Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 114
Capítulo 114:
Se trataba de una reunión con el señor de los Estados Unidos, más específicamente de Atlanta, y Osvaldo parecía no querer estar allí. La verdad era que no le agradaba en absoluto Gavin Lowell. El hombre era un completo fanfarrón y, a pesar de pertenecer a una familia muy antigua y noble, él no encajaba en eso.
Era un pésimo administrador y, aunque ya tenía casi treinta años, aún no estaba casado, dado que él tan solo quería divertirse.
“¿Y cuándo piensa casarse, mi querido Señor Lowell?» preguntó Reynaldo Gutierrez, quien era uno de los Concejales de La Cicuta.
Al escuchar eso, Gavin sonrió.
“En realidad, aún soy joven, así que no necesito atarme a una sola mujer. Todos sabemos muy bien que después de estar casados, no existe la traición».
“Eso es totalmente cierto. ¡Un hombre que engaña a la mujer con la que se casó no merece ni el más mínimo respeto!”, afirmó Gutierrez. Este último era uno de los pocos hombres que Osvaldo conocía que le era completamente fiel a su esposa y la respetaba como se merecía.
«Pero en serio, ¿Nunca antes ninguna chica de buena familia le llegó a llamar la atención?»
«No. Realmente todavía no. Al menos, ninguna que estuviera disponible para que yo la llevara al altar”, respondió Gavin, mirando más allá del grupo de hombres y sonriendo torcidamente.
De inmediato, Osvaldo siguió la mirada del hombre hacia un grupo de mujeres. En este estaba incluida Emilia.
«Pero quién sabe, a lo mejor tengo suerte, ¿No?, agregó el joven.
“¿Acaso le gustó alguna chica aquí hoy? ¡Quizás se podría hacer una buena alianza!», preguntó Gutierrez, mirando a su alrededor con esperanza.
“Si, lo cierto es que me gustó alguien», indicó el hombre, luego miró a Osvaldo y sonrió para decir: «Tal vez podamos hablar mejor acerca de esto, Señor Herrera».
«Sí, claro. Tan solo dígame quién es la chica».
De inmediato, Gavin sonrió y miró de nuevo hacia el grupo de mujeres. Luego, se inclinó un poco hacia Osvaldo.
“Esa belleza que tiene el vestido verde. Ella es verdaderamente perfecta».
En ese momento, la cena aún no había comenzado formalmente, por lo que el estadounidense aún no sabía quién era la esposa del señor. Ante eso, Osvaldo entrecerró los ojos y apretó la mandíbula con fuerza.
“Ella no está disponible», pronunció él, tratando de controlar su respiración.
“¿No lo está? ¡Vaya, eso es una pena! Ella de verdad es hermosa. De hecho, ella es exactamente mi tipo de mujer. ¡Y qué ojos tiene! Guau… ¿Está seguro de que no está disponible? ¡Ella es realmente maravillosa!”
“Le aconsejo que busque a otra mujer, ya que mi esposa definitivamente no está disponible», sentenció el hombre, Al escuchar eso, Gavin rápidamente se giró para mirar a Osvaldo, quien tenía una expresión asesina en su rostro.
“¡Ah! Escuché que se casó recientemente, pero no había visto ninguna fotografía de la Señora Herrera Muchas felicidades, señor, se lo digo con todo respeto. Y lo siento Mucho, realmente no lo sabía».
Tras ello, Osvaldo se limitó a asentir con la cabeza. En realidad, él no podía andar disparando a todos los que pensaban que Emilia era bonita.
¡Nunca he sufrido de tanto dolor de cabeza por culpa de una mujer! pensó él. Pero de verdad vale la pena, se dijo.
Un poco después, la cena continuó y Gavin evitó mirar en dirección a Emilia, lo que complació a Osvaldo.
Al menos valora su propia vida, pensó el señor.
Cuando llegó el momento de despedirse, el estadounidense aprovechó para besar la mano de Emilia. No fue tan atrevido como para hacerle un cumplido, actuó de manera muy educada, pero aun así a Osvaldo no le gustó nada.
“Fue un verdadero placer haber cenado con usted», dijo Gavin, y sonrió para continuar: «Espero poder repetirlo más seguido», luego miró a la chica, pero volvió su mirada hacia Osvaldo y le estrechó la mano.
“Claro, por supuesto», respondió el hombre, bastante tenso.
Una vez que estuvieron en el auto, él tenía un ceño terrible.
“¿Sucedió algo?», preguntó Emilia, un poco preocupada, «Sé que no debo entrometerme en tus asuntos, pero… ¿Tuviste algún tipo de problema con los estadounidenses?».
“El único problema fue el señor. ¡Y lo peor es que ni siquiera puedo culparlo!», exclamó él, tomado el volante con fuerza, «Él estaba encantado contigo».
“¿Qué?», cuestionó la joven, con el ceño fruncido.
“¡El imbécil quería hacer una alianza, casarse contigo!
Claro, él no sabía que ya eres mía».
A Emilia siempre le pareció horrible la posesividad de los hombres, especialmente los de la mafia, pero la realidad era que se derretía cada vez que Osvaldo decía que era suya.
“Bueno, ahora ya lo sabe. Yo soy solo tuya».
Al escucharla, el hombre asintió con la cabeza.
“SI, tan solo mía».
De repente, el auto dio una ligera sacudida en el asfalto y comenzó a girar hacia la derecha.
“Ah, ¿Qué fue eso?».
“¡Maldita sea, le dispararon a mi llanta!», se quejó Osvaldo mientras intentaba controlar el vehículo, «¡Sostente fuerte!».
En ese instante, estuvo a punto de ser impactado por un camión, pero lo esquivó a tiempo, sin embargo, no fue lo suficientemente rápido como para evitar estrellarse contra la estación de servicio.
Debido a ello, las bolsas de aire se dispararon y Emilia sintió que su cabeza por poco se rompe con el golpe La chica se desmayó durante un par de minutos y cuando despertó, estaba siendo sacudida por su esposo, quien ya se encontraba fuera del vehículo, con un arma en la mano.
De inmediato, él la ayudó a salir de allí y Emilia, aunque estaba muy mareada, escuchó los disparos.
Entonces, Osvaldo la llevó detrás de Unas cajas que se encontraban en medio de la calle.
“Ten esto. ¡Úsala si necesitas hacerlo», indicó él y le entregó una pequeña pistola, mientras agregaba: «Quédate agachada detrás de estas cajas, yo vuelvo enseguida, ¿De acuerdo?».
“¡No me dejes aquí!».
“Lo siento, me tengo que ir. Pero voy a regresar pronto”, pronunció el, luego la besó en los labios y se fue, escabulléndose.
Santiago se encontraba en una misión en Canadá en ese momento, por lo que no estuvo en esa cena con ellos. Él era quien se encargaba de la seguridad de Osvaldo y Emilia.
Alguien debió haber filtrado información, pensó la chica, tratando de estar atenta.
Ella echaba un vistazo de vez en cuando, y en una de esas oportunidades notó que los hombres de La Cicuta estaban muertos Por otro lado, muchos atacantes también estaban heridos, pero cinco de ellos seguían de pie y fueron tras Osvaldo.
Entonces, al hombre se le acabaron las municiones y la joven se sintió culpable, pues, de no haber sido por ella, ¡Él todavía tendría esa otra arma!
A Emilia le temblaban las manos, pero comenzó a tomar respiraciones profundas.
¡Ella realmente tenía que hacer algo! En ese instante, un disparo dio en la pierna de Osvaldo, pero él no cayó. Tras ello, otro hombre, el más grande, calvo y con tatuajes que le subían desde el cuello hasta la cabeza, le dio un puñetazo a Osvaldo.
De inmediato, este último sacó un cuchillo y golpeó al hombre calvo, que cayó a un lado, pero los otros lo atacaron y los movimientos del señor eran más lentos, sobre todo porque estaba perdiendo mucha sangre.
Ante eso, Emilia levantó el arma y trató de recordar las clases. Todos decían que ella tenía talento, pero no se sentía especial en ese momento. Tan solo un error y ella misma podría matar a Osvaldo.
Así, con determinación, la chica apuntó y disparó en la cabeza al hombre que iba a atacar a su esposo por la espalda. Ese era el momento que tenía para atacar al hombre que estaba frente a él, sin embargo, el calvo levantó la mano y le disparó dos veces a Osvaldo.
“¡No!” Emilia se levantó rápidamente y le disparó al calvo, luego corrió hacia Osvaldo, quien ya estaba de rodillas.
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