaron, los pequeños subieron con Emilia a cepillarse los dientes.
«¿Jefe?». Abigail lo llamó y él, que seguía sentado en la mesa, miró a la chica, quien pronunció: «Yo sé que ahora las cosas son muy diferentes, pero… la Señora Emilia de verdad es muy buena. Con usted y también con los niños».
Al escuchar eso, Osvaldo detuvo la mano que estaba sosteniendo el vaso y miró a la empleada.
“¿Cuál es tu punto con esto, Abigail?”», preguntó él.
Entonces, la mujer suspiró y sacudió la cabeza.
“No sé si usted actúa de esa manera porque la anterior señora se fue, o porque Carolina se casó con el Señor Máximo… o si hay algo más que no sé.
Sea lo que sea, por favor, no se desquite con la Señora Emilia», dijo Abigail y le sonrió. «Ella en serio es buena, señor. Es muy buena. Y, además, usted le gusta. ¡Sus ojitos brillan cuando habla de usted!».
Osvaldo sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras.
«Está bien, entiendo. Muchas gracias, Abigail. Ahora, déjame terminar mi comida, por favor”.
«SÍ, por supuesto, señor», respondió ella, y se retiró a la cocina.
Cuando se quedó solo, el hombre se recostó en su silla, sin más apetito. No era como si hubiese tenido mucho, de todos modos.
Yo le gusto a Emilia y soy un idiota por haber permitido que esto sucediera, se maldijo a sí mismo. Hice que ella se pusiera en peligro por mi culpa, ¡Casi se muere por mi culpa!, se dijo él.
Con eso en mente, Osvaldo se levantó con cuidado y subió las escaleras solo.
Al entrar en la habitación, su esposa no estaba allí. Entonces, él comenzó a quitarse la ropa, pero aún era difícil, después de todo, le habían disparado tres veces y pasarían al menos dos meses antes de que pudiera hacer un verdadero esfuerzo.
El baño fue una verdadera tortura, pero no esperó a Emilia. El hecho era que no quería darle más trabajo.
Cuando él estaba intentando ponerse los pantalones del pijama, la mujer entró y lo vio, desnudo, sentado en la cama. Entonces, Emilia tragó saliva.
«¿Necesitas ayuda?», preguntó de manera seca.
«Por favor», respondió él y esperó a que ella se acercara. «¿Emilia?»
«¿Qué?», ella no lo miró. «Levanta un poco las caderas».
Él lo hizo, pero como estaba desnudo, la joven no pudo evitar sentir su miembro acercándose a su rostro.
«Perdón», dijo él finalmente.
«¿Por qué?».
«Por ser grosero, por… ¡Por ponerte en peligro!», Osvaldo dijo lo último enojado y Emilia lo miró a la cara. «¡Yo debo protegerte, no al revés!».
«Si vas a empezar con la charla de que eres el hombre y tienes que defenderme, puedes detenerte ahora mismo. Puede que haya crecido dentro de la mafia, pero por suerte he podido ver más cosas del mundo y sé que las cosas no son así», replicó la joven y lo miró con los ojos entrecerrados. “Y tú también lo sabes, no te hagas el tonto”.
Al escucharla, Osvaldo alzó las cejas sorprendido.
«Parece que eres más atrevida».
«Eso es lo que pasa cuando asesinas a dos personas», dijo la mujer y Osvaldo finalmente se dio cuenta de ese hecho.
Emilia no solo les había disparado a dos hombres para salvarlo, sino que los había matado. Asesinó a dos personas. Esas no solamente eran las primeras personas que ella había visto morir, sino que también ella misma les había causado la muerte.
En ese momento, Osvaldo tomó la mano de su esposa y la atrajo hacia él.
Ella, por otro lado, perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, pero usó su hombro para no ponerse encima de él.
«¡Osvaldo, ten cuidado! ¡Todavía no estás completamente recuperado!».
De inmediato, él miró hacia arriba.
«Perdón. Por todo, por no cuidarte. Después…», entonces, él la abrazó y su rostro quedó cerca de sus pechos.
Osvaldo sonrió cuando notó eso y la apretó un poco más fuerte. Emilia, por otra parte, le dio una palmada en el brazo.
«¡Eres un completo idiota! ¡De verdad!”.
«¿Acaso vas a decir que no te gusto?”, dijo él sonriendo con travesura, pero pronto tomó su mano y la besó «Quiero que vayas al psicólogo, ¿Está bien?».
«De acuerdo», en realidad, la mujer ya había sido asesorada por el médico que la atendió primero y también por Santiago. No obstante, ella no lo mencionó, pues, no sabía si su esposo se metería en problemas por eso, y a ella no le gustaban las peleas. Y mucho menos cuando estaban en mejores términos.
En ese momento, la mano de Osvaldo bajó por su vientre y trató de bajar más, pero ella la retuvo.
«No, señor».
«¿Ni un poco?», dijo el hombre e hizo un puchero. «Casi muero, necesito hacer que valga la pena».
«De ninguna manera. Cuando te mejores un poco. Si crees que voy a dejar que me convenzas, para luego tener que volver al hospital, estás muy equivocado».
De hecho, la chica todavía estaba un poco molesta con su esposo y no quería resolver las cosas teniendo se%o. No era que no le gustara, o que no quisiera, más cuando acababa de ver al hombre desnudo, todo bañado y oliendo bien. Sin embargo, ella se controló.
Al día siguiente, Santiago se alegró al ver a Su hermano y a su cuñada llevándose bien nuevamente, con risas y besos robados cuando creían que nadie los miraba.
«Oye, creo que Emilia debería entrenar más», le dijo Santiago a su hermano cuando los dos estaban en la oficina.
Al escuchar eso, Osvaldo dejó de jugar con los documentos y miró al joven.
«Mi esposa no es un soldado”.
«Ni siquiera pretendo que lo sea, pero… hermano, ella es tu esposa, los peligros siempre están al acecho. Por lo tanto, será mejor que esté preparada.
Si ella no hubiese sabido disparar, ustedes dos habrían muerto. Pero, ella tampoco puede estar completamente indefensa en uno contra uno».
«Ella ya estaba entrenando lo recuerdas?», en ese momento, Osvaldo no quiso continuar la conversación, pero Santiago insistió.
«Ella necesita más que unos abdominales, Osvaldo. Y tú lo sabes perfectamente”.
«Lo voy a pensar un poco, hablaré con ella. Y si ella lo quiere, entonces, lo permitiré. Pero seré yo quien hable con ella, ¿entiendes? ¡No quiero que te entrometas!».
«Dios mío, eres horrible», dijo Santiago, y se recostó en la silla, “No sé cómo hace ella para soportarte. Realmente debe amarte mucho».
Ante eso, Osvaldo apretó los labios, pero no respondió. En lugar de eso, volvió a mirar hacia abajo y continuó trabajando. Fue por esa razón que no vio la sonrisita en los labios de su hermano.
Pasó casi un mes de eso, y Osvaldo de repente despertó en medio de la noche. Emilia se encontraba durmiendo a su lado. Ella todavía no le permitiría tocarla, pues, afirmaba que Necesita recuperarse. ¡Sin embargo, esa noche, el hombre no tenía ganas de esperar más!
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